“Una pintura es un poema sin palabras”
Horacio
“Con frecuencia los cuadros son más auténticos que la realidad”
Oskar Kokoschka
Recientemente se ha inaugurado en Barcelona la galería Noho House, dirigida por la diseñadora y emprendedora sueca Ulrike Talling-Smith, que ha residido anteriormente en Estocolmo, Nueva York, Doha, San Francisco y Londres.
Se trata de una galería de conceptos de casa nórdica donde exponen diseñadores y artistas plásticos principalmente del norte de Europa, aunque en esta ocasión ha participado la pintora Rosa Agenjo con un conjunto de obras, la mayoría de ellas realizadas estos últimos años, con el título de Fuerza vital.
Rosa Agenjo (Barcelona, 1955) es doctora en Bellas Artes y ha ejercido la docencia como profesora en la Universidad de Barcelona, donde ha impartido clases de dibujo e historia durante cuatro décadas. Ha sido artista y profesora residente en la Universidad Skidmore College, Saratoga Springs, Nueva York, 1984 y 2002. Ha compaginado su actividad académica con la pintura, el muralismo y la cerámica. Ha expuesto principalmente en diversas ciudades de Catalunya, Zaragoza y Palma de Mallorca, así como en los Estados Unidos, Francia, Dinamarca y Suiza.
Aunque su obra se mueva entorno a la figuración, también ha cultivado la abstracción. En una entrevista que le hicieron manifestaba que “la enseñanza es una experiencia vital, ya que es una de las cosas que me llena de satisfacción y me permitirá tener una muerte dulce”. Esta reflexión me ha hecho pensar en lo que hemos estado viviendo estos dos últimos años debido a la pandemia, pero al menos los artistas han podido seguir trabajando, investigando y experimentado en su estudio, lo que ha servido para para que sobrelleven mejor la incomodidad de su aislamiento.
Los paisajes en los que se inspira Rosa Agenjo proceden fundamentalmente de Barcelona, Girona y Alella, pequeña población situada en la comarca de El Maresme y cercana a la Ciudad Condal. De todos modos, la figura de la mujer también aparece en la mayoría de los paisajes tanto marinos como rurales.
Cabe destacar algunas de sus exposiciones más recientes en las que su obra se ha movido entorno a la representación de determinados aspectos de la vida cultural catalana, cómo por ejemplo la lengua, la agricultura, la industria y el arte, gracias a las diferentes civilizaciones que han dejado su huella, como los griegos, iberos y romanos en Empúries, Tortosa y Tarragona. Las iglesias y monasterios como Taüll, Poblet o Montserrat, también merecen la atención de la artista, tal como se pudo contemplar en la muestra de acuarelas Catalunya, indrets i memoria, que se llevó a cabo en la sala Parés de Barcelona, que posteriormente viajó por diversas localidades catalanas.
A Rosa Agenjo le atrae tanto el impresionismo -incluso a nivel musical, a través del compositor francés Claude Debussy –“ya que su música genera en mí campos de amapolas”- como el expresionismo, aunque con “focos de feminismo y ecologismo”.
La primera vez que vi su trabajo fue en 1988, concretamente en la barcelonesa galería Eude donde mostraba una serie de obras de carácter surrealista, en las que los protagonistas eran el hombre y la mujer. En aquella época Agenjo estaba realizando su tesis doctoral sobre la obra de la pintora surrealista Ángeles Santos, hermana del prestigioso crítico de arte, poeta, traductor y dibujante Rafael Santos Torroella. Posteriormente en sus exposiciones ya se atisbaba su interés por el color, sus pinceladas eran muy enérgicas y dispuestas adecuadamente en la tela. A partir de los 90 su obra se irá decantando hacia una abstracción cercana al expresionismo americano -es obvio que su estancia en los Estados Unidos fue determinante para que se interesara por esta tendencia vanguardista-, tal como se pudo comprobar en la exposición que realizó en 1993, también en la galería Eude, de la que Victoria Combalía en El País, señalaba que su obra “reúne la calidez y la sensibilidad de las percepciones sensoriales a un gesto vibrante, inquieto y una realidad oculta”.
A principios del presente siglo su obra ya desprende el aura de la figuración, en que la presencia de la mujer se hace imprescindible en sus composiciones, así como va adquiriendo más notoriedad el uso del color llegando a un grado de sublimidad muy acusado. En la exposición que realizó en el Museu del Càntir de Argentona (Barcelona), ya se aprecia su interés por las culturas de la antigüedad a través de representar a las mujeres íberas, principalmente las layetanas -antiguas habitantes de El Maresme-. En Catalunya existían diversos poblados íberos: layetanos, ilergetes, cosetanos, ausetanos, indigetes, lacetanos…-.
El mundo de la mitología surge cada vez más en sus telas a través de la figura femenina desnuda o vestida, representándola en diversas posiciones en las que parece fundirse con la naturaleza que la acoge.
También la temática religiosa le ha interesado ya que ha realizado diversos murales en este terreno, como por ejemplo en el espacio parroquial de la iglesia de Sant Feliu de Alella, población que conoce perfectamente ya que desde pequeña ha recorrido todos los rincones del pueblo y sus alrededores, pintando sus parajes reiteradamente, o en la capilla dedicada a la Virgen de Montserrat que se encuentra en el túnel de vestuarios del Camp Nou del F.C. Barcelona, donde pintó tres murales, en uno de ellos se ve a dos ángeles depositando una corona encima de la Virgen, en los otros las montañas de Montserrat y la Escolanía de Montserrat, de la que su autora señala que “no quería una obra oscura, de las que dan miedo, sino que fuera alegre, y por eso los ángeles y los monaguillos muestran una cara risueña y el cielo es azul y claro”.
Respecto a la exposición Fuerza vital, la artista ha presentado un grupo de pinturas en las que predomina el paisaje de Alella. En uno de los óleos se ve a una joven semidesnuda que lleva en sus manos unas flores mientras va caminando entre los árboles. En otra obra una mujer está cosiendo unas telas en actitud relajada, que se contrapone con lo que sucede a sus espaldas, ya que el mar está embravecido. Al fondo de la composición se atisba Barcelona. Se trata de una escena cercana al surrealismo, ya que fusiona el pasado -el mundo clásico romano- con el presente -la arquitectura urbana contemporánea-.
En otra obra aparecen en primer plano un grupo de jóvenes celebrando algún tipo de acontecimiento, ya que una mujer lleva una jarra de vino en la mano y los demás unos racimos de uvas. Al fondo se ve el mar. El contraste cromático entre el verde de la vegetación con el azul del mar y el blanco de las nubes es bien evidente. Hay una pieza de gran formato que destaca sobre el resto. Muestra una mujer de espaldas contemplando el mar desde la playa. Su cuerpo está cubierto por una especie de pareo floreado. La figura estática, silenciosa y reflexiva de la mujer se contrapone con la idea de movimiento producido por el oleaje.
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