Las nueve musas
Amor constante

La poesía amorosa de Quevedo

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Voy a tratar en este artículo de algunos de los aspectos de la poesía amorosa de Francisco de Quevedo, tomando varios ejemplos de los 70 poemas recopilados en “Canta sola a Lisi y la amorosa pasión de su amante”, transcritos de su “Poesía original completa”, editada por José Manuel Blecua: Editorial Planeta, Barcelona. Mayo de 1981.

Pero antes efectuaré una breve exposición sobre conceptos generales de la poesía amorosa de Quevedo en que he tomado como referencia las explicaciones de la profesora Sofía Cantalapiedra (UB).

El amor y el existencialismo son las preocupaciones que más se recogen en la poesía de Quevedo. Blecua dice que su originalidad y autenticidad consistió “en convertir en carne y sangre la teoría estoica” y el haber hecho suya la compasión y la angustia. Lo mismo se puede decir del amor cortés y del petrarquismo. Estos tópicos conmueven por su estilo, que permite olvidar la abstracción teórica para llegar a lo íntimo.

Quevedo fue único en la habilidad en manejar el empleo de conceptos vitales, orgánicos y metafísicos, para revelarnos las tensiones y paradojas del amor y tenía el don poético de penetrar en lo particular partiendo de lo general, hasta tocar y descubrir la raíz de la angustia personal, sin guardar el decoro como Petrarca, Garcilaso o Herrera.

Quevedo renueva y desfamiliariza los lugares comunes de la poesía desde la edad media y los traslada a otros contextos y campos de la experiencia. El amor cortés y el petrarquista fueron una de sus grandes preocupaciones filosóficas, en concreto su esencia. ¿Cuál es esta esencia? El conflicto entre lo ideal y lo real. El conflicto entre sentimientos, entre la conciencia y la experiencia, y de ahí la profundidad y la conmoción de su poesía. Le obsesiona el ansia de trascendencia y de gozar del amor que está frustrada por la antinomia “cuerpo y alma”, quedando la felicidad total sólo como posibilidad del más allá, cuando el alma se libera del cuerpo para fundirse con la idea suprema del amor y de la belleza.

Lo importante es la idea en el deseo de alcanzar lo bello. Ese es el modo de llegar al amor y a la belleza supremas, es decir a Dios. La belleza y el amor humano solo son un resplandor, una imagen o un reflejo de lo superior.

El Cancionero de Petrarca asumía una autoridad similar a los tratados neoplatónicos en la descripción sicológica del amor. El “petrarquismo” adquirió conciencia intelectual porque mezclaba ideas neoplatónicas con lugares comunes petrarquistas y de ahí nace la diferencia con el amor cortés de la poesía cancioneril.

La tensión entre lo ideal y real se manifiesta en Quevedo como una angustia personal, al intentar hacer posible en su poesía lo que resulta imposible en su vida. Él aspira al ideal del amor cortés y platónico, pero le resulta difícil admitir que el amor verdadero sea una perpetua espera, que le ofrece recompensa espiritual pero no física y expresa en poquísimos poemas la aprobación completa del ideal cortés neoplatónico. Algunos están matizados irónicamente o puestos en boca de una voz poética que intenta racionalizar la frustración erótica disfrazándose de una perspectiva moral.

Su poesía transmite una profunda angustia que nace de la ruptura entre exigencias espirituales e impulsos del cuerpo, por lo que su poesía amorosa expresa intensamente preocupaciones metafísicas. Desaparece la mujer como causa del amor y cobra protagonismo el amor entre cuerpo y alma, para enfatizar la resistencia angustiada a aceptar la mortalidad final del cuerpo amante, de ahí la intensidad existencial de su poesía. La angustia es la clave y la tensión se genera por la diferencia entre cuerpo y alma, y por trascender la mortalidad: Su conocido soneto “Amor más allá de la muerte” es un buen ejemplo.

El “petrarquismo” español se diferencia del italiano porque trata el sufrimiento del amor como enfermedad voluntaria y mortal. Asimismo, hay un tono característico de introspección, desesperanza y fatalismo, combinado con la sencillez sobria en la expresión y serenidad dramática en las imágenes. La poesía amorosa de Quevedo es similar a la de los poetas del cancionero en cuanto a que “anhela la muerte”, se “lamenta de su tardanza” y sufre mientras tanto. Por eso, emplea el “memento mori” (recuerda que morirás) como recordatorio saludable, ya que el momento último proporciona una liberación de las preocupaciones de la vida.

Quevedo escribe en una etapa tardía petrarquista y es capaz de mezclarla con una visión erótica y moverse a voluntad de un registro a otro. Su gran diferencia con otros poetas de su época no es la mezcla de Cancionero y Petrarquismo, sino su fusión. Un ejemplo de esta fusión puede ser el primer soneto del grupo dedicado a Lisi, que se ha titulado: “Que de Lisi el hermoso desdén fue la prisión de su alma libre” (442)

 ¿Qué importa blasonar del albedrío,
alma, de eterna y libre, tan preciada,
si va en prisión de un ceño, y, conquistada,
padece en un cabello señorío?

 Nació monarca del imperio mío
la mente, en noble libertad criada;
hoy en esclavitud yace, amarrada
al semblante severo de un desvío.

 Una risa, unos ojos, unas manos
todo mi corazón y mis sentidos
saquearon, hermosos y tiranos.

 Y no tienen consuelo mis gemidos;
pues ni de su victoria están ufanos,
ni de mi perdición compadecidos.

 Contrasta la independencia orgullosa del pasado frente a la servidumbre del presente y el conflicto entre razón y pasión. En el primer terceto se emplea una sinécdoque (la parte para sugerir el todo) para mostrar la belleza de una derrota en que las partes se enumeran con cariño. Los sentimientos ambivalentes y el conflicto de pesadumbre, sumisión, admiración y frustración irresoluble en la esclavitud del amor, son propios de la poesía cancioneril.

El amante se conforma, a pesar de la caprichosa indiferencia y la tiranía de Lisi, aunque tenga conciencia de su libertad moral, algo ya presente en Petrarca. En los cuartetos se muestra la presunción de libertad antes de enamorarse. El 2º verso nos da una pista “alma, de eterna y libre, tan preciada”. El 2º cuarteto evoca una censura moral. La sinécdoque “cabello”, con un efecto de reducción y sugerencia del placer caprichoso, podría implicar desdén o menosprecio en lugar de estima. La otra sinécdoque citada del primer terceto (risa, ojos, manos) cambia sutilmente el trasfondo del desdén a la celebración, al enumerar los atributos elegantes y seductores de la belleza.

La nota sensual y ardiente de los versos 10º y 11º suaviza la censura fusionándola con la sumisión y la dulce causa de la esclavitud del enamorado. Por contraste, el efecto de alargar la nobleza del alma ha sido destacar la maravilla de la belleza de Lisi y celebrar su triunfo. El “monarca” es el alma racional y el imperio del corazón, y los sentidos han sido dominados y saqueados, pero no por un guerrero poderoso, sino por la gracia descuidada de los gestos y la mirada de una dama. A esto hay que sumar el contraste y la paradoja del soneto que aumenta en el 2º terceto. Ni la victoria, ni la piedad (“no tienen consuelo mis gemidos”) ante una Lisi indiferente.

Se trata del tema tradicional de la crueldad de la dama con un giro elegante. Este soneto es una afirmación clásica de la respuesta ambivalente y emocional a la compleja gloria y al terror del amor. Por una parte, aparece la “Angustia moral” ante la esclavitud complacida de la mente y el alma a manos de Lisi. Por otra, se celebra su mando glorioso sobre los sentidos y sentimientos.

Vamos a leer ahora dos sonetos que tratan teorías contrarias del amor. El primero es el que titulan: “Amante desesperado del premio y obstinado en amar” (475)

Qué perezosos pies, que entretenidos
pasos lleva la muerte por mis daños;
el camino me alargan los engaños
y en mí se escandalizan los perdidos.

 Mis ojos no se dan por entendidos,
y por descaminar mis desengaños,
me disimulan la verdad los años
y les guardan el sueño a los sentidos.

 Del vientre a la prisión vine en naciendo,
de la prisión iré al sepulcro amando,
y siempre en el sepulcro estaré ardiendo.

 Cuantos plazos la muerte me va dando
prolijidades son, que va creciendo,
porque no acabe de morir penando.

 Hay que considerar que la palabra “desesperado”, del título del soneto, tenía en la época una acepción de suicida, lo que nos ayuda a imaginar la situación anímica del protagonista. El amor no se disfruta realmente hasta después de la muerte, por eso el poeta se impacienta en esa “prisión” que es la vida (“Del vientre a la prisión vine en naciendo; y de la prisión iré al sepulcro amando”) y que sólo es un camino hacia la otra vida, donde podrá amar eternamente, ya libre de las servidumbres, engaños y apetitos corporales de la vida terrenal. Gozar del amor se frustra por la antinomia “cuerpo y alma” y la felicidad total queda sólo como posibilidad del “más allá”, cuando el alma se libera del cuerpo para fundirse con la idea suprema del amor y la belleza: “y siempre en el sepulcro estaré ardiendo”.

Dice Blecua, de este soneto, que el primer cuarteto más parece el de un poema metafísico que amoroso; y que la mezcla de amor y de muerte, o de cómo el amor puede llegar a ser inmortal, es de una eficacia poética estremecedora y de una novedad extraordinaria. También, indica que el primer verso del primer terceto contiene el tópico del preso de amores y el del alma aprisionada en el cuerpo, mientras que el tercero cita la idea obsesiva de Quevedo de que el alma sigue amando después de la muerte, recogida en muchos poemas, como el ya citado “Amor más allá de la muerte”

En cambio, es muy distinto el soneto siguiente que titulan: “A los ojos de Lisi, volviendo de larga ausencia” (476)

 Bien pueden alargar la vida al día,
suplir el sol, sustituir la aurora,
disimular la noche a cualquier hora,
vuestros hermosos ojos, Lisa mía.                  

 Son de fuego y de luz gran monarquía,
donde imperios confines atesora
el dios que, con la llama vengadora,
castiga, y no escarmienta, la osadía.              

 A verlos vuelvo, si posible ha sido
que truje alma de allá, donde quedaron,
o que pueda volver vivo un ausente.              

 Serame, por lo menos, concedido
que esto, si es algo, que de mí dejaron,
lo miren reducido a sombra ardiente.

Este poema es un canto a la vida y una exaltación de Lisis, utilizando el recurso petrarquista de la mirada de la amada que se expresa en términos de fuego y de luz, de ese amor que “con llama vengadora castiga, y no escarmienta, la osadía”. En este soneto el poeta no está llamando a la muerte liberadora, como en el anterior, aquí es un enamorado al que, no obstante, la mirada de la amada deja “reducido a sombra ardiente”. Este último verso nos muestra el recurso petrarquista de la crueldad de la amada y del amor, las actitudes ambivalentes de protesta y consentimiento del enamorado, y a la constancia del amor a pesar de los sufrimientos; pero repito, aquí el poeta no está llamando a la muerte liberadora, sino que disfruta de la vida contemplando a su amor.

Otro ejemplo es este soneto que titulan: Laméntase, muerta Lisi, de la vida, que le impide el seguirla (492)

 ¿Cuándo aquel fin a mí vendrá forzoso,
pues por todas las vidas se pasea,
que tanto el desdichado le desea
y que tanto le teme el venturoso?                  

 La condición del hado desdeñoso
quiere que le codicie y no le vea:
el descanso le envidia a mi tarea
parasismo y sepulcro perezoso.                      

 Quiere el Tiempo engañarme lisonjero,
llamando vida dilatar la muerte,
siendo morir el tiempo que la espero.            

 Celosa debo de tener la suerte,
pues viendo, ¡oh, Lisi!, que por verte muero,
con la vida me estorba el poder verte.

 El poema se basa en la tradición de que la vida es sólo un tránsito hacia la muerte, para así poder reunirse con su amada Lisi y disfrutar, por fin, del amor. Tema muy tratado en la poesía de Quevedo: “Quiere el tiempo engañarme lisonjero, / llamando vida dilatar la muerte, / siendo el morir el tiempo que la espero.” A Quevedo le obsesiona el ansia de trascendencia y de gozar del amor que está frustrado, como ya he citado, por la antinomia cuerpo y alma, que hace que la felicidad total sólo sea posible en la otra vida, después de la muerte. En ese momento el alma se libera del cuerpo para fundirse con la idea suprema del amor y la belleza. Aquí se notan las influencias de Ficino y los “neoplatónicos” para los que el amor es un espíritu que lo invade todo, un afecto voluntario del hombre de gozar con lo bueno.

El título que se colocó al poema “Laméntase, muerta Lisi, de la vida, que le impide el seguirla”, ya indica la muerte de Lisi y el deseo del enamorado de seguirla como única solución para reunirse con ella y seguir eternamente enamorado: “Celosa debo de tener la suerte, pues viendo, oh Lisi, que por verte muero, con la vida me estorba el poder verte”

Esta perpetua espera para el amor verdadero, que ofrece recompensa moral pero no física, causa tensión en algunos poemas en los que una voz irónica intenta racionalizar la frustración erótica disfrazándola con una perspectiva moral. No es así en este poema, en el que el poeta sólo desea la muerte para reunirse con Lisi.

Esta agrupación de 70 poemas dedicados a Lisi, la mayoría sonetos endecasílabos, se cierra con un poema de “arte menor” de versos octosílabos. Unas redondillas “A Lisis” (511) sobre el amor y la muerte en que se mezcla y se separa el cuerpo con el alma.

Quien se ausentó con amor,
si lamenta su cuidado,
miente, que al cuerpo no es dado
sentir, sin alma dolor.

 Partir es dejar de ser:
nadie presuma en ausencia :
que el cuerpo tiene licencia
sólo para padecer.

 Si yo pudiera sentir
ausente mal tan esquivo,
sin alma estuviera vivo
contra la ley de morir.

 Quien dejó el alma engañado
y trujo el cuerpo perdido,
es el reino dividido
que cuenta por asolado.

 Más quiero ser muerto yo
que ausente en estos disiertos,
pues hacen bien por los muertos
y por los ausentes no.

 Quien muere descansará,
quien se va se desespere :
honras hacen al que muere
y afrentas al que se va.

 No pienses que yo te escribo
dejando en ti vida y ser :
que me corriera de hacer,
ausente, cosas de vivo.

 Lisis, cuando me partí,
mirando mi fin tan cierto,
para cuando fuese muerto,
vivo me quejé por mí.

 No es llanto este que me lava
ni ya puedo llorar yo :
es el agua que salió
al fuego que me abrasaba.

MÉTRICA POÉTICA DEL ESPAÑOL
  • Fernández Esteban, Ricardo (Autor)

Es importante destacar la diferencia métrica con la casi totalidad de los otros poemas de este capítulo, dedicado a Lisis, que contienen versos endecasílabos, mientras este está escrito en octosílabos. El octosílabo es un verso más ligero que normalmente se utiliza para temas populares o poesía cancioneril, pero aquí la poesía de Quevedo sigue transmitiendo la profunda angustia que nace de la ruptura entre las exigencias espirituales y los impulsos del cuerpo, y también sus preocupaciones metafísicas, en que la angustia y la soledad constituyen una de las principales claves.

En el poema diferencia entre la muerte y la ausencia. Mientras la muerte constituye una liberación que al cuerpo no es dado sentir, sin alma, dolor”; en cambio, el ausente no descansa y sufre penas: “Más quiero ser muero yo, que ausente en estos disiertos, pues hacen bien por los muertos y por los ausentes no” (…) “honras hacen al que muere y afrentas al que se va”. Se distingue entre el alma y el cuerpo, ya que el cuerpo tras la muerte, ausente el alma, ya no puede sufrir.

En estas redondillas no se reflejan muchos de los modelos clásicos del petrarquismo. Por ejemplo, no existe una alabanza específica de la amada mediante analogías o metáforas, ni se manifiesta su crueldad, ni se utiliza la mirada de la enamorada para subyugar a su amante. Tampoco se emplean las estaciones, u otras fórmulas naturales, para expresar la tristeza o el paso del tiempo, ni aparecen referencias mitológicas para representar exageradamente la experiencia amorosa del enamorado. Sí que aparece el sufrimiento y la locura de amor, de ese enamorado errante y perdido en su camino solitario, que en un final algo enigmático dice que no llora, sino que es agua que le sale para apagar el fuego que le abrasa, quizá en referencia al tópico quevediano de “Amor más allá de la muerte” en la que el alma sigue eternamente enamorada, tal como sugiere el último verso del poema: “al fuego que me abrasaba”.  En mi interpretación, en esta última estrofa el poeta quiere negar su tristeza y achaca las lágrimas a una reacción física, no sentimental, del cuerpo ante el fuego de amor.

Espero que estas notas sobre la poesía amorosa de Francisco de Quevedo, y concretamente las dedicadas a Lisi, animen a los lectores a consultar su obra completa magníficamente antologada por José Manuel Blecua.


 

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Ricardo Fernández Esteban

Ricardo Fernández Esteban

Ricardo Fernández Esteban, nacido en Barcelona, es ingeniero industrial y licenciado en filología hispánica. Ha dedicado su vida profesional a las finanzas de empresa, ejercido la docencia en universidades y escuelas de negocios, y participado en numerosas asociaciones profesionales.

Aunque siempre le interesó la literatura, ha comenzado a publicar en este siglo cuando pudo adquirir el tiempo necesario.

Dentro del género poético, empezó con la edición de una trilogía, “Cuadernos de las islas griegas”, que describían lo visto y sentido en sus viajes por las islas griegas; y recientemente ha publicado “Por las islas griegas”, un libro de viajes a modo de guía poética y personal que recorre más de 20 años de estancias y travesías por más de 70 islas y los mares que las rodean. Además, tiene editado un libro de poemas sobre la adicción por la navegación y las islas, “Islario de pasiones” (del que existe una versión bilingüe en griego y castellano), que duda entre seguir en el camino o buscar un destino; un libro de rimas, “Pensando en ti y en vosotras”, sobre las relaciones del narrador con las mujeres que se han cruzado en la senda de su vida; un poemario digital inspirado en la pintura, “De museos por Madrid”, que permite ver las obras de que tratan los poemas; y un tratado de métrica, “Métrica poética del español”, donde analiza con numerosos ejemplos todos los elementos que distinguen a los poemas de la prosa, dirigido tanto quienes escriben como a los lectores de poesía.

También ha publicado un libro de minirrelatos, “Cuentas de cuentos”, que busca conseguir la complicidad y sorpresa del lector en esas cortas historias que destilan la vida de sus personajes. Asimismo, ha participado en numerosas antologías y mantiene desde 2010 un blog de poesía “La palabra es mágica” (lapalabraesmagica.blogspot.com) en el que divulga obra propia publicada o inédita, y de otros poetas, que ya ha superado el millón doscientas cincuenta mil visitas.

Organiza y participa en numerosos actos culturales y es ferviente defensor de acercar la poesía y la literatura al público, con medios tradicionales o innovadores. Es miembro de la Junta Directiva del colectivo de escritores “El Laberinto de Ariadna” y de la ACEC (Asociación Colegial de Escritores de Cataluña).

BIBLIOGRAFÍA

POESÍA

Cuadernos de las islas griegas, 2006.
Adendas del Dodecaneso, 2009.
Más islas, más adendas de Grecia, 2010.
Pensando en Vosotras, 2011. SIAL Ediciones, Madrid.
De museos por Madrid, 2020&2023. Digital en Amazon.
Islario de pasiones, 2020&2021. Papel y digital en Amazon.
Νησολόγιο παθών / Islario de pasiones, 2021, Editorial Παράξενες Μέδες, Rethymno (Grecia). En edición bilingüe traducida por Maira Fournari.
Por las islas griegas, 2021&2023. Papel y digital en Amazon.
Pensando en ti y en vosotras, 2023. Papel y digital en Amazon.
La palabra es mágica, (2010-2023). Blog poético: www.lapalabraesmagica.com

TEXTOS DIDÁCTICOS
Métrica poética del idioma español, 2020. Papel en Amazon.

RELATOS CORTOS
Cuentas de cuentos. Papel: 2015. Ònix editor, Barcelona.
Cuentas de cuentos. Digital: 2019. Luz azul ediciones, Barcelona
Cuentas de cuentos. Audiolibro: 2022. Luz azul ediciones, Barcelona

Reseñas literarias

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