Las nueve musas

Sole. Los cuerpos como mercancía

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 En la mirada vacía de Ermanno y Lena se resumen las angustias y los miedos existenciales de los jóvenes del mundo occidental, machacados por la necesidad de consumir y expuestos a la evidencia de su falta de recursos económicos.

Sole
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En esta tesitura, asfixiados por la imposibilidad de abandonar los barrios en los que pasan sus días sin expectativas de futuro, fácilmente pueden prestarse a satisfacer los caprichos de los demás por unos miles de euros, incluso si quien lo propone es tu propia familia.

Ermanno es un joven solitario que sobrevive entre pequeños trapicheos y robos, Lena es una joven emigrante procedente de Polonia que llega embarazada a Italia y sin ninguna puerta a la que llamar dispuesta a vender al niño por venir. El azar, maquillado de capitalismo, les une. Los tíos de Ermanno ansían un hijo que la naturaleza les ha negado, y en ese ámbito de diferencia económica proponen a los jóvenes que simulen ser pareja, que el hijo es también de Ermanno y que cuando la criatura nazca no se opongan a que sea adoptada por los adultos por su imposibilidad de cuidarla. Preparar una estafa al sistema aprovechando la debilidad económica y psicológica de dos personas indefensas, no porque no puedan valerse por sí mismas, sino porque en medio de un mundo amoral e individualista, su historia personal no interesa a nadie más.

Los miles de euros prometidos son suficiente estímulo para que Lena y Ermanno pasen a convivir en un mismo piso durante las semanas previas al parto y empiecen a acudir juntos a médicos, hospitales y servicios sociales para ir dando verosimilitud a esa pantomima de relación.

En esta Roma alejada del glamour de la dolce vita, en una grisura permanente que parece envolver y penetrar en los personajes hasta dejarles mudos y carentes de sentimientos, la relación entre ambos jóvenes pervive en el mecanicismo de rituales impuestos tratando de mantener un ámbito estrictamente profesional entre ambos.

Sin preguntas no hay respuestas, y sin palabra no hay posibilidad de empatía recíproca. Huyendo de las miradas y los compromisos, ella permanece en un aparente secuestro domiciliario para evitar riesgos de partos prematuros que puedan dañar al feto mientras Ermanno se ocupa de estar pendiente de cualquier alarma y de procurar la intendencia necesaria para aguantar esos dos meses de convivencia impuesta por la necesidad del dinero.

angustiasEn la perversa relación de poder que se va tejiendo entre tío y sobrino destaca esa anomalía disfuncional que representa comprar un niño ajeno y olvidarse del joven más cercano y que lleva necesitando cariño desde hace muchos años. Y en el medio la figura de la madre que no ha podido ser y de la madre que no quiere serlo, en esas visitas que el matrimonio maduro realiza a los jóvenes para comprobar que todo sigue bien, que las pruebas médicas dan los resultados que se esperan, sobrevuela el dominio del dinero y la vigilancia del granjero sobre su ganado, la mirada de la mujer destaca por su brillo, por la esperanza, por el deseo de algo largamente esperado que, por fín, va a conseguir, sin pararse a pensar en el desamparo de esos dos jóvenes que miran sin ver, que no pueden expresar lo que sienten porque su interior está tan vacío como sus ilusiones, en lo que vaya a sentir una joven que intenta omitir cualquier lazo de cariño con la criatura que lleva dentro para evitar daños emocionales irreparables.

Esa gélida composición de los planos, la práctica ausencia de diálogos, el tono plomizo de la luz natural, los interiores azulados que mitigan cualquier reflejo de la luz solar y ayudan a crear una atmósfera depresiva acorde con los pensamientos negativos de quienes tienen toda la vida por delante, y asisten a su envejecimiento prematuro y a su rendición incondicional, tiene su punto de inflexión. El encierro recomendado por quien paga es dificil de mantener, en una noche de fiesta con amigos de Ermanno, éste ve a Lena bailar en medio de la pista de la discoteca vestida de rosa, probablemente el momento más luminoso de la película. Mediada la historia se ha producido el chispazo, si hasta entonces ambos han mantenido una distancia absoluta en su convivencia simulada, un simple acto social, una conversación relajada, hacen de la parte de contrato pendiente una labor cada vez más ardua, más irrealizable. El «Sole» del título no es irrelevante ni gratuito, estamos ante una pareja que necesita luz, que necesita un objetivo de claridad en medio de tanta oscuridad, de tanto mecanicismo en su día a día. Ermanno y Lena han dejado de pensar hace tiempo porque todo su camino reconduce a la insatisfacción. Cuando empiezan a mirarse a los ojos y a compartir algo más que un espacio físico de aislamiento es cuando puede abrirse una puerta de esperanza para el futuro.

«Sole» es una película calmada, sin estridencias, sin excesos de sentimentalismo volcado en los rostros de sus personajes.

«Sole» fluye con naturalidad estableciendo una barrera emocional entre intérpretes y espectador similar a la que bloquea a Ermanno y Lena. Por eso es complicado empatizar con ellos durante gran parte de la obra, porque funcionan como autómatas descontando días de un calendario invisible y sin ningún rumbo posterior, pero ése es el camino por el que nos quiere hacer transitar el director que, con habilidad, nos sume en la misma sensación de incomunicación y soledad que padecen esta pareja de jóvenes que, de manera efectiva y creíble, encuentran ese rayo de luz que les permite olvidar, por un momento, la inmediatez del dinero y aceptar que la vida puede ser más intensa y más emocionante más allá de tener asegurado lo material durante una temporada.

La película no busca más alarde técnico que el de acomodar la fotografía a esos sentimientos de sus personajes, sus localizaciones huyen de cualquier embellecimiento y muestra espacios neutros compatibles con cualquier ciudad de Europa, la puesta en escena es muy simple y basada en esos espacios interiores poco personalizados y puntuados por una música poco presente pero cercana a la generación de la falsa pareja.

Es una película sobre el presente de nuestra juventud y el camino que hemos preparado para ellos desde nuestra voracidad consumista.

No hay moralismo en su conclusión, ni discurso ideológico, hay dos jóvenes que optan por un camino a descubrir a sabiendas de que todo puede saltar hecho pedazos de un día para otro.


SOLE. Italia, Polonia. 2019. Dirección; Carlo Sironi. Guión: Carlo Sironi, Giulia Moriggi. Fotografía: Gergely Poharnok. Montaje: Andrea Maguolo, Marzia Cordò. Música: Teoniki Rozynek. Sonido: Michal Fojcik,  Stefano Sabatini. Producción: Giovanni Pompili, Agnieszka Wasiak. Compañía Productora: Kino Produzioni, Lava Films. 102 minutos.


 

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Miguel Ángel Martín Maestro

Miguel Ángel Martín Maestro, nacido en Palencia en 1967.

Cinéfilo por vocación, magistrado desde 1995 por necesidad para poder ser cinéfilo.

Colaborador habitual en el periódico "Ultimo Cero" de Valladolid como comentarista cinematográfico y único responsable de la web "noshacemosuncine.com"

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