Las personas merodeamos mentalmente ciertos temas por alguna suerte de motivos a los que no siempre accedemos. Fijaciones las llama la población general.
Una de las mías, desde que hace ya años vi El Desencanto (Jaime Chávarri,1976) es la historia familiar de Los Panero, que en mi humilde opinión cristalizó en la florida y espectacular psicopatología y genialidad del hijo mediano: Leopoldo María Panero.
Mis amigos han llegado a huir de mí si por cualquier motivo emerge el tema en nuestras vidas.
Hubo un tiempo en que llegué a sopesar la posibilidad de hacer una tesis doctoral vertebrada en el intento de una reconstrucción psicopatológica de la familia, al menos de Leopoldo padre y sus tres hijos.
Leopoldo Panero, poeta y falangista, falleció en 1962. El Desencanto narra las vivencias y sobre todo las facturas atrasadas de una familia marcada por la personalidad del padre.
El devenir de la casa familiar de Astorga en León es una metáfora de la decadencia de la propia familia Panero tras la muerte del padre y ésta a su vez es una metáfora del devenir del país al final del franquismo. Era el principio del fin de aquellas familias regias, represivas e hipócritas que promueven la locura.
A modo de síntesis, podría afirmarse que la férrea y represiva personalidad paterna, unida a una ausencia de protección materna, en interacción sin duda con toda suerte de factores genéticos pudieron ser el marco perfecto para los patológicos rasgos narcisistas del hermano mayor , convertido en un bon vivant recluido en el Ampurdán gerundense hasta sus últimos días, los excesos y la inadaptabilidad del pequeño Michi Panero (el músico asturiano Nacho Vegas tiene una canción fabulosa llamada “El hombre que casi conoció a Michi Panero”) que murió alcoholizado en la casa familiar de Astorga y por encima de todos ellos el hermano mediano, genio de la poesía en castellano, incluido cuando aun no pasaba de los 25 en la enciclopedia Nueve poetas novísimos españoles, inquilino desde bien joven de cárceles y psiquiátricos, toxicómano y diagnosticado de Esquizofrenia Paranoide, institucionalizado durante muchos años en el psiquiátrico de Mondragón, fallecido en Canarias, cuyas letras han llevado a la canción Enrique Bunbury y Carlos Ann.
Leopoldo María Panero conservó hasta el fin de sus días delirios tan floridos que no puedo más que pensar que estaban alumbrados por su absoluta inteligencia y genialidad. Por poner solo un ejemplo, continuaba pensando que a su madre le habían envenenado con estricnina.
En El Desencanto, un desgarrador Leopoldo María Panero, que aglutinaba ya por aquel entonces una cultura inmensa, parafrasea al psicoanalista francés Jacques Lacan cuando concluye que “en todas las familias hay una leyenda épica y luego está la verdad”.
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