Antonio Seguí nació en el distinguido barrio de Nueva Córdoba, de la ciudad de Córdoba, Argentina. Hijo y nieto de comerciantes españoles –quienes no tenían vinculación con la Plástica– fue alentado a estudiar pintura por un maestro de su Escuela Primaria.
Más tarde, el pintor Ernesto Farina lo introduce en las primeras herramientas técnicas y, también, el historiador Alfredo Terzaga en Teoría del Arte. Sin embargo, él asistió como alumno libre de Taller, sin una formación regular académica.
Entre 1957 y 1960 vivió en México donde aprendió y perfeccionó la técnica del grabado. Allí mismo se interesó, en un primer momento, por los muralistas mejicanos, pero luego descubrió que era un movimiento con intenciones más políticas que estéticas y lo consideró “declamatorio, fuera de tiempo, algo que ya pertenecía a la Historia”. Y es así, que Seguí empieza a investigar otros elementos, materiales, técnicas y formas de realización para componer un cuadro que implique una obra de arte latinoamericano más novedoso y significativo.
Cuando el artista regresa a Córdoba participa de las tres Bienales Americanas de Arte (1962-1964-1966); gana el quinto premio en la Bienal de 1962 y el premio IKA (Industrias Kaiser Argentina) en 1966. A partir de esta fecha Seguí comienza a inclinarse por el Arte Pop. El Arte Pop toma elementos de la vida cotidiana y los introduce en los cuadros para jerarquizarlos de otra manera: así adquieren sentido irónico las tiras cómicas, la publicidad y la caricatura política del siglo XX. Aparecen, entonces, esos personajes en las cajas de madera coloreada que cuentan una meta-historia (tal como lo afirma el crítico Bengt Oldenburg). A estas reminiscencias del Pop, (de entre 1964 a 1971), es que Seguí debe la creación de sus Personajes Urbanos, llevados luego a escala monumental.
¿Cómo surgió el proyecto de erigir los monumentos urbanos?
El artista había levantado en el Aeropuerto de Bogotá el monumento denominado El Viajero. Esa obra representa a un hombre que lleva una valija en la mano y se dirige apresurado hacia su destino. El presidente de Colombia sugiere al entonces intendente de Córdoba, Rubén A. Martí, que haga lo propio en su ciudad de Argentina. Esta idea genera en el intendente el proyecto de erigir diferentes grupos escultóricos para ser colocados en puntos estratégicos de la ciudad.
Las esculturas que Seguí realizó en Córdoba son bidimensionales; es decir que presentan dos vistas posibles: una de frente y otra de perfil. Las piernas abiertas y la acción de caminar son comunes en las pinturas y grabados anteriores del autor. Las esculturas fueron emplazadas en diferentes nudos viales.
En la escultura del Hombre Urbano, ubicado en el Nudo Vial Mitre, Seguí representa un hombre de ciudad que no se identifica con ninguna clase social: el “cordobés medio”. De su cabeza surge lo que para el artista son los emblemas de Córdoba: una locomotora negra con vapor blanco, un avión ocre -símbolo de la fábrica de aviones- un barco con base ocre y chimenea blanca, un auto amarillo con ruedas negras -distintivo de la manufactura de autos y, también, la silueta de una fábrica elaborada en base gris, chimenea negra y humo blanco. Todos estos complementos escultóricos simbolizan el auge de la ciudad como polo industrial.
El monumento se apoya en un paralelepípedo de hormigón armado; tiene una altura de doce metros por dieciocho metros de longitud y está construido en chapas de acero.
Esta escultura tiene un sentido original, ya que no representa a un individuo -héroe de bronce, de bulto-exento, sino que es un monumento que refleja al hombre anónimo, cotidiano, que corre hacia sus obligaciones sin detenerse porque no cuenta con tiempo para distraerse. La forma de representación está simplificada para “provocar un cambio en los modos de ver la escultura urbana” y “pone en cuestión nuestros hábitos de percepción” (según opinión de la crítica de arte Clementina Zablosky).
Este hombre personifica al ciudadano que vive, siente y actúa en ese conglomerado de construcciones y multitudes anónimas que conforman una ciudad. Los antecedentes para la elaboración de esta figura están ya presentes en dibujos y pinturas previos de Seguí. Como por ejemplo: “Man on the city de 1987 y la escultura “Hombre apresurado” de 1980. En la escultura “Hombre Apresurado” se encuentra definido el triángulo de las piernas que sostiene la diagonal sobre la que se define toda la figura. Lo mismo ocurre con el “Hombre urbano”, en donde suplanta el sombrero habitual por los aditamentos simbólicos de la ciudad que, de manera muy original, trazan una línea de forma elíptica. La cual supone un balance con las piernas en movimiento y cerrando el círculo de la escultura. Los brazos abiertos y paralelos equilibran los componentes de la composición. Seguí colorea sus personajes y les da diferentes tonalidades de acuerdo a lo que quiere realzar, ya sea aclarando u oscureciendo determinados puntos estratégicos.

En la Mujer Urbana, enclavada en el Nudo Vial 14 de la ciudad, Seguí ha diseñado una mujer que atraviesa el marco de una puerta: ¿hacia su liberación?… el marco de la puerta es de color azul con un techo negro. También con una disposición bidimensional, por la parte anterior aparece la cara de la mujer, su busto, un brazo, parte del otro, la falda delantera, una pierna y zapato de tacón alto; en la parte posterior se nota parte del pelo, medio brazo, la falda trasera y la otra pierna, así como también el otro zapato con tacón alto. El cabello es negro, la falda azul, el torso ocre, la pierna rosa y los zapatos marrones. Nos sugiere que la mujer camina ágil y decidida; atraviesa la puerta y sale hacia la vida, hacia la incertidumbre de la calle, y lo hace con firmeza. Todo lo cual queda demostrado por la posición erecta de la figura, el movimiento dinámico de los brazos y la determinación de su postura de avance.
Ya, fuera de la ciudad de Córdoba, pero en el interior de la provincia (Departamento de Calamuchita) se encuentra erigida la escultura del Gaucho urbano. Ubicado en el Nudo Vial que divide la zona de las Sierras de Calamuchita, entre el camino que va hacia Los Reartes, el que va a San Clemente y el que bordea el lago del dique Los Molinos.
La escultura tiene once metros de altura y pesa alrededor de cinco toneladas. La figura conserva la vestimenta típica del gaucho argentino: lleva botas, bombachas, sombrero y, la faja-cinto. Con el peculiar añadido del teléfono celular a la cintura junto con su tarjeta de crédito. El diario La Voz del Interior- el más tradicional de Córdoba– debajo del brazo.
La figura del gaucho esta acompañada por un pequeño perro y también asoma un arbusto de color verde intenso.
Seguí hace uso del humor en su obra. Éste no es premeditado: “le sale así”. Es una típica característica de la irónica espontaneidad cordobesa. Sus personajes están representados con simplicidad y aparecen como imágenes alegóricas: son un comentario irónico del mundo; a través de ellas muestra una reflexión moral, tal como indica Daniel Abadie.
El artista considera que la gente, al ver sus obras, reflexiona, descubre nuevas miradas que pueden estimular su imaginación. Y agrega: “separarme de la figura humana es casi imposible para mí porque ésta encarna su presencia, y aquella presencia del hombre justifica lo que tengo. Es mi credo”.
Las esculturas descriptas representan la intensidad de la vida actual, cierto grado de anonimato, además del apresuramiento habitual. Estas características aparecen reiteradamente en la obra de Seguí: ¿una forma de la realidad cotidiana? como el alega (“el pintor como todo ser social pinta lo que está viviendo”). O también se trata de ¿valorizar la libertad? Y Seguí añade: “el sentido profesional de mi actividad está dado por una búsqueda de la libertad. Una libertad jugada hasta sus últimas consecuencias”.
El crítico Gabriel Gutnisky opina sobre la obra del artista: “Seguí es un especialista en el deslizamiento de los sentidos y ofrece determinada resistencia a lo concedido, llevando adelante una alianza entre la representación anti-solemne y una intencionalidad burlona que erosiona toda otra pretensión”.
Tanto en la pintura como la escultura Seguí juega con la planimetría y la síntesis. También la línea vigorosa delimita el contorno que luego el color revaloriza. Una línea segura y firme que permite al observador reencontrarse y dialogar visual y directamente con el personaje.

El autor trasmite en las esculturas el mismo concepto que expresa en su pintura: el hombre urbano sin rostro, que vive apresurado en la ciudad y condicionado por ese medio. Por eso sus monumentos connotan movimiento. Tanto el hombre, la mujer, el gaucho o los niños urbanos, realizados en acero pintado, no están quietos o detenidos sino que aparecen transitando los espacios públicos.
Estos monumentos fueron intervenidos artísticamente, a manera de performance, en muchas y diversas ocasiones. La imagen de la Mujer urbana aparece representando a una novia el día de su boda, o pintadas con graffitis para rememorar algún acontecimiento sobre diferentes temas: el HIV, o el cáncer de mama, la legalización del aborto o prevención de las enfermedades cardiovasculares. Estas acciones de apropiación sobre los monumentos anónimos permiten un diálogo que reformula principios universales trasmitidos pública y directamente a la ciudadanía. La gente se identifica con ellos, y se los apropia, para darles diferentes dimensiones de significación.
¿Qué nos trasmite Seguí en sus personajes? Prisa, anonimato, soledad; sus personajes no son agresivos sino sardónicos. Es notable en ellos la influencia de la caricatura política de principios del siglo XX.
Por último, es indispensable destacar que las estatuas están enclavadas en Córdoba, la ciudad y la provincia que Antonio Seguí amara y a la cual siempre regresó. La ciudad donde nació, se educó y dio sus primeros pasos como pintor. En su particular manera de representar al hombre urbano también personifica al hombre de Córdoba, pues él opina que: “Córdoba es su fuente de inspiración”.
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