Las nueve musas
GABRIEL ALEJO JACOVKIS

«Un viejo olor a hojas quemadas», de Gabriel Alejo Jacovkis

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Las huellas de un pasado contado con fervor de poeta

En uno de los poemas más conocidos del libro Rimas y sonetos rezagados (1962), José Bergamín reflexiona en torno al alma primera infantil, que siempre nos acompaña. También analiza la percepción del paso del tiempo, distinta por relativa dependiendo de la edad. La lentitud del principio da paso a la velocidad en la edad adulta y la madurez. Finalmente, cierra su poética recuperando en la ancianidad la lentitud original, momento en el cual el círculo se cierra y la infancia y la senectud se dan la mano: “La vejez es una máscara: / Si te la quitas, descubres / El rostro infantil del alma. / La niñez te va siguiendo / Durante toda la vida. / Pero ella va más despacio / Y tú andas siempre de prisa. / Cuando la vejez te llega, / No es que vuelves a la infancia, / Es que moderas el paso / Y al fin la niñez te alcanza”.

Es hermosa la imagen construida por el poeta madrileño del 27, de personalidad contradictoria y compleja, plena de luces pero también de sombras. La experiencia que aportan los años vividos permite a su portador volver al ritmo del tiempo originario, reflexionando en torno a su pasado reciente y lejano, realizando un recuento desde la calma y los conocimientos que aporta la edad. Es un ejercicio éste valiente, por cuanto comporta un inventario difícil, buscando sacar en claro conclusiones. Somos el resultado de lo que hemos vivido, con nuestros errores y aciertos. Un camino andado en solitario, lleno de elecciones personales e individuales.

Un viejo olor a hojas quemadas: 197 (Alcalima)
  • Jacovkis Polak, Gabriel Alejo (Autor)

Por eso, cuando alguien con sus andares persigue “la voz del único niño” que sabrá de su propia muerte, merece la pena detenerse y prestar atención a la inteligencia que encierra lo que dice. Lo aquí entrecomillado se extrae de la poética escrita por uno de estos referentes. El autor es Gabriel Alejo Jacovkis Polak y, la obra, Un viejo olor a hojas quemadas. Publicada por la editorial Lastura en el número 197 de su Colección Alcalina, viene a ser un cajón de sastre muy bien ordenado de eso tan nuestro que es “pasar”, como diría Antonio Machado.

El título, sin duda evocador, puede remitir en la mente del sujeto lector a esa remembranza del tiempo agotado que, inevitablemente, vuelve a nosotros. Jacovkis se convierte en ese “caminante” que refiere el poema Cantares del insigne poeta sevillano, y que tan bien ilustró musicalmente Joan Manuel Serrat en el álbum que le dedicó. Cantares cantados, que de algún modo recuerda ahora el poeta estudiado, en su texto El idioma del caminante: “El idioma que hablan / los que aman la tierra que caminan / cambia el sentido de la palabra volver”. También tienen estos versos ecos del canto de Carlos Gardel en su propio Volver, puesto que Jacovkis nació en Buenos Aires, siendo argentino como el cantor aludido. Una tierra a la que canta en este libro y que tuvo que abandonar forzosamente en su exilio. Ahora, desde su tierra de acogida —España y, más concretamente, Valldoreix, Barcelona— echa la vista atrás para ver “la senda que nunca / se ha de volver a pisar”. Senda, por tanto, iniciada en la infancia, como en Los ojos de un niño: “Persiguen mis andares / los ojos del único niño / que sabrá de mi muerte cuando ella los cierre”.

La andadura se inicia en Ramos Mejía, “una pequeña localidad de la provincia de Buenos Aires, cerca de la gran ciudad”. En el primer texto a modo de explicación dentro del poemario, su autor añade: “aquellos tiempos lo suficientemente lejos como para que hubiera calles de tierra y carros tirados por caballos”. Allí vivió Jacovkis hasta cumplir los ocho años, y de ella hace memoria describiéndola casi de forma mítica, como por otra parte acaban siendo los lugares habitados en la primera época de la vida, y de los que siempre quedan los recuerdos más dulces. Claro que en este volver atrás hay una reconstrucción —voluntaria o no— de los recuerdos, donde la mente tiende a cubrir vacíos de la mejor forma posible.

El escritor se troca “constructor”, del modo en que se afirma en Con un fervor de poetas: “Con un fervor de poetas / dice que construye la pared con ladrillos / y las huellas de un pasado / que no cree recordar”. Observar desde el presente de la madurez la vida contemplada con “los ojos de un niño” puede suponer una “quimera”, pues “buscan sobrevivientes de la mudanza, / juguetes, cuentos, muñecos” y “presienten el abandono cuando los años suben”. El autor concluye: “Sufro el tormento de la ausencia / al ver su brillo en esa nada / en la que el recuerdo / se empeña en dibujarlos”. Para el poeta, resulta imposible mirar ese “naufragio” como si no se estuviera en la barca que “acuna”: “Estoy y estuve / y vi hundirse también / la belleza del recuerdo”. Esos “restos” del pasado “que navegan / dispersos / no mantienen a flote la esperanza”.

Resulta doloroso recordar, en ese intento por aprehender lo que ya no es porque ha pasado. Sobre todo, si lo que se recuerda son personas ya ausentes, seres queridos tan importantes como los padres —como en Tu soledad, dedicado a la madre (“¿Por qué visito / los lugares de tu historia / si yacen inundados de silencio?”) o en La última mirada, donde destaca la imagen del padre (“Si hubo una última mirada / viste a papá sonriendo en la penumbra / como solo lo hacen los moribundos, / susurrándote su amor entre los años”)—, o los amigos desaparecidos durante la dictadura —en Esas calles, se quiere “preguntar / por los fusiles, los hermanos, / las patrias, los traidores, por quiénes somos y quiénes dejamos de ser / cuando no nos tocó morir”— (a veces parece peor sobrevivir a los demás). Como proclamó Heráclito con ese río que siempre es distinto, “nunca volvemos a pisar las mismas calles”. El que rememora reúne los pedazos desperdigados en la memoria, como si de un enorme puzzle sentimental se tratase: “habito el sitio / donde junté las piezas / del antiguo paisaje de mi infancia / de cualquier manera, / en cualquier orden / para intentar reconstruir mi memoria”.

Así, el libro se encuentra dividido en tres partes que conforman tres momentos cruciales en la trayectoria biográfica del autor: un primero ya citado titulado “El pueblo”, un segundo denominado “La ciudad” —que será la misma Buenos Aires, donde se trasladará el poeta tras cumplir ocho años— y “El exilio”, bien representativo. Existe un cuarto que es en sí un único poema, a modo de contundente cierre: “Epílogo: pequeña historia”. En él, parece aludirse a un momento vital en que el narrador atraviesa el otro lado del espejo, allí donde “hace años” vivía su imagen. Con esta acción, olvidó “el cuento de un barrio, / un beso en el tren / y la historia de un muchacho / que amasaba proyectos imposibles”. Todo indica que esta historia del pasado queda extirpada a modo de “tabula rasa” a fin de poder seguir avanzando, por encima de la nostalgia. Porque, si bien es una actitud de valentía el reconocerse en el tiempo anterior, lo es más desembarazarse de los asideros pasados y sentimentales para continuar andando, si cabe, con mayor firmeza.

Este libro es un final de camino pero también un recorrido, que siempre podrá desandarse al retroceder en sus páginas. Todo re-corrido será fructífero para aprender de las experiencias y su sabiduría.

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Javier Mateo Hidalgo

Javier Mateo Hidalgo

Javier Mateo Hidalgo. Madrid (1988).

Es Doctor en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, investigador independiente, crítico cultural y poeta.

A lo largo de su trayectoria ha publicado artículos académicos en diversas revistas especializadas como Síneris, Femeris, Asri, E-Innova, Archivos de la Filmoteca, Re-Visiones, Cuadernos para la Investigación de la Literatura Hispánica, Aniav, Quaderns de Cine, Miguel Hernández Communication Journal o Espacio, Tiempo y Forma, Anales de Literatura Española.

Así mismo, ha participado como ponente en diferentes congresos nacionales e internacionales organizados por prestigiosas instituciones como el Instituto Cervantes, la Universidad Complutense o la Autónoma de Madrid, la de Alcalá de Henares, la Politécnica de Valencia o la de Huelva.

También colabora en revistas digitales como Ethic, Zenda (XL Semanal), Mutaciones, Cualia, Culturamas o República de las Letras, en medios de prensa como El Imparcial, El periódico de aquí o Crónicas de Siyâsa, y en el programa radiofónico Frecuencia 7 de Los 40 Principales, en la Cadena Ser.

Entre sus libros publicados, destacan los poemarios El mar vertical (galardonado con el accésit del Leopoldo de Luis en 2019), Ataraxia (Almadenes, 2022) o La imagen sonora (Vitrubio, 2023).

También es autor del volumen sobre séptimo arte De la llegada en tren a la salida en caravana: 126 hitos de la Historia del cine (1895-2021) (NPQ Editores)

Actualmente compagina estas actividades con su trabajo como docente.

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