Suele darse en niños por debajo de los nueve o diez años. Se define por la ocurrencia de comportamientos desafiantes, desobediencia y provocación.
Para su diagnóstico no deben estar presentes actos disociales o agresivos más graves que los antes descritos y que supongan una violación de la ley y de los derechos de los demás.
Estos niños perseveran en su comportamiento negativista (“tiene el NO por respuesta”), hostil, desafiante, provocador y subversivo. Se oponen a peticiones o reglas de los adultos y molestan a otras personas.
Suelen sentirse enojados, resentidos y fácilmente irritados por aquellas personas que les culpan de sus propios errores o dificultades. Presentan baja tolerancia a la frustración y pueden llegar a perder el control. Se comportan con niveles excesivos de grosería, falta de colaboración y resistencia a la autoridad.
Los síntomas de este trastorno (TOD o Trastorno Oposicionista Desafiante en base al DSM) pueden no ser claramente observables en una entrevista clínica ya que el niño suele comportarse especialmente así con su familia o niños conocidos.
No debe diagnosticarse este trastorno si se dan comportamientos como el robo, la crueldad, la intimidación, ataques o conductas destructivas.
Un niño muy rara vez se expresa como un libro abierto. En la base de este tipo de comportamientos puede haber un profundo sentimiento de rabia o ira, puede ser la punta del iceberg de una depresión encubierta (los niños y no pocos adultos “prefieren” el enfado a la tristeza) o sencillamente es la estela de una calibración que el niño emprende para explorar los límites de sus educadores.
Un niño que no te contesta durante largo rato, que no te mira o lo hace fijamente como una clara provocación está llevándote al límite de ti mismo y de tu capacidad para la sutileza, la paradoja y, en definitiva, aquello que se ha venido llamando “mano izquierda”.
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