Publicada en 1927, esta novela corta de Stefan Zweig constituye una de sus joyas, no solo por la calidad de su escritura y de su composición, sino por avanzarse mucho a su tiempo en el abierto y directo tratamiento de una temática —la homosexualidad— que nadie antes se había atrevido a tratar tan francamente y en justicia.
Porque, si bien ya su compatriota Robert Musil había publicado en 1906 sus Las tribulaciones del estudiante Torless: 1 (Biblioteca Formentor) y el alemán Thomas Mann sentado otro precedente con su La muerte en Venecia (Contemporánea) (1911), ambos lo habían hecho enmascarando sus respectivas historias, el primero presentando el asunto bajo un velo de juego sado-masoquista entre jóvenes adolescentes, el segundo idealizándolo y estilizándolo como un culto a la belleza.
Stefan Zweig, sin embargo, lo hace poco tiempo más tarde con una valentía novedosa que incluso en la actualidad resulta balsámica por la clarividencia y la heroica empatía con que presenta el sufrimiento. Sin eludir la descripción pormenorizada del rechazo con que su época reprobaba la homosexualidad, él acomete la temática mirándola de frente, desproveyéndola de la mirada enfermiza a la que tuvieron que enfrentarse quienes sentían un impulso sexual diferente del convencional admitido como único. Sin eludirlo, sí, porque lo enmarca con realismo en aquellos oscuros años en que la convención social exigía e imponía una única norma para todos. Sin embargo consigue como pionero liberar el tabú perfilando a su protagonista como una víctima y presentándolo como un héroe.
Y lo hace con suprema elegancia en lo humano y con excelsa maestría literaria. Su protagonista, Rolando D., un profesor de filología ya en el umbral de la jubilación, recibe con motivo de su sexagésimo aniversario un regalo por parte de sus colegas: un libro preciosamente editado que resume su brillante biografía. Sin embargo el homenajeado, si bien agradecido, considera que el contenido no refleja lo que a su entender constituye la esencia de su persona. Este es el punto de arranque de la novela de Zweig: el relato de un sexagenario que se dispone a desgranar el cómo y el porqué él condujo sus pasos hacia las ciencias del espíritu. Y con su exposición pone al descubierto no sólo la historia homosexual de su héroe, sino también la vivencia que para él significó, explorando así dos experiencias esenciales de algún modo similares y al mismo tiempo distintas.
En lo literario la historia está escrita en primera persona; es Rolando D. quien narra pasados ya cuarenta años desde los tiempos en que él vio transformada su hasta el momento desorientada, frenética y caótica vida de joven estudiante. Porque Rolando D. debe su vocación y profesión a un entusiasta profesor, que conociera en sus primeros semestres de universitario, un docente que en sus clases se dirigía a sus discípulos con la pasión de quien conoce a fondo la materia de su especialidad y la humanidad que reviste su personalidad sensible. Conocer a su maestro, que consiguió de inmediato captar su atención y despertar su interés por Shakespeare y la literatura, da un vuelco radical a su vida. La admiración y devoción que sigue sintiendo hacia él, de la que la narración da debida cuenta, queda doblemente reforzada con las últimas palabras del discípulo, ahora ya mayor, palabras con las que concluye el libro.
Stefan Zweig (Viena, Imperio austrohúngaro, 1881- Petrópolis, Brasil 1942) exhibe en esta novela corta la maestría que lo consagró en su época como uno de los mejores narradores en lengua alemana. Traslada a la pluma su aguda observación y sensibilidad consiguiendo un vívido y profundo retrato psicológico de sus personajes. Las reacciones aparentemente contradictorias de algunos se van haciendo comprensibles en la medida en que vamos avanzando en la lectura. El autor sabe dosificar con gran pericia el suspense que integra como ingrediente. En las páginas finales logra culminar la narración y entregarnos la verdadera imagen del profesor. Ello restituye a su personaje la dignidad y las cualidades humanas que tan injusta y dolorosamente la sociedad de ficción que crea en la novela le arrebataran. Y con este gesto las restituye también a aquellos en quien sin duda el autor se inspiró.
Sigmund Freud se refirió en más de una ocasión a esta novela de Zweig. La historia de la novela ha sido representada en teatro y en ballet y se han rodado algunas películas (1981, Étienne Périer; 1979 para TV).
Como libro fue publicado por primera vez por Insel Verlag bajo el título común La confusión de los sentimientos, a pesar de que contenía tres novelas cortas: Verwirrung der Gefühle. Drei Novellen (Vierundzwanzig Stunden aus dem Leben einer Frau, Untergang eines Herzens, Verwirrung der Gefühle), en 1927. Acompañaban a ésta Veinticuatro horas en la vida de una mujer: 6 (Narrativa del Acantilado) y Ocaso de un corazón.
Stefan Zweig
La confusión de los sentimientos
Traducción de Eulàlia Tella
Laertes, 2022, pp. 141
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