Las nueve musas
Peter Pan y Wendy

Peter Pan y Wendy: mucho más que aventuras

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Hablar sobre Peter Pan y Wendy es hablar sobre una obra literaria de excepción. Una obra que, lamentablemente, no se reflejó después con absoluta conciencia en la pantalla del cine o en revistas de circulación masiva.

Rebajas

Porque… ¿quién es o qué representa Peter Pan?

Alguna vez leí por ahí que es un duende. Nada más erróneo que semejante afirmación. Es cierto que el personaje implica una cierta fantasía, pero no como parte del mundo mitológico.

El mismo autor, el escocés James Matthew Barrie, se encarga de aclararlo en el capítulo XVII de su libro, cuando le hace decir a su personaje Peter Pan respecto de las hadas: “Viven en sus nidos de las copas de los árboles, las de color malva son chicos; las blancas, chicas; y las azules, unas tontas que ni saben lo que son.”

Es decir, el propio protagonista no se incluye en ese mundo mágico como hada-macho, duende o elfo. Uno puede leerse el libro de pe a pa que no encontrará ningún atisbo en tal sentido. Definitivamente, Peter Pan no es un personaje mágico ni mitológico.

El error quizá provenga de un superficial análisis y lectura del asunto. O quizá de su no lectura. Reforzado además por algunos dibujos que muestran a un Peter con orejas sospechosamente puntiagudas, simulando un duende o un elfo (vgr. tapa del libro de Editorial Juventud, Barcelona, 1965). Aun la propia Mabel Lucie Attwell (1879-1964), si bien nos muestra un Peter sin orejas puntiagudas, lo dibuja con gorro y calzado más propios de un elfo que de un niño común. Si se rastrea en la web, se verá que lo de las orejas élficas o de Stahl se generalizó de manera tardía pero intensa, incluyendo las películas de Walt Disney entre otras fuentes tergiversadoras del personaje (ver ilustraciones 1 y 2). He ahí la confusión.

Pero una cosa es la Biblia y otra los dibujitos que puedan hacerse para graficarla, aun con la mejor voluntad del mundo. Ilustraciones que no dependen de concienzudos análisis sobre el texto original sino de una liviana y caprichosa interpretación del dibujante en algunos casos.

Entonces, con seriedad, ¿qué representa Peter Pan?

En principio, la fantasía infantil en alto grado. En tiempos en que se publicó la novela (1911) y aun antes (1904), cuando el autor escribió la obra de teatro homónima, el mundo infantil venía muy influenciado por obras literarias sobre piratería y aventuras. [1]

La isla del tesoro (1883) del escocés Robert Louis Stevenson y la amplísima saga sobre piratas y afines (El Corsario Negro, Sandokán, etc.) del italiano Emilio Salgari, por ejemplo, no son para nada ajenas al espíritu de la época.

Los pueblos pieles rojas para entonces se habían convertido poco menos que en leyenda luego de haber sido tristemente confinados a reducciones en el avance de los Estados Unidos hacia el Pacífico. La piratería por entonces también era cosa del pasado, del siglo XVII o anteriores, si obviamos algunos casos aislados en el marco de las guerras independentistas sudamericanas y otros que se dieron después en el Caribe y la Florida de manera puntual.

Pero en el imaginario infantil, el deseo de ser pirata o piel roja subsistió. Más tarde el cine vendría a reforzar ese imaginario, aunque esta ya es otra historia.

En cuanto a las hadas, además de las mitologías celtas y germanas que nacen en la antigüedad y se desarrollan mucho en el medioevo, la literatura infantil venía trayendo toda una tradición de por lo menos el siglo XVI. Literatura de la que obras como Cenicienta, Blancanieves y la Bella Durmiente son apenas meros ejemplos, como bien demostrara Italo Calvino en su magna recopilación, Fiabe italiane (Cuentos de hadas italianos), de doscientos cuentos populares de varios siglos anteriores. [2]

Peter Pan
Peter Pan tocando la flauta

Sobre el personaje Peter Pan se han vertido arroyos de tinta. En Psicología se ha descrito el síndrome homónimo, referido al individuo que deja pasar los años como si fuera un adolescente, el que se niega a asumir responsabilidades de adulto. “Sin sentar cabeza”, como decían nuestras abuelas. El muchacho odiado por su novia pues nunca quiere formalizar, el que desea todas las ventajas y ninguno de los inconvenientes del matrimonio. En lenguaje argentino sería el langa; en español, el irresponsable, el inmaduro in aeternum.

Este temperamento parece estar bien delineado en el capítulo X cuando Peter Pan ignora el amor que le tienen Campanilla, Tigridia y aun la propia Wendy. Parece ajeno a los sentimientos que despierta en las tres féminas. Hasta pasa por alto circunstancias que harían caer en la cuenta al tipo más despistado. Por ejemplo, cuando la celosa Campanilla intenta matar a Wendy o cuando reiteradamente le dice cretino ante su indiferencia o ignorancia en materia amorosa. Él ni siquiera entiende a Wendy ni a Tigridia cuando no quieren ser sus madres sino otra cosa (capítulo X).

También queda delineada su personalidad frívola al realizar todo tipo de aventuras que después olvida por completo. Esto se indica reiteradamente en la obra. Hasta llega a olvidar a Garfio, a Campanilla y a quien sea. A la propia Wendy, su gran amiga, le susurra en el capítulo IV: “Oye, Wendy, siempre que veas que me olvido de ti, repite todo el rato «soy Wendy» y entonces me acordaré.” Genial. Tal cual ocurre con los humanos inmaduros, pueriles, cuya conciencia no parece quedar afectada al olvidarse de personas con las que mantuvieron relación, personas que los amaron en muchos casos, así como de los zafarranchos que hayan provocado en sus físicos o psiquis.

El personaje Peter Pan es tajante: no quiere crecer, no quiere ser adulto. No quiere ir a la escuela ni después a una oficina ni usar barba. Esto lo dice expresamente el protagonista en su diálogo con la señora Darling, madre de Wendy (capítulo XVII). Más aún, se lo había adelantado a la chica en el capítulo III al aclararle con vehemencia: “No quiero ser mayor jamás. Quiero ser siempre un niño y divertirme. Así que me escapé a los jardines de Kensington y viví mucho, mucho tiempo entre las hadas.” De paso, véase que insiste en afirmar de manera indirecta que no es un hada-macho, duende o elfo.

En el último capítulo de la obra, hasta le recrimina a Wendy que haya crecido, se niega a aceptarlo entre berrinches, y lo toma casi como una traición de parte de ella.

Entonces, en definitiva, ¿qué es Peter Pan?

Entiendo que es una proyección mental de Wendy. Visto así tiene lógica que la obra se llame Peter Pan y Wendy [3], y no simplemente Peter Pan. También, una proyección similar de sus hermanitos, John y Michael.

Pero —por extensión— la proyección psíquica de todos los niños del mundo, quieran reconocerlo o no ya de adultos. Algo parecido (aunque no igual) al amiguito invisible, tan patente en algunos hijos únicos. Esto está bien planteado en el capitulo I, cuando el narrador nos dice:

“Como es lógico, los Países del Nunca Jamás son muy distintos. El de John, por ejemplo, tenía una laguna con flamencos que volaban por encima y que John cazaba con una escopeta, mientras que Michael, que era muy pequeño, tenía un flamenco con lagunas que volaban por encima. John vivía en una barca encallada del revés en la arena, Michael en cambio vivía en una tienda india, Wendy en una casa de hojas muy bien cosidas. John no tenía amigos, Michael tenía amigos por la noche, Wendy tenía un lobito abandonado por sus padres…”

Es decir, el País de Nunca Jamás, son muchos países. Tantos como niños hay en el mundo. Y Peter Pan no es más que el personaje imaginario de esos mismos chicos que desean ir a ese país (esos países) de fantasía. A un mundo mejor, lleno de juegos y sin preocupaciones, donde se los respete y valore de forma integral. Peter viene a ser el alter ego, el héroe que los salva psíquicamente.

Es más, la propia señora Darling no es ajena a esa fantasía. Ante la pregunta directa de su asombrada hija: “Es Peter Pan, mamá… ¿no lo sabes?”, sigue el siguiente texto por demás revelador:

“Al principio la señora Darling no lo sabía, pero después de hacer memoria y recordar su infancia se acordó de un tal Peter Pan que se decía que vivía con las hadas. Se contaban historias extrañas sobre él, como que cuando los niños morían él los acompañaba parte del camino para que no tuvieran miedo. En aquel entonces ella creía en él, pero ahora que era una mujer casada y llena de sentido común dudaba seriamente que tal persona existiera.”

Hay otros pasajes de la obra que afirman indirectamente lo que digo: de que todo está en la mente de Wendy y sus hermanitos. Por ejemplo, cuando se supone que están en pleno vuelo hacia el País de Nunca Jamás, en el capítulo IV, llamado justamente El vuelo (The flight). En ese momento que se ve desde arriba toda la isla, con sus piratas y pieles rojas, John dice “estupendo”, y el autor agrega sorpresivamente: “pero decidió [John] tomar el té primero”. Es decir, que en realidad no habían salido de su propia casa.

Peter Pan
En Perth, Australia

El polvo de las hadas

Aclaremos de paso, que para dicho vuelo el hada Campanilla debió aportar sus polvos mágicos. Hay quienes sugirieron que tales polvos podrían hacer alusión a la cocaína. Y “el vuelo”, a que se refiere la novela Peter Pan y Wendy, sería de tipo alucinógeno.

Creo que es una hipótesis descabellada, que en nada se compadece con la idea de James Barrie. Es cierto que uno de sus amigos universitarios, sir Arthur Conan Doyle, hace referencia a la cocaína en El signo de los cuatro (1889) relacionándola con su personaje, el detective Sherlock Holmes. Pero más allá de que ni Doyle ni Barrie hayan sido cocainómanos, el detective no la inhala como polvo, sino que se la administra por vía intravenosa disuelta al 7%. Ergo, lo de los polvos mágicos no se compadece con ningún polvo de cocaína.

El polvo de las hadas está en las leyendas celtas desde tiempos antiguos, quizá mucho antes de que Colón descubriera América. Por ende, ambos temas son anacrónicos pues corresponden a continentes distintos sin relación histórica entre sí: hadas (y sus polvos mágicos) en Europa, y planta de coca (fuente de la cocaína) en Sudamérica.

Cuando Peter Pan perdió la sombra

La pérdida de la sombra es un drama recurrente en ciertas mitologías, alemanas, vascas, africanas, etc. Por ejemplo, entre los antiguos vascos dicha pérdida estaba conectada con el mito de Atarrabi, hombre bueno que no podía encontrar en tales condiciones el camino a la morada de la diosa Mari. La pérdida de su sombra era algo así como la pérdida de su alma. Algunos africanos mantienen aún la superstición de no salir al mediodía cuando sus sombras proyectadas son mínimas.

De ahí que perder la sombra equivale a perder el alma, la energía vital. Por eso Peter Pan se preocupa, llora, cuando la pierde (capítulo II). Sin la sombra, su energía vital sería casi nula y quizá piense que tal pérdida le impediría volver al País de Nunca Jamás. Tengamos en cuenta que los Darling se lamentan de que ese día haya sido viernes (el de la mala suerte para los anglosajones) con lo que se enlazan supersticiones con mitos.

“Yo te la coseré, muchachito —dijo [Wendy], aunque él era tan alto como ella; y sacó su costurero y cosió la sombra al pie de Peter.” Con gran ironía y ternura, el autor le hace resolver a Wendy el gran problema.

¿Pero Peter Pan es solo lo anterior o hay algo más?

A mi entender, el personaje Peter Pan también representa un deseo ancestral del ser humano: la inmortalidad. El homo sapiens se diferencia del resto del mundo animal, entre otras cosas, por enterrar a sus congéneres con ceremonia. Hay indicios tan tempranos de este asunto que sugieren al hombre de neandertal y al de cromañón haciendo tales rituales.

Alguien me dirá que su inteligencia superior obliga al humano a cumplir solemnidades de este tipo, pues cada vez que muere un congénere se pierde una pequeña biblioteca de conocimientos, únicos e irrepetibles. Otro alegará que se trata del temor irracional a la muerte, de no saber cómo enfrentarla. Un tercero, más religioso, traerá a colación el Jardín de Edén y que su recuerdo dejó una marca imborrable en el inconsciente humano desde tiempos adánicos.

Quizá todos tengan un poco de razón, pero lo cierto es que la inmortalidad es un tema recurrente en toda sociedad humana desde que el mundo es mundo y lo seguirá siendo. Las distintas religiones apenas parecen ser los meros receptáculos de algo anterior, algo que ya estaba en el inconsciente humano desde mucho antes de que las primeras confesiones se organizaran.

Peter Pan, que obstinadamente se niega a crecer como primera prioridad, también se niega a envejecer y por ende a morir. En la obra de Barrie, todo el mundo muere a su debido tiempo. Sin mediar un orden de mi parte, se infiere que mueren: Wendy, sus padres, la perra Nana, los niños perdidos, el capitán Garfio, sus piratas, etc. Incluso generaciones posteriores como la hija de Wendy, Jane, su nieta Margaret, etc. Todos mueren, se verifiquen o no dichas muertes en palabras expresas o tácitas del autor. Todos, excepto el niño Peter Pan, que —obstinado— siquiera cambiará sus dientes de leche.

obra literaria

¿Qué son los niños perdidos?

Se ha dicho que representan a los niños huérfanos, los desaparecidos, los abandonados; hoy incluiríamos a los niños de la calle también.

Pero, fiel a mi línea de pensamiento, entiendo que los niños perdidos son todos aquellos que les falta amor paterno, al menos parcialmente. Algo esencial para todo niño, para que crezca lo mejor posible.

En la obra son solo seis niños [4], pero el capítulo V nos aclara algo muy importante: “Los niños de la isla varían, claro está, en número, según los vayan matando y cosas así; y cuando parece que están creciendo, lo cual va en contra de las reglas, Peter los reduce, pero en esta ocasión había seis, contando a los Gemelos como si fueran dos.”

¿Quiénes mataban a los niños? Los piratas. Va veremos a qué se refiere el narrador con ello.

Pero lo esencial es que no había obligación de que fueran solo seis niños. Podía ser cualquier número. En el momento que describe la llegada de Wendy con sus hermanitos había seis, pero en verdad podrían haber sido muchos más: todos aquellos a quienes les faltara un genuino amor paterno.

Un detalle a recalcar. Peter Pan no permitía que crecieran. Si crecían, los expulsaba del País de Nunca Jamás. En un despliegue de ironía, el escritor afirma: eso va contra las reglas. Genial.

¿Quién o qué es el capitán James Garfio?

Aunque suene duro, es el padre de Wendy. O, mejor dicho: todo lo malo que representa el padre de Wendy y —por extensión— todos los defectos que tienen los padres para con sus hijos.

Un indicio básico es que se insista en varios pasajes de la obra que Garfio (Hook [5], en inglés) sea oscuro, dando a entender que no solo lo es en su aspecto físico (pese a que se lo supone inglés y educado en un colegio de clase alta del siglo XIX) sino también espiritualmente.

Cap.Garfio contra Peter Pan (F.D.Berford, 1912)
Garfio contra Peter Pan. Nótese el sable en mano izquierda de Garfio y un Peter Pan sin orejas puntiagudas (F.D.Berford, 1912).

En las primeras puestas teatrales de Peter Pan y Wendy, el actor que tenía el papel de George Darling [6] (padre de Wendy y sus hermanitos) era el mismo que actuaba como capitán Garfio. Esto no fue casual ni tampoco se hacía para ahorrarse el sueldo de un intérprete. No, James Barrie lo hacía deliberadamente, con el propósito de que el auditorio comprendiera el trasfondo psíquico que el asunto implicaba. Que la gente lo entendiera, ya era otro tema. Quizá era parte del genio e ironía del autor; parte de la naturaleza infantil, traviesa, de James Barrie. Una manera de decir: quien descubra mi idea, bien, y quien no, paciencia, se lo pierde.

Más tarde, en el cine esto fue obviado y ambos personajes (George Darling y Garfio) no tendrían relación, y hasta se minimizaría a tal grado al padre de Wendy que desaparecerá en ciertas versiones. He aquí otra gran tergiversación de la idea original.

“Tiene un garfio de hierro en vez de la mano derecha y desgarra con él”, leemos en el capítulo IV por boca del propio personaje principal. Peter refiere esto al dialogar con John, hermano de Wendy.

Que Peter Pan corte la mano derecha de James Garfio y se la lance al Cocodrilo es de un significado psicológico fundamental. Equivale a quitarle el puño derecho, el que representa el poder paterno por excelencia. Equivale a decir que no tiene derecho a la patria potestad por no saber ejercerla correctamente.

A tal punto se ha tergiversado todo esto en el cine —convirtiéndolo en un mero film de aventuras como tantos—, que en las películas de Walt Disney la mano cortada de Garfio es la izquierda. Para los realizadores parece que viene a ser lo mismo. Pero, bueno, no podemos pretender tanta sutileza en guiones hechos para simple entretenimiento y no de la profundidad pretendida por Barrie en su gran obra.

Capitán Garfio
Capitán Garfio

Entiendo que el inconsciente psíquico de Wendy, de John (y quizá de Michael), desea que su padre sea menos pueril y autoritario con la familia. En efecto, recordemos que George Darling no quiso tener a esos hijos. Que cuando los tuvo que aceptar, tras el ruego constante y amoroso de su esposa, se puso a competir con ellos sin asumir a pleno su rol de padre (capítulo I). Que mandaba con arbitrariedad, sin ton ni son. Que a veces celaba del amor de su esposa a sus hijos, como si se trataran de amores similares. Celos fuera de rol, como se diría. George Darling es pura apariencia al principio de la obra, tiene actitudes pueriles y hasta perversas. Llega a tener celos y envidia de la perra Nana, que funciona como niñera de los chicos. Quiere deshacerse de ella, no porque sea mala niñera sino porque supone que no lo respeta y por el qué dirán de sus vecinos. En suma, un vademécum como padre.

De ahí que los hijos se escapen, más no sea de manera imaginaria, al País de Nunca Jamás. De ahí que Peter Pan mate en buena ley al capitán Garfio y a todos sus secuaces, salvo a Smee, el más humanitario de ellos, y a Starkey, que termina sirviendo a los niños pieles rojas (capítulo XV).

A mi criterio, los piratas al mando de Garfio vendrían a ser los distintos aspectos indeseables que George Darling tiene como padre. Que quede vivo Smee, no es nada casual. Representa lo opuesto de Garfio, la parte rescatable como padre. Personalidad que sale a la luz al final, cuando el mea culpa paterno es en serio y no una mera pose para el mundo.

Porque cuando los chicos vuelven del viaje imaginario, vemos recién un George Darling distinto: generoso, buen padre, dispuesto no solo a amar sin celos a sus tres chicos sino también a adoptar a otros niños huérfanos. Su personalidad oscura, su capitán Garfio con todos sus piratas a bordo han muerto. Solo quedan Smee, el bondadoso, y Starkey, el puntual servidor: los deseos de Wendy y sus hermanitos se han hecho realidad.

Desde este punto de vista, Peter Pan viene a ser un salvador, un héroe, no solo el que salva a Tigridia y a Wendy de las garras de Garfio, el que trae una madre tierna y comprensiva a los niños perdidos. Es —por extensión— el imaginario necesario del niño común ante el problema de la arbitrariedad y sinrazón de sus propios padres.

¿La novela Peter Pan y Wendy refleja la vida del autor?

Probablemente. Al menos los nombres de varios personajes fueron tomados de sus hijos adoptivos, los huérfanos del matrimonio de Arthur Llewelyn Davies y Sylvia du Maurier: George, John, Michael, Peter. El aditivo de Pan es por el dios griego de la antigua Arcadia, el flautista, el que vagaba alegremente por los campos. La flauta es un instrumento que toca virtuosamente el protagonista de la obra. El nombre del capitán Garfio, Jas. (apócope de James), es el de pila del autor. En cuanto al de Wendy y al de su nieta Margaret, serían en homenaje a una niña, Margaret Henley, que murió a los cinco años en 1894; ella le decía frendly (amigo) al escritor, pero por su mala pronunciación le salía algo así como fwendy.

Hay quien dice que la estatura pequeña de James Barrie, al que se le diagnosticó enanismo psicosocial (no llegaba al metro cincuenta), sumado al desapego maternal hacia su persona —tras la muerte en temprana adolescencia de su hermano mayor David—, hacen del autor el verdadero Peter Pan. Quizá. Pero estas conjeturas no disminuyen para nada el valor de una obra que es estupenda en múltiples sentidos.

Conclusión

De ahí que sea necesario leer la novela Peter Pan y Wendy. Las películas que se hicieron sobre el tema no muestran cabalmente al personaje ni el espíritu de la obra. Esto es muy común en la eterna dicotomía entre literatura y cine, artes que se manejan con tiempos y extensiones diferentes. Ver solo el cine basado en la obra, sería como pretender conocer la Biblia viendo apenas la película Los diez mandamientos: un absurdo.

Y hay que leer el libro, además, porque está lleno de sutilezas, de ironías, de ternura, de gran profundidad psicológica, de alegoría social, etc.

Sir James Matthew Barrie fue indudablemente un escritor excepcional. No en vano, George Bernard Shaw definió a la novela Peter Pan y Wendy como “ostensiblemente un entretenimiento vacacional para niños pero en realidad una obra para personas adultas”.

[1] Digamos de paso que el personaje Peter Pan apareció en una novela anterior de Barrie, El pajarito blanco (The Little White Bird), de 1902.

[2] Italo Calvino (1923-1985) hizo una recopilación de doscientos cuentos de toda Italia en Fiabe italiane (Cuentos de hadas italianos) —muchos de ellos encontrados en dialectos regionales—, lo que sugiere que son el resultado de una tradición de muchos siglos. Incluso, varios tienen un origen remoto en culturas no europeas. Pueden leerse en castellano como Cuentos populares italianos (Madrid, Siruela / Biblioteca Calvino, 2014, ISBN 978-84-7844-796-1).

[3] En efecto, la novela en inglés de 1911 es Peter Pan and Wendy, no Peter Pan a secas; más allá de cómo se haya vertido posteriormente este título en las múltiples versiones y adaptaciones de esta obra.

[4] Los nombres de estos niños perdidos en su idioma original son: Tootles (Lelo, Simplón), Nibs (Avispado, Agudo), Slightly (Presuntuoso, Ligerín), Curly (Rizos, Encrespado) y Twins (Gemelos). Entre paréntesis se indican algunos de las maneras con que fueron traducidos al castellano.

[5] La palabra hook tiene varios significados según el Diccionario Internacional Simon & Schuster, Inglés/Español – Español/Inglés: gancho, garfio, garabato, colgadero, anzuelo, arpón, hoz, etc. Pero Garfio es la traducción castellana más popular del apellido del personaje.

[6] En alguna versión castellana se ha traducido George Darling como Jorge Gentil y a su esposa como señora Gentil.

 James Matthew Barrie
Impresión al carbón en sepia de James Matthew Barrie (1860-1937) by Herbert Rose Barraud,

JAMES MATTHEW BARRIE

Narrador y dramaturgo británico (Kirriemuir, Escocia, 9/5/1860 – Londres, Inglaterra, 19/6/1937). Estudió en la Universidad de Edimburgo y ejerció el periodismo en Nottingham y Londres.

Entre sus principales obras se encuentran:

Novelas: Auld Licht Idylls (en escocés), 1888; A Window in Thrums (Una ventana en Thrums), 1889; The Litlle Minister (El pequeño ministro), 1891; Sentimental Tommy (El sentimental Tommy), 1896; Tommy and Grizel (Tommy y Grizel), 1902, The Little White Bird (El pajarito blanco), 1902; Peter Pan and Wendy (Peter Pan and Wendy), 1911.

Teatro: Ibsen’s Ghost (El fantasma de Ibsen), 1891, una parodia del drama Espectros de Henrik Ibsen; Quality Street (Calle Quality), 1901; What Every Woman Knows (Lo que saben todas las mujeres), 1908, The Admirable Crichton (El admirable Crichton), 1902; David (David), drama bíblico basado en la persecución del rey Saúl contra el joven David, 1936.

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Héctor Zabala

Héctor Zabala

Narrador y ensayista argentino (Villa Ballester, Buenos Aires, 1946).

Dirige la revista literaria Realidades y Ficciones y su suplemento desde 2010.

Fue redactor de la revista literaria Sesam, de la Sociedad de Escritores de General San Martín (2007-2010).

Reside en la ciudad de Buenos Aires.

Ha sido distinguido con varios premios nacionales e internacionales en narrativa corta y fue jurado literario en diversas ocasiones. Ha publicado en 2016 los libros de cuentos “Rollos sacrílegos”, “Unos cuantos cuentos” y “El trotalibros y algunos mitos”. También, en 2016, la obra teatral “Diván en crisis”, en colaboración con Diana Decunto y Alicia Zabala. En 2019 publicó “Pateando tableros, relatos con algo más que ajedrez”. Tiene varios libros pendientes de publicación.

Obras de su autoría han sido publicadas en diversas revistas literarias, como Letralia, Alga, La Bella Varsovia, entre otras.

Es contador público nacional por la Universidad de Buenos Aires (UBA), maestro internacional de ajedrez (IM-ICCF, 1999 y SIM-ICCF, 2001), medalla de plata (ICCF, 2002) y fue el VIII campeón latinoamericano de ajedrez postal (CADAP, 1994).

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