Las nueve musas
Sinonimia

Reflexiones en torno al concepto de sinonimia

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Podríamos decir que el fenómeno de la sinonimia es aquel por el cual dos o más palabras presentan igual o parecido significado. Esta definición, naturalmente, es solo provisoria, pues hay mucho más para reflexionar sobre el asunto.

En este artículo procuraremos hacerlo.

Curso de lengua española, cou
  • Lazaro Carreter, Fernando (Autor)
  1. Aclaraciones previas

 Nuestra lengua es quizá una de las más ricas en sinónimos. Sin embargo, a diferencia de lo que la mayoría de las personas cree, la sinonimia completa se da en muy contadas ocasiones.[1] Esto sucede porque, entre las voces o frases consideradas sinónimas, hay casi siempre ciertas diferencias de matiz —que pueden ser semánticas, estilísticas o sintácticas—, a tal punto que, en determinados contextos, la sustitución de unas por otras es prácticamente imposible. Por ejemplo, la palabra altavoz puede ser sustituida por la palabra altoparlante en todos los casos, ya que la una equivale a la otra de forma absoluta (más allá de que la segunda sea más propia de las variantes hispanoamericanas del español); no obstante, la palabra monto solo es sustituible por monta cuando esta significa ‘suma de varias partidas’, no cuando monta significa ‘acción y efecto de montar’, ‘sitio en que el caballo o burro cubre a la yegua’, ‘valor, calidad y estimación intrínseca de una cosa’ o ‘señal que se hace en la guerra para que monte la caballería al especial toque de clarín’.

Podría decirse, entonces, que, salvo los casos de acepción única de ambas voces (como el que presenta el binomio altavoz/altoparlante), solo son sinónimos completos los términos o vocablos que se utilizan como alternancias, como acera y hacera, chabola y chavola, genízaro y jenízaro, haca y jaca, agua cibera y aguacibera; pero, incluso en estos casos, puede suceder que una de las dos voces tenga otros significados que no sean comunes a ambas, con lo que la sinonimia se atenúa y la tan esperada intercambiabilidad no se produce en todas sus acepciones, tal como hemos visto antes con el caso de monto/monta.

Por otra parte, algunas palabras del léxico español mantienen una alternancia morfológica en sus terminaciones, como aquellas en -ar o en -al que observamos en las ciertas palabras que se refieren a un «sitio poblado de», por ejemplo, en coscojal y coscojar. Sin embargo, vemos que esto no se aplica en salivar y salival, pues tienen significados distintos: la primera significa ‘arrojar saliva’, mientras que la segunda alude a todo lo referente a la saliva, por lo que lo correcto será hablar de glándulas salivales, no salivares.

  1. Acerca del empleo de sinónimos

Tanto los escritores como los correctores de estilo suelen sustituir unas palabras por otras durante la escritura o la corrección de un texto con el objeto de evitar cacofonías y repeticiones. No obstante, en muchos casos, esta sustitución puede parecer a simple vista caprichosa; esto, desde luego, no debe inquietarnos, pues, a veces, elegimos un sinónimo únicamente por razones estéticas. Recordemos lo que decía Quintiliano al respecto: «Aunque es muy frecuente que varias palabras signifiquen lo mismo, unas son más bellas, más levantadas, más agradables, más precisas, más sonoras que otras»[2].

Por supuesto, existen los diccionarios de sinónimos, que reúnen, con más o menos acierto, una cantidad de entradas con las voces por las que, al menos teóricamente, puede intercambiarse una palabra. En líneas generales, como hemos apuntado más arriba, esas voces no suelen ser sinónimos completos y, en muchos casos, pueden inducir al lector poco avispado a cometer errores; por ejemplo, no cabe duda de que, en alguna acepción o en algún matiz, arreglar es ordenar, acomodar, disponer, organizar, aviar, modificar, conciliar, aderezar, apañar, reformar, regular, ajustar, concertar, perfilar, contentar, desembrollar, casar, metodizar, decidir, zanjar, organizar, combinar, coordinar, preparar, adecuar, amañar, ajustar, disciplinar, sistematizar, armonizar, detallar, reparar, componer, desenredar, según registra Fernando Corripio en su célebre y ambiciosa obra,[3] pero desafiamos al lector a que sustituya por arreglar cada una de las palabras que aparecen en cursiva y en negrita en las siguientes oraciones:

El capitán ordenó al soldado que disparase.

Su oficio es acomodar a los espectadores en el cine.

Alfabetizar es disponer en orden alfabético.

Descuide, lo haremos por usted:

El capitán arregló al soldado que disparase.

Su oficio es arreglar a los espectadores en el cine.

Alfabetizar es arreglar en orden alfabético.

Suena raro, ¿no lo cree?

De este ejercicio podemos deducir, en primer lugar, que la utilización de sinónimos ha de ser muy cuidadosa y, en segundo lugar, que conviene desconfiar (al menos, en principio) de los diccionarios de sinónimos, ya que, si bien es cierto que pueden ser de gran ayuda en algunos casos, también es cierto que pueden inducirnos a error si se utilizan sin las debidas precauciones; por esta razón, recomendamos no consultar ningún diccionario de sinónimos sin consultar, al mismo tiempo, un diccionario lexicográfico.

  1. La sinonimia en relación con los lugares y el tipo de hablante

Con frecuencia, los sinónimos se establecen por el uso preferente que se da en determinadas zonas o lugares; por ejemplo, mientras en España se habla de enfado, en Argentina se prefiere usar enojo.[4]

En otros casos, las voces, aunque sinónimas, son de uso exclusivo de un país o zona del mundo; tenemos un ejemplo claro en la palabra con que se designaba, durante la Guerra Fría, a la persona que era enviada fuera de la Tierra en un ingenio mecánico: en los Estados Unidos se le llamaba (y se le llama todavía) astronauta; en la antigua Unión Soviética, cosmonauta. De hecho, en aquellos tiempos, parecía que el utilizar una de las formas era signo de alineamiento político con la potencia que utilizaba el término.

  1. Algunos comentarios más sobre la intercambiabilidad

En el léxico ordinario, ya sea en lo escrito, ya sea en lo oral, algunas voces que se asumen generalmente como sinónimos no tienen un empleo indiferente; por ejemplo, auto frente a coche (uno se compra un coche no un auto) o conductor frente a chofer (conduce todo individuo con autorización; el chofer es el conductor profesional). Interviene asimismo el matiz; poner y colocar pueden intercambiarse, pero colocar añade a la idea de poner el cuidado o esmero en la manera de realizar la acción.

El DLE suele dar como sinónimos absolutos serie sinonímicas en las que los términos no son siempre intercambiables; por ejemplo, contienda, lidia, pelea, riña, batalla, combate, pendencia y gresca no son sinónimas en todos los casos; en efecto, un ejército puede ganar una batalla, pero no se dice que gana una riña; un boxeador pierde un combate o una pelea, pero no es normal decir que pierde una batalla, una lidia o una gresca.

Esto también ocurre con aceite (voz árabe) y óleo (voz latina), ambas de igual significado, pero muy diversas en sus aplicaciones. De hecho, a nadie no se le ocurrirá decir «un cuadro al aceite» ni hablar de «óleo de olivas», por ejemplo. Derivadas de estas voces son las de oliva y aceituna, que podrán usarse indistintamente cuando designan objetos, pero no cuando sirven para determinar, como complementos, otras palabras. Nadie dice «aceite de aceituna» ni dirá «la paz se simboliza con un ramo de aceituna».

También interviene en la sinonimia el registro social: en lenguaje culto se eligen ciertas palabras, y así se habla de encendedor, sujetador y cinturón, mientras que en niveles inferiores se suele hablar de mechero, sostén y cinto, respectivamente. Odontólogo, dentista y sacamuelas son sinónimos de empleo a distinto nivel, lo mismo que doctor, médico y matasanos.

Por último, debemos señalar que la sinonimia no se da solo entre palabras, sino que puede darse entre una palabra y un sintagma o entre dos sintagmas o frases. Por ejemplo, en El encuentro tuvo lugar y El encuentro se celebró, tuvo lugar y se celebró son sinónimos, e igualmente lo son manejar el botafumeiro y adular. A veces, sin embargo, un sintagma y una palabra que sean sinónimos no siempre son intercambiables; por ejemplo, a lo largo de es equivalente a durante, pero no debe emplearse en frases como a lo largo de su breve intervención.[5]

[1] Véase Fernando Lázaro Carreter y Vicente Tusón. Curso de lengua española, Madrid, Anaya, 1982.

[2] Marco Fabio Quintiliano. Instituciones oratorias, 2 vol., Madrid, Librería de la Viuda de Hernando y Cía., 1887.

[3] Véase Fernando Corripio. Gran diccionario de sinónimos, voces afines e incorrecciones, Barcelona, Bruguera, 1974.

[4] Véase Federico Carlos Sainz de Robles. Ensayo de un diccionario español de sinónimos y antónimos, Madrid, Aguilar, 1976.

[5] Véase José María Zainqui. Diccionario razonado de sinónimos y contrarios: La palabra justa en el momento justo, Barcelona, De Vecchi, 1973.

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Flavio Crescenzi

Flavio Crescenzi

Flavio Crescenzi nació en 1973 en la provincia de Córdoba, Argentina.

Es docente de Lengua y Literatura, y hace varios años que se dedica a la asesoría literaria, la corrección de textos y la redacción de contenidos.

Ha dictado seminarios de crítica literaria a nivel universitario y coordinado talleres de escritura creativa y escritura académica en diversos centros culturales de su país.

Cuenta con cinco libros de poesía publicados:
«Por todo sol, la sed», Ediciones El Tranvía (Buenos Aires, 2000);
«La gratuidad de la amenaza», Ediciones El Tranvía (Buenos Aires, 2001);
«Íngrimo e insular», Ediciones El Tranvía (Buenos Aires, 2005);
«La ciudad con Laura», Sediento Editores (México, 2012);
«Elucubraciones de un "flâneur"», Ediciones Camelot América (México, 2018).

Su primer ensayo, «Leer al surrealismo», fue publicado por Editorial Quadrata y la Biblioteca Nacional de la República Argentina en febrero de 2014.

Su más reciente trabajo publicado es «Del nominativo al ablativo. Una introducción a los casos gramaticales» (Editorial Académica Española, 2019).

Desde 2009 colabora en distintos medios con artículos de crítica cultural y literaria.

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