Cada ciudad tiene su espíritu, decimos siempre; cada ciudad tiene su aire, su sello propio”. Pero hay más: el espíritu de la ciudad está en el paisaje que la rodea, y en el trazo de sus calles, y en sus edificios, y en sus jardines, y en las costumbres de su gente; y va aún más lejos: está en la pintura y en la literatura que produce, en la música que canta y toca.
Pedro Enriques Ureña: La antología de la ciudad
La ciudad urbana aparece como ese signo plurisignificativo que se retroalimenta a través de los planos de expresión y de contenido.
El concepto de plurisignificación permite aprehender la ciudad como un símbolo que enriquece y trasciende al mismo lenguaje a partir de la urbitas como manifestación de pensamiento y percepción. Sobre este concepto, Castro García y Posada Gómez, en Manual de teoría literaria (1994) dicen:
(…) la plurisignificación se manifiesta en el plano vertical o diacrónico y en el plano horizontal o sincrónico. Por el primero, la multisignificación está unida a la vida histórica de las palabras: estas conservan la riqueza que el uso ha depositado en ellas a través del tiempo, las evocaciones y alusiones latentes en los signos verbales y el uso que estos han tenido en determinada tradición literaria. Por el sincrónico, la plurisignificación también se logra gracias a las relaciones conceptuales, imaginativas y rítmicas, entre otras, que contrae con los demás elementos de un contexto verbal. La palabra sólo adquiere valor en su integración a los demás elementos de la estructura de la obra literaria. (1994, p. 11)
Estudiar la poesía urbana de cualquier territorio exige aplicar dos recursos teóricos fundamentales para los estudios literarios: el análisis intertextual y extra – textual del discurso poético. El primero ubica el texto en un eje horizontal o sincrónico, que está enfocado en el análisis de la poesía a partir de los niveles del lenguaje como lo explica Helena Beristain en Guía para la lectura comentada de textos literarios (1989) dedica la mayor parte de su estudio a explicar la estructura del texto y la importancia del contexto para el discurso poético, ya que, por finalidad, contiene una fuerte carga emotiva – elocutiva:
Es decir, su resultado es la interpretación, de la cual forma parte el descubrimiento de las determinaciones histórico culturales, que a través del sujeto— Histórico— de la enunciación se concretan en el enunciado. La lectura comprensiva nos hace ver el texto como un mensaje; la lectura interpretativa nos lo hace ver como un mensaje sobre determinado. (1989, p. 56)
Nuevamente, Castro y Gómez (1994) explican que el segundo eje tiene un sentido diacrónico: lo constituyen la crítica y la historiografía literaria que son de especial importancia. En el caso de la ciudad americana se recomienda la lectura de autores como José Luis Romero (1978) y Ángel Rama (1983). Sus planteamientos históricos de la cultura y el quehacer literario en las ciudades de América Latina son esclarecedores para la delimitación y la ubicación cronológica de la expansión urbana y la ciudad letrada con sus manifestaciones de expresión y de sentido.
- Rama (Autor)
Un par de ensayos esclarecedores del desarrollo de la Literatura urbana son aportados por Luigi Forte (1994) y José Ortega López (1996). Por ejemplo, Forte en su ensayo Los escritores en la urbe del Siglo XIX indica que la “literatura urbana” nace en Europa debido al descontento del individuo por la pérdida de valores y la ruptura con la naturaleza: “a comienzos del siglo XIX se extiende entre poetas y escritores el malestar a la vista del caótico desorden, la sociedad y el anonimato que caracteriza la vida urbana” (1994, p. 560).
Luigi Forte describe minuciosamente el fenómeno de la masificación social y el nacimiento de la actividad literaria en un Estado burgués, dicho entorno atraviesa la sensibilidad de los escritores que reflejan en sus obras la visión del cambio acelerado e impersonalizado el cual se presenta en la vida cotidiana de las ciudades polis.
En esta misma línea de trabajo aparece José Ortega López con su ensayo La ciudad de Nueva York en la poesía moderna norteamericana (1996) en el que presenta un recuento cronológico de los movimientos poéticos más importantes del siglo XX en los Estados Unidos, además ofrece una visión universal de la Poesía urbana que resulta primordial para los interesados:
Las imágenes de la ciudad a partir del siglo XX tenían que ajustarse a un nuevo contexto histórico impuesto por una cosmovisión y estética distintas de la época pre romántica o realista. El impacto de la ciudad como lugar físico, social y económico provoca diversas y contradictorias respuestas ideológicas y estéticas. El escritor del siglo XX, como antes el del XIX, se sigue debatiendo entre los aspectos positivos y negativos que le brinda la realidad ciudadana. Su problema básico es, y continúa siendo, el de organizar la discontinuidad y la disociación. La ciudad moderna abarca tantos centros que se fragmentan y extienden, y terminan por no tener ningún centro. Y la falta de tiempo, típica de la vivencia urbana, impide ordenar el espacio. Por esto, el escritor tiene la necesidad de darle un sentido artístico y moral al caos físico y espiritual de la urbe en la que el hombre moderno ve reflejados sus miedos y fantasmas. Y también la ciudad le proporciona amparo como símbolo de la madre en su doble aspecto de protección y límite (Ortega López, 1996, p. 57).
Tanto Forte como Ortega López concuerdan en atribuirle el concepto de “poesía urbana” a Charles Baudelaire:
La visión más influyente es la que va de Baudelaire a T.S. Eliot y sus seguidores. En los textos de estos dos autores se mezcla el aspecto negativo de la urbe con la nota dinámica y excitante de la ciudad. La negatividad de la negatividad es, como es sabido, un rastro típico del romántico quien considera a esta como una de las causas principales de la ruptura del hombre con su entorno físico-espiritual. Una de las características de la poesía moderna, según Baudelaire, el «poeta de la modernidad», es esta anormalidad asociada a la ciudad, anormalidad que afecta a la forma. La literatura moderna nació, pues, en la ciudad y con Baudelaire, especialmente con su teoría de que «multitude» y «solitude» son conceptos intercambiables en la imaginación del poeta. (Ortega López. 1996, p. 56)
Baudelaire inicia la corriente del diálogo íntimo entre el poeta y la ciudad urbana, la cual ejerce en el campo semiótico la función de signo plurisignificante del discurso literario. Esta tendencia permanece en la posmodernidad con la ciudad líquida y transmutable, ya que las ciudades son el centro de aceleración cultural y, por tanto, la obra poética de diferentes autores y corrientes literarias fue estimulada a lo largo del siglo XX debido a la relación estética y moral que se da en el entorno urbano.
Referencias
Castro, O. y Posada, C. (1994). Manual de Teoría literaria. Universidad de Antioquia.
Castro, O. (2001). La poética de la ciudad en la obra de la ciudad de Luis Iván Bedoya. Revista: Estudios de literatura colombiana. [Universidad de Antioquia]. Jul. – dic., núm. 9.
Beristain, H. (1977). Guía para la Lectura Comentada de Textos Literarios. Ed. Porrúa.
(1985). Diccionario de retórica y poética. Ed. Porrúa.
(1989). Análisis e interpretación del poema lírico: UNAM, 1989.
Forte, L. (1994). Los escritores en la urbe del Siglo XIX [Historia de la literatura. (La Edad Burguesa: 1830-1914)]. Editorial Akal.
López Ortega, J. (1996). La ciudad de Nueva York en la poesía moderna norteamericana. Revista Reden: [Universidad Alcalá de Henares]; 14, p. 56 – 71.
Rama, Ángel. (1995). La ciudad letrada. Arca.
Romero Luís, J. (2001). Latinoamérica, las ciudades y las ideas. Ed. Siglo XXI.
Ureña, P. (2022). La antología de la ciudad. [Las corrientes literarias en la América Hispánica]. Fondo de Cultura Económica.
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