La psique es un universo que jamás podremos aprehender en su totalidad.
Cuando un ser humano sufre una gran agresión, un accidente como el del autobús de Murcia, una catástrofe natural, un atentado o es testigo de algo así su psique trabaja para minimizar impacto y daño mediante recursos que se activan sin que medie nuestro control.
La disociación es un mecanismo que nos permite poder actuar racionalmente sin el barniz de la emoción. Lo que quiero decir es que en esos primeros momentos no estamos ante esa persona en un estado normal, sino ante un ser impactado que, si no está en shock, solo será capaz de utilizar algunos recursos cognitivos. No puede acercarse plenamente a esa experiencia porque es sencillamente abrumadora. Sin embargo, no conviene que este estado se prolongue excesivamente porque en este primer tiempo se levantan los cimientos para una posterior elaboración y superación del trauma. Esta superación siempre pasa por una verdadera conciencia de lo ocurrido y por una auténtica conexión con las emociones subyacentes.
Desde mediados de este mes de Noviembre pertenezco al GIEC, el Grupo de Intervención en Emergencias y Catástrofes del Colegio Oficial de Psicólogos del Principado de Asturias. Me resulta apasionante la idea de intervenir en un breve período de tiempo tras recibir una llamada para asistir a las personas que han sufrido una emergencia o a sus familiares. Creo que me siento seducido por este campo porque en mi labor diaria dispongo de mucho más tiempo para planificar intervenciones o tomar decisiones. Supone, por tanto, un reto.
El GIEC está preparando unas Jornadas de Emergencias aquí en Asturias para 2015. Lo primero que percibí en la reunión del grupo en la que me uní fue su espíritu reivindicativo. Una de las cosas que critican es que la que ellos y yo consideramos una labor inundada de aspectos psicológicos ha venido realizándose en algunos territorios y por épocas por organizaciones no gubernamentales y en muchos casos por voluntarios.
La atmósfera que vive una persona que acaba de sufrir un impacto psicológico y físico en muchos casos es de tal complejidad que las acciones, palabras, tono, comunicación no verbal, presencia o el talante de las personas que la asisten ejercen una influencia muy importante en cómo esa persona elabore lo acontecido. Como en otros muchos sectores de nuestra vida, el mismo gobierno que debe protegernos nos va abandonando a nuestra suerte o a la de iniciativas privadas.
El GIEC está organizando para el próximo Febrero un curso sobre actuación en duelo en niños/adolescentes y ante duelo en familiares cuando fallece un menor y están perfeccionando entre todos un protocolo de activación para cuando se efectúen peticiones de intervención.
Estos protocolos permiten aportar orden en mitad del caos de esos momentos. Sin embargo, tengo la impresión de que es una labor que también depende de la creatividad y de ser capaz de trabajar desde las entrañas.
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