Las nueve musas
barbarismos

Acerca de los barbarismos

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Los barbarismos son expresiones que no han sido concebidas de acuerdo con las reglas vigentes de la lengua o que no han sido admitidas por la norma considerada correcta en un momento dado. En este artículo intentaremos describirlos.

  1. Orígenes del término

Es sabido que los griegos de la Antigüedad llamaban bárbaros a los pueblos extranjeros, en parte por el hecho de hablar una lengua diferente al griego, en parte por hablar mal la lengua griega. Los romanos, siglos más tarde, aplicaron este mismo calificativo a los que no hablaban ni griego ni latín, que no eran otros que los pueblos que se establecieron al norte del Imperio, los cuales, mediante su conducta salvaje y cruel, justificaron la extensión semántica del término. Finalmente, las sucesivas gramáticas de nuestro idioma aplicaron la palabra barbarismo a aquellos aspectos que la lengua utiliza, pero no asimila, como pueden ser los defectos de fonética, de grafía, de léxico, etc.[1]

La doctrina relativa a los barbarismos, no obstante, debe someterse a constante revisión, ya que la misma evolución de la lengua puede llegar a conferirle carta de naturaleza a voces que durante un tiempo prolongado fueron consideradas incorrectas. De hecho, muchos de los términos rechazados por la Gramática académica de 1959 (edición corregida y aumentada de la de 1931) están recogidos hoy en el Diccionario de la Real Academia Española; sin ir más lejos, ahí tenemos las voces acaparar, banalidad, bisutería, confeccionar, debutar, etiqueta, finanzas, pretencioso, rango y revancha, por nombrar tan solo algunas.

En las dos últimas décadas, nuevas voces —que, por cierto, fueron tenidas en su momento por barbarismos de uno u otro tipo— han sido aceptadas por la RAE. Los casos de almóndiga o vagamundo, dos vocablos que fueron incorporados a nuestro léxico en la vigésima tercera edición del DRAE, bien pueden ser ejemplos recientes de lo que acabamos de afirmar.[2]

  1. Clases de barbarismos

 Si nos atuviéramos a la etimología de la palabra, únicamente podríamos aceptar como barbarismos «genuinos» a las palabras extranjeras no asimiladas en un idioma determinado, o asimiladas con formas defectuosas. Sin embargo, el concepto vigente es mucho más amplio. En efecto, se consideran barbarismos todas las incorrecciones léxicas que afectan tanto a la realización fonética como a la gráfica. Aquí los detallamos.

  1. Barbarismos fonéticos. Esta clase de barbarismo consiste fundamentalmente en lo siguiente:
    1. Pronunciar y escribir mal los vocablos, defecto de lenguaje en el que no solo caen personas ignorantes o incultas, sino, en muchos casos, las universitarias, que incluso pronuncian defectuosamente voces de su entorno profesional, como háyamos, périto, líbido, en lugar de hayamos, perito, libido.
    2. Conjugar mal los tiempos verbales; por ejemplo, escribir cabió, cabo, venirás, haiga, en lugar de cupo, quepa, vendrás, haya.
    3. Pronunciar ciertas letras con sonidos que no están reglamentados en el sistema de la lengua ni autorizados por un uso admitido, como los que emplean el ceceo (pronunciación de s como z) en la pronunciación o en la escritura: caza por casa, cazo por caso, cazaca por casaca, etc.
    4. Llevar al nivel de la escritura lo que se realiza a nivel fonético en lo concerniente al seseo (pronunciación de z como s). Por ejemplo, en ciertas zonas geográficas, como Andalucía, Canarias, Galicia, Cataluña, Comunidad Valenciana y Euskadi, y en toda Hispanoamérica, se acepta como válida la pronunciación corasón, rasón, desir (no así su grafía), en lugar de corazón, razón, decir.
    5. Pronunciar o escribir palabras con más o menos letras de las que corresponden, como cuala, experencia, farmancia, inflacción, bacalado, disgresión, hemo llegado, ta costao, en lugar de cual, experiencia, farmacia, inflación, bacalao, digresión, hemos llegado, te ha costado.
  1. Cacografías. Estos barbarismos consisten en escribir mal las palabras (por ejemplo, escribir ambre, dirijir, cirujía, en lugar de hambre, dirigir, cirugía).
  2. Impropiedades. Consisten en el empleo de voces cuyo significado no corresponde a lo que se desea expresar, como reasumir por resumir, en fin por finalmente, aprehender por aprender.
  3. Extranjerismos. En lo que respecta a las grafías o palabras extranjeras, constituye barbarismo:
    1. Aplicar grafías extranjeras a palabras españolas o españolizadas, como folklore en lugar de folclore.
    2. Castellanizar innecesariamente palabras extranjeras mediante la grafía de la forma pronunciada, como buat (del francés boîte) por salón de fiestas o discoteca.
    3. Emplear palabras extranjeras cuando existen formas en español para sustituirlas, como standard por estándar, scanner por escáner, trailer por tráiler.

 

  1. Arcaísmos. Constituye barbarismo utilizar arcaísmos en lugar de las palabras equivalentes vigentes en la actualidad, como maguer en lugar de a pesar o asaz en lugar de muy.
  2. Grafía de topónimos. Se considera barbarismo usar topónimos con su grafía original cuando estos cuentan con un exónimo español. Por ejemplo, London en lugar de Londres, Milano en lugar Milán, New York en lugar de Nueva York.
  3. Grafía de antropónimos. Constituye barbarismo emplear antropónimos extranjeros escritos originalmente con alfabetos no latinos, mediante grafías intermedias, como Lenine o Tchaikovsky, grafías francesas de nombres rusos, en lugar de Lenin o Chaikovski. Asimismo, utilizar antropónimos clásicos con grafía latina, como Brutus o Josephus en lugar de Bruto o Josefo.
  1. La injustificada confusión entre barbarismos y solecismos

 Los barbarismos suelen confundirse con otros indudables casos de incorrección lingüística: los solecismos. Lo cierto es que, en puridad, esta confusión no tiene ningún asidero lógico. A diferencia de los barbarismos, que afectan principalmente a los vocablos aislados, los solecismos afectan a la oración, es decir, a las reglas básicas de la sintaxis (concordancia, régimen y construcción).

La palabra solecismo viene del latín soloecismos, que se formó a partir del vocablo griego soloikismós, que significa ‘falta a las reglas del idioma’, y este, a su vez, deriva de soloikos, cuyo significado es ‘que habla en forma incorrecta’. La palabra soloikos toma su nombre de la colonia ateniense de Soloi, en Cilicia, donde se hablaba un griego que —según decían los atenienses— había sido corrompido por la proliferación de habitantes de origen extranjero.

La RAE, en la ya citada Gramática de 1959, daba una lista cerrada de solecismos, que dividía en siete grupos. Aquí los precisamos.

  1. Uso incorrecto de pronombres:
    1. Usar indebidamente el pronombre cuyo; por ejemplo: Dos señoritas traen los libros, cuyas señoritas…, en lugar de Dos señoritas traen los libros, las cuales…
    2. Emplear el leísmo: Les vi, y al momento les conocí, en vez de usar los en ambos casos.[3]
    3. Intercambiar el uso de los pronombres personales; por ejemplo, o consigo en primera persona: Me desmayé y no volvía en [mí]; Llevábamos consigo [con nosotros] un cordero.
    4. Invertir el orden de dos pronombres seguidos: Me se [se me] olvidó el lápiz; Te se [se te] ha caído el bolso.

 

  1. Emplear preposiciones distintas de las que exige un complemento, u omitirlas cuando este las requiere: Eche 4 tazas de agua en la olla a [de] presión y póngala al fuego; Lo convencí [de] que escribiera un artículo para la revista. La Gramática incluía aquí ejemplos de incorrecciones que ya no son consideradas como tales; por ejemplo, Juan se ocupa de visitar a sus favorecedores, «debiéndose decir en visitar, porque el verbo ocupar exige en este caso la preposición en»[4]; huelga decir que la construcción con la preposición de es hoy correcta. Asimismo, la Gramática tenía por errónea la construcción Tengo propósito de visitar París y ver Londres; «solecismo usual con que se suprime la preposición a, que reclaman imperiosamente los complementos París y Londres»[5]. Pues bien, en la construcción moderna esta preposición no aparece nunca ante esos complementos, a tal punto que sería chocante que apareciera; así lo reconoce María Moliner: «[…] esta segunda forma [visitar París] es la usual y nadie que no sea un purista consciente de la regla académica usa la primera [visitar a París[6].
  2. Usar dos partículas incongruentes o mal colocadas en una misma oración. La Gramática daba dos ejemplos que merecen análisis: Voy a por mi sombrero, Se vende un reloj con o sin cadena. En lo que respecta a la aparición de dos preposiciones seguidas, el texto remitía al lector artículo correspondiente. En cuanto al segundo caso, proponía escribir Se vende un reloj con cadena o sin ella, ejemplo que aún hoy sirve de modelo para la solución de casos parecidos.
  3. Sustituir incorrectamente unas partículas por otras; citaba la Gramática una poesía de Iriarte que empieza así: «Vos no sois que una purista»[7], donde que está mal usado por sino: «Vos no sois sino una purista».
  4. Cambiar el oficio de una parte de la oración por el de otra. En este apartado, la Gramática condenaba el uso, tan extendido en nuestros días, de construcciones como el presente, el pasado, el porvenir, cuando se refiere al tiempo, en lugar de lo presente, lo pasado, lo por venir, y agrega lo siguiente: «Con la frecuencia de semejante solecismo se va destruyendo la forma neutra del adjetivo y del participio, que es una de las mayores y más celebradas bellezas del idioma castellano»[8]. Este supuesto solecismo, como se sabe, ya no es tenido como tal.
  5. Colocar caprichosa e injustificadamente los miembros de un período, separando de manera inadecuada los que deben enlazar entre sí. En este punto no se ha corregido el idioma mucho más que cuando la Gramática recomendaba esto; en la actualidad, la colocación de los términos se hace con bastante poco acierto.
  6. Emplear los afijos de forma inadecuada. La Gramática daba este ejemplo: a la persona que aconsejábala reunirse con su marido, que debe decirse a la persona que le aconsejaba reunirse con su marido, «porque tal como aparece construido el período, no ha de posponerse el pronombre y unirse al verbo, sino que le ha de preceder, y además ha de ir en dativo»[9].

Llamativamente, esta lista omite los errores de concordancia. Estos errores consisten, por ejemplo, en escribir La bandada de golondrinas se alejaron en lugar de La bandada de golondrinas se alejó o Hubieron muchos asistentes en la reunión en lugar de Hubo muchos asistentes en la reunión. Es probable que este solecismo haya sido el más habitual en esos días, pues ha sabido llegar hasta los nuestros.


[1] Véase José Martínez de Souza. Dudas y errores del lenguaje, Madrid, Paraninfo, 1987.

[2] Véase Real Academia de la Lengua Española. Diccionario de la lengua española (23° Edición), Madrid, Espasa, 2014.

[3] Naturalmente, son incorrectos también el laísmo y el loísmo, más allá de que la RAE no los mencione en este caso.

[4] Academia Española. Gramática de la lengua española, Madrid, Espasa Calpe, 1959.

[5] Ibíd.

[6] María Moliner. Diccionario de uso del español (2 vol.), Madrid, Gredos, 1967.

[7] Academia Española. Óp. cit.

[8] Academia Española. Óp. cit.

[9] Ibíd.

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Flavio Crescenzi

Flavio Crescenzi

Flavio Crescenzi nació en 1973 en la provincia de Córdoba, Argentina.

Es docente de Lengua y Literatura, y hace varios años que se dedica a la asesoría literaria, la corrección de textos y la redacción de contenidos.

Ha dictado seminarios de crítica literaria a nivel universitario y coordinado talleres de escritura creativa y escritura académica en diversos centros culturales de su país.

Cuenta con seis libros de poesía publicados, los dos últimos de ellos en prosa:
• «Por todo sol, la sed» (Ediciones El Tranvía, Buenos Aires, 2000);
• «La gratuidad de la amenaza» (Ediciones El Tranvía, Buenos Aires, 2001);
• «Íngrimo e insular» (Ediciones El Tranvía, Buenos Aires, 2005);
• «La ciudad con Laura» (Sediento Editores, México, 2012);
• «Elucubraciones de un "flâneur"» (Ediciones Camelot América, México, 2018).
• «Las horas que limando están el día: diario lírico de una pandemia» (Editorial Autores de Argentina, Buenos Aires, 2023).

Su primer ensayo, «Leer al surrealismo», fue publicado por Editorial Quadrata y la Biblioteca Nacional de la República Argentina en febrero de 2014.

Tiene hasta la fecha dos trabajos sobre gramática publicados:
• «Del nominativo al ablativo: una introducción a los casos gramaticales» (Editorial Académica Española, 2019).
• «Me queda la palabra: inquietudes de un asesor lingüístico» (Editorial Autores de Argentina, Buenos Aires, 2023).

Desde 2009 colabora en distintos medios con artículos de crítica cultural y literaria.

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