Desde hace dos años realizo mi tesis doctoral en el programa de doctorado de investigación en medicina de la Universidad de Oviedo sobre la comorbilidad del trastorno límite de personalidad en el trastorno bipolar.
La relación entre el TBP y el TLP ha sido fuente de controversias desde que éste último fue incluido en el DSM (Manual estadístico diagnóstico de enfermedades mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría) en 1980.
La prevalencia del TBP ha sido estimada en un 3.4%. Incluye el TBP tipo I (al menos un episodio de manía) y el tipo II (episodios depresivos recurrentes que alternan con episodios hipomaníacos de menor intensidad que la manía). La prevalencia del TLP se estima entre el 0.5 y el 2.5% de la población general. El 10% de pacientes diagnosticados de TBP tipo I fueron diagnosticados de TLP, así como el 16% de los diagnosticados de TBP tipo II.
La comorbilidad con el Trastorno Límite de Personalidad en pacientes que presentan Trastorno Bipolar se asocia con un curso de enfermedad más complicado (episodios más largos, menor tiempo de eutimia o estado de ánimo “normal”) y un incremento en la comorbilidad con el abuso de sustancias, el suicidio y la conducta agresiva. Detectar esa comorbilidad entre ambos trastornos puede, por tanto, ayudar a anticiparse a esas complicaciones.
Algunos autores afirman que el TLP debería estar incluido en lo que ellos llaman “espectro bipolar”, ya que los pacientes diagnosticados de TLP presentan una inestabilidad afectiva que puede recordar a la típica de la persona diagnosticada de trastorno bipolar. Para otros autores, sin embargo, el TBP difiere del TLP en el sentido del self, en el patrón de relaciones interpersonales, en la historia familiar, los beneficios de la medicación, el déficit cognitivo, la forma de desregulación afectiva y del ánimo cíclico, la incidencia del suicidio y sus tentativas y las alteraciones de la actividad cortical.
En el Trastorno Límite de Personalidad los pacientes experimentan cambios emocionales y anímicos en, incluso, pocos minutos. Estos cambios son más progresivos y espaciados en el tiempo en el caso del Trastorno Bipolar, incluso en el caso de cicladores rápidos.
Todo esto tiene mucho que ver con las modas diagnósticas de las que se derivan diagnósticos que pueden ser incorrectos y, lo que es peor, de los que pueden a su vez derivarse tratamientos incorrectos. Inestabilidad afectiva no equivale a bipolaridad. Para darle a la inestabilidad afectiva la categoría de patológica hay que tener en cuenta la frecuencia y la intensidad de la misma y el tiempo de recuperación. En el Trastorno Límite la persona sufre cambios rápidos e intensos de ánimo que fluctúa a lo largo de la vida en respuesta a eventos vitales.
Considerar la inestabilidad afectiva como un proceso diferenciado de la bipolaridad supone entender el afecto como un sistema complejo e interactivo. La idea de que los cambios anímicos son una forma de bipolaridad es una idea que suele conducir a un mal tratamiento.