El ultraísmo fue la primera vanguardia de habla hispana y, como tal, un hito en la historia de las literaturas del vastísimo «territorio de la Mancha», que es cómo llamaba Carlos Fuentes a nuestra común patria literaria.
En este artículo nos ocuparemos sucintamente del asunto.
La fatalidad de surgir entre dos generaciones memorables
El sistema literario español de principio de siglo XX estuvo condicionado por las producciones poéticas de dos generaciones, la del 98 y la del 27. La primera exigió una urgente europeización de toda Iberia, un universalismo cultural que lograra ponerla en sintonía con las experiencias artísticas que por entonces imperaban, pero sin que esto obrara en detrimento del espíritu singular de la península; la segunda introdujo las últimas tendencias estéticas y las fusionó con la tradición lírica española, tradición que a su vez se encontraba manifiesta en el gongorismo redivivo.
Durante el período que indicaba claramente el agotamiento de una y el surgimiento de la otra, una proliferación de autores y publicaciones conformó algo así como el corpus canónico de una generación de transición, una «generación perdida» castellana. Gabriel Miró (más cerca del 98 que del 27), Ramón Gómez de la Serna (quien con las greguerías da un primer impulso vanguardista a las anquilosadas letras de su pueblo) y los poetas ultraístas (a quienes les dedicaremos estas líneas) son los actores más representativos de esta generación sin fecha y, en apariencia, inorgánica.
El ultraísmo se origina en 1918 con un grupo de poetas presidido por Rafael Cansinos Assens. Su primigenia intención fue la de rescatar la poesía de las manidas retóricas modernistas que, precisamente, habían contribuido a la decadencia de la generación de Unamuno, Machado, Valle-Inclán y Jiménez.
Estos jóvenes poetas estuvieron desde un principio en contacto con el futurismo italiano de quienes toman el concepto de vanguardia en su más irreverente e insurreccional acepción. Manifiestos, textos programáticos y poemas fueron publicados en las revistas que propiciaron su difusión, su volitivo «más allá». De 1918 es el primero de los muchos manifiestos que aparecen, en donde se ven, ya elaboradas, las ideas fuerza de una nueva forma de entender el proceso de creación poética: «Nuestra literatura debe renovarse, debe lograr su ultra como hoy pretende lograrlo nuestro pensamiento científico y político»[1].
La primera vanguardia de habla hispana
El grupo ultraísta desarrolló un tipo de escritura poética que contaría con el consenso de cada uno de sus integrantes. En ella entrarán a formar parte elementos formales propios de los movimientos de vanguardia francesa, como las disposiciones gráficas con intención visual de origen caligramático, o la ausencia de signos de puntuación, ya propuesta por Marinetti y ensayada, además, por el cubismo literario. Pero, sin lugar a dudas, el aspecto formal más relevante fue el redescubrimiento de la imagen poética, quintaesencia de todo lirismo. La imagen, entonces, se convertirá en la base de todas las representaciones, y su originalidad, plasticidad, carácter inédito y construcción insólita, en la obsesión vehicular de estos poetas. La revalorización de la metáfora y el ritmo (elemento acústico imprescindible) será un desprendimiento de lo anteriormente destacado.
Para Borges, en su tiempo entusiasta promotor del ultraísmo,[2] la actitud de dicha escuela puede resumirse, de manera esquematizada, en los siguientes principios:[3]
- Reducción de la lírica a su elemento primordial: la metáfora.
- Tachadura de las frases medianeras, los nexos y los adjetivos inútiles.
- Abolición de los trebejos ornamentales, el confesionalismo, la circunstanciación, las prédicas y la nebulosidad rebuscada.
- Síntesis de dos o más imágenes en una, que ensancha de ese modo su facultad de sugerencia.
Los poemas ultraístas constan de una serie de metáforas encadenadas, cada una de ellas presenta una sugestión propia que compendia, en su ejercicio de simultaneidad, una visión fragmentaria del mundo. Esto los exime de tópicos o temas específicos, ya que todo es poetizable, siempre y cuando haya un tratamiento estético signado por el uso de los recursos que mencionamos más arriba.
Una influencia que llegó hasta el Río de la Plata
El ultraísmo centró sus actividades en torno a las revistas Grecia, Cervantes, Reflector y Ultra. De hecho, podríamos aseverar que la duración del movimiento coincide con la de estas publicaciones. Entre 1918 y 1922 estas revistas no solo se ocuparon de difundir los manifiestos y poemas de los autores ultraístas, sino que le dieron al lector la posibilidad de conocer a poetas vanguardistas del resto de Europa.
Textos del impresionismo alemán, de futuristas, como asimismo de Max Jacob, Apollinaire, Huidobro y Tzara tuvieron su lugar junto a profundos estudios que generaron una mejor recepción de las vanguardias entre el público español. El ultraísmo, de alguna manera, fue un colectivo humano que abrazó el legado vanguardista, adaptándolo, venturosamente, a las particulares circunstancias de una España por demás conservadora.
La épica del grupo formado principalmente por Rafael Cansinos Assens, Pedro Garfias, Isaac del Vando-Villar y nuestro Jorge Luis Borges tendrá su final en Argentina, donde intentará una praxis similar a la llevada a cabo en la península, a través de las revistas Prisma, Proa y Martín Fierro. El lenguaje poético moderno que incorpora términos de la técnica y la ciencia, de la cotidianidad de una sociedad tecnocrática, del enfático clamor de un siglo que se inicia, le debe al ultraísmo su expresión en lengua hispana. Lo que vendrá después, por el contrario, estará hecho de la misma materia de los sueños.
[1] Citado en Gloria Videla. El ultraísmo, Madrid, Gredos, 1963-
[2] Véase mi artículo «El otro del otro Borges», publicado en esta misma revista el 20 de noviembre de 2021.
[3] Jorge Luis Borges. «Ultraísmo», en Textos recobrados (1919-1929), Buenos Aires, Emecé, 1997.
Última actualización de los productos de Amazon el 2023-10-03 / Los precios y la disponibilidad pueden ser distintos a los publicados.
Añadir comentario