El Ática, el lugar donde se desarrolló y alcanzó la gloria la antigua ciudad de Atenas, está asociada para todos nosotros a un terreno carismático, rico y bendito.
Y no ha sido por casualidad. Porque la historia más remota y milenaria de esta zona, la contribución y las hazañas de la gente que la han habitado hasta hoy en día, son inestimables para el hombre moderno, dondequiera que esté.
Y aunque la situación geográfica del Ática ha jugado un papel primordial para este sorprendente desarrollo, la perfección de las artes, la democracia, la profundización y la promoción de las ciencias y de la filosofía serán para siempre los frutos de esa unión de los griegos con la tierra del Ática, y el reflejo de su simple belleza en la civilización helénica. No hay rincón del Ática donde los hallazgos arqueológicos no den con las huellas de aquella gente que construyó templos y fundó urbanizaciones siguiendo el hilo de la tradición local. El principio de ese hilo se pierde en el período paleolítico, en los albores de la humanidad. El desarrollo del Ática, y -sobre todo- de su parte central y de sus costas, creó Atenas. Atenas, la ciudad del espíritu y de la luz, con una historia gloriosa de más de 8.000 años, es la cuna de la civilización helénica. En este rincón del continente europeo floreció el espíritu del hombre para difundir sus frutos por toda Europa. De su llama eterna, hace 2.000 años la Humanidad encendió su antorcha para iluminar su camino hacia el progreso, hacia el Renacimiento.
En épocas remotas, cuando el hombre todavía aun no había concebido las antiguas sociedades y su poder como un ideal de valor supremo, en la ciudad de Atenas se dio algo único, una revolución de la humanidad, una primavera social y espiritual, que liberó al ciudadano ateniense de todo obstáculo que ponía pegas a su creatividad y a sus capacidades. Es por eso que Atenas tuvo que enfrentarse a tantos enemigos, pues todos los que crecieron y maduraron con las ideas de la ciudad ateniense, del espíritu ateniense, no admitían ningún tipo de régimen autoritario; por el contrario, estaban dispuestos a luchar por sus ideas con un valor único.
- Michalis Toubis S.A. (Autor)
Esos mismos hombres vieron la gloria en Maratón y en Salamina, y son hasta hoy en día modelos de ciudadanía, en cuanto a la contribución y participación, los asuntos de interés en común y al progreso. Desde luego, no es nada raro que todo se haya realizado en este rincón del Mediterráneo. La naturaleza misma se enamoró del Ática y obsequió a esta ciudad de modo que se crearon aquí las condiciones que darían paso al milagro. El cielo única e intensamente azul, el agradable clima, los días soleados y la atmósfera pura eran las condiciones que ayudaron a la gente de Atenas a tener la mente ágil, los sentidos a flor de piel tanto para llegar a ser filósofos, poetas, escritores, oradores y escultores. Esta es, en resumidas cuentas la historia de la antigua Atenas en el contexto de aquella época remota. Innumerables fueron los hombres que asociaron su destino con el crecimiento de Atenas. Los más importantes eran, no obstante, atenienses, hijos de aquella ciudad que, según Pericles, tenían como deber principal el hacerla crecer todavía más. El régimen de la ciudad empieza a cambiar en el siglo VII a.C. con los cambios de Solón. A continuación los tiranos, Pisístrato e Hiparco (6o) pusieron los cimientos para que Clistenes fundara la democracia ateniense, que perfeccionó a nivel de instituciones, el sucesor de aquel, Pericles, en el siglo V a.C.
Este desarrollo estaba basado en el desenvolvimiento tanto de la filosofía, como de la retórica, que con la aparición de los sofistas, llegó hasta la clase media. Filósofos como Sócrates, Platón, los sofistas Hipias y Antifón (quien fue el primero en hablar de la igualdad entre los seres humanos), pero también Epicuro y Aristóteles, más tarde, elevaron el pensamiento helénico hasta niveles muy altos. Junto a ellos, los oradores que hablaban en público, ofrecieron al ciudadano simple la oportunidad de ejercer su lógica y capacidad de dialogar. Esa formación que nos dio también importantes historiadores como Tucídides, el padre de la ciencia de la Historia, condujo al desarrollo de las ciencias exactas y del conocimiento en general.
La arquitectura, la construcción naval, la astronomía, la explotación de metales (principalmente en Lavrio) ofrecieron a Atenas la posibilidad de transformarse con sus barcos, en un gran poder económico y cultural del Mediterráneo.

Así Ictino y Calícrates dieron al mundo esta joya que adorna a Atenas: el Partenón, el Pórtico y el resto de los edificios de la colina de la Acrópolis. Como era de esperar, los artistas llenaron la ciudad con sus obras. Escultores como Mirón, Fidias (cuyas obras en el Partenón fueron superadas solo por la estatua de Zeus Olímpico, también obra suya, una de las siete maravillas del mundo antiguo), y Alcámenes, Praxíteles, Leocares, Silanión, pintores como Nicio, y músicos como Damón y Lamprocles, crearon un nuevo Partenón de las artes. Con todo eso, el antiguo drama llega a su punto culminante y gana nuestra admiración, que se mantiene hasta hoy.
La tragedia, cuyos padres fueron Tespis y Pratinas y los maestros Esquilo, Sófocles y Eurípides, siguen provocando la admiración mundial a pesar de las pocas obras suyas que se conservan hasta hoy. Asimismo, la comedias de Cratino, Aristófanes y Menandro, tocan temas tan importantes que desde los albores de la historia han preocupado al hombre, pero eso sí, lo han hecho con gran maestría y con un sentido de humor y sensibilidad inigualables.
Aun después de todo esto, el fenómeno que representa Atenas no es muy fácil de explicar. Hay que hacer referencia al simple ciudadano, quien luchó en las guerras persas y llegó más lejos que las Columnas de Hércules (Gibraltar); el ciudadano que 2000 años antes del Renacimiento por primera vez creyó en su valor, en sus capacidades y en su personalidad. La falta de la firma del autor en la Esfinge se transforma en «Clitías epoíisen», es decir: “creado por Clitías”. Atenas ganó el respeto y la confianza del mundo entero, entonces y ahora, porque el ciudadano obtuvo el respeto del prójimo.
A continuación, ofrecemos algunos extractos del discurso del miembro de la Academia de Francia y Presidenta de Honor de S.E.L, Jacqueline de Romilly, quien ha sido galardonada con el premio Onassis en 1995. Dice de la civilización:
«…Las consecuencias de lo que pasó aquí hace veinticinco siglos perduran hasta hoy y su impacto sigue siendo primordial para el mundo actual. Aquí, en Pnyx, se reunía la llamada “Eclesía tu Dimu”, es decir: la Asamblea del Municipio. Aquí latía el corazón de la democracia. Nació en esta ciudad, en la víspera del siglo V a.C. Desde su nacimiento se reflejaba en ella una pura conciencia de principios que sería siempre suya. Los helenos desde la época de las guerras persas se habían dado cuenta de la importancia de no someterse a nadie, de no aceptar el poder absoluto de un rey.
Habían presentido y declarado que la ley estaba por encima de toda acción arbitraria y la justicia era preferible a la violencia. Esto había sido pronunciado aquí por voces de importancia como la de Temístocles o de Pericles. La gloria de esas palabras que conservamos hasta hoy, sigue conmoviéndonos. Lo extraordinario en Grecia no solo es que fue el primer país en aplicar un régimen democrático. Puede ser que haya habido más países. Tampoco es que aplicó un régimen original. No se trata de eso. Sin embargo, es el primer país que definió la belleza de tal régimen y las condiciones de su aplicación. Asimismo con el tiempo y la experiencia, detectó los peligros que lo amenazaban y los errores que deberían ser evitados.
Aquí se oyeron frases como las de Pericles: “No es el pertenecer a una clase social, sino nuestra capacidad lo que nos conduce a las discriminaciones. Ejercemos la libertad en la práctica. …Libremente gobernamos por el bien común.”
¡Palabras inolvidables!
“Es aquí donde en el siglo siguiente Demóstenes fue reprobado por el público que le pedía que fuese más responsable, más activo, más valeroso, porque la democracia así lo exige, de otra manera está en peligro continuo…”.
“El ideal de la democracia, el de la justicia, la tolerancia y del humanismo, a lo mejor no habrían llegado hasta nosotros, si Grecia no los hubiera definido como bellos. Algunas veces Demóstenes mencionaba las hermosas vistas de la Acrópolis. Y hablaba con orgullo de la belleza de los monumentos.
Pericles decía: “Nos gusta la belleza simple”. ¡Hay que admirar a este pueblo que sintió la necesidad de pronunciar tales palabras! Pero el concepto de la belleza en la Grecia antigua no solo se refería a la escultura o la arquitectura. La verdadera creatividad, la poesía aspira a lo bello, y de ahí a lo eterno.
Los escritores que no escriben bien, acaban olvidados: no conservamos los discursos de los sofistas, ni los escritos de los historiadores incomprensibles, ni las obras de los poetas fracasados. Tenemos grandes obras literarias, capaces de hacer llegar directo al alma del lector o del oyente. En nuestro mundo actual donde abundan artículos escritos rápida o descuidadamente en idiomas incomprensibles, la brisa de alguna obra griega trae el alivio.
El concepto de lo bello estaba estrictamente asociado al concepto de un ideal y de la confianza en el hombre. Eso es lo que necesita nuestra época. Un poco de entusiasmo por los ideales de la democracia; sería para el bien de todos; lo mismo pasaría con el amor por la vida y con un aire de valentía moral, lo que encontramos en todos los textos de aquella época, que gracias a la calidad de la obra se mantienen vivos y palpitan listos para nuevas creaciones…”
“… Si defendemos la educación de la antigua Grecia en la educación moderna, no lo hacemos porque forme parte de nuestro pasado común, sino porque es la mejor garantía para el futuro…”.
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¡Gracias, Pippo Bunorrotri!