El candomblé y la santería—la religión con los elementos mixtos afro-brasileños / cubanos y cristianos—, fue creada por los esclavos nigerianos de la etnia yorubá en Salvador de Bahía de Todos los Santos (Brasil del Noreste), y en el barrio de la Virgen de Regla, de La Habana (Cuba), en el Caribe.
En estos rituales son adorados los orixás —los dioses de los esclavos de África occidental—, pero también el axé— la energía de la vida— que es el concepto central del cantomblé.
Cada uno de los orixás encarna y unifica los tres niveles de existencia: los elementos y las fuerzas de la naturaleza, como el viento y los rayos, es decir, la deidad de Xangô, o la tierra y el océano, a personas históricas que alguna vez vivieron en la tierra, como el rey Obá de los yorubá de Nigeria, a Jesús o a Buda, y arquetipos psicológicos, como un guerrero, un estafador, un enemorado, etc.
En los terreiros -los lugares de culto ubicados en las fazendas (haciendas), es decir, en las vastas plantaciones-, se reúnen las cofradías religiosas, como la de los Filhos de Gandi, que creen en el deificado líder hindú Mahatma Gandhi, y realizan sus ritos mágico-religiosos. El Gantois es el centro de cantoble más importante de Salvador de Bahía. Allí, se organizan las ceremonias llamadas kermis, cuyo instructor principal es el Pai de Santo -el sumo sacerdote.
Obatalá, u Orishanlá u Oshanlá, es el gran Orixá -el dios de la creación del hombre-, quien guía a la Humanidad, y ha sido traído al Caribe por los esclavos negros del grupo étnico de los yoruba, provenientes de los países hispanohablantes y lusófonos del África occidental. Representa el bien, la sabiduría y la paciencia que el ser humano necesita para definir sus acciones. Es adorado como de naturaleza doble, masculina y femenina, padre y madre. Es famoso por su tranquilidad. Baila sosteniendo la cola de un caballo, y en la guerra usa un arco. Viste en blanco con bordes rojos o púrpuras, según las dos fases de su órbita universal, llamada patakí: la de la juventud y la de la vejez. Sin embargo, los himnos lukumíes no se refieren a la vejez, sino a su poder e inteligencia, con los que gobierna el mundo:
«Mobalé-mobalé. Wini-Wini Mobale.
«A su sabiduría, a su sabiduría, dediquemos nuestra adoración»,
Cantan, hasta hoy en día, sus fieles en Cuba y en Brasil.
La mitología patakí, que significa «camino», dice que aparece en dos formas: la de la juventud y la de la vejez. Recibe las plegarias más frecuentes de los fieles, para darles salud hasta la muerte. Aunque de alguna manera predomina su apariencia de varón, los misioneros católicos lo han sincretizado con la Virgen María de la Gracia.
Dice la mitología religiosa afrocubana que un día Obatalá decidió entregar el universo a Orunla, pero él era muy joven para una misión tan importante. Entonces, le ordenó que preparara la mejor comida que pudiera cocinar. Orlunla compró una lengua de toro. Obatalá, satisfecho del sabor, le preguntó a Orunla por qué la lengua era el mejor manjar. Él respondió que la lengua proporciona el espíritu (axé), con el cual se equilibra todo, promueve la virtud, exalta las obras y las modales del ser humano, quien -a su vez- se exalta a sí mismo.
Otro día, Obatalá le pidió a Orunla la peor comida que podía imaginar. Él, entonces, le ofreció de nuevo un plato de lengua, explicándole que con ella se venden las naciones, se calumnian las personas y que se cometen los peores crímenes. Entonces, Obatalá, encantado por la sabiduría de Orluna, le dio el gobierno del mundo.
Uno de los talismanes más importantes -objeto de la artesanía popular- que recibe cada recién bautizado en la religión de los Orixás, es la Mano de Orunla.
Yemayá / Iemanjá, la más alta de tu Orixás, es la diosa del mar, la madre de todas las madres y la esposa de Obatalá. Es conocida por su belleza, su inteligencia y su fuerza. Se viste de azul, con rayas blancas en el acabado. Se ha sincretizado con la Virgen de Regla, es decir, de la menstruación, y es a ella que las fieles que desean tener un hijo pero no pueden, e incluso las que tienen un hijo en sus entrañas pero no lo quieren, pueden rezar.
“Shangó Kawosilé Oluo Osain Olukosó Obara Lube Kisieko Ogodo Makulenkue Elufina Koké Obá Bi Oyó Alafi Aro Komatiti” es el nombre completo del Rey de los Reyes, que es el hijo del Creador Obatalá, y de la diosa del mar Yemayá. Changó es el Señor del fuego y el trueno. Es también el soberano del tambor batá. Expresa la esencia misma de la vida. Simboliza la virilidad y el amor. Changó se caracteriza como mujeriego, al igual que Zeus –el dios de los antiguos griegos. Encanta a las mujeres con sus eróticas danzas de lujuria, como fue el caso de Dioniso –el antiguo dios griego de las uvas, del vino, de la borrachera y de las molestias sexuales. Lleva ropa roja con ribete blanco y un cinturón de hojas de palmera. Siempre lleva en la mano el hacha de la guerra. A este dios se ha dedicado la mayoría de los himnos, que no son invocaciones, sino historias alegóricas, un caso que se puede comparar con el comienzo del teatro griego. El sincretismo lo ha comparado con Santa Bárbara, que tiene en la mano una taza y una espada. Estas variaciones de género son un elemento de dualidad entre lo masculino y lo femenino.
Procesiones y Primeras Comuniones se encuentran en los barrios de La Habana, con sus muros marinos en ruinas, y con el iyabó, la iniciación ritual: en el barrio de Regla, en una casa de los años 50, con siete habitaciones alrededor del patio que alberga a unas cien personas con sus matices epidérmicos y religiosos, un anciano negro, vestido de blanco, frente a un pequeño altar, alaba a Elegba-Eleguá. Además de congas y timbales, hay tres pequeños objetos: una campanita de plata agogô (el instrumento musical de Obatalá) y un acheré de madera para el resto de los dioses. Alguien de la compañía se mueve exhalando una gran cantidad de energía, hace muecas extrañas, respira profundamente y sus ojos se vuelven blancos. El Orixa, al que llama el sacerdote, anuncia su presencia. Los himnos agitan a la multitud:
«Iyalode tenite / ofe iko eri ma …»
Estos himnos tienen sus raíces en las profundidades de África y en las tinieblas de lοs siglos. Los errores en la fonética que ocurren naturalmente en una tradición oral que sobrevive bajo la opresión, se transmiten de boca en boca, creando así una cultura híbrida moderna. Este folklore melódico de los yorubá cumple la función de guardar la memoria de los muertos, de hacer a los fieles conscientes sobre el presente sombrío y de invocar a las estrellas y a los demás cuerpos celestiales (divinos / deificados). Predica el destino del hombre en la Tierra, desde su nacimiento hasta su muerte. Es una referencia alegórica al Panteón de los Orixás, la historia inédita de los esclavos africanos. Un exorcismo mágico de acontecimientos impredecibles del pasado y del futuro. Una preservación oral de la lengua, la religión, la filosofía y la historia del Continente Negro. Los akpom -los intérpretes- tienen un profundo conocimiento de esta cultura musical.
Elegba Eleguá, es el Orixá de la santería afrocubana, es decir, la religión con elementos mixtos africanos y españoles o portugueses, que muestra tres Revelaciones, pero que en fin es uno y único.
En su primera transformación, representa al diablo Olosi.
En su segunda aparición es Eshú -el ser que no está controlado.
En su tercera representación, lleva el nombre Eleguá y representa a la entidad controlada.
En su aparición como Eshu, que es igual que Eleguá, se atribuye la identidad de la preponderancia y de la fase final, y esto está simbolizado mediante su atuendo: el color rojo representa la vida y el negro la muerte. Él tiene el poder de favorecer el comercio, y sus fieles lo invocan antes de cada trato comercial, pero también se le conoce con el nombre de Gran Adivino, dado que mantiene una comunicación directa con las estrellas.
Cuba y Brasil mantienen fuerte el elemento africano en sus rituales y en su música. Vea en la siguiente letra de Elegba Eleguá –la canción de Celina González-, el lenguaje híbrido del Caribe, con la asimilación errónea de la gramática española:
“Yo soy el hijo de Eleguá / yo soy el hijo de Ogún / yo soy el negrito guapo / chambelé / que rompo piedra con los pies. / Me llaman el rompe-monte, / me dicen el invasor, / yo soy el negrito bueno, / el hijo del Salvador, yo trabaja con ito onobba cunu, / sarayeyé onobba cunu / que yo vence lo malo onobba cunu, / yo trabajo en candela onobba cunu, aago Oyum Eleguá, oyum Ochosi, / Oyum Ongún, Laroye”…
Ogún -el dios de la guerra- corresponde a la determinación humana en el momento justo de la acción por la realización de cualquier proyecto. Es el soberano de los metales, quizá como Hefesto (Vulcano) en la Grecia clásica. Es para la gente de la etnia yorubá del África Occidental, el dios de la guerra y de la agricultura. Viste en rojo y violeta o en verde y negro (dependiendo de su identidad) y en la cintura lleva el mariwó –una falda de hojas de palmera-, y en la cabeza, una corona de cuero de cabra con conchas cosidas. En la mano lleva una botella de agua.
La danza ritual de sus creyentes devotos, se hace con un machete de caña. Es arrogante y delicado, y está acostumbrado a ver la sangre y nada lo detiene, cuando se propone a cumplir un propósito. Eso enseñaba Ogún Tolá Lázaro Pedroso –el sacerdote de la moderna santería- que llevaba el nombre de ese espítitu. Pero, como creen los etnólogos Leo Viktor Frobenius y –sobre todo- Fernando Ortiz en su ensayo titulado: La tragedia de los Ñáñigos, los sagrados misterios de África están asociados con las percepciones distantes y místicas de Egipto, de la Creta minoica y de Tracia arcaica, de la clásica Eleusis, de Atenas y otras partes del antiguo Egeo.
Oyá Iansã -la guerrera capaz- vive con Xangô y con Ogúm, y derrota a todos sus enemigos. Dominante de la muerte, vive en los cementerios, razón por la cual los creyentes tiemblan ante su apariencia. Sin embargo, su ropa es colorida. El sincretismo religioso la ha equiparado con Santa Teresa de la Iglesia católica.
Oshún es la Dama de Oro. Es el espíritu de la persuasión, que logra con trucos eróticos, pero también con sabiduría. Además, posee los filtros mágicos del bien y el mal. Diosa de la sensualidad, mantiene relaciones con Changó, Ogún y Oshosi. Con este último, tuvo un niño con una particularidad: durante seis meses es un varón y vive con Ochosi, y por seis es una hembra y vive con Oshún. Oshún, entonces, se viste de amarillo y usa joyas de oro. Para su baile, los fieles usan abanicos y aros en los tobillos.
Oshosi -el dios de la caza- asegura a los humanos su comida. También los cura con sus hierbas. Se asocia con la justicia, y se caracteriza por ser altamente escéptico. El axé, su poder, es infalible. Su vestimenta es azul o púrpura, y lleva una gorra de piel de ciervo con conchas, mientras sostiene un arco, con el que bailan sus fieles.
Egún es el espíritu que determina los contactos de los vivos con los muertos. En la filosofía lukumí de los yoruba de África Occidental de Cuba y del Brasil, existe el dicho: «ikú lobi osha», que significa: “El muerto da a luz al Santo.”
En la ruta de los esclavos, se encuentra Cuba, en el medio del Caribe, con su clima favorable, su vegetación tropical, sus sonidos y tormentas, una isla con elementos únicos, que albergaba a los fatigados africanos occidentales, como si fuera esta su tierra natal. Los ha unificado al elemento local, en un lento proceso intercultural que duró más de tres siglos. Allí, al igual que en el Nordeste del Brasil, se identificó el espíritu africano del Soberano de las Cabezas con la Virgen del Blanco -la Dama de los conquistadores-, la Oshún del río con la mulata Caridad del Cobre -la Virgen María de la Misericordia-, la bella Yemayá / Iemanjá ha sido sincretizada con la Virgen de Regla -la de la Menstruación-, y Shangó / Xangô -el dios de la guerra- fue transfigurado en Santa Bárbara. Todo en una tierra común. En las chozas de mimbre, entre tambores y campanillas, sus artefactos musicales de agogó y obá kukú, y los demás objetos rituales que la naturaleza les ofrece generosamente, los espíritus orixás caen en una danza extática:
«koko odasheleyó
ko ko…
arere modasheleyó
koko modasheleyó…»
La situación política y económica moderna de América Latina está afectando constantemente el desarrollo de la religión popular de los pueblos mestizos: cuando el ex presidente venezolano Hugo Chávez había ofrecido petróleo al gobierno cubano, Fidel Castro le envió a cambio unos médicos cubanos a Venezuela quienes, a pesar de su formación científica, afectaron a la gente con los elementos de la santería, que junto con el ritual mágico-religioso local de María Lionza, han santificado al … ¡Presidente Chávez!
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