Alejandro Puente (1933-2013) es uno de nuestros artistas vernáculos que identificamos con el arte de vanguardia de la década del 60 en Argentina.
Puente estudió visión con el pintor Héctor Cartier, quien organizó la enseñanza sistematizada de composición plástica en la escuela “Prilidiano Pueyrredón de Buenos Aires dando preeminencia a la forma y el color y sus derivaciones en valores y matices. Por las enseñanzas de Cartier, adquiere el adiestramiento de la visión para diferenciar los matices del color.
Entre los años 1968 y 1971, luego de ganar la beca Guggenheim, Puente vivió en Nueva York, donde recibió la influencia de cromatistas como Mark Rothko y Barnett Newman. De Ellsworth Kelly toma los fundamentos de elaboración del color.
En Estados Unidos presenta varias exposiciones, ente ellas, una de arte conceptual, siempre teniendo en cuenta la geometría y el color.
El código pictórico utilizado por Puente en su primera etapa era geométrico, pautado por las leyes internacionales intelectuales del arte concreto de las metrópolis, que para la construcción de la obra recurría a medios técnicos como reglas y compases, la realidad se convierte así en un objeto. Puente no se adapta a esta forma rigurosa de la construcción geométrica del arte concreto y transforma su geometría en sensible, dándole importancia a la huella del artista y a su subjetividad.
Comienza, entonces, a realizar módulos, que él llamó sistemas, “elementos modulares muy simples que podían desarrollarse en forma horizontal” donde trabaja el color y sus variables, es decir, sigue la secuencia cromática de los tonos.
Estas obras caracterizadas por bastidores-estructuras que denominó cuadro-objeto-tridimensional, un portable mural, que denominó “estructura”, porque no es ni pintura ni escultura, es un híbrido y es tridimensional, porque está en perspectiva y es bidimensional por la aplicación del color, expuesto de forma plana.
Puente piensa que hay que crear en el espectador la dualidad de lo híbrido, tratar que la visión no esté centralizada en la pintura, que la mirada esté obligada a desplazarse y de esta manera active el espacio vacío, entonces “ el espectador tiene libertad de imaginar. ”No hay espacio vacío porque la disposición de los planos y el uso del piso, obligan al público a moverse y participar de un espacio modificado.
Su experiencia en Nueva York fue muy importante para él por estar en el centro de la actividad artística occidental y esto coincidía con su forma de encarar la construcción pictórica. Pero, si bien Alejandro Puente hizo sus primeros pasos influenciado por las corrientes occidentales hegemónicas, durante sus viajes por América, al observar el arte precolombino reconvierte su pensamiento y decide “desarrollar una mentalidad crítica para liberarnos de la dependencia que nos ha cegado… para ver y hacer una expresión artística que nos caracterice”.
En esta afirmación del artista notamos la voluntad manifiesta de una búsqueda de una identidad latinoamericana original. Siente la necesidad de volver al arte prehispánico y confiesa “…yo provenía de lo latino. Se quebró mi idea de arte universal”. Puente llega a un punto ciego en su arte geométrico y declara “…asumí mi condición de sudamericano. Se abrió un nuevo camino”.
Al observar el arte precolombino nota signos que aparecen repetidos: grecas, escalones, rayas o cóndores que lo remiten a la iconografía aborigen, signos que el incluye y reelabora en su producción
Hynú (1991) divide los espacios por segmentos de diferentes colores y en cada uno coloca un signo: cruces, triángulos, rayas paralelas . Cada fragmento está separado por una línea negra, los colores son opuestos, pero están integrados de manera tal que no parecen antagónicos y armonizan con el todo.
En kathino (1989) sobre fondo negro, dibuja cuatro rectángulos amarillo, rojos, azul y verde, dentro de cada uno hay líneas de triángulos y grecas. Los colores de los rectángulos no están saturados, sino que se entremezclan con pequeñas pinceladas oscuras como un tejido tramado, esto permite unificar los valores del cuadro. De estos cuadros no fue posible esclarecer el significado del título.
Huincul (Montaña o meseta patagónica) (1986) sobre un fondo oscuro, verde y negro ha diseñado triángulos, grecas, rayas paralelas, rayas entrecortadas de colores claros que contrastan con los del fondo. Las rayas paralelas, que aparecen en Huincul, significarían el sendero o camino que recorre el espíritu al atravesar la montaña sagrada que lo conduce al más allá.
Chumpi (faja) (1991) y Nhilú (fuerza o amor de cóndor) (1992) retoma las imágenes de grecas, triángulos, serpientes y el cóndor esquematizados de las culturas precolombinas. Toma los esquemas geométricos del arte argentino, especialmente las culturas del período tardío, como la de Santa María, -alrededor del año 1000- en cuyos diseños cerámicos aparecen las grecas escalonadas, serpientes y cruces que el artista reelabora en Nhilú incorporándole el cóndor, símbolo de la fuerza y el amor por el paisaje andino, quien domina la composición en la parte superior del cuadro, mientras que en la inferior ha diseñado grecas en forma de víboras.
Resuelve así la construcción de forma planimétrica, donde cada diseño está delimitado por cuadrados y el color toma protagonismo, usando colores primarios como el rojo o amarillo y azul y sus combinaciones. En Chumpi usa los mismos colores que en Nhilú, aquí la división en dos segmentos es más elocuente, el segmento superior lo ha pintado en un solo tono interrumpido por franjas verticales y paralelas de colores amarillo-.anaranjado, rojo-bordeaux, celeste-azul. Por el contrario el segmento inferior tiene rayas paralelas verticales y un triángulo invertido que se apoya en otro más grande. Estaría delimitando en la faja (Chumpi) la ideología cosmogónica de los aborígenes. Tanto en Nhilú como Chumpi el autor ha tomado las ideas y significados de las antiguas culturas, andina y mapuche y los ha transferido al presente. Las figuras que aparecen encuadrados e independientes dentro de las representaciones pictóricas, se agrupan para representar ideas o mitos ancestrales de la iconografía aborigen.
Por medio de un largo proceso de unión entre la geometría sensible y el arte concreto que relaciona con los signos americanos logra reelaborar una imagen propia. Sin dejar de lado la estructura matemática, asociada a las ideas míticas de los aborígenes.
Puente coordina la estructura matemática del pensamiento occidental causal y racional con el pensamiento pasivo y seminal del aborigen, pues en la opinión de Rodolfo Kush el pensar indígena es seminal, es decir de germen o semilla, es un pensar pasivo y contemplativo contrario al pensar causal y racional de occidente
¿Cuál es el legado de Alejandro Puente?
Considerado uno de los precursores de la vanguardia en Argentina. Su visión premonitoria de los acontecimientos mundiales artísticos en la época del 60 le valió el reconocimiento de destacados artistas y críticos de Estados Unidos. En ese momento el creador parte de estilísticas propias del arte concreto: líneas rectas y curvas, triángulos, cuadriláteros, polígonos y sus combinaciones o sistema modulares en donde la mirada obliga al espectador a desplazarse y activar el espacio vacío.
La obra de Puente ha logrado una síntesis personal y original entre la cosmovisión precolombina y las tendencias artísticas de la vanguardia.
Su gran valor reside, además de su solvencia artística, en la búsqueda de una identidad propia que lo representa y nos representa.
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