Volver a la tragedia griega actualmente, darle nueva lectura en nuestra sociedad, en la que los dioses han dejado de interpretar el papel que tuvieran en la Grecia clásica del siglo V a. C., que asentó los cimientos de nuestra cultura, solo puede ser obra de los herederos más genuinos de aquellos clásicos. Yannis Ritsos lo es. Es uno de los grandes.
Yannis Ritsos (Monemvasia, Grecia, 1909 – Atenas, 1990) no elige la figura de Helena de Troya por casualidad como protagonista casi única de este largo poema, al que da por título su nombre.
Helena es el paradigma de todas las mujeres. La intención del autor ya se hace patente en esta elección. Una de las versiones que han contribuido a interpretar el mito fue su rapto por Paris, una agresión que, mutatis mutandis, han experimentado y siguen sufriendo las mujeres a lo largo de toda la historia. Porque su historia, la de ellas, ha sido y es un rapto, en todas las variantes connotativas de la palabra.
El autor sitúa en el punto de mira a Helena, y lo hace (tampoco es casualidad) resucitando la forma de la tragedia clásica. Nos ofrece de nuevo una especie de tragedia clásica, desde el punto de vista temático a modo de déjà vu, para darnos a entender que repetimos la historia o, aún mejor, que los asuntos a que hace alusión nunca han dejado de ser una constante. En este sentido, decir que nos ofrece un clásico, es hablar de modo dialéctico, porque un clásico tiene, por ser su historia de flagrante actualidad, una connotación positiva, pero si nos atenemos a su contenido, también negativa. Que el autor nos lo recuerde constituye una gran aportación.
El poema se inicia con la introducción de una voz omnisciente, que pone al lector en situación: nos presenta a un personaje caminante masculino, en un recinto cerrado, aproximándose a una casa. Describe el ambiente del lugar, la decrepitud y el abandono del edificio y del jardín por donde va transitando en su visita a Helena.
A partir de aquí el poemario será una larga reflexión retrospectiva de una Helena postrada en su cama, decrépita y abandonada, atendida por sirvientas que se burlan y aprovechan de ella. Su voz se dirige a un «tú», el visitante. El sujeto poético femenino, Helena, se deja oír como recuerdo e interpretación de su vida desde su experimentada sabiduría de anciana.
Así, la heroína repasa emociones, vivencias, temáticas que atañen al ser humano de todos los tiempos: su insomnio, sus miedos, sus recuerdos, el olvido, la asfixia, la caducidad, la decrepitud (que la convierte a ella en una extraña de sí misma), la ambigüedad de las palabras (que adjetiva de engañosas e ingenuas), la vida como representación teatral, los muertos (que Helena percibe a su alrededor a través de objetos), la carencia de sentido de todo, la naturaleza femenina versus la masculina, la libertad (que califica de fugaz y ficticia).
Recorre lugares clásicos: Argos, Atenas, Esparta, Corinto, Tebas, Sición, Taigeo, el Eurotas, Ítaca… y personajes: Agamenón, Clitemnestra, Paris, Menelao, Aquiles, Proteo, Teoclímeno, Teucro, Castor y Pólux, Afrodita, Ganímedes, Clitemnestra, Orestes, Odisea, Circe, Nausíaca, Penélope…
Todos los temas sobre los que reflexiona están recogidos en la tragedia griega clásica. Para dejar clara su intención de actualización el autor introduce aquí y allá elementos de nuestro día a día: cigarro, cenicero, fotografía, bicicleta, periódicos, máquina de coser, telegramas, luz eléctrica, teléfono, radiotransistor, automóvil, entre otras señales inconfundibles.
También contribuyen a la actualización la sintomática ausencia de los dioses y del destino, protagonistas indispensables de la tragedia griega clásica. No es de extrañar que así sea, habida cuenta de la trayectoria ideológica del autor, afiliado al partido comunista, encarcelado y perseguido por las diversas censuras y gobiernos totalitarios que se sucedieron en su país en la época en que le tocó vivir. También para él, como para los grandes clásicos griegos, la tragedia nos permite acercarnos al conocimiento de la sociedad.
Tiene pues el objetivo de incitar a la reflexión y, no quedarse meramente en catarsis, sino estimular a cambios de comportamiento. Para él no pueden ser los dioses ni el hado, como en la tragedia griega clásica, los que inclinen la balanza de uno u otro lado: solo el ser humano es capaz de abordar los problemas y cambiar la historia.

La tragedia tiene una estructura tripartita: el largo soliloquio de Helena está enmarcado por la introducción y se cierra con un epílogo, que protagoniza de nuevo el personaje de la introducción, a través de la voz omnisciente. Al final, agotada, Helena despide a su mudo interlocutor; solo desea dormir y olvidar.
La edición es bilingüe, griego-español, lo cual es una gran aportación para el lector iniciado en el griego moderno, que podrá comparar la traducción de Selma Ancira con el original.
Yannis Ritsos, que en sus largos y repetidos encarcelamientos nunca dejó de escribir, compuso poemas para ser cantados por Theodorakis, quien se lo había pedido a través de otro preso. Ritsos escribió entonces, inspirados en su actualidad y con metro tradicional para ser cantados Dieciocho cantares de la patria amarga.
Gran parte de la obra de Yannis Ritsos, bajo el nombre de Giannis Ritsos, se ha traducido al español, sobre todo a partir del año 2000, poco al catalán. Merecería la traducción a otras lenguas españolas, por la trascendencia de su escritura.
Yannis Ritsos
Helena
Traducción de Selma Ancira
Acantilado, 2022, 85 pp.
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