Paniagua, Memorias de nuestra música. Canciones para voz y piano. Edición crítica de Aurea Maya y Carlos Reynoso Jurado. Edición de Ópera: nuestra herencia olvidada.
Recientemente ha aparecido una joven y refrescante sorpresa que nos ayuda a recobrar la historia emocional de nuestro país, además de conservar y valorar nuestra tradición lírica. La edición crítica de las canciones para voz y piano del compositor michoacano Cenobio Paniagua (1821- 1882), realizada por el joven barítono Carlos Fernando Reinoso Jurado y la doctora especializada en el siglo XIX Áurea Maya, es una importantísima aportación al trabajo de rescate de nuestro patrimonio vocal.
Cenobio Paniagua Vázquez, nacido en Tlalpujahua, Michoacán 30 octubre de 1821, año de la consumación de la independencia de México y muerto en Córdoba, Veracruz el 2 noviembre de 1882, fue un hombre polifacético y uno de nuestros compositores más importantes y representativos del siglo XIX mexicano.
Compositor, director de orquesta y profesor de música. Fue, sorprendentemente, ejecutante de oboe, trompa, violín, chelo, piano y órgano. Es un niño prodigio que tiene diez años de edad cuando obtiene empleo como músico en la catedral de Toluca y veintiuno cuando ingresa como subdirector de la orquesta de la catedral de la Ciudad de México.
De 1859 a 1862 dirigió su propia academia musical en su domicilio particular, en la cual se prepararon músicos que serían fundamentales para la historia de la música en México, como Lauro Beristaín (1837-1889), José M. Careaga (1830-1895), Miguel Meneses (1832-1892), Melesio Morales (1838-1908), Ángela Peralta (1845-1883), Miguel Planas (1839-1910), Octaviano Valle (1828-1863) y su hermano Antonio Valle (1825-1876), además de sus propios hijos.
En 1859 alcanzó fama en todo el país, cuando su ópera Catalina de Guisa se estrenó en el teatro Nacional. A esta seguiría Pietro d’Abano, estrenada el 5 de mayo de 1863, en la conmemoración del primer aniversario de la victoria mexicana de la batalla de Puebla contra los franceses. Su actividad operística propició la creación de óperas compuestas por sus propios alumnos como Clotilde de Cosenza, de Octaviano Valle; Adelaide y Comingio, de Ramón Vega; I due Foscari y Fidelio, de Mateo Torres Serrato; Atala, la reina de las hadas y Agorante, rey de la Nubia, de Miguel Meneses; Pirro de Aragón, de Leonardo Canales; La fidanzata corsa, de Manuel N. Paniagua; Romeo e Ildegonda, de Melesio Morales, y Don Quijote en la venta encantada, de Miguel Planas.
Crea su propia compañía de ópera, la cual actuó en el Teatro Nacional durante dos años consecutivos (1862 y 1863) y representó, entre otras, las óperas La traviata, Norma, Puritani, Lucrecia Borgia, La sonnambula, Il trovatore, Ernani, I due Foscari (de Torres Serrato) y Catalina de Guisa de su propia creación.
Con todo esto podemos suponer una enorme experiencia y conocimiento sobre el trabajo vocal, la música dramática. Desgraciadamente, y al parecer como siempre, las rivalidades con los músicos capitalinos, además de la animadversión de los conservadores y la Iglesia contra el compositor, con base en razones políticas por demás comunes en un periodo histórico especialmente convulso de nuestro país, condujeron a Paniagua a firmar un contrato para desplazarse a La Habana con su compañía lírica. Desgraciadamente, los empresarios de dicha aventura Duclós y Ortiz, incumplieron el contrato con lo que se vio obligado a suspender su traslado en el puerto de Veracruz y a desintegrar su compañía en junio de 1865. Es en ese estado de la República Mexicana donde pasa los últimos años de su vida sin dejar de componer y hacer música.
- Autores, Varios (Autor)
Su biógrafo y estudioso Michel Hernández Lugo, define su trabajo con una sola frase: “Se considera a Paniagua como el compositor que sienta las bases de la ópera mexicana, lo cual resulta ser un mérito muy importante por la absoluta preeminencia que tuvo este género en el México independiente.”[1]
En 1996 los investigadores Eugenio Delgado y Áurea Maya, del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información musical “Carlos Chávez” (CENIDIM), emprendieron la recuperación del archivo musical de Cenobio Paniagua en Córdoba, iniciando la catalogación de la obra del compositor y la restauración de su ópera Pietro d’Abano. En 2001 apareció su Catálogo de manuscritos musicales del archivo Zevallos Paniagua (CENIDIM), que es la relación más completa y detallada de la obra de Cenobio Paniagua.
Hace dos años aproximadamente, se logró el rescate de su ópera Catalina de Guisa, también por la Dra. Maya y este sería la tercera gran aportación al conocimiento de su obra.
La edición crítica de las canciones de Paniagua que nos aporta de nuevo, la Dra. Maya al lado de Carlos Fernando Reynoso Jurado, es un tesoro lírico desconocido incluso para los propios mexicanos. Estas partituras fueron publicadas por la iniciativa Opera: nuestra herencia olvidada, en una edición cuidadosa y con imágenes de la partitura original. Entre los loables objetivos de esta compañía está el de estimular la reflexión sobre nuestra identidad, de ahí la importancia del rescate de este tipo de partituras que nos definen y cuentan nuestra historia emocional.
Veintitrés canciones que formaron parte de la vida cultural y social de los salones del siglo XIX, donde, sobre todo las mujeres, se interpretaban al piano y en la voz estas obras. Este hecho hace que las partituras sean un claro reflejo primero, de las capacidades de interpretación de la época y segundo, la experiencia del romanticismo mexicano que se debió vivir, sobre todo cuando se estudian los versos de las canciones escritos por grandes poetas de la lengua española como José de Espronceda (1808-1842), Manuel Eduardo de Gorostiza (1789-1851) y Ignacio Rodríguez Galván (1816-1842), entre otros.
El hecho de que haya dedicatorias que van desde señoritas de sociedad hasta la emperatriz Carlota, definen muy bien los procesos históricos por los que pasaba nuestro país, pero también la activa participación femenina, como inspiración, mecenas y ejecutantes de estas obras.
Muy cerca del belcanto italiano, pero con una personalidad propia y una voz nacional, estas canciones tocan todos los temas centrales de la época romántica: el amor en todas sus facetas, el retrato del carácter femenino completamente idealizado, el olvido, el dolor amoroso o la muerte.
Entender nuestro legado lírico y cultural es uno de los grandes pendientes de nuestra sociedad. Comprender que nuestra herencia es mucho más de lo que sabemos y pensamos nos hará conscientes de que nuestra cultura es muchísimo más que un ave herida que cruza el viento.
[1] Maynés Champion, Samuel. ESTRO ARMÓNICO:Cenobio Paniagua y su bicentenario. Proceso. [on line] Ciudad de México. [última consulta: 27 de junio 2023]
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