En su “Poética del espacio”, Gaston Bachelard presenta la casa, el espacio habitado, como un instrumento para analizar el alma humana, pasar del psicoanálisis a un topoanálisis para encontrar un verdadero principio de integración psicológica.
Así destaca: “Examinada desde los horizontes teóricos más diversos, pareciera que la imagen de la casa fuese la topografía de nuestro ser más íntimo”
La pintura y la arquitectura generan imágenes y proyectos que sueñan con transformar los espacios que habita el hombre, las vanguardias en su acción constante muestran la posibilidad de cambiar un orden cerrado en pos de una lectura diferente y creativa. Con gran claridad lo plasma el multifacético artista austriaco Friedensreich Hundertwasser. En 1977 el alcalde de Viena le ofreció el proyecto de construir viviendas sociales. La Casa Hundertwasser se encuentra en Viena en su complejo residencial municipal. Fue estructurado por Hundertwasser y planificado por el Arquitecto Joseph Krawina, combina pisos y fachadas ondulantes, aberturas irregulares, gran colorido y vegetación que cuenta con 250 árboles y arbustos. No se adapta a normas típicas y nos invita a viajar por la tierra de la arquitectura creativa. ¿Qué es lo que animó a Hundertwasser en esta propuesta innovadora? Escribe en uno de sus manifiestos:
“La gente me pregunta por qué yo, siendo un pintor me entrometo en asuntos de arquitectura. Pero además de pintor, soy también un hombre. Antes de sentarnos en cualquier sitio, limpiamos primero la silla, si esta sucia. Entro en una casa como un hombre libre, no como esclavo. Sólo entonces puedo hacer cualquier otra cosa, como pintar, o decir algo. Hay otra razón muy importante por la que elijo Viene para atacar este abuso de cajas-prisiones, sobre todo porque soy austríaco. Por eso tengo una obligación moral, porque desde Austria se lanzó este crimen arquitectónico contra el mundo. Por tanto, las reparaciones deben proceder de Austria. El austriaco Adolf Loos trajo esta atrocidad al mundo. Fue en 1908 con su ingenioso manifiesto titulado «Ornamentación y crimen». Lo hizo con ¡buena intención!….pero Adolf Loos fue incapaz de prever lo que ocurría 50 años después. El mundo nunca se librará del demonio que Loos invoco.
Es cierto que la decoración manida al uso era una mentira. Pero no un crimen. No por quitar aquella decoración las casas se volvieron más respetables. Loos tendría que haber sustituido aquella estéril decoración por vegetación. Pero no ocurrió así. El valoraba la línea recta, lo idéntico, lo liso. Ya tenemos lo liso. Todo resuma lisura. Hasta Dios. Porque la línea recta es atea. La línea recta es la única línea no creativa. La única línea que no se presenta ante el hombre como la imagen de Dios. La línea recta es el verdadero instrumento del demonio. Quien la utiliza, contribuye a la ruina de la humanidad.
Es imposible recuperarse en ese tipo de edificios. A pesar de la psiquiatría y de la seguridad social. El número de suicidios en las ciudades satélites van en aumento. Y los intentos de suicidio son incontrolables. Hay mujeres que no pueden salir durante el día como los hombres. Podríamos pasar horas enumerando las miserias que empezaron con Loos. El nihilismo de los internados se expresa en la disminución del deseo de trabajar y en el descenso de la producción, lo cual pueden seguramente confirmar los psiquiatras y estadistas. Porque la infelicidad se puede cuantificar también cifras y dinero. Así, el daño causado por los métodos racionales de construcción sobrepasa con mucho el ahorro aparente que se haya conseguido. Esto proporciona la prueba de que los edificios racionales se vuelven criminales, si se dejan como son. “

Hundertwasser considera a la casa como una tercera piel, el lugar donde desenvolvemos nuestra existencia más cotidiana. Sostiene la importancia de dar libertad al individuo para modificar su vivienda, para adaptarla a las necesidades de vida en armonía interior. En 1958 presenta “El manifiesto del Enmohecimiento contra el racionalismo en la arquitectura” con el que pretende que los edificios participen en el ciclo orgánico de la materia. Apuesta a una bioarquitectura en la que las casas presenten cultivos de moho, porque es el origen de la vida vegetal. La metáfora del moho viene a reivindicar la libertad general de la construcción.
Retomando a Bachelard con quien encuentro una interesante coincidencia al ofrecer una herramienta teórica, su idea de topo análisis para llegar “al estudio psicológico sistemático de los pasajes de nuestra vida íntima. En ese teatro del pasado que es nuestra memoria, el decorado mantiene a los personajes en su papel dominante. Creemos a veces que nos conocemos en el tiempo, cuando en realidad sólo se conocen una serie de fijaciones en espacios de la estabilidad del ser”
La habitación de Arles y Los comedores de patatas de Van Gogh, son ejemplos inolvidables de lo que transmite la obra pictórica sobre ese espacio interior que es la casa: “He querido poner conscientemente de relieve la idea de que esa gente que, a la luz de la lámpara come patatas sirviéndose del plato con los dedos, trabajó asimismo la tierra en la cual las patatas han crecido; este cuadro, por tanto, evoca el trabajo manual y sugiere que esos campesinos merecen comer lo que honestamente se han ganado. He querido que haga pensar en un modo de vivir muy diferente al nuestro. Así pues, no deseo en lo más mínimo que nadie lo encuentre ni siquiera bonito ni bueno.”
La habitación de Arles es un cuadro que representa el dormitorio de Van Gogh, la primera propia que tuvo entre 1888-1889. Lo pintó antes de la llegada a de Paul Gauguin
La puerta a la derecha se abría a la planta superior y la escalera, la puerta de la izquierda servía para la habitación de invitados que preparó para Gauguin Sobre la pared del frente se abre una ventana, por encima de una mesita, ligeramente descentrada. Esta ventana daba a una plaza y sus jardines públicos, aunque el panorama más allá de la ventana no puede verse. Es un alojamiento modesto, con poco mobiliario, hecho de madera de una cama a la derecha, un perchero, dos sillas, una mesilla de madera en el ángulo y cuadros en las paredes, pero con color y dinamismo como la obra del pintor.
Quedan las preguntas de Bachelard para continuar el camino:
“Entonces, frente a esas soledades, el topo analista interroga: «¿Era grande la habitación? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la guardilla? ¿Era caliente el rincón? ¿De dónde venía la luz? ¿Cómo se saboreaban los silencios, tan especiales, de los diversos albergues del ensueño solitario?»
Victoria Fabre
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