¿Cómo establecer una simbiosis cultural que permita la convivencia y el aprendizaje recíprocos?
Es la pregunta básica que subyace a esta atípica novela negra, que el ghanés Nii Ayikwei Parkes fabula para plantear una cuestión mucho más trascendental que un crimen por resolver.
Y en ello consiste su originalidad, la renovación del género negro.
«—Tú explicas las muertes?», le pregunta a Opanyin, el anciano cazador de Sonokrom, un pequeño poblado ghanés a Kwadwo (Kayo), el médico forense del país, formado en su especialidad en Gran Bretaña. «—Sí —había respondido Kayo con tono desafiante. —Entonces, dime, ¿por qué se muere la gente? —Porque están viejos, o enfermos, o porque alguien los ataca. No lo sé. —Entonces no puedes explicar las muertes. —Opanyin, ese es mi trabajo. Es parte de lo que hago. —Yo soy cazador. Mato animales para comer, pero sé que no mueren porque les disparo o caen en mis trampas; eso es cómo mueren, pero no el porqué […]. ¿Puedes explicármelo?»
Este diálogo, poco antes del final, pone de manifiesto la cuestión central de la novela.
Nii Ayikwei Parkes (Lincolnshire, Gran Bretaña, 1974), novelista, editor, poeta, ensayista y dinamizador cultural radiofónico, tiene la valentía de abordar una tarea arriesgada, una aventura de la que sale airoso a pesar de la dificultad: subvertir (o al menos transformar) el género negro tal como se ha entendido tradicionalmente en la literatura «occidental», por acuñar un término, aunque generalizador, conciso. Si el suizo Friedrich Dürrenmatt cultivó un nuevo modelo de novela negra (‘El juez y su verdugo‘, ‘La sospecha‘, «La promesa‘) desconfiando de la lógica y desplazando los acentos prototípicos más conocidos hasta el momento hacia la filosofía, Ayikwei Parkes le da dos vueltas de tuerca más. Diríase que al autor africano no le interesa tanto poner bajo el foco de atención el móvil y el método de la acción criminal, sino incitar a la reflexión sobre qué consideramos verdad. Y aun concluir, como el forense protagonista Kayo, que, aplicar métodos periciales de la ciencia médica occidental en la que se ha formado, no está reñido con aprender de la sabiduría de la tradición legada a y por los ancianos del lugar, pues la verdad absoluta no existe.
Una vuelta de tuerca —la que constituye la peculiaridad más importante— reside en la contraposición, no excluyente, que el autor plantea entre verdad científica y verdad mítica/verdad fabulada. No es que la verdad científica quede desautorizada por el hecho de que el policía que encarga la investigación le exija al forense un informe exprés sensacionalista que le permita ascender en el escalafón del poder policial, exigencia que Kayo, bajo amenazas, se apresura a cumplir. Lo que realmente queda en entredicho es la posibilidad de establecer qué es verdad. Subsiste la convicción de que hay verdad en la ciencia como la hay también en la fábula, y no se resuelve estrictamente el caso porque el concepto de verdad desdeña por definición lo estricto —lo riguroso—. Al lector le corresponde sacar sus propias conclusiones a partir de lo narrado.
Ello no obsta para que Ayikwei no trate con cuidado exquisito las pistas con que van salpicando la narración en los momentos oportunos y no sepa mantener el suspense hasta el final. Pero el autor ghanés gana la atención del lector a partir de dos líneas paralelas de naturaleza antagónica: los hechos analizables científicamente y el largo y pormenorizado relato fantástico, que cuenta el anciano cazador, interrumpido algunas veces, lo cual contribuye a reforzar la intriga.
La amplitud de personajes que pueblan la novela da fe de la panorámica que el autor nos ofrece de su país, tanto de la ciudad como del medio rural: el viejo cazador Opanyin Poku y su esposa Aku; Oduro, el hechicero; el señor Acquah, propietario de el laboratorio de análisis donde trabaja Kayo; el sargento George Mintah; P. J. Donkor, coordinador regional en jefe de policía; Kwaku Obwsu, sangrador de vino de palma; Nana Sekyere, dirigente político del poblado; Kofi Atta, cultivador de cacao, en cuya choza se han encontrado restos humanos; Akosua Darko, propietaria de un bar-restaurante y su hija; Garba, policía asignado a Kayo como ayudante en la resolución del caso… entre otros.
El gran despliegue de caracteres humanos responde a la intención de Ayikwei de mostrarnos una panorámica plural y realista que puede contribuir a desmontar prejuicios lamentablemente arraigados. El autor ghanés no elude denunciar el soborno como un medio culturalmente arraigado y la fanfarronería y prepotencia de quienes se saben en situación para extorsionar abusando de su poder, pero ellos conviven con personajes honrados y competentes en su profesión.
Especial predilección parece sentir el autor por los ancianos del medio rural, a los que el protagonista forense trata con sumo respeto. La novela está plagada de dichos y refranes del acervo cultural popular ghanés. Diríase que Nii Ayikwei Parkes subraya la importancia del respeto hacia comportamientos culturales que nos son ajenos y que desea llamar la atención sobre la amenaza de desaparición a la que van sucumbiendo. No es casualidad que Opanyin Poku sea una de las dos voces narradoras de la novela: la que relata en primera persona (la otra corresponde a un narrador omnisciente). Tampoco lo es que del añoso cazador, se diga que es «el último de su aldea», y que sea él quien, preservador de la secular tradición oral africana, cuente el largo cuento que sirve de parábola en la novela. Un riesgo que el lector intuye que corre también el hechicero Oduro. La apuesta del protagonista Kwadwo (Kayo) —y la del autor— es la del mutuo respeto y aprendizaje. Así la historia termina diciendo que «el tal Kwadwo que nos hace de médico tres días a la semana (creo que está aprendiendo de Oduro) […]».
El libro añade una nota de la traductora que aclara que el texto original se cuenta en muchas lenguas, según el personaje: twi, inglés, pidgin (inglés criollo), o el ga, que se habla únicamente en la capital Accra. Ello nos da una idea de la riqueza añadida que transportan las páginas de El enigma del pájaro azul (Tail of the Blue Bird). Un glosario con el significado de las palabras en lenguas nativas acompaña la edición.
El mismo año 2017, en traducción de Xavier Pàmies, el mismo sello editorial, Club Editor, publicó la versión catalana. No cabe duda de que la editorial tiene buen olfato para la literatura de calidad y la decidida voluntad de abrir posibilidades a escritores que merecen la pena y por los que otras casas no quieren apostar.
El autor ha recibido diversos premios literarios en todos los registros que cultiva, además del UK YCE Publishing Award y en 2010 fue seleccionado finalista del Commonwealth Writers’ Prize por El enigma del pájaro azul. Ha sido traducido también al francés.
Nii Ayikwei Parkes
El enigma del pájaro azul
Trad. de Magdalena Palmer
Club Editor, 2017, 211 pp.
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