Mujeres son las nuevas alcaldesas de Madrid y Barcelona. Diferente edad, diferente estilo, parecido compromiso con el pueblo que, atónito ante el saqueo, les votó para que fueran las dueñas del timón de un barco extraño perdido en la noche.
Mujeres son y por ello gobernaran más cerca del sudor y las lágrimas. Mujeres, siempre un poco más cerca de la poesía y lo humano. Mujeres solidarias y firmes. Mujeres fuertes para tiempos duros.
Mujeres, como las madres de mayo, como la pasionaria, como tu abuela y la mía que saben mejor que tu y yo lo que se pide por un peine en la retaguardia.
Mujeres, benditas, llegadas al fin a la cima de la gestión de personas.
Mujeres, mucho más acostumbradas al dolor y a hablar de ello.
Mujeres, mascarones de proa de cambios que ya no admiten demora.
Mujeres para volver a encontrarnos en el sentimiento ,para no odiar tanto.
Mujeres lejos de la avaricia, lejos del rencor y el reojo al brillo ajeno.
Mujeres que no desean ganar si no es con todos de la mano.
Mujer tu madre, tu hermana, tu novia, que te mira tras mirar el televisor de la vergüenza con cara de asombro.
Mujeres que cantan canciones de libertad, que abren las ventanas de esperanza ,que bailan danzas que huelen a mañana.
En mitad de la calle, bajo la lluvia, hay una mujer empapándose con los ojos cerrados. Los transeúntes le observan. Los vehículos le acribillan con el claxon. No tiene prisa. No tiene nada que perder. No hay nada que perder cuando hubo un tiempo en que se perdió todo. Esa es la pasta de la que debieran estar hechos los líderes.
Mujeres, una razón para creer.