El otro día vi la película “Mil veces buenas noches” (“Tusen ganger god natt”, Erik Poppe, 2013), acerca de una reportera gráfica, sus experiencias, sus fotografías y su familia.
Fuerte, cruda y dura. Pero más allá del drama que plantea, hay una pregunta que anda por allí dando vueltas, tanto en la película como en mi cabeza: ¿Para qué hacemos fotos? (o lo que sea que hagamos cada uno).
Ella hace fotos para cambiar el mundo. Yo no aspiro a tanto, mis fines no son tan altruistas. Tampoco es que yo sea fotoperiodista, porque no lo soy.
Yo hago fotos para expresar mis emociones, contar cosas que no puedo decir con palabras, transmitir algo de lo que llevo dentro.
Quizá algunas de mis fotos logren provocar algún sentimiento en quién las observa.
Quizá las más afortunadas logren moverte alguna idea que parecía estática, o despertarte alguna emoción escondida. Quizá alguna vez logre hacer una que te vuele la cabeza.
Mis fotos no cambian el mundo. Mis fotos, con suerte, quizá puedan cambiar algo en vos…
Añadir comentario