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Las preposiciones y conjunciones como unidades de relación

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Para la sintaxis española, las reglas de concordancia suponen la principal garantía de cohesión estructural. No obstante, existen otros elementos oracionales que contribuyen también a esto, aunque como unidades de relación, nos referimos a las preposiciones y conjunciones.

Sobre ellas hablaremos en este artículo.

  1. ¿Partículas o unidades de relación?

 Según la tradición gramatical de nuestra lengua, se conoce con el nombre de partículas al conjunto de palabras invariables, es decir, a aquellas palabras que no experimentan variaciones de género, número o persona, como lo son los adverbios, las preposiciones, las conjunciones y las interjecciones.[1] Algunos autores también consideran partículas a los prefijos y sufijos, a los que más específicamente denominan partículas compositivas.[2]

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Pese a la vaguedad del concepto, hubo gramáticos, como Francisco Marcos Marín, que no dudaron en circunscribirlo a la esfera de las preposiciones y conjunciones, dejando fuera a los adverbios, las interjecciones y los afijos.[3] Esta decisión no fue del todo convincente, básicamente porque las preposiciones y conjunciones, por las funciones precisas que desempeñan, tienen más condiciones para ser excluidas de la lista de partículas que para arrogarse ellas solas el nombre del conjunto.

Así lo entendió Emilio Alarcos Llorach, quien en su Gramática llama a las preposiciones y conjunciones unidades de relación, pues su función principal es establecer algún tipo de relación sintáctica entre dos o más palabras variables, es decir, entre aquellas palabras que pueden experimentar variaciones de género, número o persona, como sucede con los sustantivos, pronombres, adjetivos, verbos y determinantes.[4] Esta es la nomenclatura que estimamos más apropiada y la que, por ende, aquí seguimos.

  1. Sintaxis de las preposiciones

 Las preposiciones son las unidades gramaticales que expresan la relación existente entre un sustantivo, un adjetivo o un verbo y un sustantivo, un grupo nominal o un pronombre.[5] De manera que, en enunciados como El escritorio de Lucía, Es apta para el trabajo o Dáselo a ella, las preposiciones de, para y a expresan la relación que el sustantivo Lucía, el grupo nominal el trabajo y el pronombre ella establecen, respectivamente, con el grupo nominal El escritorio, el adjetivo apta y el verbo Dáselo.

De los dos elementos relacionados, llamamos elemento inicial al que precede a la preposición (La casa de mi madre), y terminal al que la sucede inmediatamente (La casa de mi madre). Es importante destacar que la preposición no puede llegar nunca separarse de su término, ya que ambos constituyen, no solo una unidad sintáctica, sino también una unidad fonética.[6] Esto explica las soldaduras de la preposición con otras palabras, como las que existieron en los siglos XVI y XVII (dél, della, deste, desta, etc.), y aun antes, como las que encontramos en Nebrija (delas, conlas, enla, etc.).

Las preposiciones pueden aparecer tanto en el sujeto como en el predicado, aunque es más común esto último. En el sujeto cumplen la función de introducir un complemento del sustantivo o modificador indirecto, que es como se le llama en mi país, por ejemplo: El socio de mi padre viajará a Lisboa el próximo domingo. En el predicado cumplen la función de introducir objetos directos (Vi a tu padre), objetos indirectos (Le di las llaves a mi vecina), complementos agentes (El ladrón fue atrapado por la policía) y complementos circunstanciales (Trabajaba con esmero); sin ir más lejos, en el ejemplo que aparece al principio de este párrafo, el sintagma preposicional a Lisboa cumple la función de complemento circunstancial de lugar (El socio de mi padre viajará a Lisboa el próximo domingo).

Además de las construcciones del predicado que mencionamos más arriba, existe otra en la que la preposición cumple un papel inexcusable: el complemento de régimen preposicional.

Llamamos régimen preposicional a la relación de «obligatoriedad» que existe entre algunas preposiciones y ciertos verbos. Por ejemplo, el verbo aludir exige la preposición a; el verbo confiar exige la preposición en; el verbo surgir exige la preposición de. Observemos, pues, las siguientes oraciones: El texto aludía a su familia; Confío en tu criterio; Surgió de la nada. Como podemos apreciar, los grupos preposicionales a su familia, en tu criterio y de la nada cumplen la función de complementos del verbo, pero no podemos asociarlos a ninguna de las construcciones conocidas del predicado, más allá de que, a muchos, el primero pueda parecerles un objeto indirecto; el segundo, un objeto directo, y el tercero, un complemento circunstancial de lugar.[7]

Otro fenómeno sintáctico relativo a las preposiciones es el dequeísmo, que es como se conoce al uso inapropiado de la preposición de delante de la conjunción que, como sucede en la siguiente oración: *Le preocupa de que no lleguen a tiempo. Este y su inevitable contraparte, el queísmo, son errores sobradamente conocidos, por lo que nos limitaremos aquí tan solo a mencionarlos.

  1. Las conjunciones y los conceptos de coordinación y subordinación

Las conjunciones son las unidades gramaticales que expresan relaciones de coordinación o subordinación entre palabras, sintagmas u oraciones. Las relaciones de coordinación están determinadas por las conjunciones copulativas (y, ni, e), disyuntivas (o, u) y adversativas (pero, sino, mas);[8] las de subordinación, por las conjunciones completivas (que, si), condicionales (si, como + subjuntivo), causales (porque, como + indicativo), concesivas (aunque, si bien), temporales (luego que, no bien), consecutivas, (que), ilativas (luego, conque), comparativas (que, como) y exceptivas (salvo).

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Veamos algunos ejemplos de conjunciones coordinantes: Luis, Matilde y María son hermanos (conjunción copulativa); ¿Sales o llegas? (conjunción disyuntiva); Eres bueno, pero irresponsable (conjunción adversativa). Como podemos observar, los elementos coordinados poseen una misma categoría gramatical: en el primer ejemplo, Luis, Matilde y María son sustantivos; en el segundo, Sales y llegas son verbos, y en el tercero, bueno e irresponsable son adjetivos. Esto es siempre así, pues no podríamos hablar de coordinación sin una equivalencia de elementos.

Veamos, ahora, algunos ejemplos de conjunciones subordinantes: Creo que volverá (conjunción completiva); No sé si es él (conjunción completiva); Si te gusta la comida, házmelo saber (conjunción condicional); Como no te sientes, te daré un tortazo (conjunción condicional); Lo haré porque tú lo pides (conjunción causal); Como no venías, me fui (conjunción causal); Camina todos los días hasta el colegio, aunque vive lejos (conjunción concesiva); Si bien no me parece este el mejor procedimiento, lo aceptaré (conjunción concesiva); Luego que lo inspeccionó, le devolvió su billetera (conjunción temporal); No bien llegue a casa, me ocuparé del asunto (conjunción temporal); Hacía tanto calor que no se podía respirar (conjunción consecutiva); Pienso, luego existo (conjunción ilativa); El lugar está por cerrar, conque apúrate (conjunción ilativa); Vino más gente que el año pasado (conjunción comparativa); Hemos tenido tantos triunfos como derrotas (conjunción comparativa);  Todos aprobaron el examen, salvo Rocío (conjunción comparativa). Como podemos apreciar, el segmento formado con el grupo sintáctico introducido por las conjunciones subordinantes complementa muchas veces al predicado principal (Te cité porque quería confesarte algo); otras, en cambio, adopta el papel de uno de los dos miembros de esas construcciones cuyos elementos guardan entre sí cierta relación discursiva (pensemos, a modo de ilustración, en la prótasis y la apódosis de las oraciones condicionales). Con respecto a esto, cabe señalar que, si bien las conjunciones coordinantes copulativas y disyuntivas pueden relacionar más de dos segmentos (Oyó el timbre del teléfono, lo contestó y anotó lo que le decían desde el otro lado del tubo), las subordinantes solo pueden relacionar dos.

[1] Esta definición de partícula tardó unos siglos en consolidarse. Nebrija, por ejemplo, incluía en esta nómina a mesmo (‘mismo’) y al artículo, que, como sabemos, son variables. En la Nueva gramática de la lengua española de 2009, el concepto prácticamente no aparece y, cuando lo hace, parecería referirse solo a los prefijos.

[2] La expresión partícula compositiva fue usada por Andrés Bello en su Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos para definir fundamentalmente a los prefijos. La última edición del DLE la incluye como acepción (véase RAE y ASALE. Diccionario de la lengua española, edición online. Consultado el 26 de octubre de 2019).

[3] Véase Francisco Marcos Marín. Curso de gramática española, Madrid, Editorial Cincel, 1980.

[4] Véase Emilio Alarcos Llorach. Gramática de la lengua española, Madrid, Espasa, 1994.

[5] En la actualidad, el número de preposiciones asciende a veintitrés: a, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, durante, en, entre, hacia, hasta, mediante, para, por, según, sin, so, sobre, tras, versus y vía. En el caso particular de la preposición pro, añadida por algunos gramáticos, vale la pena destacar que presenta todavía controversias, ya que la Ortografía de la lengua española de 2010 la incluye en su lista de prefijos.

[6] Esta unidad se corresponde con los casos gramaticales que el español heredó del latín, especialmente con el genitivo y el ablativo.

[7] Esta confusión es más común de lo que se cree, puesto que, durante mucho tiempo, el complemento de régimen preposicional no se estudió en los colegios secundarios, por lo que los alumnos debían analizar sintácticamente estos complementos a partir del paradigma de construcciones del predicado con el que estaban más o menos familiarizados, intentando muchas veces que un complemento de régimen preposicional «encastrara», sí o sí, en una de esas categorías.

[8] Las conjunciones coordinadas pueden ser también compuestas, como sucede con las copulativas (nini…; tantocomo…; tantocuanto…; asícomo…) y con las disyuntivas o distributivas (seasea…; yaya…; oraora…; bienbien…; oo…).


 

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Flavio Crescenzi

Flavio Crescenzi

Flavio Crescenzi nació en 1973 en la provincia de Córdoba, Argentina.

Es docente de Lengua y Literatura, y hace varios años que se dedica a la asesoría literaria, la corrección de textos y la redacción de contenidos.

Ha dictado seminarios de crítica literaria a nivel universitario y coordinado talleres de escritura creativa y escritura académica en diversos centros culturales de su país.

Cuenta con seis libros de poesía publicados, los dos últimos de ellos en prosa:
• «Por todo sol, la sed» (Ediciones El Tranvía, Buenos Aires, 2000);
• «La gratuidad de la amenaza» (Ediciones El Tranvía, Buenos Aires, 2001);
• «Íngrimo e insular» (Ediciones El Tranvía, Buenos Aires, 2005);
• «La ciudad con Laura» (Sediento Editores, México, 2012);
• «Elucubraciones de un "flâneur"» (Ediciones Camelot América, México, 2018).
• «Las horas que limando están el día: diario lírico de una pandemia» (Editorial Autores de Argentina, Buenos Aires, 2023).

Su primer ensayo, «Leer al surrealismo», fue publicado por Editorial Quadrata y la Biblioteca Nacional de la República Argentina en febrero de 2014.

Tiene hasta la fecha dos trabajos sobre gramática publicados:
• «Del nominativo al ablativo: una introducción a los casos gramaticales» (Editorial Académica Española, 2019).
• «Me queda la palabra: inquietudes de un asesor lingüístico» (Editorial Autores de Argentina, Buenos Aires, 2023).

Desde 2009 colabora en distintos medios con artículos de crítica cultural y literaria.

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