A Susana se le iluminan los ojos cuando habla de Ángel, contesta con sosiego y sabe decirlo con una ternura especial, aquella que determina el haber vivido con un hombre singular, excepcional; con un hombre bueno en el sentido machadiano.
Pero no nos confundamos, otra cosa es cuando tocan su fibra sensible, cuando precisamente se da cuenta de que la injusticia se cierne sobre el poeta. Las maledicencias, los falsos amigos, cuando los “pelotas” de turno o los envidiosos de siempre pretenden apropiarse de la figura de su ausente y presente compañero, entonces emerge la Susana “leona”, con uñas y dientes –y con datos— anota, se explaya sin rencor pero con contundencia, cada palabra la mide en todas sus dimensiones para dejar claro hasta donde se puede llegar. Aquí les dejo con ella; les ruego que se sienten: a nadie dejará indiferente.
Un gran poeta y tímido como Ángel, pienso, tuvo que vivir constantemente sumergido en su mundo, en sus ensoñaciones; ¿Hubo espacio para el romanticismo en vuestra relación?
Oh no, en absoluto, Ángel se sumergía en su mundo interior únicamente cuando estaba escribiendo intensamente, yo lo sabía porque se retiraba a su despacho sin decir nada, otras veces, cuando se trataba de obligaciones superficiales, sí me decía lo que iba a hacer. Después de un rato yo le preguntaba, “¿Ángel qué haces?”, y si me contestaba, “Mis cosas”, sabía que necesitaba un tiempo ininterrumpido, y yo me retiraba a lo mío también. Pero fuera de esos momentos todo era alegría, felicidad, y celebración de la vida. Lo que sí hubo constantemente fueron muestras de amor y compatibilidad humana. Cuento tres anécdotas. En el año 73 fue a Chile a reencontrarse con su hermano Pedro. Observó que antes de salir a trabajar siempre le llevaba un café a su mujer mientras ella permanecía en la cama, le dijo que lo hacía para que empezara bien el día y se acordara de él. A Ángel ese gesto le pareció tan conmovedor y lleno de ternura y amor que desde el primer día que vivimos juntos se levantaba siempre primero y estaba pendiente de cuando hacía algún movimiento que indicaba que ya estaba despierta para llevarme el café a la cama. Una noche viendo una película, no me acuerdo cual porque no era muy buena, la protagonista dijo, “Me gusta tener siempre flores frescas en casa”, me oyó murmurar, “Ah, pues a mí también que me gustaría”, desde entonces una vez a la semana llegaba del mercado con un resplandeciente ramo de flores frescas. Un día en Albuquerque, cerrando la puerta del patio, le pilló la pata a un grillo. A Ángel le atraían mucho los grillos, decía que su canto era como un eco de la armonía de las esferas que surgía de la tierra para producir el son del amor. Pues a este grillo lo adoptó porque le daba pena de que se había quedado cojo, y por esa misma razón lo nombró Lord Byron. Le hizo una casa de un recipiente de plástico y todos los días le ponía agua, y lechuga y pan para comer. Se acercaba a él y le silbaba para animarlo a cantar. Yo, disimulando enfado, bromeaba que se preocupaba más por él que por mí. Lo tuvimos por mucho tiempo, pero como era inevitable, un día se nos murió. Ángel estaba desolado y me dijo, “Susi, te parecerá una tontería, pero me gustaría hacerle un funeral a Lord Byron”. Yo respondí que estaba pensando lo mismo pero que no había dicho nada porque creía que a él le iba a parecer una tontería. Total, Ángel salió para comprar comida y bebida especial, flores, y velas. Al atardecer iluminamos la oscuridad de la casa con las velas, yo leí un fragmento de un poema de Keats:
En la tierra jamás la poesía cesa:
cuando, en la solitaria tarde invernal, el hielo
ha labrado el silencio, en el hogar ya vibra
el cántico del grillo, que aumenta sus ardores,
y parece, al sumido en somnolencia dulce,
la voz de la cigarra, entre colinas verdes.
Ángel cantó una asturianada sobre un grillo, no sé si es una canción auténtica o si la improvisó. Luego pusimos el Réquiem de Mozart y enterramos a Lord Byron junto a un rosal amarillo, color del sol y su favorito. Cenamos en el patio, Ángel hasta comió un poquitín de lechuga, cosa que no le gustaba, en homenaje a Lord Byron. Como remate nos tomamos un martini, bueno más de uno, contemplando el firmamento, sumergidos en la armonía de las esferas y escuchando en la memoria el canto de nuestro grillo.
Se está dando una idea muy equivocada de la personalidad de Ángel, quizás porque los que más hablan de él ahora son personas que lo conocieron más bien superficialmente y cuando ya era bastante mayor y tenía varias enfermedades. Lo pintan como un ser callado, pesimista, casi tétrico. Posiblemente sus poemas críticos también contribuyan a ese perfil, pero él decía que escribía cuando estaba “en desajuste con el mundo”, y siempre separaba al poeta de la persona. Esa versión de él no tiene nada que ver con la realidad, yo no hubiera podido vivir treinta años con una persona así. Pasó por momentos pesimistas, como cualquier ser humano, sobre todo quienes hayan vivido circunstancias trágicas, pero en general, era una persona muy alegre, bon vivant, dicharachero; en las fiestas cantaba, bailaba, y contaba chistes como nadie. A mí lo que más me gustaba de él era su inteligencia y sentido del humor, ah, y también que me trataba como una reina.
Susana y Ángel boda 1993
Entiendo que es muy personal pero para conocer el hombre, para rozar verdaderamente su carne y hueso te pregunto: en sus primeros años la vida de Ángel quedó marcada por dolorosos acontecimientos, la muerte de su padre, el asesinato de su hermano durante la guerra civil, el exilio de su otro hermano y la persecución de su hermana Maruja. ¿Crees que estos acontecimientos pudieron influir en su decisión de no tener descendencia?
Esas vivencias traumáticas lo marcaron muy profundamente y formaron un aspecto de su cosmovisión, eran una parte de su ser. Pero esos dolorosos acontecimientos lo convirtieron en un luchador en todos los sentidos y por eso pudo dispersar la nube negra que planeó sobre él en sus años formativos para integrarse en el ámbito más luminoso del mundo. Ángel vivía inmerso en el presente porque sabía que la tormenta podía estallar de un momento a otro. El poema “Quédate quieto” refleja esta actitud:
Deja para mañana
lo que podrías haber hecho hoy
(y comenzaste ayer sin saber cómo).
Y que mañana sea mañana siempre;
que la pereza deje inacabado
lo destinado a ser perecedero;
que no intervenga el tiempo,
que no tenga materia en que ensañarse.
Evita que mañana te deshaga
todo lo que tu mismo
pudiste no haber hecho ayer.
No tener descendencia no fue exactamente una decisión, se debió más bien a que las circunstancias adecuadas no se dieron.
¿Qué cualidad humana de Ángel destacarías por encima de cualquier otra?
Su integridad que se componía de tres características: bondad, honestidad, y modestia. Las primeras dos provienen de su madre, la persona que más quiso y admiró, para él ella era un ejemplo de probidad, como demuestra en este comentario: “Aunque era muy religiosa pensaba que la bondad, la honestidad, etc., eran los valores fundamentales de la religión, y no me parece que estuviese descaminada. Los aspectos formales de la fe no le preocupaban tanto. La importante para ella era ser bueno y honesto. Es posible que en mi poesía haya quedado la nostalgia del mundo de bondad en el que creía mi madre, opuesto a una realidad donde esos valores no contaban demasiado”. Curiosamente, yo puedo decir exactamente lo mismo de mi madre, salvo que para ella sí son importantes algunos aspectos formales de la religión. Parece que éramos de la misma estirpe y por eso pudimos navegar juntos por los mares turbulentos que agitan el “acariciado mundo”. Gracias a lo que aprendí de él puedo hacerlo yo ahora sin su presencia física alentada por lo que me dejó escrito en una carta que coincide con lo que pensaba de su madre: “Eres la persona que más quiero en este mundo: también la más honesta, la más íntegra, la más buena: la mejor”.
La modestia creo que fue una cualidad innata en él que se vio reforzada por las opiniones de su maestro, Antonio Machado: “Sed modestos: yo os aconsejo la modestia, o, por mejor decir: yo os aconsejo un orgullo modesto, que es lo español y lo cristiano. Recordad el proverbio de Castilla: ‘Nadie es más que nadie’. Esto quiere decir cuánto es difícil aventajarse a todos, porque, por mucho que un hombre valga, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre. Así hablaba Juan de Mairena a sus discípulos. Y añadía: ¿Comprendéis ahora por qué los grandes hombres solemos ser modestos”? Esa última frase, “los grandes hombres solemos ser modestos” la repetía mucho.
- ¿Cómo era vuestra vida en Nuevo México comparada con la que llevabais en la madrileña plaza de San Juan de la Cruz?
A España íbamos de vacaciones y nos dedicábamos a disfrutar de la vida, era una existencia bastante bohemia, nos la pasábamos en la calle, tanto que cuando se propuso poner una placa en la casa de Madrid bromeábamos los amigos y yo que en vez de poner “En esta casa vivió el poeta Ángel González” se debería poner “En esta casa durmió el poeta Ángel González, y sigue durmiendo Susana Rivera”. En Nuevo México era una existencia más ordenada porque allí nos ganábamos la vida para después gozarla durante las vacaciones. Pero siempre encontrábamos tiempo para la alegría, compaginábamos muy bien el trabajo con el ocio y el recreo, me gusta esta última palabra, re-creo, porque Ángel decía que encerrarse únicamente en el trabajo era nocivo para la imaginación. Según él convenía estudiar un rato, pero luego despejar la mente alejándose del trabajo para después volver a él, y entonces se re-crea. De domingo a jueves trabajábamos, pero en el campus nos reuníamos con amigos, alumnos, o colegas para comer o tomarnos un café y charlar. Los viernes teníamos una tertulia en el “Faculty Club” de la universidad, al principio iban sólo personas de nuestro Departamento, pero se fue haciendo famosa y se incorporaron profesores y alumnos de otros departamentos, casi todos españoles o latinoamericanos. Cuando cerraba el local algunos se despedían, sobre todo los profesores, pero otros continuábamos con la pos tertulia en un bar que se llamaba Jack’s, la pos tertulia era la cena, y luego los más resistentes acabábamos en casa de alguien, muchas veces en nuestro apartamento, para la postrera tertulia que casi acababa con nosotros, ja, ja, allí se nos hacía de madrugada entre risas, copas, música… Por lo menos una o dos veces al mes íbamos a una fiesta en casa de colegas o de alguna de las muchas españolas casadas con militares españoles que residen en Albuquerque, Ángel era casi siempre la estrella de la reunión. Si no había fiesta cogíamos el coche y nos íbamos a Santa Fe, mi ciudad natal que es para mí lo que era Oviedo para Ángel. Es una ciudad con mucho arte, buenos restaurantes, museos, música, y una bailaora de flamenco, María Benítez, que le fascinaba. En homenaje a mí Ángel se despertaba cantando “Me voy pa’l pueblo, hoy es mi día, voy a alegrar toda el alma mía”. A veces llegábamos hasta Colorado o Arizona pasando por los pequeños pueblos nuevomexicanos, a Ángel le encantaba hablar con los joyeros de Santo Domingo o Zuni, los tejedores de Chimayó, los santeros de Córdova, las ceramistas de Ácoma o Santa Clara, los curanderos de todas partes que curaban todos los males… Decía que era como transportarse súbitamente a un espacio donde se había detenido el tiempo.
Vivíamos de maravilla, no tiene absolutamente nada que ver con unas declaraciones de José Luis García Martín: «En América, Ángel sólo tenía soledad, mucha soledad y versos, nada de whisky y amigos. Ni siquiera estaba Susana. Ángel allí sólo estudiaba y se esforzaba con sus propios versos y analizaba los ajenos». No sé como se atreve a decir semejante tontería, sobre todo porque no era amigo de Ángel y de su vida privada no sabía absolutamente nada. Otros dicen que vivía solo en Madrid, o sea que yo soy una entelequia, ja, ja. No sé que consiguen con intentar desaparecerme de su vida.
Durante mucho tiempo ocultaste la relación a tu familia imagino que por el conservadurismo de la misma, por el tabú, todavía hoy muy enraizado, de profesor-alumna. Incluso creo que Ángel nunca la conoció ¿Cómo llevaste esta circunstancia de tu vida? ¿Terminaron aceptando, finalmente, la situación?
Con mi familia disfruto de una solidaridad total y absoluta, amor incondicional. No supieron de mi relación con Ángel hasta después de su muerte y lo único que me preguntaron fue si había sido feliz, cuando les contesté que sí me felicitaron y se alegraron por mí. He tenido mucha suerte con mis dos familias. Lo llevé bien porque siempre tuve la firme convicción de que fue por una buena razón, no preocupar a mi madre. Más que por el tabú profesor-alumna se debió a los 33 años de diferencia que nos llevábamos. Se hubiera llevado muy bien con todos, estoy segura.
Eres profesora en el Departamento de Español y Portugués en la Universidad de New México, Albuquerque, la misma Universidad en la que trabajó Ángel. Impartes clases de Español y te desempeñas en líneas de investigación de literatura peninsular, es decir tienes y tenías tu propia actividad profesional, tu trayectoria ¿El hecho de estar unida a un personaje más o menos público, a un reconocido artista, eclipsó o entorpeció tu carrera profesional?
En absoluto, más bien todo lo contrario. Ya sé que a veces es muy difícil para parejas o vástagos superar los obstáculos que pueden surgir al estar relacionados con personas que han tenido éxito en la misma profesión, pero, para mí, haber tenido el privilegio de compartir la vida con un sabio de la vida y de la literatura me enseñó lo suficiente para saber vencer cualquier impedimento.
¿Te pedía opinión Ángel de su obra?
A Ángel nunca le gustó hablar de su propia obra salvo en lecturas o conferencias, con el que más habló de poesía en general, casi el único, fue Jaime Gil de Biedma. Pero cuando daba un libro por terminado siempre me pedía que lo leyera antes de enviarlo a la editorial, alguna vez hizo algún cambio, pero pocas, siempre cerraba el libro cuando se sentía ya muy seguro. Lo que sí le gustaba mucho era hablar conmigo de la obra de otros autores, sobre todo cuando yo ya era profesora. Él se despertaba siempre antes que yo y mientras desayunaba repasaba mis notas de clase y apuntes de otras lecturas que dejaba en la mesa. Antes de salir a la universidad intercambiábamos opiniones, de esas conversaciones salieron cosas interesantes como el título Nada grave, y la visión que late detrás del libro. Digo visión porque hablábamos mientras contemplábamos las montañas nuevomexicanas que tanto lo inspiraron.
Imagino que es un tema que debe de resultarte un poco reiterativo pero, como asturiano y ovetense no me resisto a la tentación de comentar la, ya famosa, Fundación que nunca existió y que finalmente el legado de Ángel nunca llegará a nuestra —su— tierra. Creo que incluso has llegado a afirmar que cuando falten tus amigos Lola y Juan no volverás a pisar Oviedo. ¿Rencor, decepción, cansancio… o un poco de todo?
¡Qué va! Supongo que leíste eso en una entrevista del año pasado, pero el entrevistador me malentendió, yo pienso seguir visitando Oviedo hasta que me muera. Mis queridísimos Lola y Juan son el faro, pero hay muchos más focos, y en cada viaje se alumbran más, gracias sobre todo a ellos. Y aunque no estuviera ninguno, sería igual, iría para recorrer los pasos del hombre que siempre va conmigo, el regalo más duradero que me hizo Ángel fue este verso: “Este amor ya sin mí te amará siempre”. No necesito nada más que eso para ir a Oviedo, o cualquier lugar del mundo, y ser feliz, acompañada o sola.
El rencor, y otros sentimientos parecidos, son una pérdida de tiempo y energía que no conduce a nada. Yo lo que más siento es asombro e incomprensión por el desinterés absoluto del Principado y de la mayor parte de la intelectualidad asturiana en una Fundación Ángel González y por la traición de algunos que parecían ser sus amigos.
La historia es francamente sórdida. Ángel nunca pensó en fundaciones ni cátedras ni nada parecido. Habíamos acordado los dos que si, a su muerte y la mía, había algo de interés entre sus cosas, lo donaríamos a la Universidad de Oviedo, era un regalo que les queríamos hacer a los asturianos. Pero cuando un grupo de amigos vio que la muerte ya estaba coqueteando con él seriamente comenzaron a presionarlo para que dijera que quería una Fundación. Le aseguraban que, como era tan grande, el Principado se volcaría en el proyecto y Luis García Montero movilizaría todo el mundo de la literatura, y Joaquín Sabina, que es el que más lo presionó, involucraría el de la música. Total, iba a ser una Fundación grandiosa, mucho mayor que la de José Manuel Caballero Bonald en Jerez de la Frontera que le mencionaban siempre como referente. Ángel se resistió durante mucho tiempo, pero supieron como llegar a él: utilizarme a mí. Lo convencieron que una Fundación me facilitaría los trámites legales y burocráticos que trae la muerte y después con los derechos de autor y el destino de su legado. Así fue como lo atraparon, o por lo menos eso creían. Pensó bien el nombramiento de los patronos: por el lado legal, nuestro abogado Antonio Masip, por el académico, Luis García Montero por su inmenso protagonismo en el mundo literario, y como garantía, a su amigo de la infancia, Manuel Lombardero, estaba convencido de que me protegería de cualquier intento de engaño en el proceso de levantar la Fundación, no esperaba después mucho más de él puesto que tenía 83 años. A mí me nombró Presidenta.
Bien, Ángel se murió e inmediatamente comenzaron a hablar de las grandes maravillas que iba a hacer la Fundación: la sede iba a estar en un sitio magnífico, en el Palacio de los Condes de Toreno en la Plaza Porlier, iban a reinstaurar el premio de poesía Ángel González, y luego organizarían un congreso mundial sobre la poesía de posguerra como inicio de las actividades que se llevarían a cabo con regularidad como es propio de una Fundación. Manuel Lombardero anunció que donaría su biblioteca de poesía hispánica lo cual me pareció estupendo porque el legado de Ángel es interesante, pero escaso. El tiempo fue pasando y nadie se volcó en nada, yo les escribí, “Y nos dieron el 2008, el 2009, el 2010…”. Lo único que hicieron los patronos de inmediato fue sacarme 10.000 euros indebidamente, pues la Ley de Fundaciones estipula que la dotación se puede aportar con bienes: “La dotación, que podrá consistir en BIENES y derechos de cualquier clase…” (Capítulo II, Artículo 12). En cinco años me querían cobrar 30.000 más aunque lo que yo iba a regalar superaba esa cifra con creces. Allí siguen los 10.000 euros muertos de risa en una cuenta bancaria a nombre de una Fundación inexistente porque se niegan a devolvérmelos, mientras tanto mi cuenta en Madrid el verano pasado estaba en números rojos. Al poco tiempo el Principado decidió cambiar la sede de un espacio propio a unas estanterías que necesitaban llenar en el Archivo Histórico y un despachín, no se sabe para quien porque no había dinero para un director. El premio de poesía nunca se convocó y el congreso mundial tampoco se organizó. O sea, todo acabó en pura palabrería sobre palabrería y unos hombres pensando que haber sido nombrados patronos equivalía a ser los herederos del poeta, y confundiendo, además, el encargo de levantar una Fundación con un desahucio.
Después de tanto hablar de las maravillas que iban a realizar, en noviembre del 2008 recibí un correo electrónico de Manuel Lombardero donde me advertía lo siguiente: “Y en cuanto a lo de tener un Director es algo que queda fuera de nuestro alcance, porque no es posible contratar a una persona que valga para el cargo sin tener la seguridad de que podremos pagarle. Y si el Principado no pone en sus presupuestos una partida destinada a tal fin –una partida que cubra los gastos mínimos- no deberíamos hacernos ilusiones en cuanto al porvenir de la Fundación”. El Principado nunca asignó una partida a la Fundación, pero en agosto del 2009 me volvió a escribir para recordarme que tenía cinco años para darles más dinero cuando en realidad no tenía que darles ni un céntimo.
Una Fundación Ángel González no sólo no interesó a casi nadie en Asturias, y menos en Oviedo, salvo a sus amigos fieles, sino que a algunos incluso les molestó por miedo a la competencia. En el 2009 recibí una carta del patrono Antonio Masip donde decía:
La Fundación no puede convertirse en una organizadora de eventos culturales en competencia con la Fundación Alarcos (sic), Tribuna Ciudadana o el Club de la Nueva España.
El activo principal de la Fundación debería ser la biblioteca de poesía hispana de Manuel Lombardero, nuestro patrono y amigo, de llegar a ultimarse, tal y como empezamos a concebir nada más enterrar las cenizas de Ángel. Las actividades tienen que ser las propias de una biblioteca de esta calidad y especialidad: abrirla al público, mantenerla viva en su continuidad coleccionista, publicar una revista o anuario, convocar estudios y encuentros sobre Ángel y cualquier aspecto poético. Todo vinculado a la biblioteca. Con la biblioteca “Lombardero” han de estar a disposición social los libros y manuscritos que Ángel dejó y que quería que estuviesen en su Fundación.
Agradecí que por lo menos hubiera mencionado a Ángel, pero no entendía cómo se iba a publicar una revista o anuario o convocar estudios o encuentros si no contábamos con ningún presupuesto. Era evidente que nada de eso se iba a llevar a cabo e iba a terminar en una biblioteca, nada más. Dos meses y pico después recibí un correo de García Montero donde decía, “Creo que conviene ser realistas y aceptar lo que se tiene. Aunque haya otras opciones perfectas, si no están al alcance de la mano, conviene aprovechar una salida que asegura el cuidado de los libros a largo tiempo y unas instalaciones puestas en marcha. Como no tenemos fondos, está bien aprovecharse de los bibliotecarios y las instalaciones que ofrece el Principado”. O sea, yo tenía que aceptar que me iban a sacar 40.000 euros y los derechos de autor, y vaciarme la casa, a cambio de unas estanterías y quizás una placa que dijera Fundación Ángel González que posiblemente con el tiempo cambiarían a “Biblioteca Lombardero”. Yo a veces tenía ganas de decirle al amigo de la infancia, “¡Manoooolo!, el juguete ye de Ángel”. Parece que yo estaba pagando por el privilegio de incorporar el legado de mi marido a dicha biblioteca y quizás iban a utilizar mi dinero para irse de compras y ampliar la colección. Ángel ni siquiera era bibliófilo. Yo era totalmente realista y sabía que no iba a haber ninguna Fundación, ellos también lo sabían, pero no les importaba engañar al amigo muerto con una falsa Fundación con tal de poder jugar a ser patronos cual Sancho Panza en su ínsula de Barataria. Estaba de sabático en Madrid por entonces y convoqué dos reuniones para hablar sobre cómo íbamos a proceder para formar, por el momento, una mínima infraestructura: director y/o gestor, empleados, financiación, etcétera. Ninguno de los tres apareció. Creo que era un aviso de que no me consideraban nada más que Presidenta florero. Les molestó que insistiera en que el activo principal tenía que ser el estudio y divulgación de la obra y figura de Ángel González como estipuló en su testamento, y en que tenía que ser una auténtica Fundación como le habían prometido los instigadores, y como él me decía a mí que tenía que ser cuando me advertía que no me dejara engañar. Me lo dijo el mismo día de su muerte. Cuando por fin nos volvimos a reunir otra vez, menos Masip, no tenían ninguna idea sobre la necesaria infraestructura, pero plantearon otra vez la idea de un gran congreso, no me acuerdo si seguían queriendo que fuera mundial. Yo expresé mi opinión de que me parecía que estaban levantando la casa por el tejado, ¿cómo podía una Fundación todavía inexistente y sin fondos ni personal organizar un congreso? Además lo plantearon como quien decide tomarse un helado, pero la Ley de Fundaciones exige con antelación un plan de acción anual detallado, y el plazo ya se había vencido. La verdad es que no había ni pies ni cabeza en lo que estaban haciendo, o más bien, no haciendo, a pesar de que yo les había enumerado los pasos a seguir según la Ley de Fundaciones que yo me había estudiado minuciosamente, y modelos de otras Fundaciones que funcionan bien. Como ya tenía sospechas más que fundadas les comuniqué que yo no donaría nada ni les daría más dinero hasta que la Fundación estuviera consolidada, jurídicamente respaldada, y su solvencia económica garantizada durante 25 años. Manuel Lombardero había exigido algo parecido para su biblioteca. Ese fue el detonante para que abandonaran el proyecto de levantar la Fundación. Digo “abandonaron” porque nunca dimitieron como es debido a pesar de lo que dijo Antonio Masip (ver), se puede comprobar en el Registro de Fundaciones de Asturias, o sea que siguen siendo patronos de una Fundación inexistente, quizás piensen que si me muero podrán volver a adueñarse de Ángel González, pero mi testamento se lo impide. Corrijo un error al final del artículo: El Principado nunca aprobó una partida económica para la Fundación, el Presidente Areces mencionó la posibilidad de un premio de poesía dotada con 15.000 euros independientemente de la Fundación pero nunca se convocó. Como me lo tengo que tomar con tranquilidad e incluso humor comparo la situación a un fragmento de La colmena que a Ángel le gustaba mucho: al describir a doña Elvira, la prostituta ya mayor que deambula por el café, dice Cela “de tanto no hacer nada ni siquiera comía”; de los patronos me divierte decir que “de tanto no hacer nada ni siquiera dimitieron”.
Me consta que Tribuna Ciudadana no temía la competencia e incluso estaban dispuestos a colaborar, el Club de la Nueva España no sé que problema tendría, creo que ninguno. Pero es extraño que después de haber contactado a José Luis García Martín para pedir su colaboración cuando los patronos ya habían abandonado el proyecto él haya saltado como espontáneo al ruedo de la calumnia. Él mismo dejó constancia en su Café Arcadia de que yo quería levantar la Fundación, así dice en su entrada del 24 de junio, 2010: LA FUNDACIÓN SIGUE: “Estuve ayer cenando con Susana Rivera –me escribe un amigo, respondiendo sin saberlo a mis preocupaciones de estos días—, que quiere seguir adelante con la Fundación Ángel González. Tiene la idea de hacerlo contando con gente de ahí, de Asturias, abriéndola en el futuro a que vuelvan quienes marcharon. Quiere poner en marcha algo que sirva para mantener presente el nombre del poeta y organizar actividades que lleven allá a gente de fuera, no solo a los habituales, abrirse a otras lenguas y a otras culturas. Tiene las ideas bastante claras y le gustaría contar contigo, pero no sabe si estarás por la labor, ya que vio lo que escribiste en el diario y lo que piensas de las viudas. Pero ten en cuenta que no todas son iguales”. (ver) Y él fue el primero en señalar la dificultad de levantar una auténtica Fundación en Asturias: (ver) ¿Por qué entonces su empeño en culparme a mí continuamente? De sus muchos ataques incluyo los dos más hostiles, los demás son variantes sobre la misma mentira.¡¿Y hacerle un hijo a Ángel González?! Lamentable y vergonzoso. Acusarme a mí es una táctica para desviar la atención de quienes realmente se oponían a una Fundación Ángel González. ¿A quién le podía hacer pupa, por ejemplo, un nuevo premio de poesía en Oviedo? ¿A quién le podía reventar otra revista literaria? José Luis García Martín me dijo que alguien muy cercana a Ángel había aplaudido cuando se anunció el fracaso de la Fundación. Es una lástima porque la Fundación de Ángel podía haberse enfocado en actividades completamente diferentes, que, yo, además, hubiera preferido y que hubieran podido beneficiar más directamente a la cultura asturiana.
Los patronos querían también vaciarme la casa inmediatamente y hacerse con los derechos de autor que no llegan a 7.000 euros al año, cifra insuficiente para mantener una Fundación, pero sí lo que yo necesito para mantener mi piso en Madrid. Cuando abandonaron el proyecto porque vieron que no iba a permitir que nos engañaran hicieron parecer que Ángel los cedía en el momento de fallecer.¿Cuál de los tres patronos habrá informado falsamente a El Cultural?
En unas declaraciones a la RTPA García Montero me acusó de querer quedarme con todo el legado e intentar cambiar el testamento, pero los que lo estaban manipulando a su conveniencia eran ellos. Cito lo que siempre declaraban a la prensa con lo que eliminaban en mayúsculas y negrita: «La dotación de la Fundación, según sus estatutos, asciende a 40.000 euros, además de la NUDA propiedad (QUE SERÁ PLENO DOMINIO AL EXTINGUIRSE EL USUFRUCTO QUE SE ORDENARÁ EN LA CLÁUSULA TERCERA) de todos los derechos de autor y cualesquiera otros económicos e intelectuales sobre su obra literaria…». La cláusula tercera dice así: «En el resto de todos sus bienes, derechos y acciones, incluyendo el usufructo vitalicio de sus derechos de autor y demás derivados de su obra intelectual, instituye heredera universal a su mencionada esposa, con sustitución vulgar y fideicomisaria de residuo a favor de la Fundación creada en el presente instrumento público, la cual recibirá sólo aquello de que Susana no hubiere dispuesto con entera libertad en actos inter-vivos y a título oneroso». O sea, todo es mío y lo puedo vender si quiero. Y aquí precisa su última voluntad: (EL COMERCIO.es) Destaco lo siguiente:
«Ángel González piensa en el futuro, en qué ocurrirá con todo lo suyo cuando ya no esté. Y ayer confirmaba a EL COMERCIO que su deseo sería QUE UNA VEZ FALLECIDOS TANTO ÉL COMO SU COMPAÑERA SUSANA RIVERA -«ese sería el orden natural», explica con su habitual humor al bies- estuviera en funciones la citada institución, en la que se recogerían «mis papeles, mis libros y las adquisiciones culturales que he ido sumando a lo largo de los años».
En el fondo de la cuestión, la inquietud del poeta es que «queden los derechos de autor controlados una vez que NOSOTROS ESTEMOS AUSENTES, habida cuenta de que yo no tengo herederos».
La imagen de dos hombres supermillonarios, Masip y Lombardero, y otro, García Montero, que cobra derechos de autor por las palabras de Ángel González, sacándole dinero y los bienes a la viuda del amigo muerto para una falsa Fundación me parece grotesca e inmoral. Lo de García Montero lo digo porque el libro que publicó como novela exclusivamente suya se trata en gran parte, la más interesante, de unas grabaciones de Ángel literalmente transcritas que tenían que haberse publicado como sus memorias sin los añadidos del falso autor. Por supuesto que cobra todos los derechos de autor. Como que ni su vida es ya suya: pero yo ya no soy yo,/ ni mi Fundación es ya mi Fundación.
Cuando los patronos se fugaron yo me trasladé a Oviedo en cuanto pude para dejar claro que estaba encantada con la posibilidad de una Fundación y que estaba dispuesta a regalar, en cuanto estuviera dispuesto, todo el legado de Ángel González, cualquier cosa mía que fuera de interés, y a mi muerte todos mis ahorros, mi piso de Madrid, y mi casa y un apartamento en EE.UU. destinados a fines culturales y/o pedagógicos. También intenté levantar una demanda popular contactando a escritores, intelectuales, periodistas…, por ejemplo: (Oviedo S.O.S. Cultura). Recibí un ninguneo casi absoluto. En cuanto supe del nombramiento de Emilio Marcos Vallaure como consejero de cultura al inicio de la legislatura de Foro llamé a su despacho varias veces pero nunca me respondió. A un admirador de Ángel que le escribió interesándose por el tema sí le contestó con estas palabras, “Su legado, que no sé cómo está establecido jurídicamente, sería muy importante para Asturias, pero yo estoy, en principio, en contra de museos monográficos o de fundaciones más o menos particulares que después no se pueden mantener adecuadamente y terminan languideciendo sin poder cumplir sus fines”. (enero 2012) Él también se dio cuenta que la Fundación no tenía ninguna posibilidad de prosperar si no había un serio compromiso para respaldarla. A mí me parece un gran error de la política cultural asturiana pensando en lo que, por relativamente poco dinero, el Principado hubiera recibido –el legado de Ángel González, una de las mejores bibliotecas de poesía hispánica, y todo lo mío a mi muerte— y en cómo la Fundación hubiera beneficiado a sus ciudadanos. Pese a que Ángel me dijo que tenía que ser equivalente a la Fundación Caballero Bonald como le prometieron, con tal de regalarles el legado estaba dispuesta a dejarla en algo más pequeño, y ni así tuve respuesta. La verdad es que no interesó a casi nadie, pero como no lo pueden decir, yo soy el chivo expiatorio, que así sea, no me importa, pero mientras yo exista a Ángel González no lo van a engañar.
Había una manera mucho más elegante y civilizada de deshacerse de la amenaza de una Fundación Ángel González. Bastaba con decir que en estos tiempos de crisis era imposible levantar una Fundación digna de Ángel y que de acuerdo conmigo habían decidido disolverla. En ese caso yo hubiera donado su legado a la Universidad de Oviedo. Quizás eso también sea una amenaza para algunos por el temor de que haya más interés por el legado de Ángel que por los suyos. Les recuerdo una frase de Unamuno, “La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual”, y otra de Kahlil Gibran, “El silencio de la envidiosa está lleno de ruidos”. Ovidio dijo, “La envidia, el más mezquino de los vicios, se arrastra por el suelo como una serpiente”. Curioso el parecido entre Ovidio y Oviedo.
Cuando cuente toda la historia detalladamente se quedarán de piedra, sí, hay más. Para mí lo peor de todo, más que el engaño, el desinterés de su ciudad natal y de muchos de sus amigos y compatriotas, o la difamación, es que hayan hecho pensar que mi marido estaba dispuesto a que me desahuciaran al morir para tener una Fundación en su nombre. Nada más lejos de la verdad, como cualquier persona decente lo que más le preocupaba era su familia, hacer pensar lo contrario es distorsionarlo gravemente.
Lo único que me entristece de vez en cuando, no por mí sino por Ángel, es que lo hayan engañado tan tremendamente y a casi nadie le importó, ni a algunos de sus mejores amigos o amigas, personas a las que el dio muchísimo. Allá ellos y su conciencia. Él me dijo varias veces, “No te fíes de nadie, es posible que los menos esperados sean los peores. Sigue tus instintos, que los tienes muy buenos”. ¿Presentiría algo? Pienso en un poema de Nada grave:
POR RARO QUE PAREZCA
Me hice ilusiones.
No sé con qué,
Pero las hice a mi medida
Debió de haber sido con materiales de muy poca consistencia.
Por raro que parezca, este horror es, para mí, lo mejor que pudo haber ocurrido porque me permitió ver quien es quien, quienes son los verdaderos amigos, y quienes son los hipócritas, oportunistas, envidiosos, mezquinos, o simplemente malas personas.
No he decidido definitivamente el destino del legado de Ángel y no descarto todavía la posibilidad de que sea Oviedo. Lo que sí he dicho, y mantengo, es que tal como están las cosas está más cerca de acabar en la Universidad de Nuevo México donde siempre me han tratado con el máximo respeto mientras que en España algunos me han tratado casi como una delincuente o basura. Si Oviedo lo pierde los máximos responsables serán José Luis García Martín y Luis García Montero. El último por seguir utilizándolo indebidamente y el primero porque cuando ya estaba dispuesta a olvidarlo todo él siguió con sus ridículas mentiras, o “montiras” como me divierte decir para los dos. No soy yo la única que sabe que Vetusta y la mala follá granadina es una combinación letal. Después de cuatro largos años de intentar por todos los medios levantar la Fundación a expensas de mi familia y trabajo, él sigue diciendo que fui yo quien no la quiso. Yo creo que tanta insistencia lo hace a él sospechoso, a él y posiblemente a otros u otra. No le ha hecho ningún favor a nadie, salvo quizás a mí, porque me obliga a contar toda la verdad. Para que el legado de Ángel González quede en Oviedo él y los otros tres tendrán que, o demostrar fehacientemente que lo que han dicho de mí es cierto, cosa que es imposible, o retractarse. Lo que pierda España lo ganará Estados Unidos.
NOTA DEL AUTOR: esta entrevista fue realizada en junio de 2015 y se publicó en la antigua y desaparecida plataforma de nuestra revista. Al día de hoy la fundación parece cada vez más un proyecto inalcanzable. Suple este vacío la Cátedra Ángel González.
«Susana Rivera, animada por su amiga Lola Lucio, viuda de Juan Benito Argüelles -ambos, creadores de la asociación Tribuna Ciudadana y amigos de la pareja-, decidió entonces apoyar la iniciativa de la Universidad de Oviedo de crear una Cátedra Ángel González, con una doble vertiente: divulgar la obra del poeta y de sus contemporáneos e impulsar la investigación de la misma. La cátedra, dirigida por Araceli Iravedra, profesora de Literatura de la Universidad de Oviedo y especialista en poesía contemporánea, ha realizado desde marzo de 2013, fecha en la que se inicia su andadura, numerosas actividades. Entre las primeras, además de las conferencias y mesas redondas, siempre de carácter divulgativo, destacan la proyección de documentales sobre la vida y la obra de algunos poetas -Susana Rivera presentó el de Ángel González-; el estreno de una obra de teatro basada en algunos de sus poemas, puesta en escena por el grupo de teatro de la Universidad, que dirige Etelvino Vázquez, y que se vio también en casas de cultura y ayuntamientos asturianos, y el concierto «Entre el amor y la sombra» de Pablo Moro y Alfredo Rodríguez, con texto narrativo de Pablo Texón, cuyo disco se presentará el próximo mes de febrero» La Nueva España (enero 2018).
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