La estrategia de Napoleón Bonaparte, había consistido en concentrar sus tropas en la ciudad de Ligny, para atacar al príncipe prusiano von Blücher con el apoyo de Michel Ney, duque de Elchingen desde la localidad de Quatre-Bras, dejando fuerzas de reserva acantonadas, que podrían prestar un rápido apoyo al ala que lo necesitara.
De esta manera, para asegurar el triunfo, “La Vieja Guardia” —tradicional e incondicional ejército de Napoleón—, se dirigiría hacia el noroeste para unirse a las fuerzas de Michel Ney en Quatre-Bras y juntos, avanzarían hacia Bruselas para enfrentar definitivamente a los dos ejércitos aliados.
Al mismo tiempo que Ney inició el ataque sobre Quatre-Bras, Napoleón lo hizo sobre las tropas de Blücher. Se entabló una batalla que duró aproximadamente dos horas sin que pudiera definirse a favor de ninguno de los dos contrincantes. En este punto, comenzaron a intervenir factores que determinarían el resultado histórico de los acontecimientos.
En el fragor de la batalla, Napoleón envió a un mensajero con las instrucciones para que el mariscal Ney enviara con urgencia su primer destacamento al frente de Ligny, pero este mensajero, en lugar de transmitir la orden a través del cuartel general del mariscal Ney, lo entregó al general Jean Baptiste Drouet, conde D’Erlon, jefe del primer destacamento, quien inmediatamente asumió el cumplimiento y partió hacia Ligny con sus tropas.
Cuando Ney se enteró del error que había impulsado la inmediata partida de Drouet, le envió otro mensajero para que regresara a Quatre-Bras.
Drouet recibió el mensaje apenas había llegado a Ligny, así que obedeciendo esta nueva orden regresó a Quatre-Bras. De esta manera las tropas de Drouet se pasaron todo el tiempo yendo y viniendo y nunca pudieron entrar en combate.
A pesar de no haber podido contar con el apoyo importante de las brigadas de Drouet, Napoleón logró el triunfo sobre las tropas de Blücher, que luego de tres horas de cruento combate, se retiró del campo de batalla cuando se aproximaba la noche. Al no haber podido contar con el apoyo de las tropas de Drouet, Napoleón no pudo derrotar definitivamente a su rival, que se recompuso del revés sufrido para proseguir el combate apenas amaneció.
Mientras tanto, Michel Ney, ignorando la confusión que había provocado la incomunicación y los mensajes mal entregados, quedó en Quatre-Bras, a la espera de recibir órdenes para movilizarse contra las posiciones anglo-holandesas.
Esta demora permitió a Wellington recibir refuerzos de varias divisiones de infantería y caballería.
Ante la inexplicable demora, pasado el mediodía, el mariscal Ney decidió atacar, ignorando el potencial que había tenido tiempo de acumular su enemigo, lo que le valió un enérgico rechazo que lo obligó a replegarse para intentar un nuevo ataque antes de finalizado el día. Pero la ausencia del apoyo del regimiento del conde de D’Erlon permitió que Wellington lo contraatacara enérgicamente, obligándolo a replegarse varios kilómetros al sur de Quatre-Bras, en la ciudad de Frasnes, donde finalmente D’Erlon pudo reencontrarse con Ney a las nueve de la noche.
En las primeras horas del 17 de junio, Wellington tomó conocimiento de la derrota que habían sufrido sus aliados prusianos en Ligny. Interpretó los siguientes movimientos de su rival y envió un mensajero a Blücher con la orden de dirigirse hacia el noroeste y unirse al ejército anglo-holandés, para que juntos, pudieran enfrentarse a Napoleón en las proximidades de la localidad de Mont-Saint-Jean, al sur de la ciudad de Waterloo. El siguiente paso de Wellington fue realizar una maniobra de distracción al marchar a Quatre-Bras, dejando en el lugar, sólo una brigada de caballería para confundir al mariscal Ney.
Napoleón, que se encontraba en Ligny, ordenó al general Grouchy que persiguiera y liquidara al ejército de Blücher que se batía en retirada. Mientras tanto, mandó un emisario a Ney con la orden de que atacara a Wellington en Frasnes. Ney, que había caído en el engaño e ignoraba el desplazamiento de Wellington, no obedeció la orden.
Apenas pasado el mediodía, Napoleón llegó a Frasnes y asumió el mando de las tropas de Michel Ney, con las que derrotó a las fuerzas que habían quedado en Quatre-Bras.
Liquidada la batalla, salió con su ejército en busca de Wellington, y dio alcance esa misma tarde a las tropas anglo-holandesas, que se habían atrincherado al sur de Mont-Saint-Jean en espera del comienzo de la batalla final.
A todo esto, Grouchy no había podido alcanzar a los sobrevivientes del ejército de Blücher. A las diez de la noche, reconoció que los prusianos no se habían retirado hacia el Este de Namur, como suponía, sino que se encontraban al noroeste, con la intención de sumarse a las fuerzas de Wellington.
Tras el fracaso de Grouchy, al no haber podido darles alcance a las tropas prusianas, éstas finalmente se unieron al ejército anglo-holandés reforzando las posiciones de Wellington.
En la mañana del 18 de junio, ambos ejércitos se encontraron en posiciones y condiciones de iniciar el combate decisivo.
El ejército anglo-holandés al mando de Wellington contaba con 67.000 efectivos y 156 piezas de artillería, que se habían atrincherado hacia el sur, en espera del aporte de los 70.000 hombres de refuerzo que traía Blücher, dispuestos a flanquear el ala derecha de las tropas napoleónicas para arrasar con el resto de las milicias.
El ejército de Napoleón, alineó sus 74.000 hombres y 246 cañones sobre el Norte, enfrentando las posiciones enemigas a una distancia de poco menos de kilómetro y medio. El plan de Bonaparte consistía en tomar Mont-Saint-Jean y cortar la ruta de escape de los anglo-holandeses, por si pretendían buscar amparo en la ciudad de Bruselas. De esta manera, podría darles alcance y asegurar el triunfo definitivo con la aniquilación del enemigo en retirada.
Sobre las once de la mañana dio comienzo el combate con el ataque de Napoleón sobre el flanco derecho de las formaciones de Wellington, sin poder sacar ventajas, por lo que varió el ataque hacia el frente central para tratar de debilitarlos.
En las primeras horas de la tarde, cuando el combate ya había dado como resultado un empate de fuerzas, hicieron su aparición desde el Este las tropas de Blücher.
Napoleón se percató de la maniobra y mandó otro mensajero con instrucciones para que Grouchy se hiciera cargo de enfrentarlos antes de que lograran sumarse a Wellington.
Tampoco esta vez Grouchy pudo hacerlo, lo que posibilitó que a eso de las cuatro de la tarde, las tropas de Blücher se incorporaran al combate, obligando a las tropas francesas a retroceder una distancia de casi un kilómetro, para reagruparse y contraatacar, consiguiendo replegar a los prusianos más de un kilómetro y medio hacia el noreste.
A eso de las seis de la tarde, Ney logró poner en peligro a las líneas de Wellington, al apoderarse de posiciones más favorables. Sin embargo, tras un sangriento choque entre las infanterías, finalmente Ney fue repelido.
Napoleón decidió entonces, jugar una ofensiva que definiera el combate. Para esto, envió al campo de batalla a todas las falanges de “La Vieja Guardia”, menos a cinco de ellas que dejó como reserva. La infantería de los aliados causó graves bajas en el ejército francés al reprimir el ataque. Napoleón reagrupó sus fuerzas y repitió el asalto, cada vez más temerario y desesperado.
Aproximadamente a las ocho de la noche, los prusianos desde el ala izquierda de las fuerzas aliadas, atravesaron el flanco derecho de los franceses y provocaron el pánico y la retirada desordenada a través de los caminos de Charleroi, que se pobló de heridos y ánimos vencidos en la desolación de la noche.
En aquella oportunidad, Bonaparte logró escapar gracias a la resistencia que opusieron sus fieles veteranos de “La Vieja Guardia”.
Wellington y Blücher dejaron que los prusianos se desquitaran persiguiendo a las tropas francesas en retirada. Éstas fueron alcanzadas durante la noche del 18 y tras sucesivas escaramuzas, obligaron a los franceses a cruzar penosamente el río Sambre, aceptando por último la derrota.
El 22 de junio Napoleón firmó su segunda abdicación, en favor de Luis XVIII que fue repuesto en el trono el 28 de junio. De esta manera concluyó el segundo período de gobierno napoleónico que se recuerda como de los “Cien Días”.
Bonaparte fue conducido prisionero a la isla de Santa Elena, junto a un grupo de asistentes íntimos. Ellos aseveraron más tarde que Napoleón más de una vez, haciendo referencia a la batalla de Waterloo, en sus análisis responsabilizó al general Grouchy por no haber conseguido interceptar a los prusianos después de la retirada de Ligny.
Solía reconocer que el mariscal Ney, tampoco había conseguido evitar la retirada de Wellington a Quatre-Bras y que se había equivocado al ordenar a D’Erlon que abandonara Ligny, lo que le impidió destruir al ejército de Blücher.
En sus largas noches de reflexión, Napoleón hablaba después de la cena con sus asistentes. También supo reconocer entonces, su propio error, al no haber fortalecido el frente de Charleroi ni aprovechado las fuerzas de reserva que mantuvo inactivas en la retaguardia.
La batalla de Waterloo fue una de las más cruentas del siglo XIX; en un solo día, el 18 de junio de 1815, murieron 40.000 franceses, 15.000 de la alianza anglo-holandesa y 7.000 prusianos. Nada menos que 62.000 vidas humanas en una alocada jornada.
- Alessandro Barbero (Autor)
- Cornwell, Bernard (Autor)
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