Todo lo que mejora tiene que empeorar, pero todo lo que empeora tiene que mejorar
Durante mi larga vida profesional he observado que todos buscan una plataforma para alcanzar satisfacción, bienestar, serenidad. ¿Quién no? Sin embargo, algunos toman caminos erróneos.
Es sabido que lo perfecto no existe, y la felicidad lineal, absoluta y perpetua es una fantasía, la vida es un “sube y baja”, pero se puede llegar a un escalón aceptable donde nos sintamos bien, o muy bien.
Uno de los errores que se cometen a menudo es evadir el apoyo de quienes nos rodean. Es de imperiosa necesidad para la salud mental encontrar ese sostén, no sentirnos solo. Un oído receptivo que escuche comprensivamente nuestro sufrimiento. Y si lo consideramos con suficiente autoridad y capacidad, que eventualmente nos ofrezca algún consejo.
Personalmente he conocido, y muchos también en mi consultorio, quienes se resisten a expresar lo que sienten, represan su sentir dentro de sí. Unos lo hacen por miedo, otros por vergüenza, también por inseguridad en sí mismos, o baja autoestima. Se encuentran quienes su educación se caracterizaba por la nefasta idea de “no digas”, “no dejes que los demás sepan cómo sientes” “no muestres que hay dentro de ti”, “guarda los secretos de familia”. En ellos llega un momento que su hermetismo provoca una seria confusión interna, se acrecienta la ansiedad, y esta puede derivar en ataque de pánico o depresión.
Es cierto que se requiere mantener discreción con lo que nos proponemos, en ocasiones con nuestros criterios y opiniones, pero esa postura no puede alcanzar nuestros sentimientos. Es imprescindible expresar lo que se siente, dolor por pérdida de un ser querido, frustraciones materiales, conflictos sociales, dudas, deseos insatisfechos, amor fracasado, indignación por discordia familiar, conyugal, también con un vecino, o compañeros de trabajo.
- Ponce Solozábal, José Ramón (Autor)
Quienes carecen de franqueza, se niegan a ver la adversidad, y como el avestruz meten la cabeza en la tierra creyendo que suprimen así la realidad, están destinados a sufrir severas consecuencias. Es como un viejo estante lleno de cucarachas, con intención de no ver esos repugnantes seres cerramos la puerta y no le abrimos ¿qué sucederá? Pues con la oscuridad, humedad y calor esos insectos se reproducen, y llega el momento que invaden la casa. Los problemas de la vida no podemos encerrarlos en el estante del olvido. Se requiere abrirlo, sacarlo a la luz, al aire, y limpiarlo decidida y frontalmente. Tomar “el toro por los cuernos”.
La evasión y no reconocimiento de los problemas implica que estos dejan de estar presente en el escenario mental. Sin embargo, desde un rincón siguen ejerciendo severo daño emocional. Por ejemplo, si estás agobiado por una preocupación, herido en tus sentimientos, deprimido por una pérdida, u otra adversidad, a menudo quien trata de ayudarte te insiste en ir al cine, distraerte. A regañadientes finalmente accedes, llegas al cine, y comienzas a ver la película. Sin embargo te sientes inquieto, no estás a gusto, no puedes concentrarte en el film; finalmente al salir por la puerta para irte, el problema regresa a tu mente con mayor fuerza que antes.
Peor aún, y sin darse cuenta, aquellos quienes intentan imponerse a conducta opuesta, es decir, de supuesta distracción. Si se entristecen asumen que se sienten muy bien, ante los problemas insisten que no existen, si se irritan tratan de olvidar infructuosamente. Se repiten como ritual sin sentido “soy feliz” “no existen los problemas”, y otras palabras similares. Lo que algunos no saben es que transitan por caminos erróneos; están agravando el sufrimiento.
Sin embargo, siempre que tenemos reservadas personas de toda nuestra confianza, para intercambiar opiniones, expresar dolor y sufrimiento, comunicarles la ansiedad o ira, o buscar alivio ante frustraciones insolubles e irreversibles, recuperamos equilibrio emocional.
Sin embargo, de ese modo logramos un beneficioso efecto adicional. Al expresar lo que sentimos, la visualización producida implica que se “destiñe emocionalmente” lo que nos afecta negativamente, lentamente deja de ser algo doloroso, y el sufrimiento baja por sí solo.
Por ello, no hay mejor camino para ser lo más feliz posible que ser franco con nosotros mismos y expresar nuestro sentir a quien nos escuche. En el apoyo mutuo encontramos un valioso atajo hacia la felicidad. Si no lo ha hecho, ¡hágalo!
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