Las nueve musas
Lérida

Ni Gerona es Girona, ni Lérida es Lleida

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En una noticia que publicaba el diario El Mundo en su edición digital podía leerse:

“Los ayuntamientos de Tarragona, Reus y Cunit, con normativas parecidas a la de Lleida sobre la prohibición de velos musulmanes integrales, han asegurado que no les afecta la suspensión del veto del burka dictada por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) en el consistorio leridano.”

En el texto citado se produce una incongruencia lingüística: mientras que se usa el topónimo catalán, Lleida, su gentilicio deriva de su forma tradicional castellana: Lérida > leridano. Si el gentilicio deriva de un topónimo, lo normal es que ambos estén relacionados. Resulta anómalo utilizar uno en catalán y otro en castellano. Este es uno de los múltiples problemas con los que se encuentran los profesionales de cualquier periódico, al redactar noticias relacionadas con Cataluña.

GeronaLo mismo sucede con Gerona:

“El también más que probable retroceso de ERC hace peligrar el actual orden de cosas en las diputaciones de Lleida y Girona” (El País, [10/01/2010])

La presencia de estos topónimos en su designación oficial es constante en los diferentes periódicos:

Lleida vuelve a impulsar la ordenanza para prohibir el burka tras el aval judicial europeo (20minutos). “Dos hombres heridos por un rayo en playas de Valencia y Girona“, (ADN [13/08/2010]). “Otras cuatro personas han sido imputadas por los mismos hechos en Girona y en Soria” (El mundo).

Se plantea así un problema lingüístico que, por diferentes razones, no ha sido bien resuelto y que ha sido ampliamente comentado por Javier Cercas, quien recuerda que, mientras en inglés se dice London y New York, en italiano Napoli, en español se dice Londres, Nueva York y Nápoles.

Álex Grijelmo
Álex Grijelmo

El error está tan extendido que lo encuentro en un programa de radio que tiene un cuidado exquisito y poco habitual con la lengua. Me refiero a No es un día cualquiera, programa de Radio Nacional que se emite los fines de semana. Destaca la especial atención que le dedica al lenguaje, así como el rigor con el que lo utiliza. Así, por ejemplo, no habla de los oyentes, sino de los escuchantes. Y hace bien, pues , aunque el programa se oye por la radio, solo lo siguen quienes lo escuchan con atención. Además, tiene algunas secciones que muestran su interés por el uso correcto del lenguaje, como el titulado Verba volant, dedicado a la presencia del latín en el castellano actual, y la colaboración de Álex Grijelmo quien, desde la Agencia EFE  ha potenciado la Fundación del español urgente (FUNDEU), que ofrece recomendaciones y guías de redacción en español para las noticias del día, con el fin de que los periodistas eviten posibles errores, y se adecuen a la norma.

Sin embargo, siguen utilizando los términos Lleida y Girona, a pesar de ser un error uso obvio.

Quizá su uso se justifique mediante el principio de la discriminación positiva, que tan buenos resultados da en el ámbito social y político, pero no en el lingüístico. Es el mismo caso que el uso del masculino y femenino en  las oraciones para evitar la discriminación de género, pero que lo único que consigue, además de vulneran la norma es alargar las oraciones con información innecesaria hasta dejar agotados y sin respiración tanto al que habla como al que escucha. Como este, es un  caso obvio de error de uso que debe evitarse. Si lo que se quiere es promocionar el catalán y su visibilidad ante el castellano, con lo que estoy totalmente de acuerdo,  lo mejor es fomentar el uso y conocimiento de esta lengua, y no el mal uso del castellano.

Veamos cómo la introducción de estos catalanismos en la prensa escrita no es exclusivo, sino que se extiende a muchos otros, lo que genera bastantes problemas de redacción y un alejamiento de la norma. Y esto es preocupante, si pensamos que, cuando los periódicos utilizan una determinada lengua, al difundirla son, a su vez, espejo y autoridad de la misma. Las interferencias lingüísticas no hacen otra cosa que desvirtuarlos como modelos lingüísticos. La lectura de noticias, artículos, reportajes periodísticos, es un recurso frecuente y difundido en la enseñanza de la lengua, tanto si es la propia como si se estudia en el extranjero: la lengua periodística es el modelo de la lengua estándar. Es por ello muy importante que la prensa, modelo lingüístico actual con especial difusión, utilice de forma correcta la lengua en la que está redactada.

Pero antes detengámonos un momento para aclarar un par de conceptos lingüísticos: los exónimos y los endónimos.

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La ‘Ortografía de la lengua española’ de la RAE–Asociación de Academias de la Lengua Española de 2010 nos da una nueva definición de exónimo y endónimo:  “La forma propia con que una comunidad de hablantes nombra un lugar que se encuentra fuera del ámbito de influencia de su lengua se conoce como exónimo, frente a la forma local con que los hablantes del lugar nombrado se refieren a su lengua autóctona, que se denomina endónimo”.

Esto quiere decir que las dos formas no tienen por qué coincidir, incluso pueden ser muy diversas: Deutschland y Alemania; Misr y Egipto; London y Londres.

Se plantea, entonces, la cuestión de la denominación: qué término debe ser usado, si el endónimo, y probablemente oficial, o el exónimo, aquel que reconocen los receptores del mensaje. En el caso de los hablantes o, como es nuestro caso, de lectores bilingües, es muy importante utilizar una solución coherente, es decir, común en todos los casos, pues la lengua, como sistema, se basa en un uso coherente, es decir, sistematizado.

En la prensa catalana, La Vanguardia y El Periódico, el uso de endónimos está mucho más extendido. Así, la misma cabecera de El Periódico de Catalunya [sic], con el característico dígrafo catalán /ny/, inexistente en español.

Encontramos el uso de otros endónimos catalanes:

“…el riesgo de nevadas en las comarcas del Vall d’Aran, Alta Ribagorça y Pallars Sobirà hasta el miércoles…” (El Periódico.com)

Y en la misma noticia:

“En el Pallars Sobirà, p.e. en la localidad d’Esterri d’Àneu…”

Como puede verse, el uso de endónimos se mantiene en la acentuación (acentos abiertos  (`), inexistentes en español), o la ce cedilla (ç), desaparecida desde el siglo XVIII. Cierto que podemos decir que se trata de topónimos de pequeños núcleos; sin embargo, están consagrados en la tradición del castellano: Ribagorza, la comarca aragonesa, vecina a la homónima catalana, posee, además, un portal de internet (www.ribagorza.com), que certifica sobradamente su consolidación en el uso actual.

Por otro lado, la mezcla de lenguas provoca errores, graves errores, más propios de un alumno de secundaria que de un periódico. El error es evidente al hablar de “la localidad d’Esterri d’Àneu”. Ya no se trata del apóstrofo del topónimo, que se mantiene por transferencia del endónimo de localidad pequeña (con el correspondiente acento abierto), sino de la preposición que lo introduce, como complemento del nombre de localidad. Lo correcto es decir “localidad de Esterri d’Àneu”. Gravísimo error para un rotativo que se propone tener “un respeto escrupuloso por las lenguas”, según afirma en su Libro de estilo [2007:7]

En segundo lugar: el uso de Vall d’Aran. Este topónimo es un exónimo en catalán mismo, pues su denominación oficial es en aranés, variante del occitano: Val d’Aran. Sería lógico que, si debe usarse algún exónimo, se use en la lengua en la que se está redactando la noticia; en este caso, el castellano, que ya posee un exónimo de amplia tradición: valle de Arán. De hecho, así lo especifica el Libro de Estilo de El Periódico: “Los topónimos de la Vall d’Aran [sic] se escribirán en Aranés [sic]” [2007:52].

Casos similares encontramos en La Vanguardia: “El presidente de la federación de las comarcas de Lleida, de Convergència, Ramón Farré, será el nuevo delegado de la Generalitat en las comarcas de Ponent […]. El nuevo delegado en las Terres de l’Ebre será Xavier Pallarès.”

En el fragmento encontramos la consabida alusión a Lleida / Lérida, con su sinónimo, en el discurso, comarcas de Ponent, sinónimo que opta por una construcción bilingüe: ni “comarques de Ponent” ni “comarcas de Poniente”, sino un híbrido castellano / catalán. No así al hablar del “nuevo delegado en las Terres de l’Ebre“, sintagma construido en catalán en su totalidad.

El problema es que estas contradicciones no se encuentran solo en el uso de la lengua de los periódicos, sino en su normativa, los denominados libros de estilo. En el de La Vanguardia puede leerse:

Todos los topónimos (poblaciones, barrios, comarcas…) se escriben en catalán. Las poblaciones de la Catalunya francesa se escriben en catalán si existe esta forma, excepto Perpiñán (en castellano, como Narbona, Carcasona…). Principat, Catalunya Nord, y Països Catalans, por tratarse de conceptos políticos, se escriben en catalán.

En primer lugar habría que cuestionarse la argumentación del uso lingüístico en razón del concepto político. También lo es la República Popular China, cuyos topónimos se transcriben al alfabeto latino; o la antigua CCCP, siempre llamada URSS.

En segundo lugar, resulta difícil –por no decir imposible– justificar el uso en catalán de ciertas poblaciones francesas cuando el discurso está escrito en una tercera lengua, ni francés ni catalán, sino español. Es algo parecido al ya comentado exónimo “Vall d’Aran“.

Este tipo de discriminación positiva hacia el catalán también la presenta El Periódico en su correspondiente Libro de estilo, para quien ha de escribirse en catalán toda la toponimia de Cataluña, País Valenciano y Baleares, ríos, accidentes geográficos y calles.

Este criterio lingüístico se contradice con el afán por luchar contra el abuso de extranjerismos en el castellano propio de la lengua periodística:

Con frecuencia abusamos de los extranjerismos […]. Pues bien, la presente revisión del manual  persigue especialmente limitar estos y otros desatinos, para contribuir de este modo a que el diario ejerza la responsabilidad de informar y opinar no solo con independencia y responsabilidad, sino también con propiedad y artificios, y con un respeto escrupuloso por las lenguas –el castellano y el catalán– que constituyen el más valioso de nuestros patrimonios comunes.

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Y más abajo, hablando de la necesidad de adaptar los extranjerismos a la lengua, se comprometen a seguir el recientemente publicado ‘Diccionario Panhispánico de dudas’, y a realizar “la adaptación gráfica de algunos extranjerismos y topónimos”. Evidentemente, esta adaptación gráfica no afecta a los topónimos catalanes, según se deduce de los ejemplos presentados.

Una postura similar adoptan los periódicos editados fuera de Cataluña, aunque con redacciones en la Comunidad Autónoma, y edición especial dedicada a ella. Por ejemplo, El País. En su Libro de estilo, se recuerda que “El País se escribe en castellano, y la regla general es que no se deben usar palabras de otras lenguas, incluidos el catalán, el gallego o el vascuence, mientras existan sinónimos en castellano.”

A pesar de este principio básico, establece algunas excepciones. Cuando acepta “las palabras no castellanas impuestas por un uso generalizado”, se refiere a todo tipo de extranjerismos, pues pone como ejemplos “geisha” y “calçots”. Siempre deberán ir escritos en cursiva para mostrar que no son palabras castellanas.

En cuanto a los topónimos, sigue el criterio “oficialista”, es decir: “deberán escribirse según la grafía aceptada oficialmente por el correspondiente gobierno autónomo, que no siempre es la castellana.”

Es curioso como a este punto le siguen una serie de excepciones a la excepción cuyo resultado es seguir la norma, porque si bien las comunidades se nombrarán en la denominación  de la lengua oficial correspondiente, no así “los nombres de todas las comunidades autonómicas, regiones, provincias o capitales de provincia. Por ejemplo, se escribirá «Cataluña», y no «Catalunya». No contarán entre estas excepciones los nombres catalanes de Lérida y Gerona, que se escribirán según la grafía catalana (es decir, «Lleida» y «Girona»), ni los de Orense y La Coruña («Ourense» y «A Coruña»).

Es decir:

  1. Se escriben en el nombre oficial las poblaciones españolas, aunque no sea castellano.
  2. Son excepciones los nombres de las Comunidades autónomas, regiones, provincias o capitales de provincia. Por ello se escribe Cataluña y no Catalunya
  3. Con todo, destacan dos excepciones que (como dice el apartado 1) se escriben en catalán: Lleida y Girona (como Ourense y A Coruña).
  4. La norma –o la excepción– se refiere a la grafía oficial, cuando en realidad debería decir, en concreto, la lengua oficial. En Cataluña/Catalunya tenemos un cambio de grafía; en Lérida/Lleida se va más allá de un simple cambio de letras.

A esta arbitrariedad de excepciones debe añadirse la de los accidentes geográficos:

“Los accidentes geográficos de tipo local se escriben con la grafía autóctona. Ejemplos: «Montjuïc», y no «Monjuich», ni «Montjuich». Sin embargo no serán considerados accidentes geográficos locales los cabos, bahías, deltas, golfos, islas, ríos y estrechos (es decir, los que forman parte del contorno geográfico de España).”

Es al dar los ejemplos donde vemos la contradicción que se ha generado: Golfo de Rosas, y no Golfo de Roses; Delta del Ebro, y no Delta de l’Ebre; Ibiza y no Eivissa. Esto supone que si alguien se ahoga en un lugar cercano a Cadaqués, la noticia podría tener el siguiente titular:

Hallado un cadáver en las tranquilas aguas del Mediterráneo en el Golfo de Rosas, cerca de la turística población de Roses.

Por no hablar del delta del Ebro, del que hemos visto las contradicciones generadas en La Vanguardia. Sabemos que para El País se ha de escribir Ebro, y no l’Ebre porque “los  nombres de accidentes geográficos que superen el ámbito de una comunidad –ríos, montañas, cordilleras, valles, etc.– se escribirán siempre en castellano, cualquiera que sea su versión en otro idioma de España” [2007:96] De este modo, el periodista deberá tener a mano, junto con el Libro de Estilo, el mapa físico de la Península, cosa no muy difícil con Google. ¿Cómo debe escribirse el río fronterizo Noguera–Ribagorzana, que señala el límite entre Cataluña y Aragón? Es de suponer que dependerá  del lado en el que se produzca la noticia.

De lo dicho hasta aquí creo que puede deducirse que el uso de la toponimia catalana en un texto periodístico en español se ha convertido en un ejercicio de redacción mucho menos sencillo de lo que pudiera parecer en un principio, y comporta un uso anómalo de la lengua, inapropiado para unos periódicos que, preocupados por el correcto uso de la lengua, como dejan ver en sus respectivos libros de estilo, caen constantemente en interferencias lingüísticas innecesarias y en contradicciones en las normas de uso.

Por ello, debería solucionarse este aspecto, a partir de dos elementos básicos:

  1. La reciente ORAE y sus indicaciones normativas.
  2. La tradición, que ha consagrado unos determinados usos, que podemos ver reflejados en diferentes testimonios suficientemente autorizados.

Empecemos por la Ortografía de la RAE, que resulta tan explícita como clara en este aspecto:

“…En muchos topónimos de las zonas bilingües (Cataluña, Comunidad Valenciana, Galicia, Islas Baleares y el País Vasco), cuentan con dos formas, una perteneciente a la lengua española y otra propia de la lengua autonómica cooficial. Lo natural es que los hablantes seleccionen una u otra en función de la lengua en la que estén elaborando el discurso.”

Dicho de otra forma, siempre que haya una forma castellana tradicionalmente aceptada, se utilizará esta cuando se habla o escriba en castellano.

Martín de Riquer
Martín de Riquer

Es la misma propuesta que lanzaba hace ya años Martín de Riquer en un artículo que publicó en La Vanguardia el 7 de julio de 1968:

“En el caso de Urgell–Urgel hemos de tener en cuenta que por tratarse de una mitra y un condado de vieja importancia histórica son muchos los castellanos que, desde la Edad Media, han tenido que pronunciar y escribir este nombre, lo que ha creado una tradición muy fuerte a favor de Urgel, con una sola ele y con la ge pronunciada a la castellana.”

El uso de exónimos en español fue la norma común de La Vanguardia durante la II República, el otro período de bilingüismo oficial durante el que se publicó el rotativo barcelonés, como puede verse en una consulta no muy al azar del 9 de octubre de 1934. Es la primera edición que pudo lanzar a la calle el periódico tras los sucesos del 6 de octubre. Los titulares, y las noticias, hablan por sí mismos: “Capitulación del Gobierno de Cataluña” […] “Sucesos en la región. En Gerona.” […] “A las tres y media de la madrugada del viernes, un grupo numeroso de individuos se apoderó de la estación de Lérida” […] “En Villanueva y la Geltrú.” […] “En San Cugat del Vallés.”

Es cierto que la lengua de 1934 no es la del siglo XXI. Sin embargo, el ejemplo de La Vanguardia de la República indica dos cosas: una solución dentro de la norma lingüística en castellano en un contexto de bilingüismo. Además, muestra lo que indicaba la cita de Riquer: la tradición de unos exónimos ya consagrados.

Por otro lado, tenemos los usos literarios, que aportan cierta autoridad sobre la lengua estándar, y han de ayudarnos a desterrar el uso de los topónimos Lleida y Girona de la lengua periodística en español.

Desde los primeras referencias, en el siglo XIII (el Repartimiento de Murcia, en el que se registran las propiedades de este reino), hasta el siglo XVII, es muy frecuente la vacilación entre Gerona y Girona para referirse a la ciudad. Lo encontramos en los Anales de la Corona de Aragón‘, de Jerónimo Zurita, publicados en 1562 y 1579. También en el extensísimo poema heroico ‘El Bernardo’, de Bernardo de Valbuena (1568–1627), publicado en 1624. Aparecen las alusiones a la ciudad con los dos términos:

Aquí está Perpiñan, de adonde el fuego
Del Pirineo asió primer centella,
Y la sima que abrió, y el pozo ciego
Que rubias masas de oro dió á Marsella:
Gerona es la que allí se sigue luego,
Que el César ganó ahora, y puso en ella,
Para adorno á su templo, en bronce y oro
Divinos bultos de inmortal tesoro.

…………………………………………………………………………..

                Por suyo en Perpiñan tenian el dia
Que se diesen los muros de Girona,
Girona, á quien el César pretendia
Por orla nueva á su imperial corona;

 

Francisco Manuel de Melo
Francisco Manuel de Melo

Sin embargo, poco a poco se irá imponiendo la forma Gerona a lo largo del siglo, aunque, quizá, dependiendo siempre de las preferencias de los autores. Así, mientras Jerónimo de Barrionuevo vacila en sus Avisos publicados entre 1654 y 1658 en las formas (con franca preferencia por “Girona”), el portugués Francisco Manuel de Melo, en su Historia de los movimientos, separación y guerra de Cataluña, de 1645 prefiere exclusivamente la forma “Gerona”. En un pasaje nos da una pista del origen del nombre:

“Llegaban los paisanos a número de tres mil, con cuyas bandas, llenas más de osadía que orden, fue escaramuzando, hacia las puertas de Gerona, ciudad famosa, dicha de los antiguos Geranda, donde se juntaron los otros tercios, con los cuales se hizo grueso de cuatro mil infantes.”

La referencia a Geranda remite, evidentemente, a Gerunda, forma latina del topónimo, de donde hemos de comprender que el término Gerona no es una castellanización del topónimo catalán, sino la adaptación a partir del término latino.

A partir del siglo XVIII prevalece la forma “Gerona”, que ya resulta prácticamente exclusiva en el XIX. Todos conocemos –no necesariamente leído– uno de los Episodios Nacionales de Galdós, incluido en la primera serie: Gerona, publicado en 1873. Por cierto: la novela incluye un cantar popular que puede interesarnos:

Dígasme tú, Girona,
si te n’arrendiràs.

La presencia de esta cantarcillo identifica la forma Girona con el catalán, frente al Gerona del título del Episodio Nacional.

Acabemos con una cita reciente de Juan Marsé en Caligrafía de los sueños, novela de 2011: “Hace una semana del accidente en el taller y quince días que la brigada matarratas se fue a limpiar unos almacenes a orillas del río Oñar, en Gerona…”

En lo que se refiere a Lérida, una consulta del término “Lleida” en el Corpus Diacrónico del Español (CORDE), de la Real Academia Española, presenta solo tres testimonios, de los cuales uno es en catalán.  En una búsqueda entre 1500 y 1700, registra en España 866 casos en 33. No creo necesario reproducir aquí las citas para mostrar que el uso del exónimo Lérida viene avalado por la tradición. Si se hace la misma búsqueda en el Corpus de Referencia del Español, CREA, en el que se registra el uso actual de la lengua, Lleida, entre los años 2000 y 2016 se registra en 271 ocasiones. Se ha de aclarar que en muchos casos, la referencia es al político, Duran i Lleida. En cambio, la forma “Lérida” lo hace solo en 114 casos. Cuando se trata de prensa, siempre es de periódicos no catalanes: Heraldo, Norte de Castilla, Faro de Vigo, etc.

Visto lo cual, es necesario replantearse el uso de las formas Girona y Lleida en castellano. Un último ejemplo: en la edición catalana de El Periódico de Catalunya, así como en el resto de la prensa catalana escrita en catalán (El punt avui, Ara, etc.) los topónimos españoles no se citan por su nombre oficial, sino por el exónimo en catalán:

Catorze detinguts per engreix il·legal de bestiar a Lleida, Saragossa i Osca

Rajoy aprofita la inauguració d’un pont a Cadis per enaltir la unitat d’Espanya

Viatge ancestral cap a Terol

El uso de catalanismos en la prensa escrita no solo va contra la norma de la RAE, sino que contraviene la tradición de la lengua. Lleida debe volver a  ser Lérida; Girona, Gerona.


 

Jorge León Gustà

Jorge León Gustá

Jorge León Gustà, Catedrático de Instituto en Barcelona, es doctor en Filología por la Universidad de Barcelona.

Su trabajo se ha desarrollado en estas dos direcciones: por un lado, como autor de libros de texto dirigidos a secundaria, y por otro, en el campo de la investigación literaria.

En el área de la educación secundaria ha publicado diferentes manuales de Lengua castellana y literatura en colaboración con otros autores, así como una edición de La Celestina dirigida al alumnado de bachillerato, Barcelona, La Galera, 2012..

Sus líneas de investigación se han centrado en la poesía del siglo XVI, el teatro del Siglo de Oro y las relaciones entre la literatura española y la catalana en el siglo XX.

Entre sus artículos destacan los dedicados a la obra de Mosquera de Figueroa: “El licenciado Cristóbal Mosquera de Figueroa, de quien ha publicado las Poesías completas, Alfar, Sevilla, 2015.

Las investigaciones sobre el teatro del Siglo de Oro le han llevado a colaborar con el grupo Prolope, de la Universidad Autónoma de Barcelona, cuyo resultado fue la edición de la comedia de Lope de Vega, Los melindres de Belisa, publicada en la Parte IX de sus comedias, en editorial Milenio, Lérida, 2007.

Además, ha sido investigador del proyecto Manos teatrales, dirigido por Margaret Greer, de la Duke University, de Carolina del Norte, USA, con cuyas investigaciones se ha compilado la base de datos de manuscritos teatrales de www.manosteatrales.org. Su colaboración de investigación se centró en el análisis de manuscritos teatrales del Siglo de Oro de la antigua colección Sedó que están depositados en la Biblioteca del Instituto del Teatro de Barcelona.

En el campo de las relaciones entre las literaturas catalana y española, ha estudiado la influencia del poeta catalán Joan Maragall sobre Antonio Machado, así como la de Rusiñol en la génesis de sobre Tres sombreros de copa de Mihura.

Del estudio de la interinfluencia del catalán y castellano ha publicado un artículo de carácter lingüístico: “Catalanismos en la prensa escrita”, en la Revista del Español Actual (2012).

Ha publicado el libro de poemas Pobres fragmentos rotos contra el cielo

Reseñas literarias

salud y cuidado personal