Se ha dicho de Edmundo Paz-Soldán (Cochabamba, Bolivia, 1967) que es uno de los autores más representativos de la generación latinoamericana de la década de 1990, conocida como McOndo.
No es poco, teniendo en cuenta que ello se afirma de un amplísimo territorio, que ha dado y sigue dando literatura de alta calidad.

Norte —no son necesarias muchas palabras para dar con el título perfecto— narra tres historias muy distintas, de tres personajes que viven en tiempos distintos y procedentes de ambientes distintos. Tienen en común su condición de gente que vive entre fronteras en el sentido físico y figurado de la expresión: Jesús, un joven mexicano paranoico-esquizofrénico de familia desestructurada, que vive obsesionado por su hermana, frecuenta amistades peligrosas y acaba convirtiéndose en un violentísimo asesino en serie; Martín, también mexicano, inmigrante indocumentado en los EEUU, interno en un psiquiátrico, que se dedica a pintar por afición y acaba por convertirse en un artista de renombre, y Michelle, boliviana, estudiante universitaria de literatura, que mantiene una relación tortuosa con su profesor, admira a Juan Rulfo y aspira a convertir el relato de éste Lavinia en un cómic famoso poblado de zombies, que la consagre a ella como escritora del género.
Si bien los tiempos en que comienza cada una de las historias y los lugares donde se ubican son diferentes (la de Jesús comienza en los años ochenta del siglo pasado en Ciudad Juárez; la de Martín en los años treinta en California y la de Michelle con los primeros años de este siglo y se desarrolla en Texas), las vidas de estos tres personajes acaban por cruzarse de algún modo.
Paz-Soldán nos ofrece tres versiones distintas del desarraigo en la historia de la inmigración latinoamericana, en tanto que ninguno de sus héroes medra en el Norte. Todos ellos siguen anclados en su primer referente cultural: Ángel, que oye voces que le ordenan exterminar la inmundicia del mundo, se ensaña con víctimas estadounidenses; Martín, que se niega a hablar inglés, vive en un mundo idealizado, anquilosado en los recuerdos de su pasado familiar y político en México; y Michelle, cuyo interés se centra en la literatura latinoamericana.
Sin embargo el autor boliviano no cae en la tentación del victimismo ni del maniqueísmo. Se limita al relato desapasionado de los sucesos. De hecho, la presencia de personajes de origen estadounidense está reducida al mínimo; nos confronta puramente con el malestar de las vidas de Ángel, Martín y Michelle.
En lo formal, Paz-Soldán no narra las tres historias de manera consecutiva, sino que alterna fragmentos de cada uno de los relatos, rompiendo la linealidad temporal, avanzando y retrocediendo, lo cual refuerza en el lector la impresión del denominador común. Técnicamente el autor utiliza en los casos de Ángel y de Martín un narrador omnisciente, que sin embargo sabe cambiar sensiblemente de registro adaptándose al ambiente y al personaje, mientras que en el de Michelle opta por la narración en primera persona; ello otorga al texto una frescura y una inmediatez coherentes con la juventud de la protagonista, frescura que se ve reforzada por la integración de los diálogos en el cuerpo narrativo, que no diferencia con los tradicionales guiones.
Paz-Soldán pensó esta novela como la segunda parte de una trilogía, que comenzó con Los vivos y los muertos (2009) y que debía terminar con Iris (2014), que finalmente adoptó la forma de una novela de ciencia ficción.
Autor prolífico de cuentos, novelas y ensayos, muchas de sus novelas han sido editadas en España, sobre todo por la editorial Alfaguara.
Edmundo Paz-Soldán
Norte
Mondadori, Barcelona, 2011, 282 págs.
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