Nací en Gijón. Sin embargo, me crié y crecí en Oviedo (Asturias), en cuya Universidad me licencié en Psicología en 2006.
Fue durante los dos últimos años de la Licenciatura cuando me intereso intensamente por la Psicología Clínica. Realicé las prácticas del último curso en la Clínica ovetense San Rafael. Es en esa etapa cuando decido presentarme a la prueba de acceso al sistema de especialización en Psicología Clínica vía PIR. Preparé dicho examen en la academia Foco de Santiago de Compostela, tras cursar el período de docencia del Programa de Doctorado en Psicología de la Universidad de Oviedo.
Aprobado el examen de acceso al PIR, realizo mi residencia en Vizcaya durante cuatro años.
He trabajado en una unidad de corta estancia, una unidad de rehabilitación y hospital de día para trastorno mental grave, centros de salud mental para adultos, infanto-juveniles y toxicomanías, servicios de interconsulta en dos hospitales generales con incidencia en apoyo a la Oncología, un centro de atención primaria, un centro de daño cerebral y un centro psicogeriátrico.
Entiendo la perspectiva integradora como una suerte de lentes que permiten ver el problema de una persona en la narrativa de su vida, en la narrativa que esa persona se ha venido contando a si misma y que el clínico y el terapeuta deben luchar por entender.
Se puede encontrar en esa narrativa el núcleo de un conflicto, un patrón disfuncional o una pauta de conducta que hace “necesario” el sufrimiento, a lomos de un “cambio” que la persona pone en marcha como posible solución y que no está sino preservando el problema.
Para acercarse a esa narrativa puede el terapeuta, junto con la persona, situarse en distintos planos. Pueden ambos, persona y terapeuta, construir juntos, colaborar juntos, para hacer emerger una narrativa diferente, una alternativa, que ya no haga tan “necesario” el sufrimiento, valiéndose de técnicas que han venido describiéndose eficaces para problemas psicológicos concretos.
La psicoterapia no es una práctica oscura que un experto, poseedor de un misterioso saber, “hace” a otro ser humano. No es hablar, aunque sea la conversación su vehículo.
La psicoterapia no es algo que se consigue entre cuatro paredes, es una colaboración entre un profesional y una persona para que sea esta última, quien en el juego de la vida y con la ayuda de la terapia, resuelva sus propios problemas activamente.
En una realidad cambiante, en una modernidad “líquida” como la llama Bauman, no encuentro razones para acercarse al problema de otro ser humano desde una perspectiva estática, dogmática, que ciña a esa persona y su problema al corsé de la suerte que uno haya podido experimentar como terapeuta.
Creo, en cambio, como decía Pinillos, que “el psicólogo que solo sabe psicología ni psicología sabe” y que para ayudar a alguien es necesario estar abierto a diferentes maneras de entender este oficio y a distintos procedimientos técnicos.
- Rico, Pedro (Autor)
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