Las nueve musas
Trinidad Casas

No todo está dicho en poesía

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Se dice que en poesía está todo dicho, que hay que buscar lenguajes nuevos. Y si bien ello es meta encomiable y necesaria, no es cierto que todo esté dicho en poesía. Nunca lo estará.

ESCALERAS AL MARLos temas son universales; pertenecen al eterno universo humano, pero el modo de decirlos pertenece al individuo: es irrepetible.

Solo lo auténticamente sentido es capaz de producir la imagen nueva que emociona. Porque solo transmitimos de piel a piel lo que verdaderamente somos. El lenguaje poético ofrece diversos registros para generar sabiduría y belleza. Ninguno de ellos excluye la calidad. La clave está en la autenticidad. La construcción forzada constituye el polo opuesto.

Trinidad Casas (Marmolejo, Jaén) opta por un lenguaje poético tradicional, sencillo (que no simple). Y su fuerza está precisamente en el matiz, lo discreto, en los repliegues. Ahí es donde ella es capaz de gestar ternura y suscitar belleza. Ahí es donde engendra la imagen nueva que emociona.

Dividido en tres partes, Los pájaros de la inocencia, Salir a la lluvia y Derrotas y esmeraldas, la poeta rememora su niñez a lo largo del poemario. Aunque no exclusivamente, Escaleras al mar parece surgir de la necesidad de la voz poética de revivir la infancia, la infancia sencilla, pero emocionalmente rica, de una niña libre en parajes preñados de la sensualidad de olores y la calidez de las vivencias, que han dejado una huella profunda e imborrable. Recorre el poemario la nostalgia contemplativa, ausente de pena casi siempre, la certeza de haberse forjado en un tiempo feliz.

Y la felicidad se manifiesta en lugares que en su acepción más común relacionamos precisamente con su carencia: en la soledad y en el silencio, por ejemplo: «Me levantaba temprano / para estar sola. / En esa quietud del alba / las cosas se descubrían / ante mí, únicamente. / El silencio con cara de niño / y la playa solitaria de invierno / me acogían. Yo era paisaje.» (Hija de la soledad). Sin expresarlo directamente, Casas reivindica la vida en expansión en el medio natural como un derecho, un azul que no se agota en los veranos de la serie televisiva de los años ochenta del siglo pasado, y la libertad infantil como una necesidad para el pleno desarrollo de los niños, lejos del permanente control de los adultos: «Cuando acababa el verano, / las casas abandonadas / tenían un aire de melancolía. / En los jardines vacíos crecían, / sin rumbo, hierbas y matorrales. / Entonces, / octubre olía a mandarinas. // […] // Un caserón oscuro y vacío, / con su misterio dentro, / nos hacía sentir protagonistas / de Enid Blyton. / […].» (Inviernos azules).

Y en el camino de remembranza que recorre la voz poética, esta deja atrás la infancia para observarse a sí misma a través de la distancia que le proporciona la mediatez de la tercera persona: »Salió a la lluvia de los días / sin temor en las alforjas. / […] // Sin haber domesticado su pretérito, / quiso conocer el futuro de los verbos. // […].» (Salir a la lluvia). Es en este otro estadio, desde la contemplación de un pasado que ya no se reconoce, cuando se trasluce el sentimiento de la pérdida: «Pintada en medio de una carretera / olvidada en el mapa / donde no pasaba la prisa, / tan solo un mulo detrás de su dueña // […] // Con cantos rodados de mar, cinco niñas jugaban a rayuela. // […] // Ya no recuerdo cómo se juega. La carretera ni me reconoce. // […]» (Rayuela). O cuando se revisitan los escenarios, que han perdido la capacidad de albergar los recuerdos dichosos: «La tarde se apaga / como el Cabo de Gata tras el tiempo. / […] / La memoria de la luz ya es olvido Valente. / No es el cabo que entra en las aguas / […] / El mar arrebata la arena de las calas. / Pitas y chumberas se mueren de tristeza / y los flamencos no se van / porque el frío ya no es frío. / […]» (Volver al cabo de Gata).

Y si bien la rememoración de la niñez no es el único tema del poemario, los poemas que no atañen directamente a ella parecen ser su fruto indirecto. Como cuando el sujeto poético rinde sentido homenaje a quien supo conmoverlo. Así dedica A Manuela, in memoriam: «Nació al olor del pan / amasado con agua del pozo, / cocido con ramas de olivo y de encina. // […] // En aquellos años de escasez / me regalaba melocotones / de olor profundo y aterciopelado / que sabían a tardes de estío. // […]» (Faro). Y manifiesta devota admiración hacia la gente sencilla, víctima inocente de la historia: «Desposeída de todo, / pasó su infancia en un nido de ametralladoras, / refugio en otro tiempo / de estrellas envenenadas / que caían desde un cielo / sin piedad. // […]» (Todavía).

También los haikus clásicos (5-7-5) que intercala en cada una de las tres partes del poemario parecen impregnados de los aprendizajes de la niñez, aunque capturen momentos del presente en el que se expresa la voz poética o sean instantáneas atemporales: «Olía a lilas / aquel día azulado / cuando soñabas. // […] // Las golondrinas / huelen a primavera / que siempre llega. // […]» (Con promesas de lirios). O bien: «[…] // La flor enseña / palabras esenciales: // Vivir, morir. // […] // Solo deseo, / como flor de cerezo / palabras blancas. // […]» (Hanami).

Escaleras al mar nos invita a un viaje plácido a un tiempo feliz en el que solazarnos sin prisas. Como en todo viaje que merece la pena, hacerlo nos incita a detenernos a menudo en el camino para dejar reposar las imágenes que suscita.

Sin duda es en los poemas que remiten directamente a la infancia donde radica la mejor poesía de Casas.

Casas utiliza el verso libre y el haiku; la prosopopeya y el símil son, entre otras no tan frecuentes como la sinécdoque, figuras retóricas de su preferencia.

Acompaña el poemario un prólogo de Ana Isabel Camacho, también poeta.


Trinidad Casas

Escaleras al mar

Stonberg Editorial, 2020, 127 pp.


 

Anna Rossell

Anna Rossell

Anna Rossell (Barcelona –España, 1951)

De 1978 a 2009 profesora titular de la Universidad Autónoma de Barcelona en la especialidad de Lengua y Literatura Alemanas (Filología Inglesa y Germanística) y crítica e investigadora literaria en Barcelona, Bonn y Berlín.

Actualmente se dedica a la escritura creativa, la crítica literaria y la gestión cultural. Como gestora cultural organiza los recitales poéticos anuales estivales Poesía en la Playa, en El Masnou (Barcelona) y ha sido miembro de la comisión organizadora de los encuentros literarios bianuales entre continentes TRANSLIT. Actualmente organiza los Recitals de Poesia i Música VinsIdivina.

Colabora regularmente en numerosas publicaciones periódicas literarias nacionales e internacionales: Quimera, Ágora de arte gramático, Crítica de Libros, Revista Digital La Náusea, Realidades y ficciones, Las nueves musas, Nueva Grecia, Terral, Núvol y en revistas especializadas de filología alemana.

Entre sus obras no académicas ha publicado los libros Mi viaje a Togo (2006), El meu viatge a Togo (2014), Viaje al país de la tierra roja, Togo y Benín (2014), Viatge al país de la terra roja, Togo i Benín (2014), los poemarios La ferida en la paraula, (2010), Quadern malià / Cuaderno de Malí (2011), Àlbum d’absències (2013), Àlbum de ausencias (2014), Auschwitz-Birkenau. La prada dels bedolls/La pradera de los abedules (2015) y las novelas, Mondomwouwé (2011) y Aquellos años grises (España 1950-1975) (2012), Aquells anys grisos (Espanya 1950-1975) (2014).

Es coautora del libro de microrrelatos Microscopios eróticos (2006).

Cuenta en su haber con algunas traducciones literarias del alemán al español, entre ellas El Elegido, de Thomas Mann.

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