El origen de este artículo es el ensayo “El Exiliado” de María Zambrano (1904 – 1991), incluido su libro “Los bienaventurados” publicado en 1990, poco antes de su muerte, que recoge el pensamiento final de la filósofa y en el que trata de quienes se ven obligados a abandonar su “patria”.
Me planteo, como guion, tres preguntas acerca de su visión del exilio: ¿Quién es el exiliado? ¿Qué significa el desierto en el contexto de este discurso? ¿Por qué la defensa de la “revelación” y en qué consiste la revelación del exiliado?
- Zambrano, María (Autor)
Pero antes de adentrarme en esas preguntas me parecen convenientes unas palabras poéticas de María Zambrano, en las que habla del alma, extraídas de su ensayo autobiográfico “Diotima de Mantinea” publicado en 1956:
Asistida por mi alma antigua, por mi alma primera al fin recobrada, y por tanto tiempo perdida. Ella, la perdidiza, al fin volvió por mí. Y entonces comprendí que ella había sido la enamorada. Y yo había pasado por la vida tan sólo de paso, lejana de mí misma. Y de ella venían las palabras sin dueño que todos bebían sin dejarme apenas nada a cambio. Yo era la voz de esa antigua alma. Y ella, a medida que consumaba su amor, allá, donde yo no podía verla; me iba iniciando a través del dolor del abandono. Por eso nadie podía amarme mientras yo iba sabiendo del amor. Y yo misma tampoco amaba. Sólo una noche hasta el alba. Y allí quedé esperando. Me despertaba con la aurora, si es que había dormido. Y creía que ya había llegado, yo, ella, él… Salía el Sol y el día caía como una condena sobre mí. No, no todavía.
He creído conveniente comenzar con esta cita, que profundiza en la “mística” de Zambrano, para destacar la importancia de su “razón poética”, como evolución de la razón vital de su maestro Ortega y como nexo de de carácter trascendente que une la filosofía con la vida, porque creo que esto ayudará a adentrarnos en el concepto de la “revelación”. “Mi pensamiento, ha recorrido lugares donde el de Ortega no aceptaba entrar” Para Zambrano, la razón poética es lo que no entra en la razón, y es preciso para que la vida no se ahogue dentro de nuestras figuraciones personales, que nos asfixian en una soledad extrema al no realizarse en la vida lo que la mente figura. El pensamiento debe reconocer esa razón poética y recuperar cosas y acontecimientos no traducibles en razones, así se conseguirá la unidad del “yo” con la vida y una nueva humanización del hombre, libre de la tiranía de la razón.
Dice Zambrano en la película María querida: Hace ya años, sentí que no eran “nuevos principios” ni una “Reforma de la Razón” como Ortega había postulado en sus últimos cursos, lo que ha de salvarnos, sino algo que sea razón pero más ancho, algo que se deslice también por los interiores como una gota de aceite que apacigua y suaviza. Una gota de felicidad. Razón poética es lo que vengo buscando. Y ella no es como la otra, tiene, ha de tener muchas formas, será la misma en géneros diferentes. Como decía Empédocles: hay que repartir el logos por las entrañas.
María Zambrano es una figura clave para la cultura hispánica. Discípula de Ortega, de Zubiri y de García Morente, sintetiza la tradición filosófica occidental: la existencial, la fenomenológica y vitalista, la de Spinoza y la de los griegos. Su afinidad con los pensadores órficos y neoplatónicos, su utilización metafórica de muchos de los grandes símbolos tradicionales la lleva a la formulación de conceptos como el citado de «la razón poética», que constituye uno de los núcleos fundamentales de su pensamiento. Lo que se propone no es otra cosa que la creación de la persona a partir de una metodología que se articula en torno a esa razón poética. Ser mirado sin ver, abrumado ante una realidad que permanece oculta; el ser humano, para María Zambrano, tiene la capacidad de ver a su alrededor, aunque no a sí mismo.
- Zambrano Alarcón, María (Autor)
¿Quién es el exiliado?
El exilio marcó profundamente la vida de Zambrano. Dice J.F. Ortega Muñoz, estudioso de su obra, que “el exilio sólo adquiere su verdadera dimensión cuando se dan dos condicionamientos: haberlo padecido, y tener suficiente capacidad analítica para comprenderlo y dominio de la expresión para comentarlo”, condiciones que se daban en ella. Además lo sufrió de una forma especialmente difícil, tanto por su duración (44 años), por su deambular itinerante por diversos países de América y Europa, por los problemas familiares y por las dificultades económicas que sufrió.
En “El exilado” se distinguen tres tipos de situaciones en que se encuentran quienes tienen que abandonar su “patria” (concepto sobre el que volveré más adelante): Refugiados, Desterrados y Exiliados.
El refugiado ha tenido que abandonar su país: “se ve acogido en un lugar donde se le hace hueco …/… donde se le tolera. Algo encuentra dentro de lo cual depositar su cuerpo que le fue expulsado de ese lugar primero, patria se le llama, cada propia… El refugiado proyecta, idea y hasta maquina <<hay que rehacerse la vida>>… Al refugiado el destierro no le absorbe”. El refugiado se siente relativamente bien en su tierra de acogida, rehace su vida aunque le quede la añoranza de su origen.
En cambio la situación del “desterrado” es más dramática, es vivida de forma más dolorosa, se siente sin raíz en la tierra que le acoge y no valora lo hallado sino lo perdido: “Se siente sin tierra, la suya, y sin otra ajena que pueda sustituirla. …/… El destierro le hace sentir la expulsión. Y luego la insalvable distancia y la incierta presencia física del país perdido. Y aquí empieza el exilio, el sentirse al borde del exilio” El desterrado es un candidato a exiliado.
Respecto al “exiliado” dice: “Es el devorado, devorado por la historia. …/… es quien solo ante la sombra inmensa del desamparo ante la inmensidad de la vida, deja de ser desterrado para entrar a ser un exiliado…/… El exiliado es el que más se asemeja al desconocido, el que llega, a fuerza de apurar su condición, a ser ese desconocido que hay en todo hombre… …/… no tener lugar en el mundo, ni geográfico, ni social ni político, ni ontológico. No ser nadie ni un mendigo, no ser nada…./… La historia se ha hecho agua que no lo sostiene… No es ya piélago, es más bien agua a punto de ser tragada”. En su “Delirio y destino” denomina a los exiliados “vencidos que no han muerto, que no han tenido la discreción de morirse, supervivientes”. Esta visión tan amarga del exilio, este vivir-muriendo, impregna la obra de Zambrano a partir de la guerra civil y probablemente está influenciada por las condiciones especialmente penosas de su exilio.
- Zambrano, María (Autor)
Sobre el concepto de patria, necesario para que exista el exiliado, dice Zambrano: “Y es que (el exiliado) anda fuera de sí al andar sin patria y sin casa. …/… El exilio es el lugar privilegiado para que la patria se descubra, para que ella misma se descubra cuando ya el exiliado ha dejado de buscarla. …/… cuando ya no se recibe nada de la patria, entonces se le aparece. …/… Tiene la patria verdadera por virtud crear el exilio. Es su signo inequívoco. …/… crea el exilio de aquellos que por haberla visto y servido aún mínimamente han de irse de ella” Y en el párrafo final del ensayo: “Ya nunca más se repararía, o se repararía sin volver nunca a recuperar la situación que se perdía en ese momento: ya no habría más eso que por aversión a la retórica se había dicho tampoco, eso, una patria”
Para que haya exiliado tiene que haber “patria perdida”. Este concepto de patria, en general rechazado por la intelectualidad de izquierdas —partidaria de una sociedad universal— resurge cuando han sido expulsados, cuando se les niega por los vencedores la pertenencia a ella, cuando esos vencedores se apropian de sus signos de identidad. Para el exiliado, sin otros sostenes, sin presente, sin esperanza, la patria es el referente de lo perdido y se vuelca en su análisis y estudio, para intentar recuperarla a través de las reflexiones sobre su esencialidad e idealidad. María Zambrano, según A. Dorang y A. Bungard, fue la primera entre los exiliados en iniciar la tradición de la investigación sobre la identidad nacional (Pensamiento y poesía en la vida española. Méjico, 1939). Bungard define a Zambrano como una pensadora retro-progresiva de vuelta de la historia y que defiende los valores de la cultura nacional, ocultos en una contextura intrahistórica que ha de ser rescatada.
¿Qué significa el desierto en el contexto de este discurso?
En el diccionario de símbolos, Cirlot indica: El desierto tiene un significado profundo y claro. Es el lugar propio de la revelación divina. La sequedad ardiente es el clima por excelencia de la espiritualidad pura y ascética de la consunción del cuerpo para la salvación del alma.
Y Zambrano toma esta visión de desierto como entorno del exilio y lugar de su revelación. Dice que cuando la esperanza se ha acallado, cuando no hay lugar para la desesperación ni la exasperación, la inmensidad, el ilimitado desierto se va haciendo presente y esta es la constatación de haber entrado en el exilio: “el exilio, como en un océano sin isla alguna a la vista, sin norte real, punto de llegada, meta.”
- Zambrano, María (Autor)
Si no se entiende esta situación, puede ser tomada por libertad. En este caso el “yo” toma la inmensidad como campo disponible para su unicidad, y todo puede ser de su propiedad. Todo contiende y se opone ante el único que se ha instalado en el desierto, un desierto que ya no es la inmensidad. “Ahora la soledad es distancia, se hace distancia entre el yo y los otros, insalvable distancia” El “yo” lo posee y tiene que hacerse poderoso; cuanto más se encumbre más caerá en ser poseído por su propio “yo”. “…desposeído de toda pretensión de existencia. Una desconocida confianza le gana …/…ese acompañamiento desconocido deja su soledad intacta, y a todo él en estado naciente. …/… si lo supiera se volcaría en la esperanza, ardería quizá en ella …/… y si sucede el reciente exiliado moriría. Puede que sea el morir y no la muerte lo que le acecha…”
Para no perderse en el desierto hay que encerrarlo dentro de sí. Hay que interiorizarlo en el alma (hablaré más del alma al comentar la revelación), en la mente, en los sentidos, “aguzando el oído en detrimento de la vista, para evitar espejismos y escuchar voces”. Esta preferencia de Zambrano por lo escuchado “soy una analfabeta, soy de oídas”, se debe a su preferencia del magisterio a través de la palabra oída, más cercana que la escrita y que, por el contacto con quien la emite, engaña menos que la letra impresa.
Las islas, para Zambrano, son el lugar propio del exiliado, también son desierto, donde vive con horizontes pero sin territorio, a diferencia de los que se quedaron en la perdida patria, que viven sin horizonte histórico aunque parezca que poseen el lugar donde transcurre la historia.
¿Por qué la defensa de la “revelación” y en qué consiste la revelación del exiliado?
Para ella la “revelación” es un modo de conocimiento que alerta contra el racionalismo imperante, es otro modo de pensar y de dar un sentido al mundo. Comienza el ensayo diciendo: ¿Resultará excesivo este término revelación, aplicado al exilio? Hay ese riesgo cuando el tener algo por revelado se rechaza constantemente. Ha estado confinada la revelación a lo específicamente religioso…/… sobre ella siglo tras siglo se ha edificado una teología en simbiosis con una determinada filosofía, lo que no era ella quedaba arrojado al brazo secular de la dialéctica y del análisis… Ella rechaza esta exclusividad religiosa, cita otras culturas y circunstancias y reivindica la “revelación” como algo ligado íntimamente al ser. “Y es en el ser y desde el ser como se reciben revelaciones. Es la visión la que se da en el ser. Una teoría del conocimiento de la revelación se hace cada día más necesaria…”. Duda de si las Iglesias quieren salvar la existencia de la revelación, a semejanza de la mentalidad occidental que ha renunciado a ella.
- Zambrano, María (Autor)
Para Zambrano la razón poética es distinta de la razón vital e histórica de Ortega y más aún que la razón pura de Descartes. Por eso, trata de penetrar en el interior del alma para descubrir lo sagrado que se revela poéticamente. Dice que la revelación y el ser son el sujeto de la vida y que no hay experiencia sin ser. “La experiencia es desde un ser, este que es el hombre, este que soy yo, que voy siendo en virtud de lo que veo y padezco y no de lo que razono y pienso”. Al hombre lo que ve le hiere, y eso le puede servir para que su ser se le abra y se le revele, para que salga de la oscuridad a la luz. El ser humano se encuentra dividido entre su vivir terrestre y su origen; la situación es gravísima cuando se renuncia a la visión, cuando la revelación mística o legendaria, ya que no divina, se ha cercenado, “Entonces perdido entre la historia se anda”.
Ser exiliado es ante todo ser creyente. En el exiliado, el creyente lo va tomando todo para sí, y por ello es acusado, o al menos señalado, de místico, y él no lo admite pero no lo puede negar. “Pues ¿qué es genéricamente ser místico sino este modo de existir en que el ser creyente o el ser del creyente va tomándolo todo para sí, para un sí mismo que está siempre más allá? Un sí mismo, pero que no es trasunto del yo, sino de su acabamiento, que si hubiera sido percibido desde el principio por el exiliado le habría inspirado un invencible horror.
Conclusión
Sirva como conclusión de este artículo lo que dijo Zambrano en relación a su exilio y su vuelta a España: “¿Por qué tuve que volver? ¿Por qué sentí la necesidad emanada como de fuera de mí misma de que tenía que recogerme? Siempre al final sucede lo mismo: la necesidad imperiosa de la gruta, de la caverna, como hormigas tenemos que recogernos…” “Amo mi exilio, el exilio ha sido como mi patria. Los cuarenta años de exilio no me los puede devolver nadie”
https://www.youtube.com/watch?v=x9t3vYFsUMk
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