Rebelde y contestatario donde los haya, Miguel de Unamuno no se dejó encorsetar nunca.
Fiel en todo momento a lo que su intelecto sensible le dictaba, su espíritu crítico no se sometió a modas ni a dictados en ningún ámbito. Ni en lo intelectual ni en lo político-social.
La tía Tula es, en cierto modo, un reflejo de su autor.
En lo concerniente a la literatura, Unamuno (Bilbao, 1864-Salamanca, 1936) supo esquivar la rigidez de las normas impuestas a la escritura novelística de su época siguiendo las suyas propias, transformando la novela en nivola, un invento literario de diseño propio al que se refirió en el capítulo diecisiete de ‘Niebla’ (1914): «Mi novela no tiene argumento, o mejor dicho, será el que vaya saliendo. El argumento se hace él solo. […] Mis personajes se irán haciendo según obren y hablen, sobre todo según hablen; su carácter se irá formando poco a poco».
Efectivamente, su última narración extensa La tía Tula (1921) responde a pies juntillas a esta descripción. En esta, como en sus otras nivolas, es difícil hablar de argumento. El mérito de Unamuno estriba en la construcción del personaje. El autor es maestro en dejar el alma de sus criaturas al descubierto. Diríase que, escribiendo, Unamuno indaga en las contradicciones del alma atormentada. La de la tía Tula lo es. Tula —nombre familiar de Gertrudis— es una mujer decidida e inflexible. De carácter férreo y voluntad firme, se debate entre el vehemente anhelo de ser madre (ya reflejado en ‘Amor y pedagogía’, 1902, y en Dos madres, 1920) y su rechazo a la relación sexual, a pesar de su enamoramiento de Ramiro, quien será su cuñado, una inclinación que el autor sabe dejar entrever sutilmente, reflejando así la inapelable autorepresión de la protagonista, que es la figura por excelencia de la narración.
Tula destaca entre los demás personajes por la rotundidad de su presencia en la novela y la rigurosidad de su carácter. Todos los demás existen en función de Tula. Ella es un prototipo de mujer, fruto de la educación católica puritana y estricta de una época severa, que no admite resquicios. Así, es ella quien, percibiendo en sí misma su atracción hacia Ramiro, que en un principio pretende a su hermana Rosa, se apresura a casarlos para evitar el más mínimo devaneo. Tula será quien adopte el papel de madre de los hijos fruto de este matrimonio, un rol que hará extensivo incluso a otros.
Desde el punto de vista formal, la novela se sustenta principalmente en el diálogo. El lector conoce a los personajes a través de sus propias palabras. En ocasiones a través de largos monólogos; cuando la voz narradora se manifiesta lo hace a través del estilo indirecto libre, otro modo de dejar hablar al personaje por sí mismo. Unamuno es maestro en el retrato.
Educado en el racionalismo y el positivismo, Unamuno se distanció y parodió estas escuelas filosóficas en sus escritos, en los que está presente la lucha interior entre la necesidad de la fe y la razón. Él mismo se debatió entre la razón y la fe, y le interesó indagar en esta lucha a través de sus ensayos y en sus personajes literarios. La contradicción, los claroscuros del alma humana caracterizan toda su obra, una obra que abarca todos los géneros: ensayo, novela, poesía y teatro.
Unamuno se ha considerado un predecesor del existencialismo europeo. La tía Tula fue llevada al cine en 1964 por Miguel Picazo y fue merecedora de diversos premios.
Miguel de Unamuno
La tía Tula
El País, Madrid, 2004, 141 págs.
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