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Medicina maya

La medicina en la cultura maya

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La civilización maya abarcó más de 300.000 km² y se desarrolló en los territorios actuales de Guatemala, Belice, México, Honduras y El Salvador.

Un pueblo con más de 3.000 años de historia que destacó en numerosos aspectos socioculturales como la escritura, el arte, la arquitectura, la astronomía,  las matemáticas y, por supuesto, la medicina.

En muchas disciplinas, sus conocimientos superaban a los que traían consigo los conquistadores españoles, valga como ejemplo, que el calendario Maya era más preciso que el gregoriano. Lo mismo sucedía con la medicina, cuyo profundo avance fue simplificado durante siglos por prejuicios derivados de la xenofobia. Se redujo a un estereotipo según el cual los indígenas identificaban los malos vientos, la conjunción de los astros, las maldiciones o el enfado de los dioses como origen de las enfermedades. Una visión distorsionada y sesgada de la realidad.

Es verdad que los mayas atribuían el origen de males y enfermedades a los aspectos morales y religiosos, de modo que su medicina era vista como una parte fundamental de su cosmología.

Los curanderos eran intermediarios entre hombres y dioses, que ayudaban a alinear el cuerpo enfermo con la energía del universo y la tierra, mediante la oración, los ritos y el empleo de tratamientos curativos basados en elementos de la naturaleza. Eran guías espirituales a los que se les había bendecido con el don de conocer las plantas, los animales y los minerales.

El médico era seleccionado por los dioses. Según su día de nacimiento recibía unos dones e iría recibiendo unas señales a través de los sueños para comenzar a ejercer su profesión. Según la naturaleza de dichas señales, estas le orientarían hacia su especialidad o especialidades.

La formación de los terapeutas, se realizaba básicamente mediante la combinación de 3 elementos fundamentales:

  1. Los sueños: El contenido era diferente al del que anunciaba el don, ya que aquí tenía carácter formativo.
  2. Las experiencias personales y las que da el ejercicio de la profesión: Aprendía de los tratamientos recibidos como enfermo/paciente y de las situaciones a las que se había enfrentado personalmente en su labor.
  3. El acompañamiento a otro terapeuta antes o durante el propio ejercicio: La persona que traía el “don” tenía generalmente la oportunidad de acompañar a otro terapeuta.

La fecha de nacimiento no sólo marcaba que se portaba el don para ejercer la medicina, sino también la especialidad. Las más comunes eran las siguientes:

  1. Comadrona: Se encargaban principalmente del seguimiento del embarazo y de atender el alumbramiento, pero también de las enfermedades propias de las mujeres (embarazadas o no) y de los niños, sobre todo neonatos. Orientaban también sobre los cuidados preventivos. Para la atención y tratamientos empleaban plantas, infusiones, masajes, baños de vapor (con hierbas medicinales y/o aromáticas).
  2. Curandero: Se ocupaban de la población adulta. Algunos tenían la capacidad de atender diversas patologías; pero también había otros especializados y dedicados en exclusiva a ciertas dolencias. Para el tratamiento utilizaban plantas, y en menor medida animales y minerales. Elaboraban sus tinturas, tés, pomadas… y también se valían de baños de vapor.
  3. Huesero: Se encargaba de zafaduras, fracturas y contusiones musculares. Determinaban la posición del hueso, y actuaban para reunificarlo o encajarlo. Empleaban plantas para elaborar tés, pomadas (para las que también usaban grasa animal), emplastos, cataplasmas y vapores que prescribían posteriormente al masaje y la presión ejercida para colocar el hueso en su lugar.
  4. El guía espiritual: Se encargaba de restablecer el equilibrio entre lo social y espiritual. Las prácticas preventivas y terapéuticas eran principalmente de tipo espiritual, ceremonias que se celebraban en lugares sagrados, ubicados en relación a los puntos cardinales, a las contraposiciones de las energías. Para las ceremonias se empleaban: plantas, copal, candelas, ocote, chocolate y animales, entre otros.

Como hemos visto, la medicina maya era una práctica de tratamientos curativos basados en elementos de la naturaleza como plantas, animales y minerales, así como en los espirituales. En este sentido, no sólo se trataba de sustancias a utilizar para aplicar los tratamientos, sino también de cómo prepararlos, aplicarlos, recoger los ingredientes… Por ejemplo, la recolección de plantas se hacía respetando ciertos parámetros temporales. Dependiendo del vegetal o del tratamiento para el que era empleado, se recolectaba al mediodía o a la noche, un día de la semana u otro… Según su creencia, esto, al igual que los diferentes rituales, permitía la apertura de un portal al mundo espiritual, lo que facilitaba el restablecimiento del equilibrio y la sanación. Por este mismo motivo, también organizaban la atención a sus pacientes de acuerdo a las fases lunares, en unos lugares u otros, con presencia de ciertos familiares,… lo que facilitaba la aplicación del tratamiento y su efectividad, así como la reducción de los niveles de dolor. Todo ello, desde la perspectiva de que en el sistema médico maya, el acto de curar era una decisión divina y el sanador un intermediario. Así, cada uno de los procedimientos sanadores se acompañaba de peticiones y ruegos a los espíritus para pedir disculpas y volver a la armonía, y también a los señores de las enfermedades y la muerte para que se retirasen, que siguieran su camino. En el tratamiento se conjugaba lo espiritual y lo material.

Aunque principalmente se empleaban plantas para la aplicación de recetas, la medicina maya utilizaba todo lo que naturaleza pudiese aportar: insectos, sangre, excrementos (tanto humanos como animales), orina, saliva, leche materna, aceites, grasas animales,… Entre los tratamientos más habituales, podemos destacar los siguientes:

  1. Temascal: baño de vapor con hierbas medicinales y/o aromáticas.
  2. Rituales, oraciones y ofrendas: mediante ellas se realizan las peticiones a los espíritus.
  3. Limpias: pasar plantas, minerales o animales alrededor del cuerpo del enfermo, para sacar las energías negativas. El elemento empleado era desechado lejos de la vivienda e incluso la comunidad del enfermo.
  4. Plantas en usos diferentes:
    1. Cataplasma: Se preparaba machacando la parte medicinal de la planta, que después se calentaba y aplicaba directamente sobre el área afectada.
    2. Enjuague: Hirviendo hierbas se preparaba un líquido para realizar gárgaras y/o enjuagues bucales. Para limpiar el moco e impurezas de boca y garganta.
    3. Infusión: Toma de preparados (también llamados “apagado” o “té”) realizados dejando en contacto por algunos minutos la parte medicinal del vegetal con agua hirviendo. No sólo tenían fines medicinales.
    4. Jarabes: Toma de preparados realizados extrayendo con agua los componentes activos o medicinales de la planta y luego añadiendo una cantidad de miel como conservante.
    5. Jugos: Ingestión de líquidos obtenidos al exprimir o licuar las plantas frescas o sus frutos, incluso raíces.
    6. Lavados: Tratamiento tópico de afecciones externas (heridas, aftas, úlceras y otras afecciones de la piel o mucosas) mediante infusiones o cocimientos.
    7. Vapores: Inhalación de vapores de plantas generados por la acción del calor para el tratamiento de afecciones de garganta y de vías respiratorias.
  5. Animales: Tratamiento de enfermedades mediante el uso animales o sus derivados, bien directamente o como ingredientes para hacer pomadas, bebidas o emplastos. Aceite de tacuazin, miel, huevos, unto de pollo…
  6. Sangrado: Mediante el uso de sanguijuelas.
  7. Punzados: Empleaban una técnica similar a la acupuntura utilizando espinas de puerco espín, pescado o maguey.
  8. Masajes para curar ciertas dolencias.
  9. Sobada: Mediante esta técnica reposicionaban órganos o partes del cuerpo consideradas momentáneamente “fuera de lugar”.
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Pictografía de un temazcal azteca

Los mayas usaban una gran variedad de plantas, incluyendo las psicotrópicas, para curar las dolencias del cuerpo y de la mente, y cuyas aplicaciones se han mantenido hasta nuestros días.  Llegaban a realizar incluso intervenciones quirúrgicas, para lo cual empleaban elementos anestésicos (en Europa la anestesia no se dio a conocer hasta 1846). Su conocimiento fue tan profundo, que incluso actuaban para la prevención de las enfermedades.

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Como ya hemos comentado, las plantas se utilizaron de muy diversas maneras en la medicina maya: ungüentos, pócimas, vaporizaciones, etc. Entre ellas podemos destacar:

  1. Azahar: Para calmar los nervios, como diurético y para atacar problemas vinculados a las náuseas, dolor de estómago, diarrea y bilis, entre otros.
  2. Pomolché: Contra la disentería, diarrea, infecciones de piel y heridas. Su savia es usada para el tratamiento de granos.
  3. Ciruela: La fruta sirve para combatir el estreñimiento y la hipertensión. Sus hojas se emplean para eliminar sarpullidos.
  4. Eucalipto: Un remedio para la tos.
  5. Chaya: Usada por su alto contenido de proteína, calcio, hierro y vitaminas.
  6. Guayaba: Las hojas sirven para detener hemorragias, para perder peso, e incluso para tratar la escabiosis.
  7. Alfilerillo: Se ocupa de la cicatrización, limpieza de toxinas y dolores menstruales.
  8. Anacahuite: Para jaquecas, incontinencia urinaria y bronquitis.
  9. Caléndula: Para infecciones vaginales, tratamientos antiinflamatorios, regulación de ciclos menstruales y conjuntivitis.
  10. El copal: Para resfriados y dolor de cabeza.
  11. Gordolobo: Para combatir la tos, la irritación de garganta, afecciones de la piel y dolores de oído.
  12. Granos de maíz: Para perder peso, limpiar los riñones y disminuir la presión arterial.
Guayaba
Guayaba

Dependiendo del caso, las plantas se mezclaban para obtener mejores resultados o atacar enfermedades que no se curaban con una sola especie vegetal. Por ejemplo Chaya de monte y ortiga para la anemia.

A partir de la Conquista española, los elementos de la medicina maya comenzaron a fusionarse con los nuevos conocimientos provenientes del otro lado del Atlántico. En registros escritos en maya, pueden encontrarse la incorporación de ingredientes como el ajo, el clavo de olor, trigo, cebolla, manzana, pera, vino o vinagre… a la medicina local.

Muchos de los secretos de curación mayas se han perdido con el paso de los siglos, pero afortunadamente algunos han sobrevivido hasta nuestros días, y aun nos enseñan cosas nuevas. Para evitar que desaparezcan y recuperar el legado de esta civilización, el Centro de Investigación Científica de Yucatán se ha volcado en su conservación fomentando su uso y educando a nuevas generaciones en los conocimientos médicos de esta cultura ancestral. Además, también se creó en México un museo dedicado a la Medicina Maya, que está ubicado en San Cristóbal de las Casas, Chiapas.

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Lander Beristain

Lander Beristain

Lander Beristain, San Sebastián (Gipuzkoa) 1971. Siendo el menor de tres hermanos, se crió en el seno de una familia de clase media que además de aportarle su cariño, le inculcó el gusto por la educación y la cultura, así como unos valores personales marcados a fuego que aplica en todos los aspectos de su vida y proyectos en los que se implica.

Pasó su infancia en Deba (Gipuzkoa) y posteriormente se trasladó a vivir a San Sebastián.

Apasionado de la literatura y de la historia del imperio romano, así como de las novelas históricas que leía en diversos idiomas, tuvo que relegarlos a un segundo plano para acometer sus estudios de Ingeniería industrial en la Universidad de Navarra y desarrollar una carrera profesional estable.

Con infinidad de ideas en su cabeza comenzó a escribir “El Consejero de Roma” en 2017, tardando 2 años en confeccionar el primer borrador. Posteriormente fue puliendo diversos detalles y aspectos, antes de presentarlo a “Las nueve musas ediciones” para su edición, de forma que quedase listo para ver la luz. Un momento tan esperado como ilusionante.

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