Una recomendación: La pesquisa
Entre Poe y Chandler, y más cerca de sí misma, La pesquisa de J. J. Saer afinca su escritura en un espacio que se parcela continuamente, recorriendo fracciones de tiempo entre el pasado y presente de la narración para poner en práctica una ruptura de lo lineal respecto de las expectativas del lector.
- Saer Juan José (Autor)
Entrelazada escrituralmente en la pura invención ficcional que es a la vez objeto de la conversación entre sus tres personajes principales, los conceptos más triviales que en la vida cotidiana parecen sencillos, en la novela surgen extrañados; por ejemplo, ¿cómo contar el presente?, ¿cómo perpetuar los movimientos de Tomatis fumando un cigarrillo o de qué modo abordar la insignificante descripción de una picada?, y aún más: ¿cómo otorgar una nueva dirección a un género consolidado como el policial?
La descomposición de todas las acciones en fragmentos minuciosos para acercarnos a lo real (las oraciones cargadas de incisos), provoca una reacción inversa, es decir, no sabemos con precisión qué es encender un cigarrillo, porque este procedimiento convierte a la acción en irreal y la percepción sobre lo real se desgaja poniendo en evidencia la falsedad de las representaciones. Desde aquí se acerca a Borges para quien la literatura es sintaxis y toda innovación puede hacerse a ese nivel. Las novelas de Saer edificadas como Borges hubiera querido, sobre la paradoja de Zenón, muestran lo que puede hacerse fragmentando y expandiendo el tiempo: la intercalación de otros tiempos sobreimpresos entre sí para evidenciar las ilusiones del tiempo y el espacio en la literatura.
Entonces, por un lado, tenemos el relato de una sucesión de crímenes ocurridos en París (un guiño a Poe) con rituales de tortura y abominación, dos oficiales de la policía ocupados en darle caza al serial killer de veintinueve ancianas; y por otro, la extensa conversación de tres amigos que navegan el Paraná en una lancha hacia Rincón Norte para intentar desentrañar la autoría y fecha de redacción de un dactilograma cuyo tema es la caída de Troya.
La narración sobre los asesinatos se ve interrumpida una y otra vez por el tema del manuscrito, en donde se lee: “El Soldado Viejo posee la verdad de la experiencia y el Soldado Joven la verdad de la ficción. Nunca son idénticas, aunque sean de orden diferente, a veces pueden no ser contradictorias”. Tal vez aquí esté la clave de todas las narraciones que acontecen en La pesquisa. ¿Quién es realmente el verdadero asesino? ¿Cuál es la identidad del autor de En las tiendas griegas? El problema de la autenticidad del manuscrito se inscribe, además, en la tradición de los apócrifos de Borges, Piglia, Bioy, y S. Ocampo. Una tradición con legado en la literatura argentina.
En la línea del policial, asistimos a la animalización de lo humano y a una sociedad ficcional absorbida por un bovarismo posmoderno[1] donde el discurso televisivo otorga las nociones de lo real, las versiones racionalizadas acerca de los rostros y comportamientos del bien y del mal, un colectivo que desatiende las acciones de un monstruo criminal porque excede la lógica de los asesinos del género. Detrás de todo ello o quizá por encima, en el espacio del río sin orillas ocurre otra pesquisa, adyacente y velada, la búsqueda del hermano de uno de los personajes y de su amante.
La red de conexiones se expande hacia atrás en la virtualidad ficcional donde esa pareja ausente que desaparece es objeto primordial de otra narración anterior a La pesquisa, Nadie nada nunca, y de esta manera, Saer recrea un mundo complejo de relaciones y evoca su propia intertextualidad al interior de su corpus literario, incorporando una zona extratextual donde transcurre la historia y su devenir, para que las representaciones de la percepción tomen contacto sutil con la áspera realidad de la Argentina del Proceso.
Con un final que para algunos críticos echa raíces en su indecidibilidad por presentar dos posibles asesinos al lector, la solución de Pichón apegada a la psicología y a la razón, restablece el orden situándose en el imaginario de los géneros, la ciencia y los medios; la explicación de Tomatis impugna el policial.
Muy cerca de la cosmovisión de su autor, la novela subvierte la tradición de este género decimonónico, acercándose a un espeso realismo crítico desde el cual el mal ya no pernocta en viejas mansiones o herméticos cuartos cerrados, sino que habita y deambula abiertamente por toda la sociedad.
A propósito del desenlace de La pesquisa, Saer le contó a Alberto Hernando:
Cuando terminé La pesquisa y todavía no había sido editada en Francia, le dejé una copia a mi editora francesa porque la quería leer. Entonces me fui a Santa Fe y una semana más tarde hablé por teléfono con mi mujer y me dice: “Che, sabés que fulana me ha dicho que tengás cuidado que se nota enseguida que el asesino es Morvan”. Yo dije, me parece bárbaro, mordió el anzuelo.
Desde el sur del Sur escribe Adriana Greco.
[1] Rafael Arce. “Bestiario, bovarismo, perversión y parodia en La pesquisa de Saer” (2010)
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