Durante el siglo XVII España vivió uno de los periodos más críticos de su Historia.
Mientras veía a sus tercios derrotados en los campos de batalla europeos durante aquella despiadada Guerra de los Treinta Años y a sus colonias americanas hostigadas por frecuentes incursiones inglesas, holandesas y francesas, también la situación política en la península anunciaba el fin de la hegemonía del Imperio español.
Acaeció durante el reinado de Felipe IV, de la dinastía de los Austrias, aunque quien realmente gobernaba era su valido, el Conde-Duque de Olivares; atravesaba el país, además, por una convulsa etapa de crisis sociales, decadencia económica y turbulencias territoriales.
Especialmente grave fue la década de los 40, cuando desde el año 1640 Cataluña, Portugal, Nápoles y Sicilia emprendieron levantamientos e intentos de secesión con diferentes resultados, que pusieron en peligro a la misma Corona. Es en ese año cuando se producen la secesión de Portugal y una compleja sublevación de Cataluña en alianza con Francia, siendo suceso clave el llamado Corpus de Sangre en Barcelona, jornada en la que fue asesinado el Virrey (Guerra dels segadors). Aquella crítica insurrección, al no contar con las fuerzas necesarias para hacer frente al ejército de Felipe IV, concluyó por declarar República a Cataluña bajo protección francesa y, algo más tarde, entraba a formar parte de la Corona de Francia, país que acababa de involucrarse en la Guerra de los Treinta Años —que ya llevaba 23 en curso—. Estos sucesos enlazarían sucesivamente con otras graves conjuras, como la del Duque de Híjar en Aragón (1648).
Entre tantos y tan graves problemas como agobiaban por esos días al Estado, pasó inadvertida una peligrosa y solapada conspiración que venía urdiendo un grupo de aristócratas andaluces para procurar independizar Andalucía —entonces integrada en la Corona de Castilla— del resto de España. El imperio español era ya un gigante herido de muerte.

Este desconocido episodio, que a punto estuvo de dar un cambio radical a la Historia de España, fue protagonizado por el IX Duque de Medina Sidonia, don Gaspar Alonso Pérez de Guzmán, cabeza de una gran casa de enorme influencia política en la Corte y pariente del mismo Conde-Duque.
Dicha trama, con cariz de golpe de Estado, surgió a la sombra de la sublevación de Portugal contra la Corona española, iniciada en 1637, pues a este duque de Medina Sidonia se le encomendó el mando de las operaciones de pacificación del Algarve, en ejercicio de sus funciones como Capitán General del Ejército de Andalucía. Aquella primera rebelión de Portugal fracasó, pero no fue debido al celo del duque en el cumplimiento de su misión, sino siendo sofocada por Margarita de Saboya, virreina de Portugal.
La sublevación portuguesa volvió a repetirse, y entonces el duque se condujo con algo peor que la pasividad anterior, llegando incluso a la complicidad. El Duque de Braganza aceptó ser coronado como Rey de Portugal tras el consejo y las presiones de la familia de su esposa, doña Luisa de Guzmán, precisamente hermana del duque de Medina Sidonia. Se dice que fue ella quien convenció a su esposo para que aceptara la corona, con la frase: «¡Más vale ser Reina por un día que duquesa toda la vida!».
Cuando, tras haber sido sofocada la primera insurrección portuguesa, tornó a rebrotar en 1640, los sublevados asesinaron a Miguel de Vasconcelos y apresaron a la virreina doña Margarita de Saboya, aunque luego logró huir; al día siguiente coronaban al duque de Braganza en Évora como Juan IV de Portugal, iniciándose con él la dinastía de Braganza.
Felipe IV y el Conde-Duque iniciaron los preparativos para la reconquista de Portugal el 1 de diciembre de 1640. Para ello encomendaron al duque de Medina Sidonia el mando de un ejército con misión de atacar a los rebeldes y derrocar a Juan de Braganza. No obstante, la lentitud, renuencia y falta de resolución del aristócrata español hicieron sospechar su complicidad con Portugal y la existencia de algún interés oculto. Con el tiempo pudo probarse que existía acuerdo en que la ayuda de los nobles andaluces a Portugal sería devuelta a la sublevación andaluza cuando llegara su momento.
Fue el VI marqués de Ayamonte —primo del duque de Medina Sidonia— quien avisó a tiempo al nuevo rey portugués del próximo ataque que preparaban el rey Felipe IV y el Conde-Duque de Olivares para tratar de recuperar el territorio segregado. Francisco Manuel Silvestre de Guzmán y Zúñiga, era cabeza de la Casa de Ayamonte, una rama menor del ducado de Medina Sidonia y un señorío pobre en comparación con los de su primo. Vivía, además, asediado por las deudas a causa de la mala gestión de su patrimonio, por lo que la administración de sus rentas llegó a ser asumida por el Consejo de Castilla en 1636.
Estas conspiraciones, según alegarían más tarde en su defensa, iban más dirigidas contra el gobierno del valido Conde-Duque de Olivares que contra el rey de España. La pasividad que mostró el duque en la formación del ejército que debía pacificar el Algarve hizo que comenzaran a sospechar de su actitud, y surgieron los primeros rumores de que preparaba una conspiración para llevar a cabo en Andalucía algo parecido a lo acontecido en Portugal. No se sabe si la primera idea de esta trama fue del duque de Medina Sidonia o del marqués de Ayamonte, porque luego acusáronse mutuamente, pero sí quedó probado que el plan contaba con el apoyo de Portugal y con la colaboración de las flotas de Francia y Holanda.
La conjura, especie de golpe de estado del sur, tuvo al parecer como principal motivo garantizar el comercio con Indias y Europa, base de la riqueza personal del Duque y sustento de los opulentos y muy activos mercaderes de Sanlúcar de Barrameda, Jerez y Sevilla, ya que sus pingües negocios veríanse favorecidos por un futuro desvinculado de las innumerables y eternas guerras de los Austrias en Europa y centrado solo en su principal medio de riqueza, el comercio, y sobre todo, el comercio con las Indias.
Los recelos que ya habían conseguido despertar aquellos aristócratas andaluces, pusieron en funcionamiento el espionaje; un espía de La Haya fue el primero en alertar a Felipe IV de lo que se gestaba en el sur peninsular, y en el verano de 1641, otro personaje venido a tal fin desde Madrid hasta la frontera, Antonio de Isasi, capturó un mensaje que el marqués de Ayamonte enviaba a su primo el duque de Medina Sidonia, donde hacíase evidente la urdimbre de la conjura. Isasi envió el documento a Madrid, a donde llegaba casi al mismo tiempo que otros testimonios, aportados por fray Luis de las Llagas, fray Nicolás de Velasco y don Francisco Sánchez Márquez —Presidente de la Contaduría Mayor de Cuentas—, que informaban saber por criados de Juan de Braganza que la flota de Portugal preparábase para conquistar Cádiz.
Entre algunos de los datos conseguidos de los mensajes interceptados, se anunciaba que el Duque de Medina Sidonia aguardaría en Sanlúcar el refuerzo de una armada franco-lusa para dominar Cádiz; el Marqués de Poza llevaría a cabo la toma de Málaga; y también daban por seguro los nobles primos «Guzmanes» que podían contar con el respaldo del poderoso Duque de Arcos, al que trataron de involucrar incluso forzando nuevos lazos familiares por medio del matrimonio de sus hijos; los espías llegaron a la conclusión de que hasta habíase llegado a gestionar un pacto del Duque de Medina Sidonia con el reino de Fez por si fuera menester la contribución de este con tropas marroquíes.
Luis Salas Almela, profesor en la Universidad de Córdoba, ha realizado una investigación de más de 10 años con el fin de probar que la conspiración —puesta en duda o silenciada intencionadamente durante siglos— constituyó un hecho histórico real. Sus esfuerzos, bebiendo de fuentes como el Archivo de la Casa Ducal de Medina Sidonia y otros archivos españoles y europeos, dio como resultado un libro: «La conspiración del Noveno Duque de Medina Sidonia (1641). Un aristócrata en la crisis del Imperio Español», por desgracia publicado solamente en inglés.
Aparte de los intereses económicos de fondo, por medio de la conspiración pretendía el duque de Medina Sidonia proclamarse Rey de Andalucía, con el apoyo de Portugal, Francia y Holanda, países en guerra con el Imperio Español. Tras conocerse los detalles por los citados espías, el Duque fue emplazado por el rey en Madrid. Sin embargo, desoyó aquel llamamiento, alegando motivos de salud para eludir durante unos días su comparecencia, aprovechándolos para tantear entre otros nobles de Andalucía cuál sería su posición en caso de que se llevara a cabo la sublevación y los respaldos con que contaba. Pero los demás nobles (duque de Arcos, marquesa de Priego, obispo de Jaén, marqués de Cenete, etc.), viendo perdida la empresa, negáronle su apoyo. Tampoco apareció la prometida flota de Francia y Holanda, y, además, llegó a saber que solo contaba con el apoyo popular de Sevilla, Sanlúcar y Jerez, por lo que viose obligado a desistir, partiendo al fin hacia Madrid al enterarse de la noticia de su orden de arresto.
Pero, antes de verse perdido, el IX Duque de Medina Sidonia intentó utilizar el ejército del rey que hallábase a sus órdenes para enfrentarse al mismo rey y, según Rafael Sanmartín, llegó a ponerse en contacto con Bilbao y a Barcelona, a fin de plantear una declaración simultánea de independencia de los señoríos vascos, Cataluña y Andalucía, pero que tanto catalanes como vascos negáronse a participar. En mi opinión, Cataluña por esos días hallábase ya independizada o gestando su independencia bajo el paraguas de Francia. Este singular duque tuvo luego la peregrina idea de retar a duelo a su cuñado, el nuevo rey de Portugal, al que culpaba de incumplimiento y abandono, citándolo en la frontera entre ambos reinos, cerca de Valencia de Alcántara, y allí estuvo esperándolo con su séquito durante ochenta días (desde el 1 de octubre al 19 de diciembre de 1641), pero el rey portugués jamás se presentó.
Finalmente, el Duque hubo de comparecer en Madrid, primero aún en calidad de huésped en Loeches, como familia del Conde-Duque, y luego como acusado de traición ante el rey en el Palacio Real de la capital. No obstante, los datos siguen siendo confusos porque hay fuentes que afirman que fue detenido cuando regresaba de su viaje a Bilbao a su paso por Madrid.
Ante el rey y el Conde-Duque de Olivares lo confesó todo, pero culpando como cerebro inductor a su primo el marqués de Ayamonte, siendo este apresado; también el Duque defendió ante el rey que todas sus acciones no tenían otras miras que su amor a Andalucía, que había recurrido al Conde-Duque en numerosas ocasiones solicitando soluciones para la pobreza de su región, informando de la situación desesperada de infinidad de familias, pero que sus cartas siempre quedaban sin respuesta; aseveró que lo que él perseguía era que se apartara a Olivares del gobierno y que se volviera a admitir la representación de la nobleza en las Cortes.
Por su parte, el Marqués de Ayamonte fue forzado a presentarse ante la justicia del rey por el Conde de Peñaranda, que entró en Ayamonte con el ejército para conseguir nuevas pruebas y delaciones en su contra. El marqués —conducido primero al Alcázar de Sevilla y luego a Illescas en octubre de 1641 (donde realizaría la confesión de culpabilidad que recoge el documento de la imagen), más tarde en el castillo de Santorcaz, luego en Pinto y finalmente en el Alcázar de Segovia— también confesó la verdad de los hechos, aunque culpó al Duque de ser creador de la trama; añadió que él no apoyaba a su primo para proclamarlo Rey de Andalucía, sino que lo que pretendía era independizar Andalucía bajo forma de República y sólo hasta la caída del Conde-Duque, momento en que la restituiría al rey Felipe IV. Tras un prolongado juicio fue condenado a la confiscación de sus bienes y a la pena de muerte. El poder erigió al marqués en principal cabecilla de la conspiración, convirtiéndolo en cabeza de turco, mientras que por el contrario se acallaban las acusaciones que recaían sobre el Duque. El de Ayamonte basó su última defensa en el argumento de que su primera Declaración de Illescas (véase imagen) la hizo influido por la promesa del Conde-Duque de que sería perdonado si se declaraba culpable.
El Duque de Medina Sidonia, condenado a pagar doscientos mil ducados al rey y a ser desterrado de Andalucía, envió al Alcázar de Segovia 4.016 reales para que no le faltase de nada a su amado primo el marqués de Ayamonte. Pero la situación en el sur peninsular aún no se apaciguó, porque la duquesa, tras el destierro de su esposo, encerrose en su palacio de Sanlúcar de Barrameda y, en rebeldía, soportó un asedio de tres meses sin rendirse a las tropas reales. Quizá la condena más dolorosa para el Duque fue la pérdida de la villa de Sanlúcar de Barrameda y su paso a jurisdicción de la Corona, perdiendo la estirpe de los Guzmanes la plaza que dio origen al Estado de Medina Sidonia. Además, la pérdida de Sanlúcar con todos sus privilegios suponía la ruina económica para el Ducado de Medina Sidonia. Todos estos sucesos causaron el descrédito del Conde-Duque de Olivares, al ser protagonizados por miembros de su familia, cayendo en desgracia y perdiendo sus cargos en el año 1643.
Respecto al marqués de Ayamonte, emitiose un dictamen posterior de jueces y notables inculcando clemencia al rey, defendiendo que se aplicara la confiscación de bienes, pero que fuera conmutada la pena capital por la de cadena perpetua para el marqués. Felipe IV accedió y se dilató la ejecución; mas, al descubrirse en 1648 la conspiración del Duque de Híjar en Aragón, decidieron aplicar rigurosamente la sentencia, para aleccionar a los posteriores conjurados de Aragón. Cumpliose pues el ajusticiamiento público en el Alcázar de Segovia el 12 de diciembre de 1648, muriendo degollado como traidor el marqués de Ayamonte y convirtiéndose su ejecución en un espectáculo ejemplarizante.
- Almela, Luis Salas (Autor)
El estudio de Salas Almela concluye con una «valoración de las consecuencias que tuvo el descubrimiento de la conjura. En el plano político, y a pesar del perdón inicial, el suceso supuso la caída en desgracia de la Casa de Medina Sidonia, después de casi cuatro siglos de ininterrumpida preponderancia social, y además contribuyó a la caída del poder del Conde-Duque de Olivares. Para el duque de Medina Sidonia, personalmente, el desmantelamiento de su plan terminó con su detención y encarcelamiento en diversas prisiones de Castilla y su expatriación definitiva de Andalucía. Por último, para el propio Felipe IV la conjura de Medina Sidonia supuso la pérdida de toda oportunidad de responder con celeridad a la rebelión de Portugal, lo que ayudó de forma notable a que esta nación alcanzara su independencia definitiva». Aunque, personalmente, yo no hablaría de independencia de Portugal, pues su situación era ya de un Estado independiente que sólo compartía rey con España; lo que consiguió Portugal fue un cambio de dinastía.
¿Qué fue de Cataluña entretanto? Tras la caída del Conde-Duque y más desengañados aún de los franceses que lo que pudieran estar de los españoles, retornaron al redil de Felipe IV en 1652; por último acabaron perdiendo definitivamente el Rosellón y la Cerdaña en la Paz de los Pirineos de 1659.
En 1668, el rey de España Carlos II, reconocía la independencia de Portugal.
- Alvarez De Toledo, Luisa Isabel (Autor)
- Historia de una conjura, de ÁLVAREZ DE TOLEDO, Luisa Isabel.- Ed. Diputación Provincial de Cádiz, 1985.
- La conspiración del Duque de Medina Sidonia y del Marqués de Ayamonte, de DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio.- Sevilla; Revista Archivo Hispalense 106-1961, pgs. 133 a 159.
- La conspiración de Medina Sidonia, de CALVO POYATO, José.- Madrid, Ed. Información y Revistas S.A. Historia 16 nº 170, 1990.
- The Conspiracy of the Ninth Duke of Medina Sidonia (1641): an ariscocrat in the crisis of Spanish Empire, de SALAS ALMELA, Luis.- ed. Brill, Leiden-Boston, 2013 (trad. Ruth Mackay).
- Medina Sidonia: el poder de la aristocracia, 1580-1670, de SALAS ALMELA, Luis.-Madrid: Marcial Pons, Ediciones de Historia, S. A., 2008.
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