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Erec y Enide

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El siguiente artículo intenta, partiendo del análisis de la fuente primaria escrita por Chretien de Troyes “Erec y Enide”, desmenuzar los elementos presentes en la institución matrimonial en la Edad Media, sus características y objetivos sociales, tomando como eje el rol eclesiástico como herramienta legitimadora de la moral.
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El Matrimonio en la Edad Media

El ordenador social de la Alta Edad media está constituido por la institución matrimonial. Esta se encuentra encuadrada en un sistema de ritos y prohibiciones que conforman el modelo de conducta a seguir, tal como se evidencia  en la novela analizada. El matrimonio entonces, como acto social, constituye un sistema de valores y un modo de representación ideológicas.

En Erec y Enide de Chretien de Troyes se pueden observar varios de los ritos involucrados en el matrimonio, reconociéndolo en esta obra como un matrimonio de tipo Hipogámico es decir una unión donde los cónyuges que provienen de diferentes estratos sociales, siendo Enide  hija de un valvasor (término utilizado para designar a un vasallo de los vasallos del rey)  mientras que Erec es un hijo Real que “estaba destinado a recibir y transmitir el honor real”[1] un claro ejemplo de esta distinción social son, los dotes ofrecidos como contra don por parte de Erec hacia el valvasor padre de Enide ..pero yo os prometo y otorgo, que si vos me proporcionáis las armas y me entregáis a vuestra hija para conseguir el gavilán mañana, la llevare a mi tierra, si Dios me da la victoria. Allá hare que la coronen y será reina de diez ciudades”.[2]

Este matrimonio Hipogámico para Morsel, va a constituir un medio legitimo a la vez  que una costumbre, para  reforzar vínculos de fidelidad jerárquica a escala local.

Otro rito que podemos denotar a partir de la obra, lo constituye el siguiente fragmento: “Ahora oiréis la alegría y el gozo que hubo en la habitación y en la cama, por la noche cuando se fueron a juntar Obispos y Arzobispos estuvieron allí”[3]Este rito es el denominado conscentio thalami, el cual hace legítima la ceremonia del matrimonio proporcionando pruebas simbólicas de la consumación del mismo.

Con los ritos se hacen públicos los actos privados a la vez que se legalizan y, las prohibiciones establecen lo lícito y lo ilícito, separando lo puro de lo impuro. “…mediante la copulatio se entreabre la puerta que da al campo de lo tenebroso, misterioso, terrorífico de la sexualidad y de la procreación, es decir al campo de lo sagrado…el matrimonio se sitúa en la encrucijada de dos órdenes, el natural y el sobrenatural”[4]

Erec y Enide

Es importante destacar entonces, que durante el periodo que nos ocupa se ha desarrollado un conflicto entre el poder profano o laico y el poder sagrado o elcesiastico. El primero se rige a través de las leyes y se sostiene por aquellos cuya misión es promulgarlas y hacerlas respetar, mediante los modos de comportamiento tradicionales así como en la disposición de las relaciones de producción. Teniendo en cuenta que, quien promulga las leyes es el mismo que posee los medios de producción, como sostiene Duby, la historia del matrimonio no será la misma entre las distintas jerarquías sociales. En cuanto al poder sagrado, podemos decir, que quienes lo detentan son los eclesiásticos, conformando el poder de la iglesia. En esta competencia, es este poder sagrado el cual va a prevalecer por sobre el profano o civil, en vías de una cristianización de la institución matrimonial.

Este poder profano, constituirá el modelo laico asociado a lo rural y su modo de producción, donde el principal móvil será la prevalencia generacional de este y su explotación, resolviendo de esta manera la supervivencia de sus dones y dotes como de sus tierras y rentas. Mediante el matrimonio la principal función de la mujer es brindar el poder de procreación ligado a lo generacional mientras que el hombre deberá mantener y engrandecer sus posesiones mediante el ejercicio de la guerra. Podemos establecer hasta aquí un modelo que gira en torno al hombre basado en la noción de herencia, en donde el rol de la mujer se verá solamente limitado a  “…dar hijos al grupo de hombres que la acoge que la domina y que la vigila.”[5].

La sociedad del periodo analizado no puede definirse como estrictamente monógama, si bien solo se permite una sola esposa a la vez, al mismo tiempo no se niega al marido el poder de romper la unión cuando lo desee, en pos de cubrir su genealogía o incrementar sus bienes como por ejemplo al no recibir descendencia de su actual esposa o adoptar otra de mayor rango social.

En cuanto a la sexualidad masculina, no está encerrada en el marco conyugal. La moral si bien obliga a este a mantener a su esposa, no lo obliga a utilizar a otras mujeres antes del matrimonio, en su juventud ni posteriormente. Por el contrario en lo que respecta al rol femenino, se pretende garantizar la virginidad en el caso de la doncella y la constancia en cuanto a la dama o esposa.

El modelo que se opone al desarrollado anteriormente es el eclesiástico. La iglesia admite al matrimonio como un mal menor; lo adopta e instituye siempre y cuando sirva para disciplinar la sexualidad. Es en este sentido que la iglesia propone una moral de la buena conyugalidad, a fin de eliminar de esta unión el placer carnal y el amor apasionado, para establecer en la relación matrimonial solo la idea de procreación. En palabras de Duby; “el matrimonio se concibe como un remedio a la codicia sexual: ordena, disciplina y mantiene la paz. Por él, el hombre y la mujer son apartados del área en que uno se acopla libremente, sin regla, en medio del desorden”[6]

Si bien la iglesia se opone a este poder laico o profano, no rompe con este sino que intenta rectificarlo llevándolo del terreno profano al sagrado mediante la metáfora de la unión entre Cristo y su iglesia.

Como último punto característico de este modelo eclesiástico nos interesa destacar la figura de los curas quienes se van involucrando poco a poco en la ceremonia del matrimonio para sacralizar los ritos; como por ejemplo el rol de los Obispos y Arzobispos en las nupcias entre Erec y Enide que destacamos al comienzo del trabajo.

Hasta aquí en rasgos generales podemos establecer que para los Siglos X, XI y XII las modificaciones en la sociedad aristocrática afectaron la estrategia matrimonial a través de las nuevas estructuras de parentesco, las cuales anteponen en la sucesión la masculinidad y la primogenitura dejando de lado a la mujer, lo cual se resuelve entregándolas como dote u ofreciéndolas en matrimonio cada vez que se presente la oportunidad, en otras palabras dejándolas fuera de la ecuación de sucesión.

Con respecto al rol masculino, en este temor a la división de la herencia, sumado a la afirmación del derecho a la primogenitura o como expone Morsel, el hijo destinado a recibir los honores, se refuerza los obstáculos al matrimonio. De esta manera para el Siglo XII surge la importancia de los Juvens, caballeros solteros, quienes son expulsados de la casa paterna en busca de aventuras como medio de transformación social, para pasar a Señores.

Hasta aquí en estas dos modalidades de obstaculizar el matrimonio, priorizando al primogénito y legando a las mujeres, entregándolas en dotes o en matrimonio, vemos una consecuencia a la que Duby llama Mercado Matrimonial, mediante el cual, aumentan las posibilidades de los linajes de encontrar un mejor partido para el o los hijos a casarse. Esto puede verse en el siguiente fragmento de la novela analizada donde el Conde (señor del valvasor padre de Enide) le habla a Erec y dice: “Si, buen señor… este don es bello y bueno la doncella es muy hermosa y discreta y también es de alto linaje:… Os dignasteis a tomar a mi sobrina: saber que su madre es mi hermana” [7] aquí se refuerza las estructuras de las sociedades nobles, en donde usualmente la esposa procede de una familia más rica que la del marido, hecho dado en el vinculo matrimonial entre los padres de Enide. A su vez vemos como en la figura del Conde a aquellos señores que durante el Siglo XII intervienen cada vez más en las transacciones matrimoniales ante los padres.

En contra partida a lo sucedido en los siglos citados, Morsel expone para el siglo IX que hay una “…escasez femenina (hombres jóvenes desean a hijas de un rango superior al suyo y por tanto menores al número), lo que provoco a mediados del siglo IX un recrudecimiento de los raptos”[8].

Es necesario destacar que durante los Siglos XI y durante todo el Siglo XII, la Iglesia trata de insertar al matrimonio cristiano como marco rector normal de toda la vida laica. Esto lo hace mediante la sacralización de todos los ritos que terminan haciendo del matrimonio una institución religiosa.

Siguiendo a Duby, podemos observar, que entre el modelo establecido por la Iglesia y la practica hay una considerable distancia. En este sentido, lo que prevalece posterior al año 1160 en la ideología profana, expresado por la novela cortesana, es el valor del amor conyugal, tema central de la obra Erec y Enide.

Rodriga Lages


[1] MORSEL, J. “La aristocracia medieval”. El dominio social en occidente. (Siglos V – XV). Traducción Fermín Miranda. Universidad de Valencia, 2008. Pp. 85-87.
[2] CHRETIEN DE TROYES, “Erec y Enide”, Editorial Nacional, Madrid, España, 1982, pág. 65, vs 653.-

 [3] CHRETIEN DE TROYES Op Cit., pág. 100, vs 2039.- [4] DUBY, G. “El amor en la edad media y otros ensayos”. Versión española de Ricardo Artola, Editorial Alianza Universidad. Pág. 14.-

[5] Ibídem Pag.18.-
[6] DUBY, G. “El caballero, la mujer y el cura”. El matrimonio en la Francia Feudal. Editorial Taurus, versión de Mauro Arminio, Madrid, 1982. Pág. 55.-
[7] CHRETIEN DE TROYES Óp. Cit., pág. 80 vs.1266.-
[8] MORSEL. Óp. Cit. Pág. 86.-

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