Las nueve musas

La misión del ser humano es convertirse en Desierto

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El ser humano a lo largo de su vida busca compañía, teme a la soledad y se percibe fuera del mundo al sentirse alejado de sus semejantes.

Sin embargo, ante esta sensación se abren dos ambigüedades: la no aceptación del otro por sí mismo si no es través de un filtro de condicionamientos propios, y el temor a la introspección, es decir, penetrar en el yo para escuchar no sólo la voz interior sino la voz divina habitante en lo íntimo del ser uniendo la existencia con la vida.

Es preciso explicar que la vida y la existencia forman al ser, así como el aliento de vida unido al aliento divino forman el aliento de la sabiduría, pero ¿qué significa? Antes de la existencia del ser humano, explica la mística, todo era un gran cúmulo de energía, la energía primaria a la cual se le da el nombre de Neshama, es decir, la sabiduría divina, el nivel más alto, donde todo era oscuridad, porque era tanta la energía que no podía visualizarse algo, además, no es necesario contemplar la luz cuando se es luz, por ello, está escrito en los Libros Sagrados que todo era oscuridad, todo era Nada, aunque parezca contradictorio.

Este cúmulo de energía es la eternidad, donde habitan las cinco palabras sagradas: Bondad, Verdad, Pacto/Alianza, Amor y Misericordia. Cada una de estas ellas en su profundidad forman el cuerpo de lo divino, Hashem-D/os-Allah, era el todo, sin embargo, fue tanta la energía acumulada en cada una de estas palabras que D/os se contrajo y se expandió, creando universos, los cuales tuvieron la misma reacción brotando de ellos la Creación, la cual como reacción en cadena engendró al ser humano. A esta expansión construcción del universo los antiguos dieron el nombre de Tzim tzum, lo que años después la astrofísica llamaría Big Bang.

Al crearse esta expansión de la energía brotó un sonido al cual el hinduismo y el budismo pronuncian Om, llamada udgīthá, es decir, canto fuerte u oración vibrante, praava mantra, sonido primigenio en donde las letras a, u y m dieron vida a bhūr (Tierra), bhuva (atmósfera) y suah (cielo), así como a Brahmá, Vishnú y Shivá, siendo ésta tercera persona de la Trimurti quien según sus creyentes produjo en su expansión este sonido, surgiendo de ahí las siete notas de la octava musical sa, re, ga, ma, pa, dha, ni, utilizada por Pitágoras y por la mística para desarrollar los siete chakras y los siete lenguajes del ser humano, de ahí que la música sea considerada el lenguaje de D/os, por ello, en el judaísmo YHWH, más que pronunciarse suena como un aliento, en el cristianismo D/os y en el islam Allah adquieren su significado únicamente en su sonido. Este sonido primigenio retorna a ese estado donde el todo es la nada, por eso, pronunciar, Om o amen/amín, retorna la tranquilidad al corazón, porque el latir del corazón es un micro sonido que repite en el interior humano su creación otorgando sentido a la vida y uniéndolo a la existencia.

Al producirse este sonido se creó la luz, símbolo del nacimiento del Tiempo y el Espacio, los cuales estaban retenidos en el vientre del Kayros (tiempo divino) y de la Eternidad, creando así la materia y la vida surgidas de la Existencia hija del Ser. De esta manera se comprende que la vida pertenece al tiempo cronológico, al espacio, y la existencia a la eternidad y al Kayros, ambos se encuentran en el ser humano, la vida es la cotidianidad, el quehacer diario, la existencia la presencia de las cinco palabras divinas a partir de las cuales la humanidad se fortalece para realizar el trabajo de su presencia en la creación, es así, como la vida es en base a la existencia, si una no está entrelazada a la otra el ser humano no encuentra su misión, ni su relación con el todo, decayendo a Persona, es decir, a este personaje que al no tener claro quién es, se va comportando de diferentes maneras hasta caer en el individualismo, donde olvida que todo acto realizado afecta al universo, al ser parte de la energía y de la eternidad.

Ante esta postura de la mística, decir, es mi cuerpo, es mi pensamiento, remarca la fractura entre la vida y la existencia, comenzando la pérdida del ser, lo cual conlleva la carencia de saber comportarse como ser humano- llevando la conducta a una forma egoísta.

Este egoísmo esta remarcado en los Libros Sagrados, cuando el hombre simbólicamente come del fruto prohibido, siendo su pecado, es decir, lo que lo lleva a la imperfección no comer de él sino negar su responsabilidad y culpar al otro, así, quien no se sabe hacer responsable de sus actos, esta muy alejado de comprender la responsabilidad de vivir en un mismo universo y ser parte de la creación.

símboloAnte esta reacción, D/os no juzga al ser, le pregunta ¿Dónde estás?, sin embargo, el ser dice me escondí porque estoy desnudo, ¿Cómo sabes que estás desnudo?, pregunta D/os nuevamente. En este momento el ser se ha separado de la eternidad, al actuar desde el individualismo, separa la vida de la existencia, hace de la eternidad tiempo, por eso no sabe responder en dónde está y responde con otra circunstancia, es decir, ha perdido su sentido, la energía se ha vuelto materia y al salir de la eternidad y hacerse tiempo ya no sabe dónde está y si no sabe responder esta pregunta tampoco sabrá quién es, ni hacia dónde dirigirse.

D/os le dice que lo vestirá con ropa de carne, es decir le dará un cuerpo, está energía creada de la expansión en cadena tendrá ahora un cuerpo para poder situarse, así esta dualidad del ser masculino y femenino se viste de carne,  y se personalizan sus  en su existir mujer-hombre, para que en su cotidianidad regresen a la unidad al recordar que las diferencias son las que revelan las semejanzas, sin embargo, esta dualidad se resguarda en el interior, en el cerebro, así el hemisferio derecho representa lo femenino y el hemisferio izquierdo a lo masculino. Ahora el ser se sabe acompañado, pero esta compañía le causará conflicto, porque no sólo tendrá que saber en donde se encuentra en sí mismo, sino que tendrá que descifrar en donde se encuentra dentro del otro, por eso, parirá con dolor, por ello, el trabajo será más duro, porque ahora tendrá que realizar esta faena buscando quién es para sí mismo y para los demás.

Pero, D/os no lo abandona, le pregunta, lo cuestiona, no para juzgarlo, sino porque la pregunta despierta al Hombre, como lo menciona María Zambrano[1]. Es la pregunta de D/os la que le otorga el libre albedrío, la pregunta hace que el Hombre piense, y el pensar reconcilia a la vida con la existencia, al tiempo con la eternidad y sobre todo lo lleva a la soledad, a esa soledad necesaria para encontrarse con la energía primigenia, con la Nada que es el Todo, por ello, la sabiduría oriental escribe, entre más vacío más lleno, es decir, entre más se suelte la materia, entre más se vacíe el Hombre de Palabras, entre más se desate del tiempo para captar el instante, el ser humano entenderá el sentido de la Muerte, porque ésta entreteje y reúne la vida con la existencia y retorna a la oscuridad, esa penumbra impuesta en la retina, esa línea negra que analógicamente muestra y retorna cada noche a la eternidad, a la energía total, por eso, al dormir, al cerrar los ojos todo se vuelve negro, porque es tanta la energía, la luz que es imposible contemplarla, sin embargo, da tranquilidad descanso y un renacer.

SoledadLa pregunta de D/os, así como las tres preguntas fundamentales de la filosofía hacen que el ser humano busqué espacios para estar solo, para encontrarse consigo mismo, hace anhelar el Silencio, por eso la oración otorga momentos de soledad, porque en sí misma es una ofrenda dada por D/os al ser humano para encontrar y comprender en dónde está, hacia dónde va, y quién es.

Estas preguntas son claves en la historia no sólo de la mística sino de la filosofía, la dialéctica platónica, es un gran ejemplo, esas preguntas hacen introducirse en uno mismo para buscar retornando el libre albedrío y la responsabilidad que traslada en sí misma. Para poder Ser, el humano debe vaciarse, ser como el Desierto, así este mas que un lugar físico se devela un lugar espiritual, debe soltar el Yo, porque este sólo le pertenece a D/os o al universo. Quien anhela la libertad tiene que ser humilde, la humildad vacía de prejuicios, de anhelos, de deseos y aleja la envidia, la ira, la soberbia, ser un Desierto implica estar Hefker, sin dueño, significa solamente ser para retornar al punto primigenio y no ser para mostrar al otro una apariencia la cual al producirse ya está mostrando falsedad.

Ser como un Desierto implica recibir todo como algo nuevo, porque lo pasado se ha sumergido en la arena, es saber que los pasos presentes se extinguen en el mismo instante de postrarse, se hunden, se los lleva el viento quedando Nada.  Esta nada debe comenzar con el pensamiento, porque quien no suelta a la mente no podrá captar el aprendizaje que le otorga cada día.

El ser humano vive cada día la experiencia del Tzim Tzum, esta explosión, se realiza no sólo al despertar sino en su caminar continuo, sin embargo, para poder recibirlo, contraerse y expandirse se debe de estar vacío, abierto.

Ante el espejoEl desierto es el símbolo del estado en el cual el ser humano debe de instaurarse en la creación, ante el otro, ante sí mismo y por ende ante D/os. Esta simbología de la nada como madre del todo también se encuentra en el budismo zen, así el maestro le responde al discípulo cuando pregunta, ¿qué es el zen?, ante lo cual responde, el zen es alejarse del zen, o la respuesta del budismo cuando se dice, si encontráis al Buda matar al Buda, es decir, si piensas que has encontrado la iluminación, mata ese pensamiento porque te ha llenado y necesitas estar vacío, de ahí que para muchos estudiosos del mesianismo se entienda que el Mesías es la utopía de quien se vacía y busca sin encontrar, mejorando el mundo con ese caminar.

Al hacerse desierto el ser humano se vuelve el otro, así como el desierto recibe a la hormiga, al escorpión, al caminante y este se vuelve ese ser y el ser se convierte en ese desierto, donde el Hombre comprende el sentido de la compasión, del amor y de la misericordia, por ello, los pueblos que llevan los Libros Sagrados caminan sobre él, para darse cuenta que la nada es el principio de todo.

Esta visión del desierto como nada y como principio está en la matemática, de ahí la importancia del cero, sin cero no existiría la infinidad numérica, es el cero el que da valor a todo, y sobre todo quien da sentido – origen a la geometría y a la simetría germen de la estética.

El ser para encontrar su humanidad debe alejarse de todo individualismo, debe actuar sabiendo que pertenece y es parte de la creación, esta pertenencia debe de estar libre del Yo y de las máscaras impuestas por quien se forma y se conforma con ser persona, aquella que actúa dependiendo las circunstancias, haciendo del tiempo conveniencia más no aprendizaje.

Ser un desierto es comprender que todo cambia en un instante, es dejar que las tormentas de arena se lleven los prejuicios, las críticas, las posturas de superioridad, las creencias. En el desierto el ser humano solo se tiene a sí mismo y aun un universo en el cual sumergirse, en él, se percibe desnudo, como los primeros padres, se observa necesitado del otro, pero sobre todo se siente con la necesidad de conocerse a sí mismo. En el desierto, la humanidad comprende que la dirección que tome afectará su camino, ya que lo puede llevar a saciar su sed o a morir de ella.

Por esta razón, los grandes patriarcas y profetas caminaban en él, lo buscaban, siendo este lugar donde recibían la revelación divina, la cual no tiene su sacralidad en revelaciones espectaculares sino en el encuentro consigo mismos, porque al estar en el vacío de la nada, el Hombre se cuestiona y retorna a su punto primigenio, une su humanidad con lo espiritual, hace de la nada el todo. El desierto dará al ser humano la sabiduría para ser y cumplir su misión de vida, por ello.

Es así que volverse un desierto es la misión primigenia del ser humano, porque sólo a través de entender que se es un grano de arena sin el cual esa inmensidad seria incompleta, se entenderá la Palabra de D/os trazada en los Libros Sagrados, comprendiendo así que ser humano es contraerse y expandirse en la humanidad del Todo desde la Nada.


[1] Cf. El Hombre y lo Divino. María Zambrano. FCE. pp.69.

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Martha Leticia Martínez de León

Martha Leticia Martínez de León

Hermeneuta en Libros Sagrados y Lenguas Antiguas.

Maestra en Ciencias Bíblicas y Hebreo Antiguo. Maestrante en Estudios Judaicos por la Universidad Hebraica. Licenciada en Ciencias Religiosas por la Universidad Pontificia de México. Especialidad en islam por la Universidad de Al Azhar de El Cairo, Egipto.

Especialidad en el Pensamiento del Papa Francisco y el Libro del Apocalipsis por el Boston College.

Especialidad en Música Contemporánea (Piano-guitarra).

Generación XXXII de la Sociedad de Escritores Mexicanos (SOGEM).

Ha publicado treinta y siete libros en México, España, Estados Unidos e Italia en diversos géneros literarios y teológicos.

Conferencista a nivel internacional.

Creó y desarrolla la teología del Silencio y de la Carne la cual entrelaza con la investigación mística, científica y musical bajo el nombre de “Lectura gemátrica, pitagórica y cuántica del Séfer Bereshit 1-3 -Hashem se revela a través del Big Bang-

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