Las nueve musas
Chatarra

Chatarra espacial

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Su nombre sonaba a viejo, como reciclado de sus ancestros, mas su vigor delataba unos veinte años. Juan Cipriano, recolector de chatarra del ba­rrio, recuperaba sillas desvencijadas, camastros herrumbrosos, latas retorcidas, baterías, motores inservibles y toda clase de objetos. No hace tiempo leyó en un maltrecho periódico:

«Un satélite obsoleto se desintegrará en cien­tos de partes al ingresar a la atmósfera. La chata­rra probablemente impacte en una zona boscosa cercana a la ciudad».

Nadie ha vuelto a ver a Juan Cipriano. Quizás, en un alarde de astucia montañera advirtió una es­tupenda oportunidad de negocio que literalmente le caía del cielo.

José Fernando Suárez Isaza

José Fernando Suárez Isaza

Auto reseña gramatical

Medellín, Colombia, año sesenta y tres. En la distancia, intento adjetivarme objetivamente. Tomo el diccionario: sólo soy un sustantivo común con ansias de calificar.

Me detengo largo tiempo en dos palabras: música y publicidad. Afición y profesión. Paso la página. Más adelante, aparecen diversas expresiones verbales en modo infinitivo, conjugadas de manera irregular y en cantidad variable de tiempo, modo y lugar: Vender, enseñar, transportar…

Escribir.

Me cayó ese “mal de letras” con el sol casi trepado en lo alto. Vinieron las lecturas, los deslumbramientos, los talleres, los aprendizajes. Fiebres muy altas, ideas que rondan, mal dormir. Efectos concomitantes. Algunas historias son ahora aviones de papel (Quitasol, Lexis, editorial U. P. B., Medellín en 100 palabras, Fundación Haceb, editorial Bola de Papel, Mundo de escritores…), valiosos aprendizajes con los que la fantasía se ha echado a volar. Otras, aguardan pista reducidas en hangares: un libro de cuentos, una colección de cien microrrelatos en cien palabras, una novela y un “Cajoncito de recuerdos”. He cometido versos, pero, ¿quién no ha pecado?

Salvo Las nueve musas, que me permite —algo que agradezco— la posibilidad de volar más lejos, es imposible por el momento destacar en mayúsculas un reconocimiento. Puro cuento sería. Mas, sigo aferrado a las letras, como si yo fuera su pronombre posesivo, como si de palabra nos hubiésemos comprometido a estar juntos por siempre en un futuro perfecto.

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