¡Qué haré si tienes tus ojos
Muertos a las luces claras
Y no ha de sentir mi carne
El calor de tus miradas!
¿Por qué te perdí por siempre
En aquella tarde clara?
Hoy mi pecho está reseco
Como una estrella apagada.
Fragmento de Alba, Federico García Lorca
El 18 de agosto pasado se cumplieron 80 años del asesinato de Federico García Lorca (1898-1936), andaluz y republicano, prosista, poeta y dramaturgo, quien perteneció a la llamada Generación del 27, al lado de Rafael Alberti, Dámaso Alonso, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Miguel Hernández, entre otros. Es uno de los pilares fundamentales de la dramaturgia española del siglo XX. Fue asesinado por los franquistas y, según los testimonios, lo hicieron al grito de “¡Por comunista y por maricón!”, arrojando su cuerpo a una fosa común.
Era hermoso por dentro y por fuera. Hermoso su rostro aniñado, con una mirada inteligente y serena, con aquella sonrisa dulce y sincera. Lo que él escribió sobre Ignacio Sánchez Mejía, se adecúa muy bien a él mismo: “Aire de roma andaluza / Le doraba la cabeza / Donde su risa era un nardo / De sal y de inteligencia”. Hermosas eran sus manos, esas que fueron bordando -palabra por palabra- un lenguaje único de elevada poesía; esas mismas manos que también realizaban dibujos de líneas y curvas sensuales. Era de pies a cabeza lo que podemos llamar un Artista, en el concepto real y primigenio del término, el cual se ha desvirtuado con el transcurrir de los años.
Lorca fundó el teatro ambulante La Barraca, fue amigo de grandes creadores de su época como Manuel de Falla, Luis Buñuel, Salvador Dalí y Margarita Xirgu, entre otros; en su periplo por América estuvo en Nueva York, Buenos Aires, Montevideo y La Habana, ciudades donde estableció relación con Pablo Neruda, Juana de Ibarbourou, Ricardo Molinari y la mecenas mexicana Antonieta Rivas Mercado, entre muchos más. En el Gran Teatro de La Habana hoy podemos ver una placa conmemorativa para recordar la presencia de Lorca en Cuba.
Federico escribió sobre el espíritu y la cultura romaní como en el Romancero Gitano, sobre los toros, la luna, los caballos, y como buen conocedor del alma femenina, sobre las mujeres. Entre sus obras de teatro sobresalen “La Casa de Bernarda Alba”, “Yerma”, “Bodas de Sangre”, “Mariana Pineda” y “El Público”. Tuvo la fortuna de disfrutar del éxito y la fama. Sobre su vida íntima, es sabido que mantuvo una relación sentimental con el escultor español Emilio Aladrén; tras su ruptura, Federico emprendió un viaje a Nueva York que lo llevaría a escribir su célebre poemario Poeta en Nueva York.
Con respecto a una de sus grandes pasiones, Lorca escribió: “El teatro es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la edificación de un país y el barómetro que marca su grandeza o su descenso. (…) Un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo; como el teatro que no recoge el latido social, el latido, histórico, el drama de sus gentes y el color genuino de su paisaje y de su espíritu, con risa o con lágrimas, no tiene derecho a llamarse teatro, sino sala de juego o sitio para hacer esa horrible cosa que se llama “matar el tiempo”.
La última pieza dramática que escribió, “La casa de Bernarda Alba”, nos sumerge en la España profunda, oprimida por el catolicismo, el machismo y la misoginia. Esa sociedad intolerante que aún prevalece, no solo en España, sino en el mundo, la cual hoy atiza el odio contra la comunidad LGTB.
Menciono lo anterior porque Federico fue víctima de un crimen no solo de orden ideológico, sino de orden homofóbico. “Acabamos de matar a Federico García Lorca. Yo le metí dos tiros en el culo por maricón”, afirman los testmonios. Es por ello que una parte de España (y del mundo) está en duelo e indignada por la muerte del escritor. Y otra parte de España (y del mundo) debería estar avergonzada por este crimen de odio, por este asesinato aún impune que privó al mundo de su vasto talento. Esas fuerzas que mataron a Lorca, hoy vuelven a encender las hogueras contra la comunidad diversa; por tal motivo Federico debe ser considerado un símbolo contra la intolerancia y la homofobia. Como él mismo escribió: “En la bandera de la libertad bordé el amor más grande de mi vida”.
El fascismo le arrancó la vida a él y a nosotros la posibilidad de leer las obras que la muerte le impidió escribir. Asesinado a los 38 años, ¿cuánta vida le restaba aún para seguir haciendo poesía y teatro? ¿De cuánta creatividad lorquiana nos arrebataron los franquistas? Y de haber sobrevivido, ¿acaso se habría exiliado en México —ese país que alguna vez fue digno y solidario— como tantos españoles que nutrieron la academia, las ciencias, la cultura y la vida nacional como Buñuel, León Felipe, Remedios Varo, la actriz Ofelia Guilmáin, entre muchísimos más?
Los totalitarismos, además de ser intrínsecamente intolerantes, son ciegos, sordos e insensibles ante la hermosura, la inteligencia y el arte. Prueba de ello son los crímenes como el del actor, director y teórico teatral Vsévolod Meyerhold en la época stalinista, el del canta-autor Víctor Jara durante el golpe de estado de Pinochet, el del periodista Rodolfo Walsh en la dictadura argentina, o la persecución durante el macartismo a diversos artistas como Charly Chaplin y Dashiel Hammet, por mencionar algunos. En el caso de Federico, el crimen fue en Granada, como escribió Antonio Machado; el propio Lorca expresó “Un muerto en España está más vivo como muerto que en ningún sitio del mundo”.
A 80 años de su asesinato se anunció que “Tras dos intentos fallidos, comenzará en septiembre la tercera búsqueda de los restos de Lorca y los de sus compañeros en la muerte”. Por su parte, “la jueza argentina María Servini de Cubría, que investiga las violaciones de derechos humanos cometidos en España durante el franquismo, aceptó investigar el asesinato del poeta Federico García Lorca”. Y entre otros múltiples homenajes, la cadena TeleSur publicó 10 de las mejores frases de Federico.
El franquismo asesinó al poeta y al dramaturgo, pero en nosotros queda mantener viva la llama de ese portento que fue Federico. Por eso hay que leer y enamorarse de su teatro y su poesía porque, como él mismo manifestó, “La poesía no quiere adeptos, quiere amantes”. Dejémonos embriagar por la fuerza y la pasión que corrían por las venas de este enorme escritor andaluz que ya es universal.
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