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Vida negra: la conspiración de Denmark Vesey

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El 9 de noviembre de 1799 Denmark Vesey comprobó que había ganado mil quinientos dólares en la lotería de la calle East Bay, en Charleston, Carolina del Sur.

Denmark Vesey
Denmark Vesey

El premio no era especialmente cuantioso, pero sí suficiente para provocar un cambio radical en la vida del jugador acertante y, aun cuando fuera de forma indirecta, este capricho del azar estuvo a punto de incidir radicalmente en la historia de los recién nacidos Estados Unidos, cuyo Congreso había declarado la independencia del país el 4 de julio de 1776.

En las postrimerías del siglo XVIII la ciudad portuaria de Charleston ocupaba el quinto lugar en el rango de las urbes del norte continental, tan solo por detrás de Filadelfia, Nueva York, Boston y Quebec. Constituía un punto neurálgico del comercio atlántico y era el polo económico y cultural de la zona sur, zona que prosperaba entonces con una economía agraria basada en el trabajo de una numerosa mano de obra esclavizada; se ha estimado que, hacia 1800, el número de siervos superaba los 12.000 tan sólo en Charleston.

Denmark Vesey, el afortunado ganador del boleto premiado con el número 1884, era uno más de esos esclavos. Figuraba en el inventario de bienes de un capitán de la marina mercante, llamado Joseph Vesey. Ahora disfrutaba la triste ventaja comparativa de incluirse en la categoría de los esclavos domésticos, si bien anteriormente ya había experimentado el rigor y el horror del trato impartido a los esclavos de plantación en los cultivos caribeños, auténticos “campos de la muerte” en los que la esperanza de vida no llegaba a los 30 años.

A pesar de las investigaciones que se han llevado a cabo, la primera infancia de Denmark Vesey permanece en la incógnita. Es probable que nunca llegue a saberse dónde o cuándo nació y tampoco su nombre originario. En 1781, el capitán Vesey, de la marina mercante, que traficaba con esclavos, efectos navales y otras mercancías, embarcó en Santo Tomás (Saint-Thomas, la principal de las Islas Vírgenes, bajo jurisdicción de Dinamarca hasta que fueron vendidas a los EE. UU. en 1917) un cargamento de esclavos con destino a las plantaciones de caña de Haití (por entonces llamado Saint Domingue); entre ellos, figuraba un muchacho de unos catorce años que atrajo la atención del capitán y de la tripulación por sus dotes físicas y psicológicas. Siguiendo la moda infame de bautizar a los esclavos con nombres mitológicos, le llamaron “Télémaque” como el hijo de Ulises. Con el tiempo, la denominación sufrió un proceso de corrupción idiomática hasta convertirse en “Denmark”.

Sin embargo, pronto se comprobó que el inteligente Telémaco-Denmark era una mercancía averiada pues sufría ataques epilépticos que le hacían inservible para las durísimas tareas de la zafra. En el siguiente viaje del capitán Vesey a Haití, el comprador de Denmark le devolvió el esclavo y exigió el reintegro del precio pagado. El capitán Vesey decidió no poner otra vez en venta al adolescente, conservándole a su lado como criado personal durante largos años. Es probable que, en los primeros momentos, Denmark haya acompañado al marino traficante en ocasionales travesías transatlánticas a las costas del África Occidental para la adquisición de esclavos destinados al mercado americano. Lo cierto es que el joven siervo pronto adquirió múltiples habilidades y conocimientos (leer y escribir, idiomas, carpintería…)

En 1783, cuando Denmark contaba unos dieciséis años, el capitán se instaló definitivamente en Charleston. Entre esta fecha y la del sorteo milagroso, la vida del esclavo transcurrió con la normalidad que era esperable en una persona de su condición; se casó y tuvo varios hijos.

esclavos
Revolución haitiana (Bettyreategui)

En un ámbito más amplio, la normalidad internacional se vio trastocada con la triunfante revolución haitiana, que sembró la alarma en las potencias esclavistas y sentó precedente para la abolición de la esclavitud; constituyó asimismo una fuente de inspiración para la ulterior conspiración de Denmark Vesey. El factor desencadenante de la revuelta haitiana se había producido en la noche del 22 de agosto de 1791, cuando tuvo lugar una multitudinaria reunión de esclavos y cimarrones en un claro del bosque Caimán, en la zona norte de Haití. La ceremonia que allí se celebró tenía evidentes resonancias africanas y estuvo dirigida por un esclavo negro llamado Boukman y una sacerdotisa mulata. Para reforzar la cohesión del grupo, los conjurados sacrificaron un cerdo negro y bebieron su sangre. Se recababa así la ayuda de las deidades del vudú para exterminar a los aborrecidos blancos. Las plegarias fueron atendidas y, en breve intervalo tras un terrible baño de sangre, no quedó en Haití ni un solo blanco. El país proclamó su independencia en 1804.

Harriet Beecher-Stowe
Harriet Beecher-Stowe

Es probable que Denmark no abrigara sentimientos de odio cuando fue agraciado con los mil quinientos dólares en noviembre de 1799 puesto que no eran infrecuentes las relaciones afectuosas entre los esclavos domésticos y sus amos, según se acredita en numerosos documentos y en obras literarias como Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchell (1936) o La cabaña del tío Tom, publicada por entregas entre 1851-52 y considerada factor decisivo para el desencadenamiento de la guerra civil de los EE.UU. (se cuenta que cuando la autora, Harriet Beecher Stowe fue presentada a Abraham Lincoln en 1862 él la saludó diciendo “¡De modo que es usted la mujercita que escribió el libro que originó esta gran guerra!”). Pero es natural que el esclavo premiado se precipitara a rescatar su libertad, cosa que al fin consiguió el día anterior al 1º de enero de 1800. Tenía 33 años. Se había comprado a sí mismo por seiscientos dólares, cantidad inferior a su valor real.

No le fue posible rescatar a sus hijos -Sandy y Robert, entre otros- y con los 900 dólares que le quedaban instaló un negocio de carpintería. Pronto se convirtió en uno de los miembros más influyentes y respetados de la comunidad negra. Leía la biblia con asiduidad y frecuentaba la iglesia presbiteriana.

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En los países esclavistas la cristianización de los negros estaba llena de contradicciones. Por un lado, el sector puritano y biempensante se sentía en la obligación de extender la Palabra del Señor entre las almas perdidas de los “paganos”, tan proclives a la poligamia, el alcohol y otros excesos, sin darse cuenta de la tenaz persistencia del substrato animista africano. De otro lado, muchos propietarios eran conscientes de que la Palabra divina tenía potencial suficiente para dinamitar las bases de la institución esclavista. Los misioneros blancos, por el contrario, argumentaban que el cristianismo “debidamente explicado” incrementaría la obediencia y la resignación de los esclavos catecúmenos. En este sentido, se detectaba una cierta disonancia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. La orientación neotestamentaria conllevaba menos riesgos para los propietarios pues el cristianismo “no roba al hombre sus legítimos derechos” (Dad al César lo que es del César…) y San Pablo había dictado el mandato de obedecer, sin cuestionar la esclavitud (¡Siervos, obedeced a vuestros amos…!). En cambio, la tradición veterotestamentaria insiste en preconizar la liberación del cautiverio, ya se sitúe en Babilonia o en Egipto. La religiosidad de Denmark se fue decantando abiertamente por esta última orientación, identificando la esclavitud de los africanos con la del Israel cautivo. El del Éxodo se convirtió en su libro de cabecera.

Margaret Mitchell
Margaret Mitchell

Al descubrir que los metodistas negros recaudaban secretamente fondos para manumitir a sus congregantes esclavizados, los blancos de Charleston intentaron, en 1815, restringir la autonomía de los cristianos negros. Denmark y otros muchos se apartaron de los pastores blancos para incorporarse a la recién creada Iglesia Metodista Episcopal Africana, constituida en los EE. UU. con gente de color exclusivamente y con una patente vocación abolicionista. Denmark Vesey ofreció su propia casa para celebrar reuniones eclesiales y realizar tareas docentes. Las autoridades blancas, sin embargo, no se limitaron a contemplar con aprensión las actividades inspiradas por la nueva teología de la liberación de estos “nuevos israelitas radicales”. En 1818 fueron detenidos 140 fieles; Denmark, que figuraba entre los detenidos, comenzó entonces a sopesar la opción de emigrar al África. También calculó la posibilidad de trasladarse a Haití llevando consigo -cual nuevo Moisés- al mayor número de miembros de su iglesia; al final, decidió permanecer en los EE. UU. y “ver qué podría hacer por sus congéneres”. La conspiración estaba servida.

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Era necesario crear células en las plantaciones y en la ciudad -evitando cualquier contacto con los siervos adictos a sus amos- para concienciar a los demás esclavos sobre la injusticia de su condición y la justificación de la legítima defensa, al tiempo que se iba haciendo acopio de cualquier arma disponible.

En 1822, los preparativos de la insurrección estaban tan avanzados que se había señalado la fecha del 14 de julio (día de la toma de la Bastilla, con la que se había iniciado la Revolución Francesa en 1789) para el estallido de la rebelión generalizada. Pero el sueño del nuevo Éxodo se vino abajo por una indiscreción. El 22 de mayo, uno de los activistas, William Paul, comentó la planificación a un cocinero llamado Peter que guardaba incondicional lealtad -y no secretos- a su propietario, el coronel John C. Prioleau. El 9 de junio cometió la misma indiscreción Rolla Bennett, esclavo del gobernador del mismo nombre; quería que se adhiriese al movimiento George Wilson, esclavo fiel, bien tratado, del mayor John Wilson, quien confirmó las informaciones aportadas por el esclavo del coronel Prioleau: los conjurados habían previsto atacar sin aviso a la población blanca y embarcarse después rumbo a Haití. Se estima que entre esclavos, libertos y algunos blancos, el número de conjurados superaba los seis mil, entre ellos cuatro de los esclavos del gobernador Bennett.

Frederick Douglass
Frederick Douglass

La detención de los líderes del complot no se hizo esperar. Fueron acusadas de conspiración 131 personas. El 2 de julio ahorcaron a Denmark Vesey y a cinco más. En días sucesivos, fueron ejecutados otros treinta. Cuarenta y dos de los condenados -Sandy, hijo de Denmark, entre ellos- fueron vendidos para las plantaciones españolas en Cuba. La Iglesia Africana quedó prohibida y sus locales fueron arrasados (otro de los hijos de Denmark, Robert, vivió lo suficiente para restaurarla en 1865, ya finalizada la guerra civil). El ayuntamiento de Charlestón creó una fuerza permanente de 150 patrulleros encargados de vigilar el orden público. En el estado de Carolina se dictaron normas para prohibir la entrada de negros libres, para impedir que los negros aprendiesen a leer y para poner en cuarentena todo navío de otro estado o puerto extranjero que lleve a bordo negros o personas de color libres.   

La tensión creciente entre los partidarios de mantener en los EE. UU. el sistema esclavista y los militantes del abolicionismo contribuyó en gran medida a la secesión de los siete estados esclavistas y, finalmente, a una cruenta guerra civil (1861-65) cuyas secuelas aún no se han apagado.

Tras la guerra civil y la victoria de los estados abolicionistas agrupados en la Unión, se introdujeron tres enmiendas en la constitución de los EE. UU. para garantizar la libertad de cuatro millones de esclavos.

Alicia Garza
Alicia Garza (Universidad ciudadana)

Denmark Vesey representó un símbolo de la resistencia y una fuente de inspiración para los escritos de David Walker, Frederick Douglass, Harriett Beecher Stowe y otros abolicionistas, pero la emancipación no conllevó, ni en los EE. UU. ni en ninguna otra parte, una ciudadanía plena para las personas de color. En el periodo que se extiende desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad se constata la brecha que existe entre el vertiginoso progreso tecnológico y la atrofia social que dificulta el reconocimiento de la igualdad entre los seres humanos y la eliminación del racismo.  Esa brecha se hace especialmente visible en la primera potencia del mundo, los EE. UU., que no admitió la plena legalidad de los matrimonios mixtos hasta 1964 y en los que se registran y quedan grabadas todas las incidencias de la lucha por la igualdad de derechos de las personas de color, desde los disturbios de Little Rock, Arkansas, en 1957, cuando un grupo de estudiantes de color intentaron asistir a un instituto para blancos (tuvo que intervenir el ejército), pasando por las actividades y el asesinato de Martin Luther King, y llegando al reciente (2013) movimiento que resalta el valor de la vida de los negros, Black Lives Matter (BLM). Alicia Garza, una de las fundadoras del movimiento, lo define así: “Cuando decimos Black Lives Matter, estamos hablando de las formas en que los negros se ven privados de sus derechos humanos básicos y de la dignidad. Es un reconocimiento de la pobreza negra y el genocidio, es un estado de violencia. Es un reconocimiento de que 1 millón de personas negras están encerrados en jaulas en este país – la mitad de las personas en las prisiones o cárceles son negras, y esto es un acto de violencia estatal”.

José Antonio Álvarez-Uría Rico

José Antonio Álvarez-Uría Rico

Nace en Pola de Siero, Asturias, el 31 de octubre de 1944.

Es licenciado en Derecho por la Universidad de Oviedo (1965) y diplomado en Estudios Internacionales por la Escuela Diplomática de España (1973).

Impartió clases de lengua española como profesor auxiliar en la Wallington Grammar School for Boys, Londres (1967-68).

Colaboró en la elaboración del informe para las Naciones Unidas sobre la descolonización del Sahara Occidental (1974). Es miembro del Instituto de Cultura de Sahara.

Trabajó como traductor autónomo para la Organización Sindical española, las editoriales Saltés, Júcar, Alhambra, el Ministerio de Educación y Ciencia, la Organización de Estados Americanos y la Organización Mundial del Comercio (O.M.C.) (1974-1998).

Trabajó en Ginebra como traductor oficial de la O.M.C. (1999)

Prestó servicios como técnico en los Ministerios de Trabajo, Asuntos Sociales y Economía y Hacienda (1979 a 2009).

Dirigió la revista Cibelae de la Corporación Iberoamericana de Loterías y Apuestas de Estado (2003 a 2009).

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