En 2010, irrumpió en Estados Unidos una serie de televisión, Treme, emitida y patrocinada por el canal norteamericano HBO.
El hilo conductor de esta serie se centra en la descripción de la cultura existente en Nueva Orleans tres meses después del paso del huracán Katrina en 2005.
El objetivo de Treme es mostrar el tejido social que compone la sociedad de Nueva Orleans, en su día a día, a través de la cotidianeidad del barrio de Treme. Su función es descubrir al espectador cuáles son los factores que empujaron en 2010 a toda una ciudad a recuperar, desde sus raíces, la vida que les había arrebatado tanto el huracán Katrina como la mala gestión de la catástrofe por parte del gobierno federal. Además, muestra al gran público que aquella ciudad viva que tantos habían descrito (Twain, Toole, etc.), sigue existiendo en pleno siglo XXI. Los componentes de una cultura, personificados en toda una amalgama de personajes principales se convierten en esta serie en los auténticos protagonistas.
Más allá de las tramas internas que desarrollan los personajes, la serie se vertebra en las siguientes facetas de la cultura de Nueva Orleans: la música, la gastronomía, la diversidad étnica. A través de ellas, David Simon, su creador, todo un sistema jurídico, político y burocrático corrompido, al mas puro estilo Toole.
Simon quiere dejar claro que este modo de operar es característico de una cultura que, ni después de uno de los huracanes más devastadores de la historia, se consigue subsanar. La serie también nos muestra esta contradicción: el amor por toda la cultura que florece tras cada acorde, tras cada desfile, y la corrupción que se esconde tras cada esquina.
Músicos callejeros que desbordan pasión por su profesión, cuyo lema suele ser «tocad por la pasta», cocineros de nivel mundial que no consiguen tener una instalación de gas debido a la ineficacia de la compañía, profesores universitarios que solo consiguen dar la cara por internet… Nueva Orleans, como nos la enseña Treme, es música y es pasión por su propia cultura.
El principal poder que adquiere esta serie es la capacidad de fundir entre sus escenas todo un sinfín de piezas musicales: directos, conciertos, ensayos, música callejera y su banda sonora, como uno más de los personajes de la serie.
Esta obra, que en el siglo XXI ya la podemos enmarcar dentro de un nuevo género narrativo, el de las series; escoge distintos personajes del tejido social de la ciudad para representar a cuantos más colectivos mejor, pues de esto se componen las sociedades de las grandes urbes: la vida consensuada por distintos colectivos en un mismo espacio.
La serie consta de 4 temporadas y de 36 capítulos en total. Y en cada uno, de no más de una hora, el espectador queda atrapado en la reconstrucción heroica, no de una ciudad, sino de un carácter, el que le dan día a día los ciudadanos que la construyen.
El paso del huracán Katrina por la ciudad de Nueva Orleans fue uno de los aspectos más deleznables de la política interior del Presidente norteamericano George Bush, pues ante él pesaron todas las responsabilidades al no prever la caída de los diques que contienen el mar ante esta ciudad. Este es uno de los puntos que la serie quiere reflejar: el drama humano que supuso la no prevención de este desastre natural, que como dice Creighton Bernette, personaje que encarna John Goodman, adquirió una dimensión catastrófica debido a la mala gestión de los recursos orquestrados por el gobierno federal de los Estados Unidos.
Bernette, un profesor de literatura de la Universidad Tulane, casado con Toni, abogada defensora de las causas perdidas, y su hija Sofía conforman una familia atípica norteamericana. A través del personaje de Toni Bernette se introduce al espectador dentro del corrompido sistema jurídico de Nueva Orleans. Una mujer fuerte y decidida a acabar con las injusticias que reinan en la ciudad.
Aparece en el reparto un músico blanco, David, que vive en el barrio histórico, Treme, que da nombre a la serie. Aunque es hijo de la más alta élite de la ciudad, está enamorado de la vida bohemia. El espectador queda atrapado en el entusiasmo que este le pone a toda la música que en la ciudad se ha originado, se origina, y en la lucha constante para seguir originándola. La música es la base de la cultura de su ciudad natal, defendida por él mismo en una radio local.
Los músicos son un componente esencial de este puzle colectivo de los personajes, como un trombonista de capa caída, Antoine Batiste, o el trompetista e hijo de un jefe indio que ha llegado a lo alto de su carrera musical solamente al salir del circuito de la ciudad, y una pareja de músicos extranjeros recién llegados a Nueva Orleans con la intención de impregnarse de toda la cultura que ella emana.
Por otro lado, la serie también muestra la vertiente gastronómica de la tradición local. Nueva Orleans ha destacado por su cocina criolla, fusión de los alimentos autóctonos con las cocinas tradicionales europeas; y que en la serie se visualizan en la personaje de Chef, Janette, que tiene que jugárselo todo para intentar arrancar después de la catástrofe su carrera como cocinera en su propio restaurante.
Más allá de los restaurantes, Treme también nos muestra la vida nocturna de la ciudad a partir de un pub regentado por LaDonna, interpretada por Khandi Alexander, desde la que descubrimos la peligrosa faceta de reinar en la noche de una ciudad que nunca duerme, sobre todo en un momento histórico en el que la miseria campa a sus anchas fuera de la ley.
Por último, cabe destacar la figura del jefe indio Albert Lambreaux. Es un personaje crucial para entender la relación entre los «colonos» y los herederos de las creencias de los esclavos afroamericanos que poblaron esta ciudad y que la convirtieron en la capital del mundo del blues, del jazz y del Mardi Grass de Carnaval. Más allá de representar un autoridad para las creencias autóctonas, rige también a modo de autoridad allí donde la ley establecida por el Estado no es capaz de actuar: su lucha se centra en conseguir que la mayoría de los pisos que han quedado vacíos, tras el desalojo forzoso que las autoridades obligaron a hacer a los habitantes de la ciudad, puedan volver a ser abiertos.
Solo así toda una comunidad que se encuentra en jaque podrá volver a sus orígenes. De este modo, los creadores muestran al espectador todo el entresijo jurídico inmobiliario que ha habido detrás de esta gran catástrofe. Conseguir echar a las clases bajas, herederas de toda una tradición criolla, y de los suburbios que habitan, para reurbanizarlos como solo la globalización sabe hacer.
Al inicio de la serie al espectador le resulta bastante difícil realizar las conexiones entre personajes, escenas y tramas, y este es uno de sus juegos principales: las conexiones azarosas que en la realidad se establecen. Esta serie bien podría rezar como subtítulo: nuevas realidades, nuevas narraciones. Pues la fragmentación de toda la narración no solo se caracteriza a nivel literario, es decir, en el guion, sino también a nivel audiovisual. Es el espectador, su conciencia, quien ha de relacionar los sucesos, convirtiendo al típico espectador pasivo de la tradicional televisión en participante activo de la creación de dichas conexiones.
Treme es puro reflejo de la lucha que se está celebrando en la actualidad entre la preservación de las culturas locales, con una identidad y un motor propio, contra la gran homogeneidad que propone la globalización.
Treme puede ya ser considerada como una obra de culto, pues en sus objetivos se encuentran los grandes tópicos que caracterizan la cultura de una ciudad, los describen, los analizan, los voltean y se los presentan al espectador de un modo fragmentado e incluso en constante contradicción, sin dárselos masticados. De este modo ha de ser la propia consciencia del público la que construya el imaginario de una ciudad que a todos puede sorprendernos y atraparnos. Disfruten. Pues en marzo el canal televisivo TNT emitirá la cuarta y última temporada de Treme.
Ian León Mas
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