En otro artículo hemos planteado la importancia del estudio de los casos gramaticales. Por esta razón, venimos analizando cada caso por separado. En esta oportunidad le toca el turno al genitivo, el segundo de ellos.
Generalidades
El genitivo es el segundo caso que hemos heredado del latín. Se trata de un caso nominal, puesto que, tal como hemos visto al final del capítulo anterior, representa el complemento natural del sustantivo: el determinativo o adnominal, sintácticamente denominado modificador indirecto.
Decimos que un sustantivo está en genitivo cuando aparece unido a otro mediante la preposición de, siempre que esta exprese una relación de posesión (Esta es la casa de mi hermano), propiedad (Es un hombre de modales refinados) o pertenencia (La ferocidad de sus enemigos lo llevó a someterse), pero también la materia o sustancia de la que está hecha una cosa (Un muro de cal dividía la comarca). En su momento, la Academia explicaba este caso de este modo:
… siempre que un nombre se una a otro con la preposición de, significando relación de propiedad, posesión o pertenencia, o también la materia de que está hecha una cosa, como en casa de madera, anillo de oro, diremos que el nombre que lleva antepuesto dicha preposición está en genitivo, distinguiendo el genitivo de propiedad y el genitivo de materia.[1]
Sin embargo, el genitivo puede expresar también la división de un todo en una parte, como ocurre en la oración La mitad de su rostro estaba pintado de blanco. Esto es lo que se conoce con el nombre de genitivo partitivo. En ciertas ocasiones, el genitivo partitivo aparece junto a adjetivos, pronombres indefinidos e incluso a ciertas palabras que indican una vaga idea de cantidad, como ocurre en la oración Tu mirada tiene algo de misterio, algo de prohibido.
Ahora bien, el igual que en otros idiomas, el genitivo puede expresarse en español mediante un adjetivo, pues, por lo general, es posible convertir el sustantivo regido por la preposición de en un adjetivo, o bien derivado de este, o bien de origen distinto, pero siempre de igual significado. Si al decir la torre de marfil, un campo de trigo, asuntos de mi casa, fruta de Aragón, etc., podemos sustituir los sintagmas preposicionales por los correspondientes adjetivos, por ejemplo: marfileña, triguero, doméstico, aragonesa, tendremos verdaderos genitivos. Claro es que, a veces, los adjetivos correspondientes no existen, y es ahí cuando debemos contemplar la posibilidad de formarlos o de encontrar alguno semejante. Acerca de esta permutación entre adjetivo y genitivo, decía la Academia: «[…] podemos expresar el mismo concepto de los dos modos, prefiriendo el adjetivo o el genitivo según queramos o no poner más de relieve la idea del nombre complemento, y así decimos: amor materno o amor de madre»[2].
Esta permutación, además, nos permite determinar si realmente la construcción está en genitivo. Si no podemos hacer esta sustitución, se tratará de un régimen correspondiente al caso ablativo; por ejemplo, en Vengo de Barcelona, Estas pasas proceden de Málaga, Se bebió de un trago todo el vaso, Hablamos de nuestros asuntos, etc., no hay posibilidad de efectuar la sustitución por un adjetivo; por consiguiente, se tratará de relaciones en ablativo. Esto es aplicable tanto a la construcción en la que la preposición une dos sustantivos como a la que une un sustantivo con un verbo. Así, en la frase Esta moneda parece de Turquía (verbo, preposición, sustantivo), el hecho de que podamos decir Esta moneda parece turca indica que la construcción está en genitivo; en cambio, en Ha llegado un amigo francés de Londres (sustantivo, preposición, sustantivo), el hecho de que no que podamos decir Ha llegado un amigo francés londinense nos revela que la construcción está en ablativo.
La preposición de en el genitivo
Tal como hemos visto, cuando la preposición de está en genitivo, podemos distinguir dos relaciones primordiales: la primera es la que indica propiedad, posesión, parentesco o pertenencia en diversos matices (ej.: La casa de mi padre queda lejos); la segunda, la que denota la materia de que una cosa está hecha (ej.: Un busto de bronce era lo único que se veía en ese patio). Sin embargo, a lado de estas, existen otras de similares características.
Así pues, en el genitivo, la preposición de puede asimismo designar una relación con el autor (una comedia de Lope, una novela de Cervantes, un cuadro de Velázquez); con el contenido: (un vaso de agua, un plato de lentejas, un libro de cuentos); con el uso de una cosa (el hombre de las gafas, el caballero del verde gabán, la dama de sombrero rojo); con el lugar en el que ha ocurrido un hecho (el Concilio de Trento, el combate de Trafalgar), en el que se encuentra una cosa (la fontana de Trevi, el imperio de Oriente) o donde ha nacido un personaje (don Quijote de la Mancha); con el tiempo en el que ocurrió un suceso (el año de la Revolución); con la advocación de una calle o de un establecimiento religioso o profano (la calle de Alcalá, el convento de la Merced); con un rasgo de un animal metafóricamente semejante (ojos de lince, dientes de lobo, lealtad de perro; con la finalidad para la que fue concebido un objeto (aguja de coser, máquina de escribir, avión de pasajeros); con las personas o cosas de un conjunto (un grupo de especialistas, una manada de lobos, un enjambre de abejas), etc.
El genitivo, además, puede tener un doble significado que variará según cómo se considere la palabra afectada. Si a esta la consideramos sujeto de la acción, tendremos un genitivo subjetivo; si la consideramos objeto de la acción, tendremos un genitivo objetivo. En el sintagma el amor de Dios, por ejemplo, tendremos un genitivo subjetivo si consideramos a Dios como el que ama a los mortales, pero tendremos un genitivo objetivo si lo consideramos como el objeto de amor de las criaturas. De igual modo, en el sintagma el temor de los enemigos, será subjetivo el genitivo si consideramos a los enemigos como temerosos, es decir, como sujetos que sienten el temor, y será objetivo si los consideramos como objeto del temor que nosotros les tenemos.
En frases como el cantor de su gloria o el heredero de la corona el genitivo será forzosamente objetivo, pues el sustantivo es de agente y no de acción. Sin embargo, pueden producirse ambigüedades con sustantivos de agente, como en el asesino de Juan, frase con la que bien podemos estar diciendo que Juan es un asesino o que es un asesino el que ha matado a Juan. Vale aclarar que, a no ser que se quiera hacer un juego de palabras, rara vez sucede esto sin que el contexto determine el verdadero significado de la frase.
El genitivo en los pronombres personales
Se trata este de un uso restringido, porque, por lo general, en la primera y segunda persona, se emplean los posesivos mío, tuyo, nuestro, vuestro. En la tercera persona, aunque se emplea también el posesivo su para ambos números, la indeterminación de este nos obliga a emplear el genitivo (la casa de él, los padres de ellos, las amigas de ellas) y, en muchas ocasiones en las que se emplea el posesivo, el genitivo se añade como un refuerzo expresivo (su casa de él, etc.).
Para entender lo que ocurre con el genitivo en los pronombres personales de primera y segunda persona, recurriremos una vez más a lo expresado por la Academia hace algunos largos años:
El genitivo de los pronombres personales de primera y segunda persona, y también el del reflexivo se, se usan en significación objetiva, mientras que sus equivalentes los posesivos tienen significación subjetiva. Así, no es lo mismo tus informes que informes de ti. En el primer caso son informes que tú has dado; v. gr.: he leído TUS INFORMES; en el segundo, los que me han dado de ti; v. gr.: tengo malos informes DE TI. Asimismo, se dice con significación diferente: ya tengo TU opinión, y tengo una mala opinión DE TI, señor o señores DE SÍ, y SU señor o SUS señores.[3]
Como podemos apreciar, en esta definición reaparecen los términos objetivo y subjetivo, pero ya no aplicados al caso propiamente dicho como ocurría en el apartado anterior, sino a la «significación» total de la frase. De lo que podemos deducir, si es que no lo hemos insinuado antes, que el influjo de los casos no se circunscribe al plano sintáctico, sino que se extiende también al semántico.
[1] Academia Española. Gramática de la lengua española, Madrid, Espasa-Calpe, 1931.
[2] Ibíd.
[3] Ibíd.
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