Hace más de 25 años que dedico parte de mi tiempo a la fotografía, y varios años más desde que revelé mi primer rollo.
En este tiempo fui utilizando diferentes combinaciones de películas y reveladores.
Aquel primero recuerdo que fue Kodak Plus-X con revelador PQ7 de Romek, en el baño de casa. Luego comencé a usar el D-76 de Kodak (o la versión de Romek, R-76, en la época en que la importación estaba cerrada) con películas como la Plus-X o Tri-X de Kodak, las Agfapan o las Ilford PAN-F, FP4 o HP5, dependiendo de la sensibilidad y grano que deseaba. Después empecé a experimentar con diferentes reveladores, como el Rodinal de Agfa y probando hasta alguna fórmula casera, como el conocido Beutler.
Hasta que algún colega me sugirió probar una combinación que no tenía en mi libreto, película Ilford HP5 revelada con D-76, pero 1+3, mucho más diluido que las indicaciones del fabricante (para los que gusten probar, el tiempo de revelado es de 22 minutos a 20°, agitado 10 seg. cada minuto). Buscando estabilidad, me quedé con esta dupla por varios años.
Finalmente, tratando de alcanzar mayor definición, opté por la película Kodak TMAX 100 con revelador TMAX (bien de libro), que actualmente sigo utilizando.
Pero a través de todos estos años, de todas las variantes, a pesar de conocer los materiales que utilizo, hay algo que nunca ha cambiado. La incertidumbre de no poder ver el resultado hasta el fin del proceso. La angustia de la posibilidad de arruinar una foto irrepetible. En definitiva, el momento de sufrimiento desde que pongo la película en el tanque, hasta que la puedo ver ya revelada. Eso sigue igual por más de 25 años.
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