En ciencia y en religión la verdad ilumina al frente como un faro mostrando el camino; no pedimos alcanzarla; es mucho mejor que nos sea permitido buscar.
Arthur Eddington
Día a día la separación entre Iglesia y Ciencia parece estar cada vez más alejada, así se dejan visualizar muchos comentarios en internet de personas que repudian las religiones sin realmente tener un conocimiento claro de las palabras escritas en sus libros sagrados, sin tener conocimiento del idioma original, incluso sin haberlos leído completamente, y opinan tomando criterios vanos y superfluos de personas que a pesar de ser reconocidas en ciertas ramas ya sea la literatura, la pintura, política, antropología, etc., muestran una constante ignorancia.
Comúnmente se habla de que la religión ya no tiene cabida en la vida del Hombre posmoderno ya que Dios ha sido ocupado por la filosofía, por el arte y sobre todo por la ciencia, y se discrimina a quien cree en Dios tachándolo de ignorante y conservador. Pero, esos comentarios están muy alejados de la realidad. A lo largo de la historia de la humanidad han sido las religiones las que han enaltecido y cultivo la filosofía, el arte, y sobre todo la ciencia.
Cada uno de los libros sagrados de las antiguas religiones tienen y otorgan conocimientos al ser humano no sólo filosóficos-teológicos, sino que las más hermosas creaciones de las bellas artes han sido promovidas por las religiones, pero paralelamente se encuentran los descubrimientos científicos que se han desarrollado en nombre de Dios, bajo el fundamento de que el conocimiento llevará al hombre al encuentro con Su Sabiduría.
En los libros sagrados encontramos enseñanzas éticas, políticas, religiosas, artísticas y científicas, pero, más allá de lo escrito en ellos está la búsqueda inalcanzable del ser humano por conocer e interiorizar en los misterios del universo sin que el amor a Dios sea un acto que impida profundizar en las investigaciones. Dios como creador en caso del creyente y como parámetro en relación al desarrollo de las ciencias ayuda a que cada una de las investigaciones se fundamente en la ética.
Es necesario hacer notar que la ciencia y la religión son dos lenguajes distintos, que no se alejan uno del otro, simplemente cada uno explica desde su origen la creación del mundo. La religión se fundamenta en un Kairos, en un tiempo divino que tiene su base en el interior del ser humano, y la ciencia tiene su nacimiento en el Cronos, en ese tiempo finito y humano que nos delimita. La ciencia es parte de la historia, porque la define el tiempo, en cambio las religiones son historiografía, porque están formadas de historicidad, es decir, de la estructura creada al reflexionar su existencia y porque forman parte de historia. La ciencia fundamenta su verdad en el análisis, en lo empírico, en lo demostrable, en cambio, la verdad teológica se cumple en la realización del acto, no el pasado.
Como podemos ver de manera breve, la ciencia y la religión buscan encontrar la sabiduría desde diferentes parámetros, esto no las convierte en enemigas, porque el único enemigo real es la ignorancia provocada por quienes se sumergen en ella.
En el interior del catolicismo, por ejemplo, está la Real Pontifica de las ciencias, compuesta por 83 científicos de todo el mundo, sin importar etnia, credo o ateísmo, sus investigaciones se dividen en: ciencias básicas, ciencias y tecnología de los problemas globales, ciencia de los problemas del mundo en desarrollo, política científica, bioética, epistemología, y neuroteología, entre los científicos destacados y uno de los más conocidos es Stephen Hawking, quien a través de la física teórica, física cuántica y la matemática aplicada ha desarrollado las teorías cosmológicas y la predicción de la radiación emitida por los agujeros negros. Stephen Hawking, es uno de los más grandes científicos ateos, pero esto no le ha impedido relacionarse con científicos creyentes para favorecer las investigaciones y sobre todo para acrecentar la sabiduría de la humanidad. Es así como Hawking forma parte de la Academia Pontificia de las Ciencias, compartiendo, estudiando investigando, y sobre todo dialogando con científicos musulmanes, judíos, ortodoxos, católicos, etc.
Otro ejemplo claro es el sacerdote jesuita belga, Georges Lemaitre, quien en 1960 fue nombrado por Juan XXIII Papa, Obispo y Presidente de la Academia Pontificia de las Ciencias, siendo sus investigaciones las que provocaron que Albert Einstein modificará sus formulaciones científicas, al aceptar que era realmente equivoco incluir una constante cosmológica. Einstein percibió que el universo cambiaba con paso del tiempo, pero a pesar de esto, creó términos para mantener una estabilidad en el universo, a lo que nombró “constante cosmológica”, esto a lo que años después él marcará como su más grande error fue percibido gracias a las investigaciones de un sacerdote católico.
George Lemaitre, era un sacerdote jesuita astrónomo y físico de la Universidad Católica de Lovaina, siendo el promotor de la expansión del universo, desarrolló en 1931 la conocida teoría del Big Bang o hipótesis del átomo primigenio (Hylem). Él fue un gran estudioso de la teoría de la relatividad de Einstein y uno de los más grandes astrónomos de la universidad de Cambridge. Se relacionó con científicos muy importantes como Arthur Eddington, sin que su condición sacerdotal fuese un impedimento para ambas partes, es así como ante la Real Sociedad Astronómica, Eddigton informa sobre las grandes investigaciones de Lemaitre, nombrándolas como “las grandes respuestas a los problemas cosmogónicos de Einstein y de Sitter”. Dos años después Lemaitre explicaría desde la física teórica la entropía del universo, esa gran explosión que dio origen al cosmos.
Sus estudios han sido la base de las investigaciones de George Smoot y John Mather, premios nobel de física en 2006, a partir de su teoría de la “isotropía”, es decir, esa propiedad característica de los cuerpos quienes no dependen de una dirección, por lo cual la anisotropía si depende de ella, resultados que surgen y validan la teoría del Big Bang. Es por ello que dicen:
“atendiendo al principio de entropía e isotropía es lógico suponer que la característica anisotrópica por la que los cuerpos celestes han dependido de su dirección u orientación en el proceso de expansión del universo, todo apunta a que la aparición de la vida como la entendemos se ha producido en un lugar determinado del cosmos, es decir, en la Tierra, porque han coincidido los precisos sistemas dinámicos que han dado origen al ser humano”.[1]
La teoría del Hylem, o llamada Big Bang, procedente del paradigma holístico o sistemático ha aportado una formula al problema de la constante cosmológica universal, además de aportar la concepción de un origen del cosmos a partir de un átomo primigenio el cual lleva en sí mismo toda la energía de la materia de la cual se compone el universo.
No debemos olvidar que al principio Einstein no aceptaba la teoría de la Lemaitre porque era cercana a la teoría de la creación, pero con el paso del tiempo, dejándose llevar por la contemplación y la escucha, separando la religión de Lemaitre de su ateísmo, la acepto, y la tomó para corregir su equivocación llegando a decir que él era la persona que mejor había comprendido sus teorías de la relatividad.
La religión y la ciencia son dos caminos paralelos que no pueden unirse en uno, no se pueden mezclar los pasos pero si pueden acompañarse de manera similar a los amantes, quienes deben de caminar paralelamente consagrando y respetando las decisiones de cada uno, las paradas, los avances, los retrocesos, aciertos y equivocaciones, cada uno puede entenderse con el otro desde su lenguaje, alejando prejuicios y permitiendo que Dios para uno y la Razón para el otro sean el estímulo de la inteligencia, del conocimiento para buscar la Verdad.
Somos polvo de estrellas dice una teoría científica, pero esto ya estaba dicho por el Hinduismo, “en las estrellas se resguardan las almas y contemplan, contemplan el universo hasta que eligen tomar porciones de luz y hacerse carne”, recitan los Vedas.
Y tu descendencia será más grande que todas las estrellas que contemplas en el cielo… le dice Yahvé a Abraham, para el judaísmo y el cristianismo o Ibrahim para el Islam. Recordándonos nuestro origen.
El lenguaje científico y el lenguaje religioso como lo mencioné anteriormente habla a estados distintos del ser humano, a lo externo y a lo interno, pero lo elemental es que ambos hablan al ser humano y le comunican el ansia de la búsqueda de la verdad y lo invitan a seguirse preguntando.
Lemaitre no tomaba la ciencia para beneficiar a la religión, él sabía que son caminos diferentes, él amaba a ambas de manera distinta como se ama a un amigo y a un hermano, el amor es diferente, no busca beneficiar a nadie sino dignificar a ambos desde su realidad.
El hecho de que cada noche se hincará y consagrará a Dios no fue un impedimento para que uno de los más grandes científicos lo tomará como la única persona que había entendido realmente su teoría de la relatividad, así como tampoco para él su sacerdocio fue un impedimento para interesarse en sus investigaciones, ni para que con el paso del tiempo George Gamow se enfocará en sus estudios.
Es claro que en base a acontecimientos históricos se crea que la religión no simpatiza con la ciencia, pero no podemos estancarnos en el tiempo, debemos comprender las situaciones que se vivían en ese período temporal donde la religión predominaba a la razón y donde se prohibía cuestionar la Sagrada Escritura, es claro que con el paso del tiempo, la evolución ha tocado a todas las ramas humanas, científicas, y religiosas expandiendo el camino hacia la sabiduría. El lenguaje científico es distinto al religioso uno habla al espíritu, el otro a la humanidad, ambos dan tranquilidad y búsqueda al ser humano.
En la actualidad la Iglesia Católica apoya a infinidad de científicos, y a cientos de investigaciones que ayudan al beneficio de la humanidad en todos los aspectos que conllevan consagrar su dignidad y su conocimiento, los más grandes investigadores de todo el mundo lo saben, dialogan con ella, con sus expertos, aún sin estar de acuerdo con muchas posturas, pero lo trascendental es que se escuchan y no se cierran, el dialogo se da expandiendo la búsqueda. La espiritualidad está contenida tanto en la religión como en la ciencia, quizá por ello Einstein decía: “la ciencia sin religión está coja y la religión sin ciencia está ciega”.
Es necesario comprender que la Religión y la Ciencia no buscan estar de acuerdo, no porque no se interesen la una de la otra sino porque lo que cada una busca es diferente, pero como se ha demostrado si pueden apoyarse en su búsqueda hacia la Verdad y la Sabiduría.
Por ello para concluir cito las palabras de Lemaitre:
«Yo me interesaba por la verdad desde el punto de vista de la salvación y desde el punto de vista de la certeza científica. Me parecía que los dos caminos conducen a la verdad, y decidí seguir ambos. Nada en mi vida profesional, ni en lo que he encontrado en la ciencia y en la religión, me ha inducido jamás a cambiar de opinión».
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