Las nueve musas
En sus marcas

En sus marcas, listos…

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Ocho de la mañana. La multitud se aglomera im­pa­ciente, observa sus relojes, cruza miradas com­petitivas… Se abren las puertas del gran almacén dando la largada: una maratón sin marcas qué romper, pero con muchas marcas por comprar.

El desespero cunde en los partici­pantes ávidos de las mejores ofertas. Empujado por la turba recorro sin querer las secciones repletas de gangas: Hogar, Vestuario, Cosméticos, Electrodomésticos…

Innumerables tentáculos pretenden asirse a un mismo ob­jeto de felicidad. Los ejércitos consumis­tas tropiezan, las registradoras revientan y, en­tre sudores fríos, no en­tiendo qué diablos hago en semejante remolino. Yo, que apenas preguntaba por el baño.

José Fernando Suárez Isaza

José Fernando Suárez Isaza

Autorreseña gramatical

Medellín, Colombia, año sesenta y tres. En la distancia, intento adjetivarme objetivamente. Tomo el diccionario: sólo soy un sustantivo común con ansias de calificar.

Me detengo largo tiempo en dos palabras: música y publicidad. Afición y profesión. Paso la página. Más adelante, aparecen diversas expresiones verbales en modo infinitivo, conjugadas de manera irregular y en cantidad variable de tiempo, modo y lugar: Vender, enseñar, transportar…

Escribir.

Me cayó ese “mal de letras” con el sol casi trepado en lo alto. Vinieron las lecturas, los deslumbramientos, los talleres, los aprendizajes. Fiebres muy altas, ideas que rondan, mal dormir. Efectos concomitantes. Algunas historias son ahora aviones de papel (Quitasol, Lexis, editorial U. P. B., Medellín en 100 palabras, Fundación Haceb, editorial Bola de Papel, Mundo de escritores…), valiosos aprendizajes con los que la fantasía se ha echado a volar. Otras, aguardan pista reducidas en hangares: un libro de cuentos, una colección de cien microrrelatos en cien palabras, una novela y un “Cajoncito de recuerdos”. He cometido versos, pero, ¿quién no ha pecado?

Salvo Las nueve musas, que me permite —algo que agradezco— la posibilidad de volar más lejos, es imposible por el momento destacar en mayúsculas un reconocimiento. Puro cuento sería. Mas, sigo aferrado a las letras, como si yo fuera su pronombre posesivo, como si de palabra nos hubiésemos comprometido a estar juntos por siempre en un futuro perfecto.

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