Las nueve musas

La unidad de España y el enigma de las perlas

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Con la recidiva del cáncer catalán que vuelve a amenazar la integridad territorial de esta vieja nación, no parece inoportuno recordar la dificultad que conlleva determinar el momento exacto en que quedó fraguada la unidad de España.

No fue tras la conquista del reino de Granada y, en contra de la creencia generalizada, no se realizó en vida de los Reyes Católicos. De hecho, Fernando el Católico intentó evitar la unión de las coronas de Castilla y Aragón pagando el precio, según se cuenta, con su propia vida.

Isabel I de Castilla
Isabel I de Castilla

A los 53 años, tras treinta de reinado, aquejada por la fístula en las partes vergonzosas y cáncer que se le engendró en su natura –así lo diagnosticó el médico coetáneo Álvaro de Castro, autor de Antidotarium, Fundamenta medicorum y Ianuae Vitae–,  deprimida por las muertes prematuras de sus hijos, los infantes Juan e Isabel (reina de Portugal) y de su nieto Miguel (quien hubiera podido reunir en su persona las coronas de Portugal, Castilla y Aragón), fallecía en Medina del Campo la Católica reina Isabel I de Trastámara. Ese mismo día de 1504, el rey viudo Fernando V de Aragón remite una cédula real a las villas principales para recordarles que es a él y no a su detestado yerno Felipe I de Castilla, el Hermoso, a quien corresponde la gobernación de Castilla y León en nombre de su hija Juana I, la nueva reina titular. El texto de la cédula enviada a Madrid dice así:

Conçejo, justiçia, rregidores, cavalleros, escuderos, ofiçiales y omes buenos de la villa de Madryd.

Oy día de la fecha desta ha plazido a nuestro Señor llevar para sy a la serenísima rreyna doña Ysabel, my muy cara y muy amada muger, y aunque su muerte es para mí el mayor trabajo que en esta vida me podía venir e por una parte el dolor della por lo que en perderla perdí yo y perdieron todos estos rreynos me atraviesa las entrañas, pero por otra viendo que ella murió tan santa y católicamente como bivió de que es de esperar que nuestro Señor la tiene en su gloria que para ella es mejor y más perpetuo rreyno que los que acá tenía, pues a nuestro Señor asy le plugo, es rrazón de conformarnos con su voluntad y darle gracias por todo lo que haze, y porque la dicha serenísima Reyna, que santa gloria aya, en su testamento dexó ordenado que yo toviese la administraçión y governaçión destos rreynos y señoríos de Castilla y de León y de Granada, etcétera, por la serenísyma rreyna dona Juana, nuestra muy cara y muy amada hija, lo qual es conforme con los que los procuradores de Cortes destos dichos rreynos le suplicaron en las Cortes que se començaron en la çibdad de Toledo el año de quinientos y dos, y se continuaron y acabaron en las villas de Madrid y Alcalá de Henares en el año de quinientos y tres…

Fecha en Medina del Campo a XXVI días de noviembre de quinientos y quatro años.

Al año siguiente, las tensiones entre Fernando el Católico y Felipe el Hermoso se recrudecieron, al tiempo que proseguían en Italia las victoriosas y gravosas campañas de Gonzalo Fernández de Córdoba para pacificar el reino de Nápoles, repartido arbitrariamente entre el rey de Aragón y el rey de Francia por el Tratado de Granada, del año 1500. El Gran Capitán pronto sería relevado de su mando y las tropas castellanas sustituidas por fuerzas aragonesas.

Germana de Foix
Germana de Foix

Para contrarrestar las tendencias francófilas de su yerno y alcanzar la paz en Italia, entre otros objetivos, Fernando negoció un pacto con el rey francés Luis XII. El 12 de octubre de 1505 se firmó el II Tratado de Blois por el que se acordaba el enlace matrimonial de Fernando con Úrsula Germana de Foix y Orleans, sobrina del rey de Francia, a la que éste transfería sus derechos sobre la mitad del reino de Nápoles y el título de rey de Jerusalén. Luis XII prometía ayudar a defender los intereses del rey de Aragón frente a los del emperador Maximiliano y su hijo Felipe el Hermoso. Por su parte, Fernando se comprometió –en vano pues Fernando logró que el papa anulara posteriormente las cláusulas que le eran desfavorables– a nombrar heredero al vástago de ese matrimonio si lo hubiere; de no haberlo, los derechos sobre Italia revertirían a la corona francesa. Además, el rey Católico indemnizaría a Francia con un millón de ducados por los gastos efectuados en Nápoles, restituiría bienes confiscados a caballeros franceses y daría la libertad a los prisioneros hechos por Gonzalo de Córdoba. Entre estos prisioneros no se contaba Fernando, duque de Calabria, hijo y heredero del desposeído rey napolitano Federico I (muerto en Tours en 1504) pues ya se encontraba en España desde 1502 formando parte de la corte de su pariente Fernando de Aragón, quien le dio un trato muy favorable hasta que contrajo matrimonio con Germana.

Una semana después, el 19 de octubre, sin haber transcurrido un año de viudedad, se celebró la boda por poderes entre Fernando de Aragón, de 53 años, con Germana de Foix, de 18 años. El enlace abrió las puertas para que el rey Católico incorporase el reino de Navarra a sus dominios, pero la indignación de Felipe el Hermoso y de la nobleza castellana fue casi unánime frente a lo que consideraron injusta desposesión de los derechos de Juana la Loca, la reina de Castilla.

Hábil diplomático, Fernando quiso apaciguar los ánimos familiares proponiendo a Felipe y Juana un acuerdo —el Tratado o Concordia de Salamanca– que se firmó, por poderes, en Salamanca el 24 de noviembre. Felipe sería proclamado rey propietario de Castilla junto a su esposa; Fernando asumiría el cargo de gobernador perpetuo con derecho a utilizar el título de rey y las rentas reales se dividirían por igual entre las dos partes, pero a Fernando corresponderían en exclusiva las rentas de los maestrazgos y de las órdenes militares. Se estipulaba asimismo que, en ausencia de Felipe, su suegro asumiría la regencia de Castilla, habida cuenta de la enfermedad mental de la reina Juana.

Los ánimos de Felipe, sin embargo, no se apaciguaron. En enero de 1506 decidió abandonar Flandes y viajar a España con Juana. Las inclemencias del tiempo les obligaron a desembarcar en Inglaterra, donde pasaron el invierno, de manera que no arribaron a La Coruña hasta finales de abril. El 20 de junio Fernando y Felipe se encontraron cara a cara en la localidad zamorana de Remesal. Felipe mostró su disconformidad con varias cláusulas de la Concordia de Salamanca, como la asignación exclusiva a Fernando de las cuantiosas rentas de los maestrazgos y la utilización del título de rey. Fernando prometió renunciar al trono de Castilla y accedió a un nuevo acuerdo –conocido como Tratado o Concordia de Villafáfila– que fue firmado por Fernando en dicha localidad zamorana el 27 de junio y en Benavente por Felipe el Hermoso el día 28. Felipe gobernaría Castilla y León como rey titular y Fernando se retiraría al reino de Aragón; se mantuvo la estipulación de su regencia en caso de ausencia de Felipe. Y la ausencia definitiva se produjo mucho antes de lo previsto: el 25 de septiembre de 1506, Felipe I fallecía en Burgos a los 28 años.

Gonzalo Fernández de Córdoba
Gonzalo Fernández de Córdoba

Una vez más, Fernando el Católico asumió la regencia de Castilla y la administración de los intereses de su hija enferma y sus seis nietos. El mayor de los dos varones, Carlos de Gante, uno de los monarcas más poderosos que registra la Historia, se estaba educando en Flandes y no hablaba español; tenía seis años cuando quedó huérfano. Su hermano Fernando, también futuro emperador, era tres años menor y el favorito de su abuelo aragonés, junto al cual recibiría una formación acorde con los usos y costumbres españoles bajo la supervisión de la joven reina, Germana.

Nacida probablemente en Mazères, al sudeste de Toulouse, en una fecha incierta de 1488, Germana de Foix era hija de María de Orleans, la hermana de Luis XII, y de Juan de Foix, cuya madre, la reina Leonor de Navarra, fue la hermana mayor de Fernando el Católico; la prometida era, por tanto, sobrina-nieta del rey Católico. Junto a su hermano Gastón de Foix (también conocido como Gastón II de Narbona) se había educado en la corte francesa, donde asimiló las formas y el espíritu de la cultura franco-borgoñona. Adquirió los refinamientos sociales y el gusto por el arte, la literatura, el baile y la música, que eran propios de dicha corte. Tocaba el laúd admirablemente. Le entusiasmaban las fiestas y la alta cocina. En realidad, representaba un modelo femenino que en España chocaba con el ideal de la mujer discreta, austera y religiosa preconizado por Isabel de Castilla.

Gastón de Foix
Gastón de Foix (Gastón II de Narbona)

En lo que respecta al físico, era de elevada estatura, con cabello castaño, cejas bien perfiladas y nariz prominente; cojeaba ligeramente. Las fuentes francesas la consideran bella en tanto que las españolas discrepan. Así, el historiador benedictino fray Prudencio de Sandoval (Crónicas de los Reyes Católicos, cap. 45) dice de ella: Era la reyna poco hermosa, algo coxa, amiga de mucho holgarse y andar en banquetes, huertas y jardines, y en fiestas. Introduxo esta señora en Castilla comidas soberbias, siendo los castellanos y aun sus reyes muy moderados en esto. Passabansele pocos días que no convidase o fuese convidada. La que más gastaba en fiestas y banquetes, con ella era más su amiga.

El carácter jovial, sociable, de Germana y su desenvoltura le crearon una fama de mujer frívola que la acompañaría toda su vida. Sin embargo, a lo largo de los años demostró en sus tres matrimonios tener dotes de mando y capacidad para tomar decisiones cuando se le encomendaron funciones de gobierno.   En cualquier caso, fuera o no muy agraciada, muy o poco coja, parecía tener gran atractivo para los varones. Fernando el Católico, experto en asuntos de amores, vio con recelo las pasiones que despertaba su consorte y actuó en consecuencia. El vicecanciller del Consejo de Aragón, Antonio Agustín (padre del polígrafo homónimo) fue recluido en el castillo de Simancas por haber requerido de amores a la reina Germana, y una condena similar recayó sobre el joven Fernando de Calabria, encarcelado en los castillos de Játiva, La Mota y otros lugares hasta que fue puesto en libertad y favorecido por Carlos I en los inicios de la década de 1520; teóricamente, se trataba de un arresto preventivo para evitar la fuga del ex-príncipe heredero hacia Nápoles, pero pronto se extendió la leyenda del amor compartido en secreto por Germana.

Fernando de AragónLa consumación del matrimonio se efectuó en Dueñas, Palencia, en marzo de 1506 y los festejos nupciales se celebraron en Valladolid. A partir de ese momento, Germana participó en todas las actividades y en muchos de los desplazamientos de su marido. Se embarcó con él rumbo a Italia a principios de septiembre, poco antes del fallecimiento de Felipe el Hermoso, muerte que devolvió a Fernando la regencia de Castilla hasta que su nieto Carlos de Gante se hiciera cargo de esa Corona. En julio de 1507 regresaron de Italia desembarcando en Valencia, donde Germana permaneció como gobernadora. En 1508, embarazada, acompañó a su marido en el periplo por Andalucía y el 3 de mayo de 1509 dio a luz en Valladolid a un hijo varón, destinado a sellar la separación entre los reinos de Aragón y Castilla. Por desgracia para los padres y por suerte para la unidad de España, el vástago, Juan de Aragón, murió a las pocas horas de nacer. Su pérdida probablemente unió aun más a los cónyuges. Todos los cronistas coinciden en la consideración y el cariño con que Fernando trataba a su esposa y en la atracción sexual que siempre sintió por ella. Nuestro Rey, si no se despoja de los apetitos dará pronto su alma al creador y su cuerpo a la tierra; está ya en los sesenta y tres años de su vida –escribió el cronista real Pedro Mártir de Anglería en 1515– y no consiente que su mujer se separe de él y no le basta con ella, al menos en deseo.

Pedro Mártir de Anglería
Pedro Mártir de Anglería

En el empeño por conseguir la descendencia que tanto ansiaba Fernando, Germana le administraba pócimas vigorizantes, a base de testículos de toro y otros ingredientes, que le intoxicaron causándole serias y duraderas secuelas. Posiblemente contuviera polvo de cantárida o “mosca española”, un “Viagra” natural que dejó de utilizarse por los accidentes mortales que provocaba. Muchos pensaron que ese envenenamiento fue, a la larga, la causa de su muerte.

Germana mostró siempre lealtad a su marido. En 1512, Gastón de Foix falleció a consecuencia de las heridas sufridas en la batalla de Rávena, en la que había derrotado al contingente aragonés. Sus derechos sucesorios al trono de Navarra pasaron a su hermana Germana, quien los cedió a Fernando. Navarra fue invadida por tropas de Fernando en el verano del año citado. Aunque la pacificación del territorio se prolongaría más de una década, la unidad de España se consolidó cuando Germana volvió a renunciar en favor de Carlos I a cualquier derecho que pudiera tener sobre Navarra. Fue, por tanto, Germana de Foix quien colocó la piedra clave del arco unitario español. En ese mismo año, Germana representó al rey en las Cortes Generales y, en 1513, éste le concedió el vizcondado de Castellbó, con los valles de Argua, Valherrera y Andorra, y la villa de Castellón de Farfaña.

En diciembre de 1515, Germana se hallaba presidiendo las Cortes de Aragón cuando le dieron noticia de la grave enfermedad que había obligado a Fernando a detenerse en Madrigalejo, Cáceres, en su camino hacia el monasterio de Guadalupe. Tuvo tiempo de encontrarle aun con vida, pero falleció cristianamente el 23 de enero de 1516. En el testamento, otorgado el día anterior al deceso, deja la gobernación a su nieto Carlos –rectificando un testamento previo en el que se la encargaba a su bien amado nieto Fernando– y le encomienda que vele por el bienestar de la reina viuda, nuestra muy cara y muy amada mujer… en la cual habemos hallado mucha virtud e tenemos muchísimo amor… Vos mirareis por ella y la honrareis y acatareis para que pueda ser honrada y favorecida por vos y remediada en todas sus necesidades…pues no le queda, después de Dios, otro remedio sino sólo vos. Parece evidente que el muchísimo amor que profesaba Fernando a Germana era verdadero pues le lega la ciudad de Siracusa, en Sicilia; las villas catalanas de Tárrega, Sabadell y Villagrasa y cinco mil ducados de oro de renta vitalicia mientras permaneciera soltera. Ella sabía que su destino dependía ahora de la voluntad del nuevo monarca Carlos de Gante, su nieto político. De momento y hasta la llegada de Carlos I, se retiró discretamente al monasterio de Guadalupe; la regencia de Castilla quedaba en manos del cardenal Cisneros y la regencia de Aragón en las del arzobispo de Zaragoza, Alfonso de Aragón, hijo natural del rey Fernando y la dama catalana Aldonza Ruiz de Ivorra; en su testamento, Fernando le había nombrado Lugarteniente del Reino de Aragón. Se había dado un paso más hacia la cimentación del reino de España.

Carlos V e Isabel de Portugal
Carlos V e Isabel de Portugal

Carlos desembarcó en Tazones, Asturias, el 19 de septiembre de 1517; llegó acompañado por su hermana la infanta Leonor. Desde allí, viajaron con deliberada lentitud hacia el sur, hecho que los castellanos interpretaron como un desprecio hacia el cardenal Cisneros, de cuya lealtad Carlos tenía serias dudas. A comienzos de noviembre visitaron brevemente a su madre Juana, recluida en Tordesillas y, compadecido Carlos por la vida que en aquel encierro llevaba su hermana la infanta Catalina de Austria, hija póstuma, decidió sacarla de allí. En Valladolid recibió Carlos la noticia –buena para él– del fallecimiento del cardenal Cisneros en Roa, Burgos, el día 8 de noviembre, y recibió también la pleitesía que le rindió su abuelastra Germana, con la que congenió de inmediato.

Germana y Carlos se habían educado en ambientes muy similares. Él no hablaba castellano, pero ella era francófona y podía servirle como intérprete cualificada. Él tenía 17 años y poca experiencia, pero ella, de 28 años y buen ver, conocía todos los resortes e interioridades de las cortes de Castilla y de Aragón. Además, Carlos quería cumplir el mandato de su abuelo y lo hizo a conciencia. Si ella entraba y el Rey estaba sentado, se levantaba de su asiento y se descubría y la hablaba rodilla en tierra, escribe fray Prudencia de Sandoval (Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V) aunque aclara que no duró esta cortesía mucho tiempo porque el Rey, luego, cobró autoridad y ella miró poco por la suya. En esta última indirecta sutil de Sandoval se compendia la opinión general de los españoles sobre la reina viuda.

Carlos y Germana se hicieron inseparables. Con la excusa del idioma, Germana le acompañaba a todas partes y le preparaba fiestas. Le cedió sus derechos y rentas en el sur de Francia y el sur de Italia; en justa compensación, Carlos le entregó las villas de Arévalo, Olmedo y Madrigal de las Altas Torres, causando la indignación de la nobleza castellana pues esas plazas estaban íntimamente ligadas a la memoria de Isabel la Católica.

Las murmuraciones sobre la relación sentimental de la reina viuda y Carlos I no hicieron sino aumentar cuando éste ordenó construir un puente que enlazaba el palacio real de Valladolid con el caserón contiguo, habitado por Germana, de manera que el monarca y su hermana Leonor pudieran ir en seco y más cubiertamente a ver a dicha reina. Llegó a decirse, incluso, que habían tenido descendencia. Esta última habladuría adquirió recientemente visos de verosimilitud cuando la profesora Regina Pinilla Pérez de Tudela desempolvó en el archivo de Simancas el testamento de Germana, en el que dejaba la herencia a su tercer esposo el duque de Calabria pero hacía un extraño legado: Ittem, llegamos y dexamos aquel hilo de perlas gruessas de nuestra persona, que es el mejor que tenemos, en el qual ay ciento y treinta tres perlas, a la Serenissima doña Ysabel, Ynfana de Castilla, hija de la Maj. del Emperador, mi señor e hijo, y esto por el sobrado amor que tenemos a su alteza. El 19 de octubre de 1536, cuatro días después del deceso, Fernando de Calabria, el viudo, escribe a la emperatriz Isabel de Portugal: Con ésta irá copia del dicho testamento auctenticada porque por ello vea V.Mag. el legado de las perlas que dexa a la serma. ynfanta doña Ysabel, su hija. V. Magd. mandará escrevirme si es servida que se le embien con hombre propio o si será servida embiar por ella, o lo que más fuere de su servicio.

El testamento permaneció archivado durante casi 500 años.

A la vista de estos textos, en pleno siglo XXI, se discute si es posible mantener oculto durante quinientos años el secreto de un vástago incestuoso del emperador Carlos V y su abuelastra.

Rebajas
Carlos V, el césar y el hombre (BIOGRAFIAS)
  • Fernández Álvarez, Manuel (Autor)

En 1988, Jaime de Salazar y Acha publicó en el número 28 del Boletín de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía un artículo titulado “Sobre una posible hija de Carlos V y Germana de Foix”, pero es Manuel Fernández Álvarez quien más ha contribuido a la divulgación de esta intriga: en 1999 la incluyó en su obra Carlos V, el César y el hombre (Espasa Calpe, Madrid) y, en 2001, la detalla en el artículo “El inconfesable secreto de Carlos V” que se incluye en el nº 27 de la revista La aventura de la Historia. Pere María Orts y Bosch dio un paso más y, en 2012, publicó en la revista valenciana Afers el artículo titulado “Margarida o Isabel. Dos noms per a una mateixa fila illegitima de l´emperador Carles de Austria” (“Margarita o Isabel. Dos nombres para la misma hija ilegítima del emperador Carlos de Austria”). Orts no se decanta en lo concerniente a la maternidad de Germana, pero piensa que la identidad de la “infanta Ysabel” se corresponde con la de Margarita de Parma –la única hija natural conocida y bien documentada de Carlos V, junto con su hermanastro don Juan de Austria– basándose en un escrito del emperador, de febrero de 1537, en el que se refiere a Margarita llamándola “Isabel” al pedir el cobro de impuestos por su matrimonio con Alejandro de Médicis. Orts cree asimismo que el collar de Germana es el que luce Margarita en el retrato que pintó Antonio Moro hacia 1562 y se conserva en la Gemäldegalerie de Berlín. Ahora bien, sin pretender en modo alguno enmendar la plana a un investigador y coleccionista de la talla de Pere Maria Orts y Bosch (fallecido en 2015) consideramos muy improbable que haya podido urdirse una farsa tan elaborada y rocambolesca. ¿Sacaron secretamente de España a la “infanta Isabel” –nacida, según se piensa, en 1518– para llevarla a Flandes, cambiarle el nombre y entregársela a la familia de Johanna Maria van der Gheynst (verdadera madre de Margarita) quien, a su vez, la entrega a la familia Dowrin hasta que la tía abuela Margarita de Austria, gobernadora de los Países Bajos, decide hacerse cargo de la educación de la niña? ¿Falsificaron también la documentación en la que figura como lugar y fecha de nacimiento de la infanta la ciudad flamenca de Oudenaarde, en 28 de diciembre de 1522? Por otra parte, la pista del collar no lleva a ninguna parte si se tiene en cuenta la cantidad de retratos de damas de la época –entre otras, la princesa de Éboli– adornadas con collares muy similares al que pintó Antonio Moro. Sin salir del círculo familiar, en el Kunsthistorisches Museum de Viena cuelga un retrato, de autor anónimo, fechado hacia 1557, en el que la emperatriz María (hipotética hermanastra de la infanta) luce un collar semejante. Sin embargo, tal vez mereciera la pena investigar la identidad de la triste joven, de unos veinte años, que está representada con idéntico collar en el Retrato de dama (desconocida) atribuido a Antonio Moro y fechado hacia 1538, que se conserva en el museo del Prado. La datación del cuadro y la edad de la retratada coinciden más con los datos –especulativos– que se están barajando. Por lo visto, la infanta nació en 1518 y pronto fue internada en el convento de Nuestra Señora de Gracia el Real, en Madrigal de las Altas Torres, Ávila, donde habían profesado como monjas agustinas “las dos Marías”, dos hijas naturales de Fernando el Católico habidas con una dama vasca y otra portuguesa, respectivamente. Estas dos tías abuelas de la infanta mantuvieron siempre un estrecho contacto con su sobrino Carlos, quien las visitó, intercambió con ellas una extensa correspondencia y les cedió, en 1535, el palacio de Juan II, en el que había nacido y vivido la primera infancia Isabel la Católica. No parece desatinado suponer que la existencia de la infanta haya tenido algo que ver con la impopular entrega de la villa de Madrigal a Germana de Foix.

Margarita de Parma
Margarita de Parma

En 1519, acompañado por su hermana la infanta Leonor y por Germana, Carlos se trasladó a Zaragoza y Barcelona para presidir las Cortes y ser jurado rey de Aragón. Durante este viaje se decidió casar a la viuda para acallar las críticas. Carlos aspiraba al solio imperial –vacante tras el fallecimiento de su abuelo Maximiliano el 12 de enero– y, calculadamente, para asegurarse uno de los votos, concedió la mano de Germana a Juan de Brandeburgo-Ansbach, miembro de su séquito y primo carnal de Joaquín, margrave de Brandeburgo, uno de los siete príncipes electores. El enlace nupcial se celebró en junio del mismo año. Juan de Brandeburgo era cinco años más joven que Germana y, según las crónicas cortesanas, era dado a los arranques de violencia y a la vida disoluta. Al año siguiente, Juan de Brandeburgo y Germana viajaron con Carlos a Aquisgrán para su coronación como emperador.

En 1523, Carlos nombró a Germana virreina y lugarteniente general del reino de Valencia y a Juan capitán general del reino, a las órdenes de la virreina. Germana ejercerá con mano de hierro su virreinato. Instalada en el palacio real de Valencia, se ocupó de castigar a los gremios, villas y ciudades que habían participado en el movimiento de insurrección gremial de las Germanías (“hermandades”), paralelo al de los comuneros de Castilla. La nobleza y los mudéjares habían sido las víctimas principales. Se dice que Germana firmó más de ochocientas sentencias de muerte. También impuso cuantiosas multas. El 23 de diciembre de 1524, la virreina redactó en castellano un escrito de indulto a los paraires (“laneros”) que algunos nacionalistas valencianos consideran el preludio de una imposición sistemática de dicha lengua como represalia. El perdón general no se concedería hasta 1528.

Rebelión de las Germanías
Rebelión de las Germanías

Durante la rebelión de las Germanías (1519-1523), los cabecillas habían establecido contacto en Játiva con el recluso duque de Calabria para que se uniera a la insurrección, a lo que éste se negó reprobando la conducta de los agermanados. Carlos agradeció su lealtad y no solo le dio la libertad sino también su íntima amistad, incorporándole a su séquito y encargándole gestiones importantes.

El 5 de julio de 1525, Germana quedó viuda por segunda vez. Según el historiador y cosmógrafo Juan de Santa Cruz, el tudesco Juan de Brandeburgo encontró la muerte a los 33 años por causas similares a las de Fernando el Católico. Acababa de llegar a Valencia tras un largo viaje y con el quebranto y cansancio que había llegado no se había abstenido de llegar a la Reina con la moderación que convenía, antes se había habido muy destempladamente con el vicio de la carne. No parece que los legendarios atractivos de Germana hubiesen disminuido a pesar los muchos kilos adquiridos, pero su persona estuvo cada vez más presente en los chascarrillos y las mofas de los bufones de la Corte del emperador. Al mes siguiente, dicha Corte estaba muy ocupada con la novedad extraordinaria del rey de Francia, Francisco I, que había llegado a Madrid como prisionero y recluido en la torre de los Lujanes tras su captura en la batalla de la localidad italiana de Pavía, el 24 de febrero. La liberación del rey francés quedó condicionada a la firma del Tratado de Madrid, entre cuyas cláusulas figuraba el enlace matrimonial de Francisco I con la infanta Leonor.

Francesillo de Zúñiga
Francesillo de Zúñiga

La agitación de la Corte se incremento en 1526 por motivo de tres enlaces regios. Francisco había accedido en enero a firmar el tratado de Madrid y a su boda con Leonor. La ceremonia nupcial se celebró en una localidad de las cercanías de Madrid, Illescas, donde Carlos y Germana bailaron muy animados durante los días 18 y 19 de febrero para festejar el nuevo matrimonio (forzado y no consumado), mientras el duque de Calabria, en unión del arzobispo de Toledo y el duque de Béjar –acompañado por su bufón Francesillo de Zúñiga, autor de la Crónica burlesca del emperador Carlos V– recibían en la frontera de Portugal a la comitiva de Isabel de Portugal, desposada con el emperador. Desde Illescas, Germana y Carlos partieron para Sevilla donde habrían de celebrarse los esponsales, el 11 de marzo, en el Salón de Embajadores del Alcázar. El duque de Calabria ofició de padrino y, como madrina, la condesa de Odenura y Faro, dama de Isabel. Los recién casados emprendieron un largo viaje de novios por toda Andalucía. El emperador ya había decidido –tal vez accedido– a conceder la mano de la viuda Germana al duque de Calabria.

Investidos como virreyes del reino de Valencia, Fernando de Calabria y Germana se casaron en Sevilla el 13 de mayo de 1526, actuando como padrinos el emperador y la emperatriz. Los dos tenían en común el gusto por la música, las ciencias y las artes. Crearon en Valencia una corte renacentista extraordinaria en la que, hasta la muerte de Germana, fueron incesantes los bailes, banquetes, cacerías y torneos, pero, muy especialmente, las veladas musicales y las lecturas poéticas que convirtieron en una obra de culto al Tirant lo Blanc de Ausias March. Asiduos o protegidos por el mecenazgo de Germana y Fernando fueron, entre otros, el conde de Oliva (a quien fue dirigido el Cancionero General de Hernando del Castillo); Baltasar de Romaní, quien elaboró la edición príncipe de Ausias March; Luis Milán (músico y autor de El Cortesano y Libro de motes de damas y caballeros); Joan Fernández de Heredia (tío político de Juan Boscán y autor de Coloquio de las damas de Valencia) y Joan Ram de Escrivá de Romaní (autor de Ven muerte tan escondida y Nao de Amor). Sin embargo, el legado principal de esta corte virreinal se encuentra en la extraordinaria biblioteca que reunieron y, especialmente, en la colección de códices grecolatinos que hoy se conservan en la Universidad de Valencia. La mayor parte de los códices fue reunida en Nápoles por Alfonso V de Aragón (1396-1458) que ordenó adquirir o copiar un gran número. Alfonso V había sentenciado: Los libros son, entre mis consejeros, los que más me agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo que debo hacer

Germana de Foix, la reina que contribuyó sin saberlo a la unidad de España, falleció de hidropesía el 15 de octubre de 1536, a los 48 años de una vida intensa y dejando tras ella un enigma aún no resuelto.

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José Antonio Álvarez-Uría Rico

José Antonio Álvarez-Uría Rico

Nace en Pola de Siero, Asturias, el 31 de octubre de 1944.

Es licenciado en Derecho por la Universidad de Oviedo (1965) y diplomado en Estudios Internacionales por la Escuela Diplomática de España (1973).

Impartió clases de lengua española como profesor auxiliar en la Wallington Grammar School for Boys, Londres (1967-68).

Colaboró en la elaboración del informe para las Naciones Unidas sobre la descolonización del Sahara Occidental (1974). Es miembro del Instituto de Cultura de Sahara.

Trabajó como traductor autónomo para la Organización Sindical española, las editoriales Saltés, Júcar, Alhambra, el Ministerio de Educación y Ciencia, la Organización de Estados Americanos y la Organización Mundial del Comercio (O.M.C.) (1974-1998).

Trabajó en Ginebra como traductor oficial de la O.M.C. (1999)

Prestó servicios como técnico en los Ministerios de Trabajo, Asuntos Sociales y Economía y Hacienda (1979 a 2009).

Dirigió la revista Cibelae de la Corporación Iberoamericana de Loterías y Apuestas de Estado (2003 a 2009).

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