Para los que decidimos en un momento de nuestra vida dedicarnos, de alguna u otra forma, a entender y a potenciar la psique humana, es una labor apasionante.
Las calles llenas de personas que caminan deprisa, que cruzan semáforos y adelantan o retrasan la hora cada cierto tiempo, son tratados de psiquiatría. Más allá de lo que podemos ver en nuestras miradas y en nuestros gestos o de ese extracto de conversación que le robaste, pillín, a esa pareja de la mesa de al lado, cada uno de nosotros alberga un diálogo interno.
Hay quien dice que no somos ese diálogo interno sino el ser que escucha ese diálogo. Algunos diálogos son aparentemente normales, otros se estructuran en torno a ideas sobrevaloradas e incluso delirantes, que la persona sostiene con fijeza a pesar de pruebas en contra; ideas que va probando y extendiendo con el tiempo, que pueden convertirse en el leitmotiv de una vida.
La primera vez que tuve ante mi a una persona diagnosticada de un Trastorno Delirante no podía entender durante los primeros minutos de entrevista cuál era el motivo de ingreso de aquel hombre educado, calmado y de buen aspecto. Pasado cierto tiempo y en reacción a las preguntas, aquel hombre laboralmente en activo, empático, casado y con hijos, con amigos y aficiones, fue desplegando una auténtica teoría delirante paranoide en torno a sus vecinos.
El DSM-5 habla de la presencia de uno o más delirios de un mes o más de duración y de que la persona no debe cumplir el criterio A para Esquizofrenia. Destaca que el funcionamiento de la persona, a diferencia del de la persona diagnosticada de Esquizofrenia, no está muy alterado y el comportamiento no es manifiestamente extravagante o extraño.
Estas ideas delirantes pueden ser de tipo erotomaníaco (pensar que otra persona está enamorada de uno), de grandeza, celotípico, persecutorio, somático (el tema del delirio implica sensaciones o funciones corporales), mixto o no especificado.
Hemos intentado, y creo que en la mayoría de los casos lo hemos logrado, acercarnos a los procesos mentales de diversas maneras como la analogía.
Hemos descrito representaciones, constructos y circuitos. Y sin embargo resulta extremadamente complejo conocer con precisión lo que piensa un ser humano. Aunque ese individuo tuviera el mayor compromiso con hacernos participes de sus pensamientos tan solo estaríamos más cerca.
Ese camino de búsqueda, de indagación por un sendero sinuoso lleno de resistencias hasta llegar a ciertas habitaciones de esa casa que es la psique de la gente, es un camino maravilloso.
En algunas de esas habitaciones residen ideas extrañas y en otras habitan ideas que no son tan extrañas pero que no responden a la realidad. Es este último el caso del Trastorno Delirante.
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