Las nueve musas

El cine como elemento de evasión es capaz de engañar nuestras mentes y conseguir lo imposible. Aquí una dehesa de encinas se transforma en una sabana donde los árboles podrían ser acacias.

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Película pequeña en medios y en aspiraciones y que aúna de manera tan precisa y concreta sus pocos mimbres que termina desarmando a este espectador con lo que no debería de dejar de ser lo fundamental en el cine, la imagen y su montaje.

KarenLa imagen limpia, cristalina, cara a cara, de una directora y su actriz, convenientemente ayudadas por el trabajo de Ion de Sosa, con la que se enfrentan a un icono de rebeldía femenina para acercarse al mismo desde la intimidad exenta de apuntes biográficos.

Se trata de Karen Blixen despojada de todo el glamour que ha penetrado en nuestro subconsciente por las imágenes que Pollack esparció por todo el mundo con su biopic de alto presupuesto, y ahora llegamos a Karen como un personaje en sí misma, una mujer emprendiendo un camino sin movimiento en constante búsqueda del autodescubrimiento personal, ajena a maridos y amantes, entregada a la lectura, la conversación y la introspección.

María Pérez, que había sabido reflejar perfectamente la idiosincrasia del movimiento artístico Fluxus, de su creador Volf Vostell y del entorno extremeño en que se instaló provocando un diálogo entre pasado y futuro desequilibrante, pero que congeniaba a la perfección precisamente por esa voluntad unánime de tratar de entender al diferente, salta a la ficción para mantener un brillante pulso cinematográfico donde la cámara mima tanto a su personaje que la palabra termina siendo poco relevante ante el dominio de lo visual.

El cine como elemento de evasión es capaz de engañar nuestras mentes y conseguir lo imposible. Aquí una dehesa de encinas se transforma en una sabana donde los árboles podrían ser acacias. Una charca extremeña en un reducto de agua en el que no sería extraño ver aparecer un león o un elefante aunque sólo veamos vacas y cabras. El relente de la sierra que acompaña a la puesta de sol nos transporta a los espacios de la imaginación viajando hasta África en el atardecer.

Las imágenes que capta nuestro cerebro son malinterpretadas porque la puesta en escena nos invita a sentirnos en los mismos lugares por los que deambuló la escritora danesa, al tiempo que intentaba mantener su explotación agroganadera ajena al mundo occidental, pero atrapada en las redes de la mercantilización, y sin dejar de ser la blanca que mandaba sobre sus trabajadores negros.

La obra literaria se impone a la biografía de la escritora, y a partir de extractos de sus libros, María Pérez compone los diálogos entre dos personajes, nunca más en pantalla, donde se habla de la feminidad, del choque de culturas, de las relaciones de poder, de la intimidad entre quienes se conocen; el diálogo entre Karen y su capataz-sirviente se llena entonces de sobreentendidos y miradas perdidas que no dejan de hablar de la soledad de una mujer incrementada por la cámara que se posa sobre ella para captar cualquier detalle, cualquier movimiento, cualquier cambio.

Christina RosenvingeParecería que más que un relato, la directora intenta captar un estado de ánimo, o los estados de ánimo de una mujer a lo largo del indefinido tiempo en que transcurre la película, desde el ímpetu inicial a la desesperación de una empresa que amenaza con el colapso. En esa captación del estado de ánimo el rostro, y lo que le rodea, se transforma en fundamento de la apuesta para llegar a la intimidad de una mujer obviando su proyección pública.

La tela de unas cortinas, un salacot caído, un reflejo a través de los cristales, la foto de una boda con un marido del que nunca se habla ni al que nunca se ve, el reflejo en el espejo del tocador o la mirada a través de una ventana se conforman como detalles con los que dotar de entidad a las sensaciones que esta breve obra consigue transmitir con una delicada composición de sensibilidad no exenta de erotismo.

Acompañando a Karen la cámara efectuará un giro en su parte final para realizar una trasposición que no conviene contar en este momento, pero que acerca a Karen, al espectador y a la realidad exenta de ficción, moviéndonos, desde fuera y desde dentro, por aquellos lugares en los que los personajes no han estado, pero sí estuvieron las personas. Al final del camino el influjo del fantasma se apodera de la imagen, ya no necesitamos el cuerpo de Cristina Rosenvinge para sentir su presencia; la luz de gas en que María Pérez transforma su final de película nos hace «ver» a quien ya no está presente.

https://www.youtube.com/watch?v=2I3LAKrnGX8

KAREN. España. 2020. Dirección: María Pérez Sanz. Guion: María Pérez Sanz, Carlos Egea. Fotografía: Ion de Sosa. Montaje: Carlos Egea, Sergio Jiménez. Música: Christina Rosenvinge. Sonido: Miguel Caprara, Roberto Fernández. Directora de arte: Carmen Main. Maquilladora: Inma Azorín. Figurinista: Sofía Nieto. Intérpretes: Christina Rosenvinge, Alito Rodgers Jr., Isabelle Stoffel. Producción: Ignacio Salazar-Simpson, Ricardo Marco Budé, Irene Ramos Ballesteros, Cristina Hergueta Garde, Bárbara Gut. Compañía Productora: redantfilms, Obra La Belleza AIE, Siete Hachas. 65 minutos

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Miguel Ángel Martín Maestro

Miguel Ángel Martín Maestro, nacido en Palencia en 1967.

Cinéfilo por vocación, magistrado desde 1995 por necesidad para poder ser cinéfilo.

Colaborador habitual en el periódico "Ultimo Cero" de Valladolid como comentarista cinematográfico y único responsable de la web "noshacemosuncine.com"

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